14.6.10

Gepe: Rendición total


Audiovisión, el nuevo álbum de Gepe, fue la excusa para visitarlo en su departamento y sentarnos a conversar en el living durante una tarde sabatina. Por supuesto que nos contó pormenores del reciente lanzamiento, pero también desempolvamos recuerdos de los discos y personajes de infancia que marcaron su camino como cantautor.

Nadie conoce su propia dirección, si no sabe en qué lugares ha estado. Esa premisa es la que tiene a Gepe encaramado en el sitial de honor que ocupa, con su nuevo álbum convertido en comentario obligado sobre los lanzamientos nacionales del año y cada uno de sus movimientos documentado por la prensa. Audiovisión, la tercera placa del cantautor, es una vuelta de tuerca en un engranaje que funciona desde mucho antes de que lo conociéramos, con Taller Dejao, a comienzos de la década pasada. La génesis de Daniel Riveros como músico data de su infancia durante los noventa, cuando percutía con lo que encontrara su paso.

“Mis papás pensaron que sería una buena idea regalarme instrumentos, así que lo primero que me dieron fue una batería midi, a los seis años, comprada en una tienda de Carmen con Victoria en Avenida Matta. Aprendí a tocarla siguiendo cassettes de GIT, que es la primera banda a la que fui a ver en vivo, Xuxa y Scorpions. Después tuve teclado, el mismo que usé para Gepinto, y guitarra”, recuerda. Otro pariente cercano e importante en ese proceso fue un señor que ahora tiene 94 años y se llama Sergio Sepúlveda. El abuelo materno del solista.

“Era la persona más sensible de la familia, con opinión, anticatólico absoluto en una familia muy creyente. Oveja negra, pero muy respetuoso. Hacía esculturas súper bonitas. Él me iba a cuidar, me enseñó a amarrarme los zapatos usando una cuerda en un árbol. Tenía un taller atrás en su casa donde todo estaba hecho por él, desde la lámpara hasta las herramientas que usaba, su hacha, su martillo, su taladro. Ese espíritu creativo e intuitivo se me contagió. Muy análogo, artesanal y chasquilla. Y súper educado, leía muchos libros y me inculcó la música”, cuenta Gepe.

No sólo sus consanguíneos ayudaron a definir a Daniel Riveros como artista. En plena pubertad, a los doce años, un pacto selló buena parte de su esencia. “Cuando chico, era súper dogmático y con mi mejor amigo de ese tiempo hicimos una promesa: nunca decir garabatos, ni tomar drogas, nunca ser muy tristes o muy alegres, siempre intentar quedarse lo más neutro posible. Eso me marcó. Hasta ahora, trato de mantener distancia, sin ser frío ni hermético, sino dejar las cosas pasar y usar lo que me gusta, que salgan de una manera natural. Es mi forma de vida, mi ideal, apuntar a los objetivos con la mentalidad abierta, permanecer observando. Nunca asumir, ni siquiera en el vestuario, una postura muy abanderada. Ser liviano, pero crítico, trabajar, investigar, aprender, pero nunca de una forma obsesiva”, explica.

La importancia que el solista le otorga a su niñez se condice con el sonido que logra: jamás le ha hecho la desconocida a sus influencias, que son un conjunto rico en diversidad y desprejuicio. Su comportamiento lo avala. Apenas recibió a Extravaganza! en su departamento, el cantautor comenzó a preguntar qué discos de este año valía la pena bajar y también compartió su gusto por Soldier of Love, el último álbum de Sade. La placa corriendo en el notebook conectado a los parlantes y el café cargado en la mano fueron los testigos de esta conversación, en la que Gepe se explayó -con nombres y apellidos- sobre la producción artística ajena que ha ido absorbiendo durante su vida.

