30.11.08
Let's Get It On
29.11.08
25.11.08
22.11.08
¿Y qué tanto con los Klaxons?
La ciencia ficción y el futurismo siempre han sido una profunda fuente de inspiración, sobre todo en los setentas y ochentas. Discos grandiosos como Time (1981) de la ELO o Mothership Connection (1975) de Parliament son el reflejo de un tiempo en que mirar hacia el 2000 era sinónimo de fantasías tipo Supersónicos. En los noventas, cuando las ilusiones de autos voladores y robots por doquier se hicieron trizas, era irrisorio pensar en que un grupo de rock bailable obsesionado con el imaginario espacial (más encima con toques de esoterismo) se convirtiera en un estandarte juvenil. De haber nacido la década pasada, los Klaxons no serían más que el hazmerreír de los seguidores del grunge o el aggro y, de seguro, no estaríamos hablando de ellos.
¿Cómo es que, después de años de escepticismo generalizado, un grupo con letras sci fi y vocación de pista de baile se toma al mundo? La respuesta puede no ser muy simple, pero algo podemos ensayar (después de todo, cuando se habla de música hay muchas verdades posibles). Quizás, esa misma desilusión, que latía en el corazón de los noventas, dio paso a un ansia lúdica. Claro, porque lo de Klaxons no puede ser tomado totalmente en serio, a menos que tengas a mano un diluyente muy poderoso. Y es que, en un momento en que el mundo se convulsiona, resulta saludable tomarse las cosas menos en serio y lanzarse a bailar con desenfreno, sin pensar mucho en nada.
Ñoñerías bailables
Tampoco se trata de que estos británicos sean unos descerebrados. Todo lo contrario. En su música encontramos un mosaico impresionante de influencias que reflejan a un grupo de personas inquietas, creativas y, por qué no, un poco ñoñas. Una de las más llamativas es la del escritor J.G. Ballard, quien publicó en 1982 una colección de relatos breves llamada Myths Of The Near Future; de ahí, los Klaxons tomaron el nombre para su único disco hasta la fecha. El término ballardian se usa en inglés para describir un futuro donde el hombre vive alienado y en pésimas condiciones. Por muy buena onda que sean las canciones que sonarán el martes en el Caupolicán, hay muchos guiños a esas lapidarias ideas que también han sido inspiración para personajes como Ian Curtis o Thom Yorke.
Pero ése es es sólo un detalle entre muchos. Si nos pusiéramos a escarbar cada guiño que hacen, probablemente se nos irían más líneas de las que usted está dispuesto a leer, cada tema de Myths Of The Near Future tiene, al menos, un pequeño saludo a la bandera de los geeks. Sin repetir ni equivocarse, pueden ser encontradas referencias a Phillip K. Dick, Platón (la Atlantis de Atlantis to Interzone es una metáfora de uno de sus diálogos), el calendario maya (Four Horsemen of 2012), el guionista de cómics Grant Morrison y el ocultista Aleister Crowley (Magick) por nombrar sólo algunos.
Esto puede parecer contradictorio. Si la idea es gozar sin mucha preocupación, en plan hedonista, no tiene mucho sentido que lo hagamos mientras nos bombardean de info. Pero ahí está la cosa: los Klaxons no son tontos graves, así que se ocuparon de que nada sea tan profundo en sus letras. Más que análisis, hay revisión. El que quiera cabecearse, que lo haga; pero el punto principal es pasarlo bien. He ahí su plus. En un tiempo en el que ser nerd es considerado cool (a pesar de la tremenda dicotomía que supone) y muchos buscan manejar datos de trivia para quebrarse, escuchar a estos chicos resulta muy apropiado. Por algo, todo lo relacionado a la banda es grito y plata.
