20.10.12

Mumford & Sons - Babel


Viejos jóvenes

Vender 600 mil copias en una semana, durante esta época de vacas flacas para la industria discográfica tradicional, es todo un logro en Estados Unidos. Pero la banda inglesa Mumford & Sons puede jactarse de haberlo conseguido, pese a la sequía y al desprecio que generalmente siente el gigante norteamericano hacia los fenómenos musicales de su madre patria. El disco en cuestión, “Babel”, segundo trabajo del pastoril grupo liderado por Marcus Mumford, se convirtió en el debut más aplastante de 2012, y por ende, en objeto de análisis, preguntas, detracciones, elogios y ejecutivos frotándose las manos. No sucedió de la noche a la mañana: la atención fue concitándose de a poco, a lo largo de tres años que incluyeron la ópera prima “Sigh no more”, así como el nada despreciable apoyo de Bob Dylan (que tocó con ellos en los penúltimos Grammy) y de los productores de la serie “Grey’s anatomy”.

Daniel Glass, fundador de Glassnote Records, el sello que –a través de Sony- distribuye a Mumford & Sons en Estados Unidos, declaró muy radiante en Billboard que el récord establecido por sus representados “le ofrece validación a ser independiente”. Así se devela que “Babel”, un disco de tintes folk y bluegrass guiado por el banjo y la mandolina, ha usufructuado con astucia de la confusión entre ejercer auténtica soberanía y tener aspecto de autónomo. Que el indie es una mera estética por estos días, como le pasó antes al punk o al rock alternativo, ya debiera estar fuera de discusión, pero el discurso usado para construir a Mumford & Sons –fichados por la poderosa compañía Universal- sigue apelando al clásico “nosotros contra ellos”, muy propio de los 90.

Más allá de las interpretaciones y las tretas promocionales, “Babel” es un disco simple. Por coherencia o falta de recursos, casi todas sus canciones están compuestas con el mismo método: armar la base de una estructura, y a partir de ahí, aumentar gradualmente su tamaño hasta llegar a un clímax lo más imponente posible. Se busca la pomposidad de Arcade Fire en el tema homónimo, pero donde los canadienses ven suburbios, el cuarteto inglés contempla eternos pastizales e iglesias de pueblo. “Whispers in the dark” dialoga con U2 vía los Coldplay de “Fix you” (esa guitarra al cierre sólo hace pensar en The Edge), mientras “Holland road” condensa la influencia de Bright Eyes y de contemporáneos superiores como Fleet Foxes. Otros aires soplan en “Lover of the light”, que podría ser la envidia de Dave Matthews Band por su propensión a ese sonido tan característico de las radios estadounidenses orientadas al rock adulto.

Derivativo y demasiado liviano de sangre como para equiparar a sus referentes, “Babel” se pisa los cordones y termina cayéndose de bruces en varias ocasiones. En el single “I will wait”, los esfuerzos de Marcus Mumford por enfatizar el coro terminan en un desafortunado parecido con los gruñidos de Chad Kroeger, el vocalista de Nickelback. La sobreactuación del cantante se hace patente en las afectadas “Ghosts that we knew”, “Reminder” y “Lover’s eyes”, donde insinúa un cansancio más allá de su edad que en ningún caso convence. Es el mal de los jóvenes que intentan avejentarse para estar a la altura de sus héroes (Paul Simon es el ilustre de turno, colaborando con un cover de “The Boxer”), pero a sus escasos 25 años es un detalle perdonable y que forma parte del encanto de Mumford & Sons, un grupo para encariñarse o detestar.

18.10.12

Suede: Segundo aire


En la voz de Brett Anderson hay drama, garbo y autodestrucción. El emblemático líder de Suede es un rostro familiar: su imagen ha adornado afiches de fiestas pegados en calles santiaguinas y dormitorios de fanáticos. Los mismos que llenaron anoche el Teatro Caupolican. Con "Introducing the band", el grupo favorito de la prensa británica en los 90 -hasta el surgimiento de Oasis- abrió un concierto memorable, su debut en un país que venera sus canciones, y que ya acudió en masa al show en solitario de su vocalista el año 2009.

El magnetismo de Anderson, un tipo de movimientos eléctricos muy dado a usar el micrófono como si fuera un látigo, fue el centro de atención en todo momento. Aunque conserva esa delgadísima figura que lo hizo objeto de deseo unisex, el cantante se contonea menos que en su época de oro (cuando era objeto de parodias por su desplante escénico lleno de florituras), pero compensa en profundidad vocal lo que perdió en sacudidas de cadera. Mejor así. "Trash", "We are the pigs" y "Filmstar" suenan invencibles y convincentes. Aún transmiten una angustia juvenil tan urgente que hace olvidar la incongruencia de escuchar "New generation" tocada por cuarentones.

La breve duración del concierto, que no sobrepasó la hora y media, fue el recordatorio de la edad del grupo. Muy poco para fanáticos que se hubieran quedado hasta la mañana repasando los temas de una discografía que, pese a ir empeorando progresivamente, tuvo suficientes pasajes gloriosos para justificar este segundo aire. La  emocionada espectadora que burló la seguridad para besar la mejilla de Anderson, durante "The beautiful ones", selló la devoción de Chile por Suede. Y el sentimiento se hizo mutuo cuando el frontman se internó entre la audiencia para cerrar la velada con  "Saturday night", entre gritos que exigían más.

Ases Falsos: Dignificar lo cotidiano


Cristóbal Briceño, el cantante y guitarrista de Ases Falsos, pide a la gente que sigue Señal Escudo desde sus computadores que “todos los que estén con una mano en los genitales, por favor, retírenla por respeto a nosotros”. La banda acaba de tocar la hermosa ‘Pacífico’, una de las canciones mejor logradas de su disco “Juventud Americana”, y la colegial exigencia del vocalista le sacó risas hasta al –siempre muy compuesto- equipo encargado de la transmisión en línea.

Esa facilidad para trasladarse de un lado a otro del espectro emocional hace de los ex Fother Muckers un grupo entrañable. En vivo, compensan las deficiencias técnicas de su álbum debut con una solidez que nos recuerda que, antes, eran otra banda. El cambio les hizo bien, eliminaron ese tufillo a rock clásico que hacía predecibles sus temas antiguos, y se abocaron a dignificar lo cotidiano mediante sus letras.

‘Séptimo cielo’ conmueve, ‘Venir es fácil’ contagia, ‘Quemando’ incita, ‘La sinceridad del cosmos’ convence. Podríamos seguir enumerando, el punto es que las canciones de Ases Falsos no son inocuas, siempre apuntan a provocar alguna reacción, y eso es lo que consiguieron. Con una porción de “Juventud Americana”, basta para despercudirse del tedio, recuperar el asombro y devolverle a la cara sus expresiones.

16.10.12

Garbage: La noche es joven


Todo el Caupolicán corea ‘Only Happy When It Rains’. En cancha, hay gente saltando mientras Shirley Manson dice que “sólo sonrío en la oscuridad, mi único confort es la noche cuando se vuelve negra”. Curioso momento, aunque la canción tampoco da para ponerse muy serio: es más bien una burla a la actitud cuidadamente depresiva del grunge que Butch Vig, sentado atrás en la batería, ayudó a fecundar para después lapidarlo con su banda tras numerosos intentos de asesinato (‘What’s Up?’ de 4 Non Blondes, ‘Mr. Jones’ de Counting Crows y un largo etcétera).

Pero, aunque sea sin querer, todos entienden la broma: Garbage también se mofan de sí mismos. “¿Quieres escuchar mi nueva obsesión? Estoy cabalgando alto sobre una gran depresión, sólo soy feliz cuando llueve”. Les queda un tema para irse a camarines y pensar en el bis. El elegido es 'Battle in me', antecedido por ‘Vow’, single debut del cuarteto y el culpable de este concierto. Antes de grabar su video promocional, la banda jamás había tocado en vivo (en un comienzo, no estaba en los planes salir de gira), y esa primera vez llegó por petición del director Samuel Bayer. Según ellos, recién ahí notaron la química que tenían en vivo, una afinidad que sólo ellos perciben dentro de un espectáculo armado con rigor marcial.

Con el grupo tras bambalinas, es el momento de recapitular. Lo vivido hasta ahora ha sido un gigantesco martillazo en la cabeza. Saiko se fue a la segura con un compendio de grandes éxitos (‘Limito con el Sol’, ‘Cuando Miro en Tus Ojos’, ‘La Fábula’ y otras) que el público recibió con los brazos abiertos, y sentó un buen precedente para su concierto de aniversario, que también será en el Caupolicán. Pasada la espera, Garbage entró pieza por pieza: Duke Erikson a la derecha, Steve Marker a la izquierda, y atrás Butch Vig. Una formación completada por el invitado a la gira de “Not Your Kind of People”, el bajista Eric Avery (retirado por segunda vez de Jane’s Addiction), y la estrella, Shirley Manson. Espléndida, la cantante entra última y desfila por unos segundos, entregada a los flashes que le llueven. “Shirley, fuck me”, se lee en el cartel de uno de sus admiradores.

‘Automatic Systematic Habit’ abre el set y los apetitos. La sigue ‘I Think I’m Paranoid’. Nada de dejar los éxitos para el final: ‘Shut Your Mouth’, ‘Why Do You Love Me’, ‘Queer’ y ‘Stupid Girl’ son desenfundadas con rapidez samurái. “La noche es nuestra, la noche es joven”, declara Manson. Sus palabras de aprecio para Chile y los gestos de sorpresa en su cara, ante la popularidad de sus canciones, son lo más natural de la noche. Ella se sabe protagonista: cuenta que vieron “Il Postino” en un bus de gira y que hasta sus compañeros lloraron, culpa a su ex sello por no dejarlos venir antes a Sudamérica, pide -medio en serio, medio en broma- que no le saquen fotos indiscretas, actúa en cada canción. Se toma la cabeza, camina en círculos, va de un lado a otro de la tarima, hace morisquetas para el deleite de los camarógrafos en las primeras filas. Y canta, canta como si creyera cada línea que sale de su boca, aunque sonríe hasta después de la sufrida ‘Cup of Coffee’.

El resto del grupo está enfrascado en reproducir ese sonido perfecto, tecnológico y cerebral que patentó en los 90. Ese rock cuyo hábitat es un estudio lleno de máquinas, perillas y cables. Que no da lugar a improvisaciones, que baja del cerebro a las manos y de las manos a Pro Tools. Pero que emociona finalmente. ‘Special’, otra favorita de la audiencia, causa nostalgia a raudales, y acaba con Shirley Manson citando ‘I Go To Sleep’ de los Kinks. Es probable que el guiño, en realidad, sea a Chrissie Hynde y la versión de The Pretenders. En fechas previas a las de Santiago, Patti Smith era la saludada con un cover de ‘Because the Night’ que acá se quedó en el tintero. Fue una de las pocas omisiones en un repertorio generoso, al que poco le faltó para convertirse en una versión en vivo del recopilatorio “Absolute Garbage”.

Para el bis, otra regresión: ‘Supervixen’, la apertura del homónimo disco debut, muy agradecida por los que conocieron al cuarteto cuando su nombre era una novedad que compartía fama con The Cardigans y The Cranberries. Luego de ‘I Hate Love’, y como ya se ha hecho costumbre en esta gira, un pedido del público, plaza peleada entre ‘Bad boyfriend’ y la vencedora ‘Milk’, entonada por ese personaje perturbado que a Manson tanto le gusta encarnar (la misma hablante de ‘Control’, ‘#1 Crush’ y ‘Hammering in My Head’, tocadas en la primera parte del show). Inevitable, el cierre llegó con ‘You Look So Fine’ y la certeza de que Garbage disfrutó su estadía en Chile lo suficiente como para volver. Éste es un idilio en ciernes.

13.10.12

"Tempest" de Bob Dylan y "Born to Sing: No Plan B" de Van Morrison


Romances tardíos

En un episodio de "Friends", Ross le dice a Rachel y Phoebe que, para él, "Tupelo honey" de Van Morrison es la canción más romántica de la historia. Su elegida también es una de las favoritas de Bob Dylan, que llegó a declarar que ese tema siempre ha existido, y que el cantante irlandés fue meramente su canalizador terrenal cuando la grabó en 1971. Dos décadas después, la recíproca admiración entre superhéroes quedó plasmada con un dueto en vivo de "Tupelo honey". Y hubo más encuentros, como el capturado en el impagable documental de la BBC "One irish rover", en que la pareja de veteranos aparece tocando en la colina Filopapos de Atenas, Grecia.