“Creo que a todos nos está pasando que escuchamos esa música del tiempo en que teníamos 12 ó 13, las canciones que se nos metieron en el cerebro cuando éramos ingenuos y no emitíamos un juicio crítico prejuicioso. A mí entraron sin filtro Santana, GIT, mucho del Sábado Taquilla, Simple Minds y Guns N' Roses. Con Blur tomé conciencia, pero del ‘94 hacia atrás tuve la mente súper prístina, ingenua. Muchos están en ésa. Ahora el tema es masajear el alma, no pasa tanto por la cabeza, sino por la guata y la inspiración infantil. Amo a Michael Jackson”, afirma.

La lista suma y sigue. “Me mato por Mazapán, aunque tenga esa connotación ochentera de derecha, había mucho barroco adentro de todos esos compases. Estoy seguro de que todas esas minas estudiaron eso: la danza, los arreglos y el clavicordio. Me influyeron mucho, se me olvida decirlo a veces; igual que El Volantín y La Vorágine de Los Jaivas, cosas que están a un nivel superior. Para mí, los greatest hits chilenos son Tobías Alcayota, lejos lo mejor del mundo; Bongo Bongo; los dos primeros de Jorge González solo; Corazones de Los Prisioneros y Congregación Viene. Puros discos para matarse, no se pueden someter a crítica, pasan al tiro a otro lado”, asegura Riveros.

“Estuvimos tanto tiempo escuchando con el ego, como el grunge, que tiene que ver con el ‘yo, con esta idea, quiero que mi actitud sea tal y tal manera’. Ahora todas las defensas cayeron, estás rendido, todos volvimos al Bachata Rosa de Juan Luis Guerra, a Thriller y Bad de Michael Jackson. Están en nuestra sangre, en un lugar súper íntimo. Es como querer a la mamá: te puedes enojar con ella, odiarla dos días, pero toda tu vida la vas a amar. Cuando te prepara tu plato favorito o cuando te llama para tomar once en la casa, no puedes hacer nada. Aunque la reniegues por mucho tiempo, ahí está”, compara el cantautor.

EN CONFIANZA

Desde el 2008, después del EP gratuito Las Piedras, sabíamos que el nuevo álbum de Gepe se llamaría Audiovisión. Un nombre que amalgama dos conceptos poderosos y representa la búsqueda del solista. “Lo que te proyecta una canción pop es como una referencia a imágenes, cuando escuchas desde Aluminum Group hasta Britney Spears, tú te imaginas cosas. Por ejemplo, en Merriweather Post Pavilion de Animal Collective, más que instrumentos, escuchas colores, masas, estrellas fugaces, acciones. Te conecta rápidamente, igual que los olores. Ahora recibí más influencia de películas, como WALL-E, que de música. Quería hacer un disco que dejara patente la experiencia global, sin ser pretencioso, sólo tratando de hacer lo mejor posible para que se notara la intención”, explica.

Pese a que la idea de la placa estaba en la cabeza de Riveros, no se quedó como una noción estática y cobró dinamismo. El proceso fue ayudado por un ambiente de trabajo entre amigos, en confianza. Tanto así, que con el productor Cristián Heyne pasaron horas conversando sobre asuntos extralaborales y compartiendo suculentos festines de comida de supermercado, jugando con los sabores de la pizza y los sándwiches, junto con degustar las bondades de la cocina árabe. Con el estómago satisfecho, el multiinstrumenta se dedicó a seguir complaciendo a las entrañas, protagonistas de su recién salido trabajo.

“Mi música es más del instinto. Es que yo creo que, al principio, siempre está la canción. Tiene que llegarte a algún lado o si no, no sirve. A mí me fascina Tortoise, Chicago Underground Duo, Nels Cline y cosas más cerebrales, como post rock. Pero creo que lo mío va más por la canción. Que sigas la melodía, que te agarre. No siempre me funciona, pero ahí es donde quiero llegar. Lo que me importa es trabajar a nivel emotivo, lo más a la vena posible, no siendo nostálgico, ni muy triste, ni muy alegre, ni nada. Que sean un ejercicio de sensibilidad en comunión con el potencial escucha. Me gustaría que la gente cayera rendida, comunicar, que no importe si tocas el tema en guitarra, piano o acompañado de toda la Filarmónica de Londres”, sentencia Gepe.