El factor suerte también es importante y no puede ser negado. Contar con el beneplácito de la NME hizo que muchos se fijaran en ellos: el semanario los empapeló de piropos en su momento, les inventó el término nu-rave e hizo que el hype respecto a ellos subiera como la espuma. Sin embargo, aunque a muchos les moleste, la industria siempre ha funcionado así. La NME está más cercana a lo chistoso que a lo macabro, nu-rave es sólo una etiqueta entre miles y el hype es un fenómeno más viejo que el hilo negro. Además, si no fuera por todo ese aparataje mediático, ¿tendríamos el gustazo de verlos tocar acá? No se moleste en responder, es sólo una pregunta retórica.
*Subido el 18 de octubre a Disorder.cl
19.11.08
17.11.08
Santos Dumont: Como el vino
Justo en el ombligo de los años noventas, el grupo editaba su tercer elepé, Un Día en el Ático (Y lo que encontramos ahí), bajo etiqueta EMI. El lanzamiento se enmarcaba dentro del proyecto Nuevo Rock Chileno, que, en términos simples, era la cruzada del sello por fichar bandas nacionales, quedándose con los que más vendieran y desechando a los que no generaran ganancias. Los Santos Dumont estaban en esa segunda categoría.
En aquella época, los sureños eran conocidos por su espíritu sicodélico y experimental, pero las cosas iban a cambiar. El cantante Julián Peña se había unido a la banda y, además de poner su voz, colaboraría con sus propias composiciones. “Él tiene la culpa”, señala Iván Molina, con respecto al giro sonoro que tuvo la agrupación y que se evidencia en Similia Similibus, lejos su placa más accesible.
“Siempre he visto a Julián como una especie de McCartney, amante de las melodías bonitas. Mauricio Melo (el guitarrista) era más rockero, de la escuela de Hendrix y Cream. En cambio, Julián era más apegado a las estructuras, a las canciones”, dice el baterista. Eso sí, nadie se impuso. Las composiciones, desde entonces, serían hechas principalmente entre Peña y Melo. Era la génesis de su obra maestra.
CAUSAS Y AZARES
Con el apoyo de dos Carlos (Cabezas, dueño del estudio Konstantinopla, y Fonseca, el representante), las sesiones de grabación partieron en septiembre de 1997 y se extendieron por varios meses, hasta que todo estuvo listo en febrero del año siguiente. Sin embargo, por culpa del Mundial de Fútbol, que se robaba la atención mediática, y del desfinanciamiento de su sello (Fusión, propiedad de Fonseca), las cosas se dilataron más de lo debido. “Ese tiempo con el disco ahí, sin poder sacarlo ni tocarlo, hizo mella en nosotros, sobre todo en las relaciones personales. Al final, decidimos disolvernos”, recuerda Iván Molina.
Antes de comenzar la entrevista, Julián Peña ordenó una cerveza y yo hice lo mismo, pero el hombre de las baquetas pidió una bebida. Le pregunté, curioso, si es que no tomaba alcohol. “Es uno de los excesos que vivimos en ese tiempo”, se apresura en explicar Peña, “Ivancito pasó por un tiempo de locura”. ¿Como un rockstar? “No, como los chilenos nomás”, aclara bromeando el aludido. La ketamina, un fármaco alucinógeno, fue uno de sus vicios en el tiempo que pasó sin tocar. La banda, preocupada por su estado, se reunió para evitar que siguiera autodestruyéndose. Y lo consiguieron, a punta de música.
En esa suerte de segundo aire vio la luz, por fin, Similia Similibus, a comienzos del 2000. Un trato de distribución con Warner, apoyado por el éxito del clásico instantáneo ‘Ayer’, ayudaría a que la banda pudiese dar a conocer su material. Al menos, así era en teoría, porque en la praxis los problemas estaban lejos de terminar. “El arte del disco original nunca quedó como queríamos, era un azul más oscuro, fue un error de imprenta. Ni siquiera se podían leer bien las letras”, rememora el cantante.