Por estos días, y con pocas semanas de diferencia, Dylan y Morrison presentan sus nuevos discos. Con 71 y 67 años de edad, respectivamente, cada uno camina por su lado, aunque siguen teniendo mucho en común. Ambos, mañosos y con argumentos de sobra para confiar en su visión, asumieron el rol de productores para no recibir órdenes de nadie. Desde sus tribunas, miran de reojo a esta sociedad aquejada de déficit atencional y mala memoria, y que, sin embargo, cree que la panacea se encuentra en la inmediatez. Comparten, además, un aura de trascendencia y credibilidad que va cobrando vigor según aumenta el superávit de productos musicales desechables.

El trigésimo quinto álbum de Bob Dylan se titula "Tempest", y desde que su nombre fue anunciado, despertó voces de alerta: "The tempest" se llama la última obra que escribió Shakespeare, dato que muchos interpretaron como una posible despedida del cantautor. Difícil. Basta escucharlo en "Pay in blood" para convencerse de que un testamento está lejos todavía, pese a que el disco merodea por callejones oscuros en que la muerte (“Tin angel”), el rompimiento (“Long and wasted years”), la desilusión (“Narrow way”) y la soledad (“Soon after midnight”) se encuentran a la vuelta de la esquina. Si es por establecer un paralelo con Shakespeare, “Tempest” forma parte de los romances tardíos del solista más importante de la historia. Es narrativa pura y dura, llevada a su pináculo en el tema homónimo, casi 14 minutos sin coro que relatan el hundimiento del Titanic guiñándole el ojo a la tradicional “The Titanic”, grabada por sus ídolos Woody Guthrie y Lead Belly.

Van Morrison, a su vez, también apunta a los maestros en “Born to sing: No plan B”. John Lee Hooker, Fats Domino y Ray Charles son los guías del nacido en Belfast, otro que podría echar mano al piloto automático y a su condición de animal en extinción para salir airoso, pero que prefiere inyectarle sangre a sus nuevas canciones. Y vuelve a coincidir con Dylan, ahora en la rabia. Mientras el bluesero “Tempest” se refiere a los ejecutivos de Wall Street en “Early roman kings” (“compran y venden, destruyeron tu ciudad y te destruirán a ti”), el trigésimo cuarto disco de Morrison se apoya en cimientos jazzeros para hacer lo propio frente al orden económico mundial. Acompañado por un sexteto que registró todo en una toma, como dicta la vieja escuela, el ex cantante de Them destripa a las elites, el capitalismo y los medios masivos en “Open the door (to your heart)”, “If in money we trust” y “Educating Archie”, se mofa de la ilusión de movilidad social en “End of the rainbow” y hasta cita a Jean-Paul Sartre en “Goin’ down to Monte Carlo”. Enciclopedias andantes, pero con calle, tanto Van Morrison como Bob Dylan entienden que al final la consigna para ellos es una sola: ya es muy tarde para detenerse.

"Doom and gloom" de The Rolling Stones: Destino circular


Al principio, puede resultar curioso que el nuevo single de The Rolling Stones se parezca tanto a los himnos rockeros de Primal Scream, una banda formada dos décadas después de que Mick Jagger y Keith Richards comenzaran sus andanzas. Pero así funciona la música, bajo la ley del péndulo, todo va y viene. La sabiduría callejera lo explica mejor, diciendo que la mano siempre se devuelve. Ocurre de forma cíclica: en octubre de 2012, "Doom and gloom" recuerda a "Rocks" de Primal Scream, tal como “Rocks” despertaba comparaciones con The Rolling Stones en marzo de 1994.

El paso del tiempo, por suerte, sólo se nota en el papel. En apenas unos segundos, “Doom and gloom” logra disipar las sospechas que, justificadamente, se cernían sobre una banda que no había compartido estudio en siete años. Densa, cruda y rítmica, la canción le da un giro venenoso a la trama sonora de “Gimme shelter”, con un energizado Mick Jagger escupiendo una lírica abstracta sobre política, aviones con borrachos y gente que pierde la razón. Protagonista en la mezcla, donde la voz se sienta encima de los instrumentos –detalle usualmente reprochable, aunque no esta vez-, el cantante estira sílabas y borra de sopetón los malos ratos que provocaron sus últimos experimentos en solitario. Moraleja: no es necesario juntarse con Will.i.am de Black Eyed Peas para volver a sonar joven.

Así es el disco que trae a Kiss de regreso a Chile


Con "Monster", su vigésimo álbum, la banda liderada por Gene Simmons se presentará el sábado 10 de noviembre en la primera jornada de Maquinaria Fest.

Querían comprobar que la buena recepción de su anterior trabajo, "Sonic boom", aparecido tras un largo período de inactividad en estudio, no había sido un golpe de suerte. Kiss estaban empecinados en darle a sus fanáticos, conocidos como Kiss Army (el ejército de Kiss), otra muestra de rock pirotécnico sin hacerlos esperar. Y cumplieron. “Monster”, el nuevo disco del cuarteto proveniente de Nueva York, demuestra que lo previsible puede igualmente ser divertido. No hay sobresaltos ni grandes novedades, pero sí la chispa suficiente para encender una fiesta mediante riffs concisos y altas cuotas de cencerro.

Con el ánimo siempre arriba, la banda liderada por el bajista Gene Simmons y el guitarrista rítmico Paul Stanley, quienes se dividen el papel de cantantes, cocina sus especialidades en un álbum que busca codearse con los clásicos propios. Asoman por doquier los rastros del pasado: “The devil is me” recuerda a los 70 de “Destroyer”, y “Long way down” posee un cariz similar a los 80 de “Lick it up”. El propio Simmons cuenta que “Eat your heart” acumuló polvo más de 30 años, hasta ser rescatada para integrar esta docena de temas que también saludan a instituciones como The Beatles (“Wall of sound” tiene claros guiños a “Helter Skelter”) y Jimi Hendrix (“Freak” toma prestada la partida de “Foxy Lady”).

Regularidad ante todo. “Monster” insiste en repetir cada pequeño detalle que ha hecho de Kiss uno de los grupos más populares del planeta. Incluso los negativos. Ahí está su espantosa portada, genérica hasta el absurdo, haciendo uso y abuso de Photoshop. O esas letras excesivamente toscas, como “Take me down below”, la historia de una hazaña sexual contada sin mucho ingenio. Es la marca de fábrica, una subespecie del rock que no resiste mayor análisis porque exalta las bajas pasiones y se celebra a sí mismo. Pero llamarlo caricaturesco sería un error. Detrás del maquillaje de Gene Simmons no existe ironía, sino la absoluta –y casi maquiavélica- seriedad del calculador. “¿Qué prefieres?”, le preguntaron una vez, dándole a elegir entre sexo, dinero o poder. Ni siquiera tuvo que pensarlo: “Dinero. El dinero te da poder. El poder te da sexo”.

Gloria Simonetti: Correr riesgos


"Soy como las píldoras Ross: chiquitita, pero cumplidora", le explica Gloria Simonetti a los de atrás. Metida entre el público del Teatro Cultural Las Condes, la solista apenas se ve, pero desea burlar la jerarquía que impone la tarima y estar a la altura del público que llegó al lanzamiento de "Gente grande". Es una cita íntima, literalmente. Cuando Ginette Acevedo es invitada, para interpretar el rediseño en bachata de "No quiero ser", sube desde una butaca, y apenas termina su aporte, vuelve a sentarse en la primera fila donde también está Buddy Richard. Su tema "Por ti" ahora es un bossa nova, porque ésa es la tónica del último disco de Simonetti, que desarma clásicos locales para luego ensamblarlos con nuevas formas y arreglos.

Ella permanece en el personaje que Chile conoce, esa cancionista que siempre quiere emocionar, pero en la presentación en vivo de "Gente grande" apuesta como pocas veces en su extensa carrera, arriesgándose a ofender a los puristas que usualmente complace. Bien hecho. No siempre está asegurado que resulte a la perfección, sin embargo, las veces en que funciona puede arrancar los aplausos de una audiencia sorprendida y que celebra de forma espontánea la audacia de "Baño de mar a medianoche"  de Cecilia con swing jazzero, o que se sobrecoge con la versión orquestada de “Entreparéntesis” de Nino García. Las caras de los homenajeados, cómplices de Gloria Simonetti durante su vida artística en algunos casos, fueron pasando por la pantalla: Luis Advis, Patricio Manns, Eduardo Gatti, Violeta Parra y Fernando Ubiergo, entre otros. Mención especial se llevó el maestro Vicente Bianchi, ausente de la velada, antes de “Poema XV”; aunque lo cierto es que todos los covers fueron objeto de un detallado prólogo. Había tiempo para hacerlo, así como una banda que justificaba la posterior entrega de cada canción, con músicos de prestigio como el acordeonista
Ignacio Hernández y el contrabajista Christián Galvez, uno de los dos productores de “Gente grande” junto al arreglista René Calderón. Aclamada hacia el final, una agradecida Simonetti promete lo que su constante actividad discográfica advierte hace años: “voy a seguir trabajando siempre”.

7.10.12

Marc Anthony y Chayanne: Cálido y frío


Vienen de escuelas distintas. Uno presume de su voz; el otro, de sus coreografías. Marc Anthony, el primero en salir, aborda con ortodoxia el oficio de cautivar multitudes cantando. Sus pulmones y su garganta bastan para dejar pasmado a cualquiera, y la banda que lo acompaña no sabe de errores. La vitalidad del repertorio que ofrece el neoyorquino, básicamente lo mismo que presentó en Viña este verano, hace olvidar la pobreza de la escenografía, cuya avaricia no debiera ser pasada por alto: "Gigante2" prometía espectacularidad visual y quedó al debe. Sin ir más lejos, los nacionales Américo y Luis Jara mostraron mayor preocupación al respecto en su show conjunto.

"Hasta ayer", "Valió la pena", "Vivir lo nuestro" y "Te conozco bien", entre otros hits archiconocidos, alteraron el termostato de la gélida noche santiaguina, y dejaron todo listo para que Chayanne se luciera. Pero el boricua dejó ver su talón de Aquiles de inmediato: la pista grabada en "Boom boom" era demasiado evidente. El reclamo podrá sonar añejo, pero lo mínimo que se le puede exigir a un ídolo como él es que no sea tan obvio y encubra mejor sus deficiencias. Ya no basta con tener bailarines guapos, estamos en 2012, y hablamos sobre un tipo que sobrepasa las tres décadas de experiencia en las tablas. Un súbito corte en el sonido terminó por arruinar los primeros minutos del solista, perdonado por fans que ni siquiera se inmutaron por la impresentable falla técnica.

En las baladas, Chayanne prueba que su ineptitud vocal se remite a lo bailable, como aclaró una digna interpretación de "Y tú te vas". El problema: Marc Anthony volvió para compartir "Un siglo sin ti", y sin querer, hacer que su colega pareciera un aprendiz. Inexplicable, el apagón -solucionado varios minutos después- de las tacañas pantallas dispuestas al lado del escenario empobreció lo que, desde un comienzo, se veía precario. "Gigante2", para los optimistas, permitió que dos talentos opuestos se complementaran. Una pequeña cuota de perspicacia cambia el diagnóstico: se trató de una cita desilusionante, en la que un virtuoso del canto tuvo que nivelar hacia abajo, mientras su contraparte nunca pudo hacerle el peso.

6.10.12

Música y ciencia: los estudios más curiosos


Perros que duermen con Beethoven y se alteran con Slayer. Niños que desarrollan habilidades sociales jugando con melodías. Suaves instrumentales que hacen bajar de peso. No hay límite para los científicos interesados en las propiedades de la música.

Sirve para adelgazar

Los locales de comida rápida no tienen fama de ser lugares relajados. Se caracterizan por todo lo contrario: colores chillones, luces fuertes y un entorno que no invita a la distensión. Ese ambiente fue el objeto de estudio de Brian Wansink, un profesor de marketing y comportamiento del consumidor en la Cornell University de Nueva York. Su experimento consistió en intervenir el ala de un restorán fast food de Illinois con suave música instrumental a través de los parlantes, y una atmósfera acorde: iluminación tenue, plantas, manteles y velas. El menú, en cambio, quedó intacto.