Ha sido casi una década desde que conocemos al solista, primero como batero de Taller Dejao y luego en formato individual, el 2004, cuando su EP debut fue editado y sus canciones comenzaron a ser compartidas en Ares y Soulseek. “Para mí, un disco siempre es una instancia distinta. En 5x5 no me sentía músico, pensé hacer un álbum mateo y dedicar todo el tiempo a que resultara lo mejor posible, nunca había grabado tocando guitarra y piano. Lo hicimos de a poco, probando miles de cosas, puta que lo pasé bien. Fue la primera vez, la más ingenua. Y se parece mucho a lo que hicimos en Audiovisión, porque en Hungría mandamos todo a la mierda, pedimos pizza y sacábamos todo de una, también lo pasamos la zorra. Pero lo nuevo empezó el 2008 y el año anterior ya existía el nombre. Lo pensé trabajando una línea”, afirma.

“Con Heyne nos juntamos mil veces a escuchar los demos, nunca había hecho maquetas y ahora hice montones. Estaba completamente programado al comienzo, era súper electrónico, se parecía a Gorillaz. Eso fue tipo octubre, noviembre, diciembre del año pasado. Después empezamos a grabar todo con instrumentos reales de por acá y por allá, y los bajos a cargo de Pedropiedra. Resultó un sonido cálido, noble”, cuenta Riveros. Además de los mencionados, su nueva placa incluye colaboraciones de Javiera Mena, Jorge González, Felicia y Danae Morales, Fakuta, Valeria Jara, Gonzalo Canales y la participación no acreditada de Cristian Araya (de Radio Duna y Super 45) haciendo palmas en ‘Alfabeto’.

Entre amigos, delegando trabajo y sin dar órdenes, Gepe estableció un ambiente apto para producir un disco de pop tan plácido como efectivo. El mismo espíritu fue transmitido en la portada del álbum, cuyas fotos son de la autoría de Mauricio Díaz, un chico de 14 años que capturó al cantautor jugando con distintos elementos. En lo que remite a las canciones, Audiovisión tuvo momentos de extrema fluidez a la hora de componer. “’Ayelén’ fue el primer tema que hice luego de ser papá, con la idea de que no me importaba nada. Más que esa canción represente tener un hijo, siento que significa lo que es quedar sin defensas. Igual que ‘12 Minerales’, estaba muy libre. Antes también me había pasado. ‘Los Barcos’ la hice en 5 ó 10 minutos, muchas veces me ha pasado eso, que salgan las cosas al tiro. ‘No te Mueras Tanto’ fue lo mismo”, recuerda.

Desde que se aventuró en formato individual, Daniel Riveros ha generado reacciones a su paso, un hecho comprobable en las plataformas virtuales donde su nombre encabeza algún posteo. Muchos aplauden su trabajo, otros también lo despedazan, pero el solista no sufre al respecto. “Yo intento establecer, de la manera menos invasiva y prepotente mi lenguaje, dejar que ocupe su espacio, conviviendo con el resto. No quiero ser predecible tampoco. Cuando uno se muestra tal cual es, cierta gente se siente atacada, es la actitud de los noventa. Me gusta cuando se dispone el espacio para decirte cualquier cosa, como en internet, yo siempre leo todos los comentarios. Pero, al final, con esas personas vamos a las mismas fiestas y terminamos de amigos”, confiesa.

