Si un artista fallece, las ventas de sus discos se disparan. “La muerte es un éxito de
público”, escribió Enrique Lihn en uno de sus poemas, y ésa es la suerte que han corrido
Donna Summer o Lou Reed. Pero la forma en que Michael Hutchence dejó este mundo,
en noviembre del 97, fue tan turbia que enlodó el nombre de INXS, un grupo que hasta
la pérdida de su vocalista pasó 20 años con la misma formación. La voluntad de los
sobrevivientes de seguir trabajando juntos fue interpretada como un acto de codicia.
Resultaba difícil perdonar que buscaran al reemplazante de Hutchence (¡imposible!)
mediante un concurso televisivo; más costaba tragar que editaran junto al ganador un disco
tan mediocre como “Switch”.
Tampoco ayudó que Hutchence fuese un playboy en vida: se desclasificaron –e inventaron-
numerosas hazañas sexuales, y como los rumores llaman a más rumores, pronto las
historias acerca de su hedonismo se volvieron descabelladas. Mientras tanto, su familia
intentó un lavado de imagen (su hermana y su madre publicaron el libro “Just a Man, the
real story of Michael Hutchence”), pero descuidó el trato hacia la viuda Paula Yates, quien
moriría tres años después dejando huérfana a la única hija de la pareja.
Las prensas rosa y amarilla se dieron un festín con la situación. Fue un final injusto para
la carrera de un músico que, con su ilimitada energía, transformó a INXS en una de las
bandas más grandes del mundo durante los 80. Cierto es que la fama de los australianos
iba en declive la década siguiente (Noel Gallagher se los notificó directamente en uno de
sus famosos exabruptos), sin embargo, los ciclos de la industria funcionan así: Bon Jovi
también pasaban un brusco bajón de popularidad en esa época, y ahora son reverenciados
como uno de los grupos más importantes del mundo, principalmente por lo hecho en el
pasado. Un destino similar aguardaba a INXS.
La televisión australiana emitirá el próximo año “Never tear us apart: the untold story of
INXS”, una miniserie que recrea los años en que, sin escabrosos rumores de por medio,
la banda atraía a millones de personas mediante una seguidilla de hits incontestables. Los
guionistas de la serie prometen exponer verdades ocultas sobre Hutchence. Tal vez sea
el momento de ahondar en la terrible enfermedad que sufrió en sus últimos años de vida:
la pérdida del olfato y el gusto producto de un accidente en moto en 1992. Ambos sentidos
se relacionan con la memoria emotiva y su ausencia implica un daño irreparable para las
emociones de cualquiera, especialmente las de un tipo que obedecía a sus instintos más
que a cualquier raciocinio. Como una versión a la inversa de Jean-Baptiste Grenouille,
el protagonista de “El perfume” que se transforma en asesino por culpa de su olfato
hiperdesarrollado, Michael Hutchence terminó sus días sin percibir aromas, quitándose la
vida en su desesperada búsqueda de nuevas sensaciones.
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