Las personas que merendaron en esa sección fueron observadas y encuestadas. El estudio arrojó que su consumo de calorías bajó de 775 a 949, es decir, un 18 por ciento menos. Pese a ordenar lo mismo, los sujetos investigados masticaron más lento y no dejaron vacíos sus platos. Consultados al  terminar, todos concordaron en que la música reposada aumentó su grado de satisfacción con los alimentos, contradiciendo la idea de que sentarse en la mesa con tiempo y tranquilidad hace pedir mayores cantidades de comida.

El pop se ha vuelto depresivo y ambiguo

1.010 canciones, extraídas de las listas de fin de año de la revista Billboard entre 1965 y 2009, fueron analizadas en el estudio “Apuntes emocionales en la música popular americana: Cuatro décadas del Top 40”. El sondeo concluyó que, con el paso del tiempo, el pop se ha vuelto más triste. El uso de tempos lentos y acordes menores, combinación asociada a la pena y lo oscuro, creció considerablemente hasta llegar a su punto culmine en los 90, la era del grunge y el rock alternativo. Hoy en día, sin embargo, lo que se estila según este estudio es la ambigüedad emocional. O sea, tempos rápidos con acordes mayores o viceversa.

El autor, Glenn Schellenberg, psicólogo de la Universidad de Toronto, postula que el ascenso del consumismo y el individualismo en la sociedad contemporánea tiene la culpa. Dice que las personas ansían parecer inteligentes, y las canciones que sólo proyectan felicidad son vistas como ingenuas e infantiles. Lady Gaga es sindicada por el académico como una excepción actual a la regla, gracias a su capacidad de producir canciones frontalmente alegres sin despertar resquemores al respecto.

Aumenta el rendimiento físico

Desde la invención del personal estéreo en 1977, correr y escuchar música se han vuelto actos complementarios. Hasta la USATF, entidad que regula los deportes de carreras en Estados Unidos, tuvo que pronunciarse al respecto, criticando el uso de dispositivos móviles de audio y prohibiéndolos en competencias profesionales. Pero su argumento para justificar esta medida decía relación con la seguridad (no poder oír el tráfico, por ejemplo), jamás con el desempeño.

Costas Karageorghis, especialista en la relación entre deportes y música, investigó durante años el fenómeno, financiado por la Brunel University de Londres. Sus observaciones arrojaron que el rendimiento atlético mejoraba en un 15 por ciento con audífonos puestos. Acorde al estudio, el flujo de sangre que llega al cerebro se ve afectado por los sonidos, y tiene un efecto que puede ser estimulante o relajante –útil para tramos cortos y largos, respectivamente-, dependiendo de lo que se oiga. En todos los casos, la distracción que ofrecen las canciones ayuda a desatender la sensación de fatiga que puede causar la actividad física.

Beethoven mejora el sueño canino

Los animales en cautiverio son propensos a cuadros de ansiedad y depresión, a causa del aislamiento y las restricciones que conlleva el encierro. Pero un grupo de psicólogos veterinarios de la Universidad de Colorado, con la doctora Lori R. Kogan a la cabeza, intuyó que la música podía mejorar sus condiciones de vida. Para comprobarlo, acudieron a un refugio canino y a una perrera. En total, ambos lugares sumaban 117 ocupantes, los que fueron expuestos a 45 minutos diarios de heavy metal y música clásica, entre otros estilos, durante cuatro meses.

El desenlace: los perros que escucharon piezas doctas, especialmente “Claro de luna” de Beethoven, presentaron cambios conductuales positivos. Durmieron más y se mostraron tranquilos, al contrario de cuando oían rock pesado. “Journal of Veterinary Behavior”, la revista donde se publicó el artículo de Kogan y su equipo, cita la canción “Angel of death” de Slayer (erróneamente adjudicada a Judas Priest) como la que más intranquilidad y nerviosismo causó entre los animales.

Forma niños comprensivos

Mientras la educación se enfoca en el éxito académico, basado en la consecución de calificaciones, los colegios pierden interés en la formación emocional y social de sus alumnos. Luego de advertirlo, miembros de la Facultad de Música de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, comenzaron un período de observación semanal con un grupo de 52 niños, de entre 8 a 11 años. De forma aleatoria, los pequeños fueron divididos en grupos separados por énfasis: juegos musicales, actividades teatrales y un tercer conjunto –más convencional- que realizó labores de baja interacción como las que se llevan a cabo en la mayoría de las escuelas.

Antes y después del estudio, los niños fueron sometidos a un test de empatía, es decir, se midió su capacidad para entender los estados emocionales de otros. Al cabo de un año, terminado el período de examinación, los que se relacionaron a través de la música presentaban mejores resultados y mayor facilidad para comprender al resto de sus compañeros. Para los profesores involucrados, esta habilidad emocional hace que los estudiantes tengan una buena impresión de sí mismos, y de esta forma, estén más prestos a descubrir cosas nuevas y desarrollen interés en los contenidos impartidos dentro de un establecimiento educacional.

Las canciones exitosas son todas iguales

Curioso, pero también muy controvertido, el estudio de Joan Serrá, una experta en inteligencia artificial del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, planteó que los éxitos musicales de la actualidad son cada vez más parecidos entre sí, y además, se han vuelto ruidosos. Usando una base de datos conocida como Million Song Dataset, un archivo público que contiene –literalmente- un millón de canciones, el equipo de la académica analizó los aspectos técnicos de canciones entre 1955 y 2010, a través de algoritmos. Acordes, melodías y sonidos utilizados fueron algunos de sus parámetros para determinar que, en este momento, el pop ofrece menos variedad que nunca, y que su creatividad ha disminuido en los últimos cincuenta años.

“Hemos encontrado evidencia de una progresiva homogenización en el discurso musical”, declara el paper firmado por Serrá. Una “guerra de ruido” estaría siendo librada, según el documento, consistente en anular los timbres sonoros y dejar todo parejo, demasiado fuerte como para distinguir su riqueza. Por supuesto, la polémica sobre la veracidad de estas aseveraciones no se hizo esperar, aunque los puristas le encontraron toda la razón.

4.10.12

Beto Cuevas - Transformación


La moda al día

Donde caliente el sol, ahí estará el camaleónico Beto Cuevas, un maestro del camuflaje que ha sido rockero con alma de popero, popero con alma de rockero, efigie fashionista, rostro publicitario, juez de programas cazatalentos y un kilométrico etcétera. El presente del ex vocalista de La Ley es su segundo disco en solitario, titulado sin mucha gracia "Transformación", un concepto manido como el pulso electrónico que siguen la mayoría de sus canciones, palos de ciego que ansían vigencia en un panorama donde los DJs son los nuevos rockstars. El vaivén de guitarras a secuencias y viceversa marcó la última etapa de su antigua banda, y en este álbum sigue ahí esa oscilación. "Cuánto lo siento, aunque lo intento, yo no puedo anclarme en ningún lugar", declara la reveladora "Aterricé".

Todo lo que Cuevas diga puede ser usado en su contra. Incluso cuando toma prestada la idea de "No soy de aquí ni soy de allá" de Facundo Cabral en "Eterno", su homenaje al asesinado cantautor argentino -escrito junto a Sharon Stone-, parece estar hablando de sí mismo, comulgando con el desarraigo. Pero ningún tema de "Transformación" deja más claro el confinamiento de su protagonista como "Amor y actitud", dedicado al movimiento estudiantil y entonado en primera persona plural. "Defendemos nuestra verdad, juntos somos multitud, no hay nada que ocultar", reza el coro. Una proclama que hiede a vacuidad y condescendencia al lado de grupos nacionales jóvenes como Ases Falsos o Tenemos Explosivos, capaces de hablar sobre lo que ocurre en Chile sin recurrir a consignas tan baratas y poco creíbles.

Errático, Beto Cuevas pretende filosofar acerca de asuntos trascendentales (el alma, la eternidad, el despertar de los sentidos, la naturaleza), pero su sensibilidad new age hace tambalear esa jactancia, noqueada finalmente por decisiones musicales asoladoras. Es un disparate tras otro: la plastificación reggae en "No te olvides de amar", la impostación house de "Latidos", el irritante falsete en "Dejé de pensar" (dedicada a las víctimas de Juan Fernández), la manipulación vocal extrema de "Live in Japan", el spanglish en "Goodbye", los invitados de cartón (Flo-Rida, Leire Martínez de La Oreja de Van Gogh, Deborah de Corral). La lista es larga y dolorosa. Sólo consuela saber que Cuevas mantiene incólume su sello personal como intérprete, a la espera de que las tendencias lo favorezcan nuevamente. Las modas pasan, el estilo permanece. Ya lo dijo Coco Chanel.

Adele lleva la canción de James Bond de vuelta a sus raíces

Tina Turner, Sheryl Crow y Garbage fueron los últimos en acertar al blanco. Los dardos de Madonna, Chris Cornell y Alicia Keys con Jack White fallaron estrepitosamente. No es fácil estar a la altura del sonido Bond. Lo dicen 13 años sin una canción que le haga justicia al misterio y la seducción que propone la franquicia de películas que este viernes cumple media centuria. Justo en esa fecha, para el aniversario número 50 de "Dr. No", Adele romperá esa mala racha y presentará "Skyfall", la salvación de un 007 que ha pasado todo este milenio musicalmente anémico.

"Cuando tenga 60 años, presumiré diciendo que fui una chica Bond en los viejos tiempos", dice la británica sobre su nuevo tema, el primer material que lanza desde el multiplatino "21". Como si le faltaran motivos para alardear: "Skyfall" es una magnífica balada intrigante, grabada en el mítico estudio Abbey Road y escrita por Adele junto al productor Paul Epworth, con quien hizo dupla en la ubicua "Rolling in the deep". De eminente impronta cinematográfica, con arreglos orquestales que acentúan su dramatismo y le dan profundidad, la canción recuerda inevitablemente a Shirley Bassey, la voz femenina más relacionada a James Bond por su participación en tres películas de la era Connery y Moore. Tal vez sea el inicio de un maridaje similar. ¿Qué otro músico de esta generación tiene la estampa necesaria para estar a la altura? Hasta el momento, nadie.


Cinco décadas de canciones Bond

Tom Jones - "Thunderball" (1965)

Famoso por su resiliencia, el galés -de apenas 25 años en ese entonces- terminó desmayado en el estudio tras mantener la nota final de este tema por ocho segundos. Otros que grabaron canciones para la película fueron Shirley Bassey, Dionne Warwick y Johnny Cash, pero sus aportes fueron descartados, engrosando una lista de rechazos en que también figuran Blondie y Alice Cooper.

Paul McCartney & Wings - "Live and let die" (1973)

Todo un hito resultó la participación del Sir británico con su banda Wings, en que compartía créditos con su fallecida esposa, Linda. Ningún tema central de James Bond había sido tan exitoso: llegó a los primeros lugares en conteos anglo, y recibió nominaciones al Grammy y los Oscar. Además, fue el primer acercamiento post Beatles entre McCartney y su productor histórico, George Martin.

Duran Duran - "A view to a kill" (1985)

La última película de Roger Moore tuvo la canción más popular. A la fecha, sigue siendo el único número uno de la saga en ránkings estadounidenses, y también constituyó un hito para la banda, que no volvió a grabar con formación original hasta 2001. Una orquesta de sesenta músicos participó en la grabación del tema, aunque, en realidad, poco se nota.

Sheryl Crow - "Tomorrow never dies" (1997)

Criticada desde su lanzamiento por carecer de un perfil operático, requisito que solía exigirse a los temas centrales de Bond, la interpretación de Crow ha envejecido bastante bien. Cantado en modalidad femme fatale, similar a lo que hoy pretende hacer Lana Del Rey, "Tomorrow never dies" ahora asoma como una de los últimos logros musicales de la saga.

Madonna - "Die another day" (2002)

"Sigmund Freud, analiza esto", desafiaba la reina del pop en la mayor aproximación del 007 a la electrónica, un controversial quiebre estilístico que llevó a la discordia entre críticos, fans y la industria del entretenimiento. "Die another day" recibió una nominación al Grammy y al Globo de Oro, pero también estuvo en carrera por un Raspberry Award, la antítesis del Oscar que premia lo peor del cine.