Sin falsas modestias de por medio, Gepe reconoce el valor de su propio trabajo y de la puerta que abrió para otros cantautores, desde un prisma crítico: “Yo sé que significo algo en la historia, un poquito. Es bacán haber llevado la bandera de la sensibilidad acústica cuando yo estaba apestado de que toda la mierda fuera puro rock. Y no es que yo sea un enemigo de esa corriente, lo que pasa es que creo que es lo más simple del mundo y que es un poco fome también, siento más interesante y con más mensaje a lo que está afuera de eso. No entiendo cómo dicen rock chileno, en vez de música chilena, si hay cosas que no caben dentro de esa etiqueta, como Camila Moreno, Nano Stern o Deplasticoverde. Me gusta ser uno de los primeros que estuvo contra eso, planteando otro tipo de estética, medio naif, pero con personalidad. Me agrada, me siento cómodo, voy a defenderlo y seguiré haciéndolo”.

Portugal - Viajes de Memoria

En un mundo subyugado ante las emociones, Portugal serían amos y señores. Viajes de Memoria, el debut del grupo, hace de la sensibilidad un deporte extremo. Mariano Hernández, letrista único y productor del álbum (junto a Matías Figueroa y Pepe Lastarria de Drogatones), aparece como autor intelectual de las canciones de la banda y principal culpable de que el disco sea una prueba de fuego. Y es que, si cortes como ‘Nuestro Momento’ o ‘Donde Debo Estar’ no logran conmoverte, estás en problemas: perdiste la ternura. Pero, si ése es el caso, este quinteto nacido en San Antonio podría devolvértela a golpe limpio. Son 10 temas de factura impecable, esquemas impredecibles y temáticas confesionales, casi dolorosas. El piano de Valentino Baos le hace un flaco favor a los apáticos, imprimiéndole a este trabajo una atmósfera íntima y ensoñadora que será el deleite de los introspectivos. Una placa sumamente endulzada, pero con azúcar de la mejor caña.

Rosamari - Rosamari

Son tres, se conocen desde el colegio y todos están empezando a degustar ser veinteañeros. El trío Rosamari debuta con un LP de 10 canciones que exteriorizan su paisaje interno, pintado con influencias elegidas por su fijación en las guitarras (de hecho, una de las mejores canciones del disco se llama ‘Stella Sonic’ y recuerda a la clásica ‘Accelerate’ de Sonic Youth). Como primer álbum, esta placa homónima –grabada y mezclada por Pablo Giadach de The Ganjas y Casino- cumple porque deja proclamada la buena nueva: esta banda tiene carácter. Y mucho. De poder sortear los avatares del camino y conservar su desgarbo, al grupo santiaguino le espera un futuro que se atisba en las inyectadísimas ‘Alen’, ‘Novena’ y ‘Al Frente’, donde transpiran un rocanrol capaz de animar el espíritu de cualquier tocata. Juventud, divino tesoro.

Philipina Bitch - Eine Langsame Abend

Después de cosechar buenos comentarios con Vecindad Maldita, su segunda placa, Philipina Bitch nos ofrece una visita guiada por las sesiones de ese disco. Eine Langsame Abend es un EP de rarezas y descartes, en el que los penquistas invitan a pasar al living de su casa y sentarse con ellos a escuchar qué sale mientras tocan. En México, usarán la misma portada y la traducción al español del título en alemán (es decir, Una Tarde Lenta), pero con un tracklist recopilatorio de su catálogo. Para los chilenos, el trato es diferente. Felipe Ruz y Sebastián Orellana, junto al batero Iván Molina, desclasifican sus registros en un acto de loable transparencia. Las canciones pueden ir desde lo absurdo de ‘¿Qué Pasó Felipe?’ y ‘Después de Almuerzo’, hasta la épica enajenación de ‘Viadil Quería Casarse (Toma 1)’. Que entren los curiosos: las puertas se hallan abiertas de par en par. Estamos en confianza.