Lo de la carátula era sólo un pelo de la cola comparado al terremoto que se avecinaba. El día del lanzamiento del álbum, a Julián Peña le avisaron que su madre, muy cercana también a la banda, había fallecido. Pero el show debía continuar y, estoicamente, los Santos Dumont dieron uno de sus conciertos más emotivos. Luego de eso, vendrían más presentaciones y la composición de nuevo material. Raúl Morales (quien ocuparía el lugar del retirado tecladista Marcel Molina) y Rodrigo Otero, en segunda guitarra, se integrarían al grupo. Con ellos, grabarían una Rara Tocata Nueva en el 2001, cuyo registro quedó plasmado en el bootleg Maximum Rock & Pop.
Pero el grupo estaba cansado. Las bajas ventas, responsabilidad de la pésima distribución del disco, y la falta de apoyo radial propiciaron que los integrantes de la banda se dispersaran. Mauricio Melo se fue a México, Ivan Molina se dedicó a Matorral mientras que Julián Peña, a Casanova. En septiembre del 2002, los Santos Dumont anunciaban, otra vez, su disolución. Ahora, todo parecía indicar que el distanciamiento era definitivo y, si bien no fue así, tuvieron que pasar seis años para que los penquistas nos volvieran a sorprender.
TERCER TIEMPO
Las vueltas del destino llevaron a que, lentamente, Similia Similibus retornara a la vida. “Me pasó que, hace como un año atrás, después de mucho tiempo sin escuchar el disco, lo puse una noche en mi casa y lo encontre increible. Estaba solo en mi living mientras todos dormían, justo habia terminado mi etapa con Casanova y me dio por recopilar todo lo que había hecho”, recuerda Julián Peña. “Me pareció que era un álbum de grandes canciones, con muy buenos arreglos”, complementa.
En paralelo, Iván Molina también se reencontraba con lo que había dejado atrás. “Un amigo periodista, Rodrigo Alarcón, fue el gatillante para mí. En uno de sus ramos, decidió hacer un reportaje sobre el Similia, cubriendo todos los aspectos que lo rodeaban. Cuando su investigación estuvo lista, me puse a leerla y caí en cuenta de lo interesante que era”. Con ese estímulo, el baterista contactó al resto del grupo para ver si les interesaba reeditar la placa. La respuesta fue unánime: sí.
“Les dije que podíamos usar el master (propiedad de Carlos Fonseca, quien lo cedió) y que yo tenía el sello (Discos Tue-Tue). Sólo nos faltaba el financiamiento”, cuenta Molina. El dinero llegó por parte del Fondo de Fomento de la Música Nacional y, junto con él, surgió la posibilidad de distribuir la placa a todo el país, mediante una alianza con Oveja Negra. “Por fin nos estamos sacando la bala pasada, siempre sentimos que con este disco se podía haber hecho mucho más”, señala Julián, con un tono de voz que denota satisfacción.
Lo que alguna vez pareció una espiral de infortunios, ahora luce como un sendero expedito y próspero. Son otros tiempos para Santos Dumont. “Antes, no teníamos ninguna de las facilidades que existen ahora. Necesitábamos de la maquinaria que ofrecían los sellos grandes y su plata”, señala el cantante. Iván termina la idea: “Hoy, el mundo de la música funciona en torno a las cosas pequeñas, al trabajo individual. Los mamuts, esas estructuras gigantes, como los edificios corporativos de las multinacionales, ya no tienen ningun sentido”.
VALOR AGREGADO
A ocho años de haber aparecido, Similia Similibus es considerado uno de los mejores discos del rock chileno. Pasó de ser una obra subvalorada e incomprendida, a ser un clásico de culto. “Sabíamos que era bueno, pero nunca sospechamos el valor que iba a obtener con el tiempo”, confiesa Peña. “Habia cosas que no me gustaban, que incluso reclamé en su momento ‘oye pero cómo vamos a poner esta cuestión’. Pero, ahora, hasta a eso le encuentro la gracia”. A Iván Molina le pasa lo mismo. “Cada uno, a su manera, sabía que era algo especial”, afirma.
