17.11.08

Santos Dumont: Como el vino

Telenovelesca. Con esa palabra define Iván Molina, baterista de Santos Dumont, a la historia que rodea la gestación del disco Similia Similibus. Un álbum especial, desde lo que se escucha en cada tema, hasta lo que puede escarbarse mediante anécdotas de aquel tiempo. Más que de culebrón venezolano, la cronología de sucesos que experimentó la banda penquista tiene ribetes de gesta épica, de batalla campal contra las circunstancias adversas.

Justo en el ombligo de los años noventas, el grupo editaba su tercer elepé, Un Día en el Ático (Y lo que encontramos ahí), bajo etiqueta EMI. El lanzamiento se enmarcaba dentro del proyecto Nuevo Rock Chileno, que, en términos simples, era la cruzada del sello por fichar bandas nacionales, quedándose con los que más vendieran y desechando a los que no generaran ganancias. Los Santos Dumont estaban en esa segunda categoría.

En aquella época, los sureños eran conocidos por su espíritu sicodélico y experimental, pero las cosas iban a cambiar. El cantante Julián Peña se había unido a la banda y, además de poner su voz, colaboraría con sus propias composiciones. “Él tiene la culpa”, señala Iván Molina, con respecto al giro sonoro que tuvo la agrupación y que se evidencia en Similia Similibus, lejos su placa más accesible.

“Siempre he visto a Julián como una especie de McCartney, amante de las melodías bonitas. Mauricio Melo (el guitarrista) era más rockero, de la escuela de Hendrix y Cream. En cambio, Julián era más apegado a las estructuras, a las canciones”, dice el baterista. Eso sí, nadie se impuso. Las composiciones, desde entonces, serían hechas principalmente entre Peña y Melo. Era la génesis de su obra maestra.

CAUSAS Y AZARES

Con el apoyo de dos Carlos (Cabezas, dueño del estudio Konstantinopla, y Fonseca, el representante), las sesiones de grabación partieron en septiembre de 1997 y se extendieron por varios meses, hasta que todo estuvo listo en febrero del año siguiente. Sin embargo, por culpa del Mundial de Fútbol, que se robaba la atención mediática, y del desfinanciamiento de su sello (Fusión, propiedad de Fonseca), las cosas se dilataron más de lo debido. “Ese tiempo con el disco ahí, sin poder sacarlo ni tocarlo, hizo mella en nosotros, sobre todo en las relaciones personales. Al final, decidimos disolvernos”, recuerda Iván Molina.

Antes de comenzar la entrevista, Julián Peña ordenó una cerveza y yo hice lo mismo, pero el hombre de las baquetas pidió una bebida. Le pregunté, curioso, si es que no tomaba alcohol. “Es uno de los excesos que vivimos en ese tiempo”, se apresura en explicar Peña, “Ivancito pasó por un tiempo de locura”. ¿Como un rockstar? “No, como los chilenos nomás”, aclara bromeando el aludido. La ketamina, un fármaco alucinógeno, fue uno de sus vicios en el tiempo que pasó sin tocar. La banda, preocupada por su estado, se reunió para evitar que siguiera autodestruyéndose. Y lo consiguieron, a punta de música.

En esa suerte de segundo aire vio la luz, por fin, Similia Similibus, a comienzos del 2000. Un trato de distribución con Warner, apoyado por el éxito del clásico instantáneo ‘Ayer’, ayudaría a que la banda pudiese dar a conocer su material. Al menos, así era en teoría, porque en la praxis los problemas estaban lejos de terminar. “El arte del disco original nunca quedó como queríamos, era un azul más oscuro, fue un error de imprenta. Ni siquiera se podían leer bien las letras”, rememora el cantante.

Lo de la carátula era sólo un pelo de la cola comparado al terremoto que se avecinaba. El día del lanzamiento del álbum, a Julián Peña le avisaron que su madre, muy cercana también a la banda, había fallecido. Pero el show debía continuar y, estoicamente, los Santos Dumont dieron uno de sus conciertos más emotivos. Luego de eso, vendrían más presentaciones y la composición de nuevo material. Raúl Morales (quien ocuparía el lugar del retirado tecladista Marcel Molina) y Rodrigo Otero, en segunda guitarra, se integrarían al grupo. Con ellos, grabarían una Rara Tocata Nueva en el 2001, cuyo registro quedó plasmado en el bootleg Maximum Rock & Pop.