N3P7UNO - N3P7UNO

Ceaese y Drindoor son N3P7UNO, dos MC’s de armas tomar si se trata de montar fiesta en cualquier momento y lugar. DJ Sien y DJ Dzol son New Kids On The Noise, una de las más cotizadas parejas de pinchadiscos chilenas, capaces de convertir un velatorio en carnaval. Como es de suponer, una colaboración entre ambos equipos es la panacea contra el tedio de la rutina y el gris de Santiago. Este álbum homónimo es hedonismo de alta definición y a todo color, para celebrar los placeres que profesan las 25 canciones que incluye el disco: chicas, baile, sexo y marihuana en cantidades industriales. Rap electrónico, fabricado en base a crunk y house, animado por fluorescentes beats hipnóticos que invocan al divertimento. Con canciones como ‘Universo Paralelo’, ‘Lonely People’ (con sample de ‘Eleanor Rigby’ incluido) u ‘Ocultos’, cualquier día es viernes por la noche. El perreo no es patrimonio exclusivo del reggaeton.

Esencia - Presencia

El sólo nombre no basta. Esencia llevaba seis años funcionando, pero recién ahora encontró la sustancia definitiva para configurar su ópera prima: un grupo cohesionado de músicos, el sonido preciso, las canciones correctas y el momento exacto para estrenar Presencia. Un debut aplazado en varias ocasiones por la dispersión perfeccionista de Rulo y sus compañeros, pero trabajado con inusual esmero por el quinteto. No emprendieron la tarea solos: durante el disco pasean ilustres como Pedro Foncea (De Kiruza) en ‘No sé por qué’, el jazzista Lautaro Quevedo (Jazzimodo, Ensamble Quintessence) y Juan Sativo de Tiro de Gracia en ‘Bailamos’. La gran fortaleza de la banda radica en su experticia amalgamando capacidades, hasta conseguir una aleación uniforme y bien definida, en la que nada importa más que la búsqueda de la conexión entre África y Latinoamérica. Un lugar imaginario del que bien podrían ser nativos.

Devil Presley - Relámpago

Para muchos, los factores extramusicales son irrelevantes. Pero, al revisar el nuevo disco de los Devil Presley, cobran vital importancia. Relámpago tiene más de lo que se escucha, es un disco de aura pendenciera y agresiva, como si un matón del bajo mundo pudiese convertirse en rock. Y no cualquier matasiete, sino uno con la sabiduría callejera suficiente para redactar un decálogo de canciones que asoman garras y colmillos, aunque sea versionando a Neil Sedaka (‘One Way Ticket’) y Abba (‘Bang-A-Boomerang’). Eso sí, en el estricto plano sonoro, el cuarteto de Lo Errázuriz muestra avances significativos respecto a sus tres álbumes anteriores. Aunque grabaron en Sade con el productor JP Donoso, como acostumbran, ahora el grupo logró temas de estructuras sumamente accesibles, sin olvidar sus principios. Basta con escuchar ‘Puta’, ‘En la vida hay que pelear’ o ‘Huérfano’ para convencerse de que las guitarras duras y las voces aguardentosas jamás pasarán de moda.

Denst - El Hombre Ilustrado

Imagínate una sala de clases llena de raperos. Los hay fiesteros, agresivos y rebeldes, pero en el rincón está el nerd del curso, ése que pasa las horas haciendo dibujos en su cuaderno. Se llama Jean Pierre Dinamarca, en la calle le dicen Denst y todos lo conocen por sus dotes como muralista. Pero no sólo sus manos pintan, también lo hace su lengua, apoyada por una imaginación casi orate que convierte a El Hombre Ilustrado en un devaneo estrafalario. Después de dos maquetas y un EP, el oriundo de Conchalí por fin debuta y de qué manera: barriendo el piso con la monotonía. El disco es cualquier cosa, menos aburrido. En él, podemos encontrar alegatos por el precio de los tarros de spray, personalidades múltiples e impagables imitaciones a otros MC’s, entre decenas de sorpresas más, como la colaboración de Movimiento Original o el delirante ‘Interludio 1: Análisis del Capitalismo según Froyd y mi compare El Tormenta’. Bienaventurados sean los locos.