Gran parte del reconocimiento actual que goza la banda se debe a ‘Ayer’, el single que los dio a conocer y que hoy es un imprescindible del catálogo nacional. Precisamente, fue esa canción la que los mantuvo con cierta rotación en radios y, de paso, los puso en las orejas de la generación actual. “Ahora, en los conciertos de Santos, va mucha más gente joven. Se saben las canciones y todo”, cuenta el baterista. Al respecto, Julián opina: “El disco ha trascendido, de la misma forma en que uno escucha grupos viejos como si fueran contemporáneos. Yo creo que, gracias a eso, nuestras canciones siempre estarán vivas”.
El capítulo Similia Similibus todavía no se cierra. Quedaron muchos temas afuera, los de la Rara Tocata Nueva, sin ser grabados en forma oficial. “Para cerrar el ciclo, aparte de la reedición, la idea es hacer un EP con todo ese material”, adelanta Peña. “Finalmente, nos hemos convencido de que eso es lo que tenemos y queremos hacer. En un comienzo, partimos lento, ni siquiera sabíamos si hacer un lanzamiento o no, pero después de un par de ensayos recuperamos el fiato y eso nos tiene motivados”, cuenta la voz del grupo.
Eso sí, aclaran que no han compuesto nada nuevo todavía. Pese a eso, tampoco son categóricos en negar la posibilidad de hacerlo y dejan la puerta entreabierta. “Todos tenemos millones de ideas, es cosa de seguir tocando y que la magia siga fluyendo entre nosotros. Queremos seguir según la forma en que se den las cosas”, explica Julián Peña. “Esto no lo hacemos porque nos sintamos obligados, sino por gusto. Es como una relación de pareja”, explica.
Ojalá sea una eterna luna de miel.
12.11.08
9.11.08
Tirón de orejas
8.11.08
6.11.08
4.11.08
Late of the Pier - Fantasy Black Channel
La placa fue producida por el afamado DJ Erol Alkan, quien tiñó de electrónica al grupo y lo ayudó a generar uno de los debuts más interesantes del año. Plagada de singles explosivos, como ‘The Bears Are Coming’, ‘Focker’ o ‘Space and the Woods’; la opera prima de Late Of The Pier merece todo tipo de elogios. Decir que Fantasy Black Channel es un disco aplastante no es una hipérbole, sólo es la realidad. Bien por ellos, mejor por nosotros.
Kings of Leon - Only by the Night
El garage ya le quedó chico a la banda y Only By The Night da prueba de ello. Durante el disco, hay una búsqueda constante por copar todos los espacios posibles con coros y melodías recordables. Así, han engendrado algunas de sus mejores canciones, como el single ‘Sex On Fire’ o ‘Use Somebody’. Al parecer, la meta de los Kings Of Leon es entrar a las grandes ligas y este ambicioso disco los deja encaminados con firmeza en esa senda.
The Streets - Everything is Borrowed
Su maduración también abarca lo instrumental, dejando de lado el copy paste de bases y beats, por sonidos de ejecución humana. La música de The Streets suena más sustanciosa que nunca en canciones como ‘On The Edge Of A Cliff’, o la funkera ‘The Sherry End’. Esta vez, el genio creativo de Skinner cumplió más de lo que prometía. Una grata sorpresa.
As In Rebekkamaria: Electropop adhesivo
Su ópera prima, Queen Of France (A:larm Music, 2008), es un artefacto diseñado con trozos de encomiable electro pop, tan adhesivo como perfeccionista. La versátil voz de esta escandinava se funde con beats que no dan tregua y forma un cúmulo de canciones que piden a gritos ser bailadas. As In Rebekkamaria posee la actitud y la calidad suficientes como para poner el mundo a sus pies. Con ustedes, una nueva musa nórdica.
Suena como: Róisín Murphy, CocoRosie, Robyn