1.10.12

Blonde Redhead: Carrera con obstáculos


No estaba cómoda Kazu Makino. Los problemas de retorno aguaron los primeros minutos de Blonde Redhead en Chile, y la cantante del grupo lo hizo notar. El empalme neoyorquino, perfeccionista hasta la crispación, se lleva pésimo con los errores porque está poco acostumbrado a fallar. Aunque, de no ser por la mención, casi nadie hubiese advertido el contratiempo: la memoria muscular de la vocalista hizo que el apuro pasara desapercibido. Fue sólo una de sus muestras de clase, porte y gracia; Makino rompe la simetría estética en Blonde Redhead, la de ver en acción a los idénticos hermanos Pace, pero cohesiona el resto con el oficio que dan 19 años tocando en vivo.

Poco importó el contratiempo de audio. Lo que sí pesó fue el tonelaje de las canciones del trío, extraídas principalmente de sus últimos discos, "Penny Sparkle", "23" y "Misery Is a Butterfly"; controversiales entre fanáticos conocedores por el progresivo redondeo de bordes sonoros que en los 90 solían ser afilados. Más allá de las odiosas comparaciones con ese pasado, regido por limitantes preceptos del shoegaze y el dream pop, Blonde Redhead defiende sus temas recientes con justa razón: tienen la sustancia necesaria para justificar un show en que la música habla por sí misma y no deja mucho por explicar.

Vaporosa, 'Love or Prison' empezó a tejer la telaraña en la que el trío, del que sólo se veían siluetas en un comienzo, capturó a La Cúpula. Las inquietantes 'Falling Man' y 'Oslo' antecedieron al golpe de gracia, 'Spring and by Summer Fall', cuya guitarra debe seguir tan atascada en las cabezas de los que estaban ahí como el cencerro de 'Dr. Strangeluv' y el tarareo de '23'. Acuoso a ratos, humiento cada otro tanto y siempre aturdidor. Así fue el debut de Blonde Redhead en nuestro país, cerrado con disculpas por el problema técnico del inicio, y 'Equus' para desequilibrar la balanza a favor suyo y olvidar de una buena vez los baches. Prueba superada. El sabor de boca al final: dulce como la voz de Kazu Makino.

Los Hermanos Zabaleta: Hágase el malón

El temple de los Zabaleta hace buen juego con una tarde dominical. Serenos, con ese relajo propio del que ya no le prueba nada a nadie, bromean apenas suben al escenario de Casapiedra, sin haber tocado una sola canción. "Mi hermano es el suegro de Chile", dice Miguel apuntando a Antonio. "Tú eres el tío de Chile", responde el aludido, antes de empezar con "Esperándote", parte del disco "Reencuentro", una de las últimas producciones firmadas por los también ex miembros de Los Red Juniors y Los Bric a Brac.

"Hagan de cuenta que están en un malón", piden Los Hermanos Zabaleta. Ellos ponen la música: una mezcla de su repertorio histórico y covers de la época en que las fiestas arrancaban con luz de día. Por supuesto, predomina Elvis en la segunda selección con un medley que incluye "All shook up", "Jailhouse rock" y "Hound dog". También hay cabida para "Popotitos" de Los Teen Pops, "Pretty blue eyes" de Steve Lawrence y "Oh! Carol" de Neil Sedaka. Todas dedicadas a "esta juventud que nos acompaña", como llaman entre risas al público.

Vestidos de rojo, como en su mejor época -aunque con camisas y no con chalecos-, Los Hermanos Zabaleta ahora se autodenominan "Los Red Seniors". Nada de lo que sale de sus bocas es muy en serio, salvo lo que cantan. Ahí es cuando hablan con autoridad porque su bodega de éxitos es inmensa. "Solo he quedado", "A tu recuerdo", "Piensa", "Al pasar esa edad" y "Te vas quedando sola" son interpretadas con dos guitarras, contrabajo, batería, teclados y un par de coristas. Suficiente para complacer a una audiencia que venía dispuesta a celebrar medio siglo de música y nostalgia por la inocencia perdida.

26.9.12

Ases Falsos - Juventud Americana


Hemos tenido que tragar demasiada mierda. Que nos mientan, que nos roben, que nos falten el respeto. Y más encima, que grupos poco talentosos saquen canciones sin mucha gracia sobre este circo llamado Chile. El arte de escribir letras después de leer noticias, salvo en esa rama del hip hop a la que podríamos llamar rap coyuntural, parece haberse esfumado de la panorámica criolla.  Nuestros músicos, benditos sean, producen cada vez mejor material de un tiempo a esta parte, pero cabe hacerse una pregunta: ¿qué tanto hablan sobre lo que pasa día a día en el país? La respuesta: poco, casi nada.

No es que sea mandatorio que cada uno de ellos se transforme en un agudo observador social. Ya hay bastantes que cumplen requisitos similares. Fernando Milagros retrató muy bien la atmósfera semi apocalíptica que dejó el terremoto en el contundente “San Sebastián”, así como Tenemos Explosivos esputó la rabia generalizada en “Derrumbe y Celebración” a través de su hardcore literato. Pero hacía falta ese disco que, sin caer en obviedades burdas, pudiese dialogar con cualquiera de igual a igual. “Juventud Americana” de Ases Falsos es ese disco.

Perspicaz, franco, deslenguado, crítico; el debut de la banda post Fother Muckers da un paso al costado y se separa del resto de la fila. “No soy y nunca seré un artista nacional / no te voy a revelar un frágil mundo interior/ sólo te voy a sacudir”, declama Cristóbal Briceño en ‘Estudiar y trabajar’, la pieza más decidora en un álbum pletórico de frases para sacarse el sombrero. Son letras plausibles no sólo por su  ingenio, sino porque varias de ellas representan el sentir de un gran segmento ante asuntos largamente debatidos como la crisis europea (‘Europa’) o la represión policial (‘La Sinceridad del Cosmos’).

Fondo y forma se amistan en “Juventud Americana”. La inteligencia de Ases Falsos es discursiva, pero también plástica; moldea contagiosos coros (todas las recién nombradas, el single ‘Venir es fácil’, ‘Pacífico’, ‘Salto Alto’) y estructuras interesantísimas (‘Fuerza Especial’). Para los fetichistas del audio, queda abierta la discusión sobre las falencias del registro, un tanto defectuoso. Los que juzguen sólo contenido, en cambio, deberían festejar la existencia de un trío con semejante capacidad de análisis, sentido del humor, y sobre todo, tino para no caer en la fastidiosa práctica de pontificar. Los Ases Falsos no nos miran desde las alturas: están entre nosotros.

25.9.12

La Big Rabia: Viriles antes que pueriles


Lo fácil sería decir que La Big Rabia perdió ese impulso inicial que lleva en su nombre, la furia que dominaba su primer EP, aptamente titulado "La bestia", y que en este momento el dúo está domesticado. De lo social a lo amoroso, de la contingencia pública a la privada, Sebastián Orellana e Iván Molina cambiaron de tópicos, y por ende su música también fue transformada.

Pero eso es reducir los hechos. Durante su presentación en Señal Escudo, las canciones de "Congo zandor", el primer larga duración de esta pareja de guitarra y batería -apoyada en vivo por el tecladista Daniel Baeza-, matizaron lo que de otra forma hubiese sido más aguerrido, aunque también más parejo y plano. La diferencia aflora de inmediato: si antes los conciertos de La Big Rabia empezaban con 'Nuevo discurso rabioso' (una diatriba), ahora parten con 'Somos dos' (una bienvenida).

Distintas entre sí, las dos placas del tándem hacen un excelente conjunto cuando se alternan sus canciones, como ocurrió la noche del miércoles 12 de septiembre en Onaciú. 'El bonita' funciona al lado de 'Oh! María'; 'El supremo' junto a 'Nenita, yo realmente te amo', y 'Canción de amor' pegada a 'Dios'. Canciones que emergen desde la molestia, desde la incomodidad. Viriles antes que pueriles, Orellana y Molina enarbolan el estandarte del rock como terapia, como sahumerio para ahuyentar los demonios, y de paso, despertar una que otra conciencia dormida.

23.9.12

Dinosaur Jr. - I Bet on Sky

Las caricaturas mienten como un político en campaña. John Lennon, héroe de clase obrera; Ian Curtis, alma atormentada; Cat Stevens, templado trovador. Pamplinas. Tan sólo son historietas, la realidad tiene muchos más matices. Por eso irrita la caracterización de J Mascis como un eterno adolescente. Sí, el líder de Dinosaur Jr. es un tipo retraído y tímido, rasgos confundibles con los de cualquier víctima de la edad del pavo, pero sus principales características púberes eran otras: la egolatría y el desorden con los que encaraba el trabajo de la banda hasta 1997. No hay luces de esa inmadurez en “I bet on sky”, el nuevo disco del trío.

Del caos, la falta de comunicación y los codazos entre J Mascis y Lou Barlow, sólo queda el mal recuerdo y una guerra de declaraciones cruzadas cuya bajeza parece el manual de los hermanos Gallagher. Hoy, coexisten en armonía las fuerzas que antagonizaban a fines de los 80. Y no sólo comparten espacio sin chocar: también se potencian entre sí. “I bet on sky”, como todos los discos de Dinosaur Jr., partió en la cabeza, dedos y guitarra de Mascis. Sus maquetas fueron a parar a las manos de Barlow y Murph, quienes decidieron grabar juntos la base rítmica de bajo y batería en su estudio análogo, una casa con habitaciones repletas de micrófonos, cables y perillas.

El registro, noble y casi sin post producción, propala el misterio de la afinidad creativa entre los miembros del grupo; tres cuarentones que superaron sus mañas, y que están juntos por gusto y no por necesidad. El tercer disco post reunión de los de Amherst, Massachusetts, continúa la senda de “Beyond” y “Farm”, pero en un tono melancólico que se emparenta al intento solista de Mascis, el acústico “Several shades of why”, aparecido el año pasado. Apenas unas pocas canciones del manojo escapan de esa norma: las breves ‘Pierce the morning rain’ y ‘Rude’ (uno de los dos aportes de Barlow como compositor). ‘I know it oh so well’, con sus guiños funky, y Murph luciéndose en tom toms, es otra que arranca de la aflicción.

El resto es parejo en el mejor sentido de la palabra. “I bet on sky” avanza sin mayores sobresaltos, se mantiene estable dentro de su excelencia, y ofrece la seguridad de que no habrá errores de ningún tipo. Tal vez la letárgica ‘Almost fare’ sea el único paso en falso, porque lleva al extremo la neurastenia dominical que en otros cortes (como ‘Stick a toe in’) permanece a raya, pero tiene un solo de J Mascis capaz de acallar cualquier asomo de reclamo. Su guitarra con trémolo también ilumina ‘Don’t pretend you didn’t know’, el espléndido tema inaugural, adornado, además, por un clásico teclado mellotrón.

Tras la segunda contribución de Barlow, ‘Recognition’, más conectada a la energía del disco, llega lo mejor: el cierre con ‘See it on your side’. Seis minutos y medio de agridulce despedida, muros cayéndose a pedazos, peligro de trauma acústico y esa tristeza que sólo un desadaptado como J Mascis transmite con credibilidad. Enorme, un paso más cerca de su querido Neil Young, y distanciado por años luz de la mayoría de sus contemporáneos –los que sobrevivieron- que ahora rentan de épocas pasadas. Si existe la nostalgia por épocas jamás vividas, y lugares nunca visitados, puede sentirse mediante Dinosaur Jr. y “I bet on sky”. Sus canciones son un medio de transporte que siempre llega al mismo sitio: nuestro hogar.

22.9.12

"Dynamo": El disco incomprendido de Soda Stereo cumple 20 años


Soda Stereo pagó el atrevimiento experimental con las peores ventas de su historia, pero el tiempo le ha dado la razón a “Dynamo”, un disco que reclama su espacio entre lo más destacado del trío argentino.

Cuenta el mito que Bono, tras descubrir “Dynamo” de Soda Stereo en México, quedó tan entusiasmado con la canción “Claroscuro” que la usó como idea central para “Lemon” de U2. La veracidad de la historia tambalea porque la visita de los irlandeses al DF ocurrió en noviembre de 1992, y el disco de los argentinos tuvo su primera edición azteca recién al año siguiente, aunque ya estaba disponible en otros países. Sí existía, en todo caso, un enlace directo entre ambos grupos: el ingeniero de sonido Arnie Acosta. Su nombre aparece en los créditos de “Dynamo” y también en los de “Zooropa”, el álbum que contiene “Lemon”.

Nebuloso como ese rumor fue el clima en torno al penúltimo trabajo de Soda Stereo. Abrumados por la sobrexposición que supuso “Canción animal” de 1990, los miembros del trío se dispersaron para oxigenar relaciones y concentrarse en proyectos individuales. Zeta Bosio produjo a otros artistas, Gustavo Cerati afianzó su nexo con Daniel Melero en “Colores santos”, y Charly Alberti se dedicó a la informática. De vuelta a la actividad, los bonaerenses comenzaron a ensayar en su flamante estudio propio, Supersónico, cuyo montaje fue concebido durante una sesión de snorkel en playas venezolanas.

Agua mediante, no es coincidencia que el concepto original de “Dynamo” fuese “sumergir” el sonido de “Canción animal”. Hundirlo, destruirlo. Originalmente, el grupo quería que el disco se llamara “Gol”, pero Melero los disuadió. De esa idea permaneció una pelota de fútbol que se repite en el arte de carátula, pero también la sensación de que el socio de Cerati influía más de lo deseado por Bosio y Alberti. Pese a los problemas de jineta, las sesiones daban frutos: una veintena de canciones germinaron, con “Primavera 0”, “En remolinos” y “Claroscuro” como primogénitas.

Desde un primer momento, Soda Stereo supo que “Dynamo” le daría jaquecas a fans y críticos, acostumbrados a la evolución de la banda, salvo que nunca a estos extremos. Ávido consumidor y emulador de tendencias anglosajonas, el trío desistió de ocultar sus horas de vuelo escuchando My Bloody Valentine, The Orb y Ultra Vivid Scene; influencias que a comienzos de los 90 sólo percibían unos pocos iniciados. Para miles de los que habían hecho su vida al ritmo de “Trátame suavemente” o “De música ligera”, eran chocantes los toques arabescos de “Sweet sahumerio” y el letargo a lo Happy Mondays de “Camaleón”, donde bajista y guitarrista intercambiaban labores.

Una suerte similar corrieron los samples de Iggy Pop mezclados con distorsiones en “Ameba”, y el reciclaje de “Texturas”, antiguo descarte llamado “La calle enseña” que años después Cerati volvería a utilizar en su tema solista “Dios nos libre”. Más hipnótico y expansivo que nunca, el trío dispuso cada elemento en “Dynamo” para fabricar lo que apodaba “droga musical”, un compuesto de alta pureza logrado a base de efectos sónicos y repetición. “Después de tanto andar, tanto andar, estás en el mismo lugar, mismo lugar”, decía el coro de “Toma la ruta”; mientras “En remolinos” insistía en contar “una flor, una flor, otra flor”.

Pese a conseguir discos de platino dos semanas antes de salir al mercado, gracias a la preventa, “Dynamo” flaqueó a largo plazo en términos comerciales. A la fecha, sigue siendo el título menos vendido de los argentinos, y el rótulo de incomprendido suele acompañar su nombre. El ciclo del álbum se vio afectado, además, por la prematura cancelación de su gira promocional, y el salto del grupo desde Sony Music hasta BMG, por un millonario contrato y la promesa de abrirse paso en el mercado español. Pero, a 20 años de su lanzamiento, el penúltimo disco de Soda Stereo cosecha reivindicaciones y se convierte en una de las obras que mejor envejece en el catálogo de los trasandinos.

Pet Shop Boys - Elysium


En la mitología griega, los Campos Elíseos albergaban las almas de los muertos que merecían ser premiados con las bondades del paraíso, e incluso con la posibilidad de retornar a voluntad al mundo de los vivos. Se parece al lugar donde hoy en día están los Pet Shop Boys, instalados en un podio que les permite analizar –siempre con mordacidad- el actual estado del pop, al que consideran ramplón, egocéntrico y falto de imaginación. “Elysium”, el onceavo disco del dúo, lanza dardos envenenados contra las superestrellas de la música. Y lo hace con la propiedad de quienes llevan 31 años observando cómo funciona la industria y sus engranajes.

Descabezar títeres, a estas alturas, es una especialidad de los ingleses. Neil Tennant y Chris Lowe se ensañaron con la superficialidad de Wendy James del grupo Transvision Vamp en los 90, cuando le escribieron “How can you expect to be taken seriously?”, y luego hicieron lo mismo contra la homofobia de Eminem en “The night I fell in love” de 2002. Esta vez, el gatillo se jala apuntando a Lady Gaga, cuyas entrevistas y declaraciones sirvieron de base para “Ego music”, un escarnio dirigido al individualismo contemporáneo. En una nota complementaria, “Your early stuff” relata el encuentro de un cantante pasado de moda con un taxista que lo reconoce, y sin querer, le restriega en la cara la obsolescencia de su obra.

Si es por buscar referentes en la discografía del dúo, “Elysium” sería un pariente de “Behaviour”: no hay canciones para fiestas, sino para la mañana después de una noche agitada. La carencia de hits evidentes se compensa con la agudeza de Tennant y el exquisito gusto de Lowe en programaciones, convencidos ambos de que su misión como fabricadores de éxitos ya está completa. A cambio, ofrecen una paleta de referentes y guiños que van desde el teatro musical (“The winner”) hasta su propio pasado discotequero (“A face like that”), pasando por Handel (“Hold on”) tal como en 2008 saludaban a Tchaikovsky en “Yes”. Co-producida por Andrew Dawson, uno de los arquitectos del sonido de Kanye West, la última entrega de Pet Shop Boys canjea pistas de baile por sofás reclinados. Una por otra.

Dead Can Dance - Anastasis


Todo depende de la escala que se utilice. Según las dimensiones espaciotemporales de Dead Can Dance, 16 años sin sacar un disco es poco tiempo. Los 23 mil kilómetros que separan la casa de Lisa Gerrard en Australia del estudio de Brendan Perry en Irlanda tampoco son impedimento. Hablamos de un dúo conectado con la energía musical, filosófica y poética de centurias pasadas en lugares tan lejanos como Turquía, Líbano, Marruecos y Grecia. La inmediatez de estos tiempos, sencillamente, no corre cuando se trata de los autores de “Anastasis”, uno de los mejores regresos de esta temporada; ocho cortes para llenar un vacío que jamás pudo ser ocupado por otros.

Cuando se abraza una esencia universal, la caducidad deja de ser una opción. Dead Can Dance mantiene en conserva todos los atributos que cimentaron su prestigio: la predominancia de la textura por sobre la estructura, la división de roles vocales y el uso de instrumentos como tambores de marco irlandés o salterios chinos. “Anastasis” puede ser árabe (“Agape”), gótico (“All in good time”) o africano (“Opium”) sin tener que disfrazarse para aparentar. Las gaitas programadas en la escalofriante “Return of the she King”, el único dueto del álbum, muestran a un par de veteranos que estudian el pasado, y gracias a ese conocimiento, miran directamente a los ojos del futuro.

15.9.12

Dinosaur Jr. - I Bet on Sky


El primer tomo de la biografía de Dinosaur Jr. no puede ser escrito sin palabras como ego, conflicto y rivalidad. Pero el segundo volumen prescinde de esos términos. El regreso de este trío en su encarnación original, desactivada en 1989 luego de un lustro fértil en canciones enormes (y peleas de similar tamaño), obedece a una norma poco respetada entre las bandas disueltas que deciden volver: respetarse a sí mismas.

J Mascis, inamovible en voz y guitarra, abandonó los vicios dictatoriales para que el bajista Lou Barlow, su némesis, pudiera acoplarse otra vez al conciliador batero Murph. Juntos nuevamente desde 2005, silenciaron bocas escépticas con los soberbios discos “Beyond” y “Farm”, exhibiendo una armonía impensable en los noventa, cuando Barlow hablaba pestes sobre Mascis a través de la prensa.

“I bet on sky” es el último acto en esta apasionante obra. De considerable corpulencia sónica, insignia del grupo, el noveno trabajo de Dinosaur Jr. sonroja las pálidas mejillas del grueso del rock contemporáneo. Lo deja en vergüenza con un jaque mate pastor (“Rode”, “Pierce the morning rain”) o tomándose su tiempo (“Don’t pretend you didn’t know”, “See it on your side”). No se trata de humillar al oponente, por cierto, sino de enseñarle una lección. Como buenos maestros, los de Massachusetts retoman la misión pedagógica que iniciaron, espontáneamente y sin pontificar, cuando la Generación X buscaba referentes. Ante el descarrilamiento de esos primeros alumnos, Kurt Cobain a la cabeza, el trío comparte con una nueva camada su erudición en el arte de darle alma a las canciones y nunca hacerle ascos a un buen solo de guitarra.

Cat Power - Sun


Errante desde su nómade infancia y su alcohólica juventud, Chan Marshall se declaró en bancarrota mientras escribía canciones para este disco, hace ya seis años. No fue coincidencia, entonces, que la misión de componer fuese abortada, y la cantante decidiera afirmar el bolsillo grabando su segundo álbum de covers, “The Jukebox”. Comprensible, de algo hay que vivir.  Es más, la cartelera local salió favorecida por los apuros económicos de Cat Power: la vimos vaporizar el Teatro Caupolicán una lluviosa noche de 2009, y volver en menos de dos años para ofrecer un par de shows en Lollapalooza y Amanda.

Chile quedó en la retina de la solista. “Ruin”, el primer adelanto de “Sun”, traza un mapamundi que menciona a nuestro país, entre varios otros sitios que su narcótica voz ha visitado. Tristemente célebre por los devaneos de una conducta inestable y poco dada a la disciplina, Marshall entra a la curva de los 40 más centrada que nunca, y mirando desde muy lejos a la chiquilla alienada de sus primeras entregas. Años luz separan esos registros de la inaugural “Cherokee”, que muestra heridas ya a medio cicatrizar y anuncia el tono electrónico de lo que vendrá. En el sitio oficial de la vocalista, el tema se encuentra disponible para descarga junto a un remix a cargo de Nicolas Jaar, el brillante hijo productor de Alfredo Jaar (otro pequeño acercamiento a Chile).

“Sun” podrá no ser el mejor disco de la estadounidense, honor que se pelean cuerpo a cuerpo “You are free” y “The greatest”, pero compensa en arrojo y personalidad lo poco que flaquea. Prácticamente todo lo que suena en su oncena de pistas fue concebido, ejecutado y producido por Cat Power, tal vez hastiada de los comentarios machistas sobre su inclinación a rodearse de consagrados como Steve Shelley de Sonic Youth, Dave Grohl o los músicos de Al Green.  El único invitado de renombre, Iggy Pop en la magnífica “Nothin’ but time”, se limita a cumplir un rol accesorio en segundas voces. Los méritos, las luces y los aplausos tienen una sola dueña.

14.9.12

También hay punk en Nairobi


Mientras nos deleitamos con los sabores musicales del Primer Mundo, también hemos adquirido algunos de sus vicios. La discriminación racial es uno de ellos. ¿A nadie le extraña que veamos a tan pocos negros rockeros? Seguro, siempre hay excepciones, pero lo único que hacen es confirmar la regla. En este caso, la norma es que los morenos sólo se dediquen a lo que malamente se llama “black music”, y que el rock sea patrimonio de blancos.

Pero el rock lo inventaron los negros. Es un hecho irrefutable. Y ningún sudamericano debería ser cómplice del usurpe y blanqueamiento del género más importante, robo que ha tenido lugar ante nuestros propios ojos y oídos durante décadas. Tampoco tendría que dejar que sus gustos sigan siendo moldeados a placer por Europa y Estados Unidos.

Poco podemos hacer desde acá para detener la discriminación racial que los músicos negros sufren en el Primer Mundo. Pero ampliar el espectro de referencias es un buen comienzo para, al menos, mostrar desaprobación ante una práctica que también se lleva a cabo contra nosotros, los latinos (de otro modo no se explica que Alejandro Escovedo siga en la medianía de la tabla).

Los músicos de los que habla este artículo están en la red para ser escuchados, Melody Nelson y The Skins incluso ayudaron personalmente a la realización de las siguientes líneas. Ninguno es una estrella en la actualidad, aunque algunos de ellos podrían serlo si tuvieran la piel de otro color…

NighTrain

Varios medios locales de Seattle, la ciudad donde NighTrain tiene su base, señalan a este combo femenino de punk como un número imperdible para ver en vivo. Tres años tocando en los alrededores, una gira por la Costa Oeste de Estados Unidos y un disco (“Derailed”). Son las credenciales de una banda que, en sus actuaciones, viste coloridos tonos vintage para animar las noches con sus desenfado garagero y soul. Selena "No Pick" Paquiet, Nicole "Christ Child" Peoples, Taryn "Hot Legs" Dorsey y Rachael F. componen NighTrain (nada que ver con el clásico de Guns N’ Roses), un ensamble que según ellas se define como “locomotor”. No porque suenen como vagones andando sobre rieles, sino porque su grito de guerra es “CHOO CHOO MOTHAFUCKAS!!!”. Un dato curioso: las cuatro se conocieron mediante un casting que buscaba mujeres instrumentistas para una obra de teatro. Fue tanta su química que, terminado el montaje, decidieron seguir juntas y convertirse en un grupo con todas las de la ley.

The Skins

Con miembros cuyas edades van entre los 13 y los 19 años, The Skins debutó en enero de este año con un asombroso EP homónimo, disponible en Bandcamp, y lo complementó con un single doble, titulado “Wreckroom”, en julio pasado. Los hermanos Reef (baterista), Kaya (bajista) y Bayli (cantante), junto a los guitarristas Daisy y Russell, forman un empalme que no distingue sexo ni raza. Provenientes de Brooklyn, The Skins citan como sus ídolos a Led Zeppelin, Black Sabbath y The Strokes. Pero la voz femenina hace que todas sus canciones suenen como si los abrasivos The Bellrays rejuvenecieran y empezaran a preferir un tipo de producción más depurada, aunque no por eso menos incitante. Sus grabaciones fueron costeadas a través de Kickstarter, la red de financiamiento colectivo de proyectos artísticos, y de seguro ninguno inversor se arrepintió de poner sus dólares en esta semilla que a futuro podría convertirse en un firme árbol. Es hard rock hecho y derecho. Hay que escucharlo para creerlo.

Radkey

Según estos tres hermanos, en St. Joseph, Missouri, su hogar, sólo hay dos tipos de bandas jóvenes: los que intentan amoldarse al sabor del mes, sea cual sea, y los tributos que se cuelgan de éxitos ajenos para ganar dinero. Un diagnóstico desolador considerando que viene de parte de adolescentes que recién abren sus ojos al mundo. Dee (17), Isaiah (15) y Solomon (13) formaron Radkey porque no querían dedicarse ni al rap ni al R&B. Lo de ellos viene de horas escuchando Nirvana, The Beatles y Pixies. Su amor por el rock alternativo se nota en cada segundo de sus canciones, inspiradas por vivencias escolares y también por la cultura pop, como evidencia ‘Skull crackin’’, tema que escribieron luego de ver el filme de culto “The Warriors”. Actualmente, Radkey prepara su debut, mientras mantiene una constante agenda de conciertos en bares donde ninguno de los miembros del grupo tiene edad legal para beber. Aunque ya tienen la costumbre de compartir con gente mucho mayor: la primera vez que tocaron en vivo fue teloneando a los señeros Fishbone.

Melody Nelson

A mediados de la década pasada, la tasa de nacimiento de grupos post punk era altísima. Inglaterra, convertida en el epicentro del revival, no ofrecía muchas garantías para un bluesman como Aidan Connell, atemorizado por el desolador futuro que parecía esperarle. Luego de instalarse en Londres, donde consiguió dinero ocasional trabajando como modelo (protagonizó una campaña de Rimmel junto a Kate Moss, entre otros empleos), alimentó su hambre de música inmiscuyéndose en el backstage de varios locales nocturnos. Así conoció al ex Can, Damo Suzuki, y también a The Stooges y Mazzy Star, de quienes recibió el mismo consejo: empuñar la guitarra y lanzarse al escenario. No había motivo para seguir esperando. Connell tomó el título del mejor disco de Serge Gainsbourg, “Histoire de Melody Nelson”, para bautizar a su proyecto de power trío, con el que pronto consiguió abrir conciertos de The Libertines y Razorlight. Al cabo de algunas fechas, la voz sobre sus calurosas presentaciones en vivo se corría de boca a oreja en el circuito británico de clubes. David Roback, la mitad del dúo Mazzy Star y uno de los que alentaron la fundación del grupo, definió a Melody Nelson como “una cruza entre Jimi Hendrix y Syd Barrett”, en referencia a sus inclinaciones sicodélicas. “Es la única banda de rock and roll en la ciudad”, dijo también un entusiasmado Seasick Steve, fortaleciendo la incipiente idea de que Aidan Connell es el salvador del blues inglés. “Black Hands”, el disco debut de Melody Nelson, agendado para noviembre, no se deja turbar por la presión impuesta y exprime lo mejor de un jugoso fruto regado por Muddy Waters y Howlin’ Wolf.

Crystal Axis

Nairobi, la capital de Kenia, no es el primer lugar que se viene a la mente a la hora de pensar en punk. Por eso, la sola existencia de Crystal Axis resulta interesante. En sólo 20 minutos, a través del mini documental “DIY: The art of being punk (in Kenya)”, disponible gratis en Vimeo (aunque sólo en inglés), podemos conocer la interna de este grupo, formado por colegiales que adoran a Jim Morrison y a Green Day. “Decimos que no a la autoridad, a la música, a la poesía y al arte”, declaran con saña infantil en su perfil de Facebook, para luego mostrar la realidad a través de la producción audiovisual que comparten en línea: sólo son unos niños que intentan convencer a sus papás de que los dejen tener una banda. Es una historia demasiado familiar. “Primero, vas a la universidad y sacas tu cartón. Después, si quieres, puedes tocar”, afirma el padre del guitarrista de 17 años, Djae Aroni, sentado en el living de su casa. La transparencia de “DIY: The art of being punk (in Kenya” no hace más que enternecer, mediante escenas como una conversación en el patio del colegio, donde los integrantes de la banda se quejan de que se les exige andar de pelo corto y usar uniforme; o la mamá de Aroni contando que se enteró por casualidad de que Crystal Axis ya daba conciertos, hecho negado por su hijo, temeroso de que no le dieran permiso para salir a tocar. Es una historia demasiado familiar. “Primero, vas a la universidad y sacas tu cartón. Después, si quieres, puedes tocar”, exige el padre de Aroni, sentado en el living de su casa. Justamente, en uno de esos conciertos (teloneando a Murfy’s Flaw, una de las pocas bandas de rock profesionales del país) se aprecia la precariedad de la escena: Crystal Axis cubre ‘Killing in the name’ de Rage Against The Machine, frente a escasos espectadores, entre ellos, los padres de los integrantes de Murfy’s Flaw. El imberbe cuarteto baja del escenario, de inmediato es reprendida por el “lenguaje vulgar” de la canción y termina pidiéndole disculpas a sus anfitriones, innecesariamente acomplejada ante la presión del entorno, tan sólo por expresarse con libertad. También hay composiciones propias, circulando en Reverbnation y YouTube, con títulos como ‘Devil sold his soul’ y ‘Melancholy screams’, en espera de “State of Unease”, el EP con el que la banda debutará oficialmente en las próximas semanas.

The Breathing Light

Dos compañeros de clase de la Alabama AM University, aburridos de saber tocar y no tener una banda, empezaron a improvisar melodías y escribir letras. En el camino, su impulso fue reuniendo a una formación rotativa de jóvenes músicos negros hasta que The Breathing Light se constituyó, oficialmente, en 2008 con Kyle O en guitarra y voz, Tre en batería y la presencia femenina de Camille en bajo. Ellos mismos definen su lánguida impronta como punk romántico, inspirados por la ingravidez del shoegaze británico que escuchaban, y la oscuridad de algunos de sus grupos favoritos, como Christian Death y Misfits. “Nuestras canciones suenan como si nos viniéramos recién levantando”, admiten. “Nos interesan tres cosas: el punk, andar en skate y la mierda triste”, afirman. Instalados en el caos de Chicago, donde conviven diversas escenas independientes, muchas veces desconectadas entre sí, The Breathing Light produce su material artesanalmente. En YouTube y Vimeo, pueden verse algunos de sus videos, siempre caseros, que transmiten la sensación de estar observando los registros personales de tres amigos. De hecho, lo son. Ninguno constituye una obra maestra, pero se defienden bien gracias a canciones como ‘Real’ y ‘Friends (Pansy)’, una conjunción de noise de baja fidelidad e influencias que van más allá del rock. Antes de embarcarse en este proyecto, sus integrantes pasearon por las jam sessions de Huntsville, donde se reúnen viejos músicos jubilados a improvisar soul, blues o jazz. Algo de eso quedó en ADN de este grupo, preocupado de advocar por los derechos homosexuales (se declaran “queers”) y de dividir su material en dos: el que va hacia internet –en Soundcloud es posible escuchar un demo y su EP “It”- y el que irá en su primer larga duración, cuya fecha de salida aún se desconoce.

13.9.12

Acople Records: La realidad del puerto


Es un sello chileno. Tildarlo como “de región” es tan absurdo como la etnocentrista y xenófoba expresión “world music”, un término de origen académico, pero adoptado por los dueños de disquerías para tener “todo el resto” en un estante común. Desde Valparaíso, su centro de operaciones, Acople Records nos habla sobre su primer año y medio de funcionamiento.

EL NÚMERO 6

“Somos seis bandas (Lisérgico, Fatiga de Material, Cajitas Rectangulares, Kafarenass, Diente Diamanto y Gonzalo Sáez) y seis personas a cargo de las gestiones. Cada uno aporta desde su área de especialización: comunicaciones, grabación en estudio, contenido audiovisual, diseño gráfico y eventos”.

VALPARAÍSO VERSUS SANTIAGO

“En Santiago, todo funciona más rápido, es cuestión de ver a la gente cómo se apura para subir a un vagón del Metro cuando detrás viene otro un minuto después. En Valparaíso, da la impresión que todo se mueve a la velocidad del trole, de un barco saliendo del puerto o de los ascensores que suben a los cerros (que en realidad ya ni se mueven). Esa diferencia de alguna manera trasciende al trabajo creativo de los músicos. Por otra parte, está la idea de que en Santiago es más fácil hacer ruido, y que haciendo ruido en Santiago se hace ruido en todo Chile. Pero es sólo una idea, debe haber mucha gente de Santiago que está en el mismo pie que Acople Records o incluso en un estado de desarrollo más básico. Lo que queda claro es que no se puede avanzar sólo, el trabajo debe desarrollarse en forma asociativa, y eso no debiera ser distinto en Santiago, en Valpo o en el extranjero”.

DOBLE SENTIDO

“La palabra “acople” tiene doble significado. Por una parte, hace mención a un ruido molesto. Por otra, se refiere al ensamble de partes que componen un todo. Acople Records se identifica con ambas ideas: Hacer ruido y trabajar en equipo generando una red de apoyo para sus integrantes”.

“NOS NEGAMOS ROTUNDAMENTE AL OLVIDO”

“Es la frase que aparece en nuestra página web. Documentar es registrar, la idea es capturar todo el trabajo de quienes integran el sello, en todos los formatos: audio, video, fotografía, editorial, gráfica, etc. Pero, en realidad, esas palabras se refieren a la intención de perdurar en el tiempo con un contenido que, a la vez, sea tangible. Por eso se apuesta por ediciones en formato físico: CD o DVD, en comparación a descargas que se liberan por internet, incluso sabiendo que hoy en día el negocio de un sello discográfico no está en la venta de discos. También nos interesa el registro gráfico, por eso nos planteamos como una agencia de contenidos musicales. Ahora, por ejemplo, estamos trabajando en un fanzine en base a las letras de algunas bandas de la región”.

AMPLIAR LA VISIÓN

“A un santiaguino que no tiene idea de lo que pasa fuera de su ciudad, cualquier cuestión que se le cuente será un aporte para que amplíe su visión. No habría que hablarle solamente de Valparaíso, lo que pasa acá no es muy distinto de lo que sucede en Concepción, La Serena, Valdivia, Talca, Osorno o Puerto Montt. Sobre Valpo, hay verdades irrefutables, como que es la cuna del rock en Chile, pero también hay mucho mito sobre lo que sucede en esta ciudad. Al final, lo más recomendable para ellos es invitarlos a descubrir por sí mismos la realidad del puerto como espacio para desarrollar el rock, quizás se impresionen o quizás se terminen decepcionando, no se sabe, pero mal no lo van a pasar”.

DRGTNS: Hacerlo bien

Desde su base de operaciones en La Somba Records, Matías Figueroa y Pepe Lastarria, las voces de DRGTNS, hablan sobre su nuevo álbum, “Cachoi”, disponible en calles y redes a partir de este mes. 

Ya está listo “Cachoi”, el segundo disco de DRGTNS (léase Drogatones), la aleación forjada por Matías Figueroa y Pepe Lastarria, ambos músicos y productores. Nacido como un proyecto de estudio junto al bajista Ra Díaz, hoy radicado en Estados Unidos, el grupo alista para este mes la secuela de su debut, el sorprendente “Rico”. Alta vara por superar.

Cuatro años separan a “Cachoi” de su antecesor, pero las actividades de sus autores no sólo incluyen tocar juntos, sino también involucrarse en otras bandas. Sólo un par de ejemplos: Lastarria toca guitarra y ruge en All Tomorrows, lo mismo que Figueroa hacía en Humana hasta su reciente y lamentable disolución. De esa sociedad, fértil y creativa, germinó también La Somba Records (ver recuadro), casa de Portugal y Find a Fiend, entre otros.

“Cachoi” promete once nuevas canciones, tres portadas intercambiables y la oportunidad de saber qué pasa por la cabeza de una de las duplas más llamativas de esta generación. Acá ofrecemos algunas pistas al respecto.

¿Qué significa “Cachoi”?

Siempre con DRGTNS tenemos palabras internas con las que bromeamos. Para la época de "Rico", fue decir que todo era rico, rico, rico y al final lo tiramos de talla como título y nos fue convenciendo hasta que le pusimos "Rico". Lo mismo con "Cachoi", que es como “¿cachai?” o su respuesta: “¿Cachai? ¡Cachoi!". No le damos mucha importancia a los nombres, somos de hacer que la música sea lo más importante y hable por sí sola, o sea, nos llamamos Drogatones. ¿Qué tipo de nombre es ése? (Ríe).

Otra pregunta sobre palabras: ¿por qué usan sólo las consonantes del nombre Drogatones?

Las ocupamos desde “Rico”, pero hoy en día es más oficial, más atractivo visual y gráficamente, la idea es que nos digan Drogatones, pero se vea como DRGTNS. Nombre y logo a la vez. También para que no sea tan evidente la palabra “droga”.

En comparación a “Rico”, ¿qué trae de nuevo “Cachoi”?

Ahora las baterías son tocadas y no programadas, algo que pasa por primera vez en un disco nuestro. Además, nos tomó mas de 2 años terminarlo, así que la instrumentación, composición y arreglos musicales son más elaborados y mejor pensados que en nuestras previas grabaciones.

¿Pasó igual con las letras?

Hablamos bastante sobre relaciones y sobre cómo lidiar o sobreponerse a estados de ánimo relacionados a ellas. De a poco nos hemos ido interesando en hacer alguno que otro comentario social, en esta ocasión logramos algo bastante interesante con la letra de un tema que se llama ‘Ese pueblo’, en el cual contamos con la participación y voz de Pedro Foncea de De Kiruza. La canción habla un poco sobre la sensación de no pertenecer al lugar geográfico en el que te encuentras por culpa de tu carrera o trabajo, por ejemplo, como le pasa a mucha gente de regiones que tiene que dejar sus ciudades, pueblos, raíces (y muchas veces sus costumbres) para poder ganarse la vida en la capital.

¿Cómo evalúan el ciclo de "Rico"?

Con un 6.2 en composición; 5.5 en producción y un 7 en ricura. Es un disco muy elaborado, invertimos mucho tiempo en él.

¿Comparten la impresión generalizada de que era un debut con un potencial de popularidad que, finalmente, no fue explotado?

De todas maneras. Pero, lamentablemente, no contamos con el apoyo o contactos en los medios necesarios para lograrlo. En todo caso, es la onda de DRGTNS no ser mainstream, sino más bien una banda de culto.

¿Los subvaloran?

Creemos que sí, pero esa es como la onda en Chile. No es por ser chaqueteros pero las bandas que encontramos buenas de verdad en Chile nunca son las que la están llevando mediáticamente, salvo algunas excepciones. Da la impresión de que la gente no escucha la calidad, quizás por eso hay tanta banda que suena mal y es popular. O, por otra parte, quizás simplemente nuestras canciones no son lo suficientemente buenas para este público. 

¿DRGTNS es un proyecto paralelo o un grupo con vida propia?

Es un grupo, aunque todos estemos involucrados en otros proyectos musicales y tengamos un método para trabajar bastante peculiar, hay una onda mágica ahí con los cabros que hace el trabajo muy cómodo y motivador.

¿Qué efecto causa en DRGTNS que sus miembros siempre estén involucrados en otros proyectos?

Sólo es ventajoso. Nos ayuda a explorar todas nuestras inquietudes musicales, y al momento de hacer música juntos, no tratamos de empujar demasiado todas nuestras ideas e influencias. Es bastante sano para una banda.

Ustedes bajan música nueva constantemente, ¿influye esa actualización a la hora de hacer discos como DRGTNS?

Mucho, sobre todo por el tema de la producción musical y para estar al día con lo que se está haciendo en cuanto a tipos de grabación, sonidos y timbres con los que se intenta romper esquemas musicales que suelen gastarse un poco entre tanta música clon que sale. Siempre aparece algo nuevo e interesante que te puede inspirar a crear algo aun más atractivo sonoramente.

¿Qué importancia le otorgan a la promoción en línea? Sus videos en YouTube son muy chistosos, por cierto.

¡Gracias! Todo lo que hemos logrado ha sido gracias a la promoción en línea, le debemos todo a internet. Encontramos que se crea una cercanía y onda muy especial con la gente que nos sigue, como que les caemos bien o mal porque nos conocen de los videos y eso lo encuentro buenísimo y poco común en las bandas en general. Como que el tipo con banda siempre proyecta una imagen cool y misteriosa, pero nosotros no estamos ni ahí con esa hueá, prefiero que sepan que nos gusta echar la talla y keep it real.

¿Les parece que la actitud más frecuente en el rock chileno es empaquetada o demasiado seria?

Da la sensación de que se cae en extremos: son demasiado serios o viceversa, tipo Sinergia o Los Mox! En DRGTNS es importante no involucrar nuestro sentido del humor en la música. Algunas de las bandas que mencionas caen muchas veces en eso y de mala manera. Una cosa es que tú seas gracioso y otra, totalmente diferente, es que tu contenido musical sea un chiste. Los que es nosotros, nos tomamos la parte musical muy en serio.

¿Con qué otra bandas chilenas relacionan su sonido o propuesta? 

Difícil, nos identificamos más con el sonido de la década de los 90 en la música chilena, "la época dorada", cuando había sellos con lucas y bandas alternativas sacando muy buenos discos… Dracma, Christianes, Pánico, Los Tetas, Solar.

¿Y escuchan grupos chilenos actuales?

Nos gusta lo que hacen Astro, Epicentro, Octopus, Juana Fe, Fernando Milagros, Javier Barría, Sacramento, Portugal, Res y Nano Stern.

¿Cómo va su sello, La Somba Records? ¿Qué planes tienen, aparte de DRGTNS?

La Somba siempre ha sido una sello virtual y sin fines de lucro, así que muchos planes no hay, es más bien una chapa para las bandas que producimos y nos gustan. Lo último fue All Tomorrows y dentro de poco saldrán los nuevos discos de Portugal y Find a Fiend.

Volviendo a "Cachoi", ¿qué podemos esperar del disco?

Una producción de primerísima calidad, hecha a mano con mucha dedicación y bastante tiempo. Lo grabamos nosotros mismos al igual que todos nuestros trabajos anteriores, con la diferencia de que la masterización estuvo a cargo del muy capo Joaquín García, quien ha trabajado con bandas como Soda Stereo, Lucybell, Los Prisioneros, Tiro De Gracia y Gondwana, entre otros. Su trabajo realmente llevó el nuestro a otro nivel.

12.9.12

La Big Rabia: Del amor y otros demonios


Las historietas de R. Crumb, los boleros y la mitología haitiana coexisten en “Congo Zandor”, la nueva entrega de La Big Rabia, un power dúo que mitiga sus dolores a base de guitarra y batería.

Sebastián Orellana está sentado, en penumbras, guitarreando con la actitud tosca y melancólica de los viejos boleristas. Un sangrante Iván Molina se lacera, como un antiguo sacerdote, y junta las manos en plegaria. La portada y contraportada de “Congo Zandor”, el primer disco de La Big Rabia, sitúa a cada miembro del dúo con su respectiva fijación: uno con el desamor y el otro con la religión. Ahí, en el punto intermedio entre ambos, habitan las nuevas canciones del proyecto que, hace menos de un año, debutaba con el EP “La Bestia”.

Poco queda del descontento social explícito que caracterizó  su primer trabajo. Las nuevas piedras en el zapato de La Big Rabia son igual de universales que antes, sólo que ahora lidian con molestias engendradas en el interior de las personas, en esos vacíos que millones intentan llenar con romances y oraciones.

¿Siguen igual de enrabiados?

Orellana: Seguimos igual de enrabiados, pero ahora estamos más contenidos, como digo en ‘El Arrepentido’, una de las nuevas canciones, "como buen animal estoy bien contenido y voy vagando sin hablar porque del silencio he aprendido, que no hay peor sordo que el que no quiere escuchar”. Siempre habrá cosas por las que enrabiarse, en "La Bestia" era un personaje muy explosivo, la rabia nos superaba, pero creo que en este disco nosotros superamos y manejamos esa rabia.

Molina: En este tiempo, me han pasado cosas muy buenas, que me tienen feliz, y he hecho también procesos (como ir al psicólogo), para no ser tan enojón. Ahora la rabia está algo más intelectualizada, si se quiere. En “Congo Zandor” hay mucha rabia igual, pero contra la mentira, la farsa de la religión… ya no es tan política. Ahora, las cosas de rabia “histórica” siguen estando, mi temperamento es inestable, pero puedo dirigir mis explosiones hacia cosas más productivas. Por eso me puse a componer, por primera vez en mi vida, y me dejó muy satisfecho el resultado, además de que Seba me ayudó, y me entendió muy bien.

¿Por qué ya no hay letras abiertamente políticas?

Orellana: Porque al momento de componer uno no piensa mucho, escribe lo que le dicta el corazón y supongo que en esos momentos de estar haciendo las canciones para este disco había otras cosas en mi cabeza, otras cosas que quería decir... Pero creo que no es un tema menor en nosotros la política, es algo que nunca dejará de estar presente en nuestras vidas por el simple hecho de que encuentro que todos esos hueones (los políticos) son la bacteria del mundo.

Ustedes dicen que “La Bestia” es un EP y que “Congo Zandor” es un LP. Sin embargo, en este nuevo trabajo sólo hay tres canciones más que en el anterior. ¿Qué hace la diferencia?

Molina: El punto de vista conceptual. “Congo Zandor” está mucho más logrado como un todo, es más homogéneo que “La Bestia”, que para mí es como el prólogo de este álbum. Y si bien rescato y me gusta la visceralidad del EP, siento que el LP es más profundo, me parece más desafiante, más en serio, más adulto... de una manera creativa y artística. Es raro igual, porque yo prefiero el sonido de “La Bestia”. Las baterías y la mezcla general me gustan más, siendo muy sincero. Y si bien me parecen buenos y adecuados los arreglos del disco nuevo, prefiero sostener todo en el dúo, ser un poco menos obvios.

Al digipack del disco lo bautizaron “minivinilo”. ¿Habrá después un vinilo de “Congo Zandor" con todas las de la ley?

Orellana: Es la idea. Aunque no tenga muchos vinilos, creo que es un formato que me gusta mucho, creo que las mejores escuchadas de disco han sido en un tocadiscos, se escucha mejor, no sé la explicación científica de eso, pero tengo buenos recuerdos de escuchar vinilos, además, me encanta como se ve el arte del disco en formato vinilo.

BIBLIA NEGRA

¿Cómo se acercaron al bolero en este disco?

Orellana: Es el tipo de canción que más me ha parado los pelos, me emociona bastante, creo que nunca he llorado tanto con una canción que no sea un bolero, lo tengo muy cercano. Mi abuela es una fanática del bolero, en mi casa y en mi familia en Concepción es una música que gusta mucho, y siempre que me piden que les toque algo por el estilo. Es una música que en la gente mayor está muy presente, y creo que los jóvenes actuales no saben mucho sobre ella. En este disco, quise mezclar bolero con rocanrol, creo que es algo novedoso y que me sale fácilmente, porque es un estilo que tengo muy presente en el día a día, me encanta. Mi preferido de este estilo es Jorge Farías, de Tiempos Rudos.

Así como su inclinación por los boleros era impredecible en "La Bestia", ¿qué otros gustos tienen que no estén representados en “Congo Zandor” y que podrían hacer una aparición en el potencial tercer disco de La Big Rabia?

Molina: A mí me gustaría que hubiera mucho más blues, y algo de hip hop tocado en vivo, con batería. Era la idea del tema “El Supremo”. Y siempre con la base de voz, guitarra y batería, no me entusiasma meter más instrumentos. Es bonito como detalle y en lo que hicimos recién, pero es muy obvio, una solución facilona.

"Congo Zandor" habla de lo humano y lo divino, mezcla desamor y religión…

Orellana: Siempre hemos dicho que la idea principal de esta banda es reflejar en las letras todo sentimiento que nos cause rabia, creo que ésa es la relación personal que vemos entre ambas cosas, el desamor es un tema que está presente en todos los seres humanos y la religión creo que cada vez más pierde credibilidad. ¡Cómo no escribirlo si es un tema que da rabia! Los curas son unos violadores en todo el sentido de la palabra, creo que es un cuento que nunca voy a comprar y que nunca lo compré. Recuerdo que odiaba ir a misa cuando chico, porque era muy incómodo y muy fome estar escuchando a un loco que dice puras imbecilidades. Encontraba más entretenido ir a ver músicos, dicen cosas que me hacen más sentido que un cura en misa, aparte que los curas cantan como las hueas.

Molina: No sé en qué momento me dio por esto de lo religioso, con mucha rabia por la mentira con que se transmite y se utiliza un mensaje que parece intrínsecamente bueno, generoso. Leí un comic de Crumb donde se narraba el Génesis, y me impresioné un poco con esto de que el Dios católico era muy malo, egocéntrico (teocéntrico, en verdad), cargante, malo y cruel… nada que ver con el mensaje de bondad y de dar la otra mejilla. Eso me da rabia. Como que si hay que elegir, el demonio me parece harto más real y contingente. Dice las cosas como son, es hasta más humano. El amor de Dios, como lo pintan, me parece tan falso y politiquero como la rabia e impotencia que me han generado la indolencia, la traición, y la irresponsabilidad de algunas personas que en algún momento amé y me amaron. La estupidez humana no tiene límite, y tratamos, a cada rato, de hacer responsable a Dios de nuestra catastrófica torpeza, cuando nos conviene. Dios no existe, lo creamos para exculparnos.

"Congo Zandor" toma su nombre de un demonio haitiano. La Big Rabia es un grupo que expía demonios. ¿Cuál es su relación con ellos?

Molina: Yo estoy aprendiendo a sacar partido de mis demonios personales, a aprovechar y dirigir su fuerza, su energía. No siento a los demonios como algo malo así de maldad, sino como la contraparte fea de ciertas cosas que entendemos como buenas, bonitas. Hasta hace muy poco, pensaba en la clásica idea de que el artista tenía que sufrir para hacer arte verdadero, pero hoy en día me pregunto si realmente tiene que ser así. La opción de escribir de lo bueno que te pasa igual me parece muy válida e interesante. Trato de aprender a no juzgar y entender, y aprovechar las cosas en sí mismas, sin clasificarlas. En mi vida me han pasado cosas muy complejas para poder llegar adonde estoy. Cosas que parecen duras, feas y hasta vergonzosas. Supongo que esos deberán ser mis demonios. Pero a mí no me producen ningún rechazo, al contrario, agradezco su presencia, haber pasado por eso, porque ése es el camino que me ha traído hasta donde estoy, y me gusta donde estoy. Son como cicatrices, nada más, te dan carácter y te recuerdan la experiencia.

Orellana: Yo creo que muchos seres humanos son unos demonios, demonios de bien y demonios del mal. Tengo muchos amigos que son unos demonios (risas). Mi relación con ellos es mucho más cercana a Dios o esas cosas más santas, no quiero quedar como un satánico que sacrifica animales, no, pero me considero un demonio porque soy todo lo que la Iglesia Católica no quiere que sea como ser humano. Podríamos decir que muchos somos el diablo en persona, es cosa de sentarse a escuchar un rato a un predicador en Plaza de Armas, dan ganas de pegarle una patada en la raja, ahí te das cuenta de lo pitiados que están estos tipos, aunque me siento reflejado en ellos, de alguna manera: me visto similar cuando actúo en vivo y también hablo como ellos. En cierto modo, los cantantes son predicadores.

COMPAÑEROS DE PIEZA

Aparte de La Big Rabia, ¿qué proyectos tienen? Ambos se caracterizan por tener doble o hasta triple militancia en otros grupos.

Molina: Contrariamente a mi proceder habitual, mi único proyecto musical en la actualidad es La Big Rabia. Se dieron las cosas para poder elegir en buena si continuaba o no en los otros proyectos en que participaba, y opté por poner todas mis fichas en el mismo casillero, y apostar por mi dúo favorito. Estoy muy contento con lo que estamos haciendo, me gusta en lo estético, en la actitud, y en la parte lúdica, me creo mucho el cuento de lo que somos, no finjo. Con Sebastián nos queremos mucho y somos muy amigos, pero estamos en desacuerdo en hartas cosas. No en mala, yo creo que es algo que tiene que ver mucho con los distintos momentos en que estamos, y la vida distinta que cada uno lleva. Eso parece algo malo a priori, pero siento que la edad me ha otorgado la madurez para tomar esto como un importante aderezo al proceso creativo, una sana discusión, desafiante, que requiere de procesos para resolverse, pero que precisamente en ese desarrollo logra crecer, pulirse, y llenarse de matices que la hacen más completa, interesante, y atractiva, aunque siga pareciendo simple.

Orellana: Siempre me ha gustado compartir con otros músicos, soy muy malo diciendo que no a no ser que me inviten a algo muy malo. Me gusta, me encantan las personas, sobre todo si son músicos, soy muy amigos de los músicos, son personas muy diferentes al resto. Y bueno, estoy tocando bajo con Fernando Milagros; soy guitarrista en un proyecto que se llama Maldita Bohemia (una banda de boleros con César Pino y Natalia Álvarez de Chorizo Salvaje); este mes, vamos a grabar nuevo disco con Philipina Bitch, y tengo un nuevo proyecto one man band que se llama Puñete y Los Pies Frenéticos. Probablemente, también colabore con Rodrigo Santis en su nuevo disco de Caravana.

Para cerrar, una curiosidad: Iván vivió en la casa de Algorecords. Ahora que se fue, Sebastián ocupa ahora la misma pieza. ¿Qué tal la experiencia?

Molina: En mi caso, fue una de las épocas más felices de mi vida. Imagínate, me levantaba en pijama y zapatillas, a grabar en las mañanas. Cruzaba el patio y me metía a un estudio bacán. Se quedaba a dormir mi hijo, salía en la mañana, y se ponía a conversar con Jack Endino (el productor del primer disco de Nirvana y del último de The Ganjas), que estaba almorzando en la mesa del patio, y le firmó su vinilo de “Bleach”. Cuando volvíamos de las tocatas, yo ya estaba en mi casa. Era increíble, el sueño del pibe. Pero me enamoré, las cosas cambiaron, y ahora sigo muy metido en Algorecords, pero ya desde afuera.

Orellana: Vivir aquí ha sido una experiencia muy buena sobre todas las cosas, los que andan por este lugar son muy buenas personas y están todos en la misma, dedicándose a música, además he aprendido muchas cosas que no hubiera podido aprender en otro lado. Y lo otro es que se nota que me quieren harto y eso es algo muy importante para mí, el afecto recíproco y la ayuda mutua es algo que me da vida, sé que puedo contar con ellos, así como ellos conmigo. Larga vida a Algorecords.

1.9.12

Luis Jara y Américo: Telerrealidad

Ya no existe separación, si es que alguna vez la hubo, entre música y farándula cuando se trata de Luis Jara. Esa doble militancia, como cantante y animador televisivo, dejó de ser una contradicción en su carrera, para convertirse en elemento definitorio. Américo es un aprendiz del mismo oficio, y comparte con Jara el desdén por los términos excluyentes, la creencia de que se pueden llevar a cabo ambas actividades sin mayor problema.

Presentado por Leo Caprile, el dúo sube a la tarima tras otra introducción, un video editado a la usanza reality show: percusiones bombásticas e imágenes de backstage en blanco y negro. Ambas figuras cantan a dúo las primeras dos canciones: la salsa "Murió la flor" y la balada "Dos corazones rotos", que le da nombre a este fastuoso espectáculo. Sus estilos combinan, el protagonismo se reparte equitativamente, los egos permanecen bajo control. Funciona.

Entonces, Américo le deja el escenario al restaurado Luis Jara. Números fijos como "Un golpe de suerte", "Ámame" y "No sé olvidarte" salen desde su garganta como bombas de largo alcance. Contundencia opacada, en parte, por un lamentable apego a los arreglos de saxofón de la escuela Kenny G. El cambio de mando le otorga el poder sobre un repleto Movistar Arena al próspero Américo. "Entre el odio y el amor", "Que levante la mano" y "Te vas" adornan el sólido segmento del nortino, cuya única mancha es una pequeña merma de soltura producto de su aspiracional fijación en mostrarse glamoroso. Con más aciertos que fallas, en balance, la gira "Dos corazones rotos" augura una nueva temporada de éxito para esta millonaria alianza de artistas, rostros, voces y, finalmente, comunicadores de masas.

Blank Tiger: En construcción


La curiosidad mató al gato, pero también llenó  Bar Loreto, nuevo punto clave para el socialité musical santiaguino tras el enquistamiento de bandas tributo –el cáncer del rock- en La Batuta. Como atracción principal, Blank Tiger, el proyecto de Benito, hijo de Gustavo Cerati y Cecilia Amenábar nacido en Chile, pero criado en Argentina. Para recibirlo de vuelta en Santiago, se echó mano a un despliegue de auspiciadores y medios asociados que ni el más optimista debutante podría soñar. Un exceso: no hubo algún single o hito sonoro que justificara este evento, basado únicamente en un apellido glorioso y, todo sea dicho, el morbo que lo rodea desde ese desafortunado accidente cardiovascular ocurrido en Venezuela.

De punta en blanco, el aspecto de Benito Cerati –espigado, eléctrico y distante- recuerda a Bowie, y también a referentes más actuales, como el andrógino Patrick Wolf. Su propuesta es un montón de bocetos para voz, guitarra y programaciones. “Pop deforme” la define el joven cantautor, aunque es una nomenclatura defectuosa: para perder la forma, primero hay que encontrarla, y se nota que Blank Tiger todavía no lo hace. Los títulos propios, como “Dizzy”, “(Me gustaría) verte desaparecer” o “Cute little pink killer bunny”, carecen de gancho, aunque exhiben la determinación de un vástago que no quiere colgarse –al menos musicalmente- de su padre. Es más, la receta da indicios de cuajar en la bailable “This song is missing (your voice)”. Pero falta desarrollo del material propio, y seguir rellenando con dispensables covers de Massive Attack (“Angel”), David Bowie (“Battle for Britain (the letter)”) y Portishead (“It’s a fire”) no ayudará mucho si lo que Cerati desea es edificar una carrera seria. Para ver a niños haciendo música como pasatiempo, suficiente hay en YouTube.