Pero el grupo estaba cansado. Las bajas ventas, responsabilidad de la pésima distribución del disco, y la falta de apoyo radial propiciaron que los integrantes de la banda se dispersaran. Mauricio Melo se fue a México, Ivan Molina se dedicó a Matorral mientras que Julián Peña, a Casanova. En septiembre del 2002, los Santos Dumont anunciaban, otra vez, su disolución. Ahora, todo parecía indicar que el distanciamiento era definitivo y, si bien no fue así, tuvieron que pasar seis años para que los penquistas nos volvieran a sorprender.

TERCER TIEMPO

Las vueltas del destino llevaron a que, lentamente, Similia Similibus retornara a la vida. “Me pasó que, hace como un año atrás, después de mucho tiempo sin escuchar el disco, lo puse una noche en mi casa y lo encontre increible. Estaba solo en mi living mientras todos dormían, justo habia terminado mi etapa con Casanova y me dio por recopilar todo lo que había hecho”, recuerda Julián Peña. “Me pareció que era un álbum de grandes canciones, con muy buenos arreglos”, complementa.

En paralelo, Iván Molina también se reencontraba con lo que había dejado atrás. “Un amigo periodista, Rodrigo Alarcón, fue el gatillante para mí. En uno de sus ramos, decidió hacer un reportaje sobre el Similia, cubriendo todos los aspectos que lo rodeaban. Cuando su investigación estuvo lista, me puse a leerla y caí en cuenta de lo interesante que era”. Con ese estímulo, el baterista contactó al resto del grupo para ver si les interesaba reeditar la placa. La respuesta fue unánime: sí.

“Les dije que podíamos usar el master (propiedad de Carlos Fonseca, quien lo cedió) y que yo tenía el sello (Discos Tue-Tue). Sólo nos faltaba el financiamiento”, cuenta Molina. El dinero llegó por parte del Fondo de Fomento de la Música Nacional y, junto con él, surgió la posibilidad de distribuir la placa a todo el país, mediante una alianza con Oveja Negra. “Por fin nos estamos sacando la bala pasada, siempre sentimos que con este disco se podía haber hecho mucho más”, señala Julián, con un tono de voz que denota satisfacción.

Lo que alguna vez pareció una espiral de infortunios, ahora luce como un sendero expedito y próspero. Son otros tiempos para Santos Dumont. “Antes, no teníamos ninguna de las facilidades que existen ahora. Necesitábamos de la maquinaria que ofrecían los sellos grandes y su plata”, señala el cantante. Iván termina la idea: “Hoy, el mundo de la música funciona en torno a las cosas pequeñas, al trabajo individual. Los mamuts, esas estructuras gigantes, como los edificios corporativos de las multinacionales, ya no tienen ningun sentido”.

VALOR AGREGADO

A ocho años de haber aparecido, Similia Similibus es considerado uno de los mejores discos del rock chileno. Pasó de ser una obra subvalorada e incomprendida, a ser un clásico de culto. “Sabíamos que era bueno, pero nunca sospechamos el valor que iba a obtener con el tiempo”, confiesa Peña. “Habia cosas que no me gustaban, que incluso reclamé en su momento ‘oye pero cómo vamos a poner esta cuestión’. Pero, ahora, hasta a eso le encuentro la gracia”. A Iván Molina le pasa lo mismo. “Cada uno, a su manera, sabía que era algo especial”, afirma.

Gran parte del reconocimiento actual que goza la banda se debe a ‘Ayer’, el single que los dio a conocer y que hoy es un imprescindible del catálogo nacional. Precisamente, fue esa canción la que los mantuvo con cierta rotación en radios y, de paso, los puso en las orejas de la generación actual. “Ahora, en los conciertos de Santos, va mucha más gente joven. Se saben las canciones y todo”, cuenta el baterista. Al respecto, Julián opina: “El disco ha trascendido, de la misma forma en que uno escucha grupos viejos como si fueran contemporáneos. Yo creo que, gracias a eso, nuestras canciones siempre estarán vivas”.

El capítulo Similia Similibus todavía no se cierra. Quedaron muchos temas afuera, los de la Rara Tocata Nueva, sin ser grabados en forma oficial. “Para cerrar el ciclo, aparte de la reedición, la idea es hacer un EP con todo ese material”, adelanta Peña. “Finalmente, nos hemos convencido de que eso es lo que tenemos y queremos hacer. En un comienzo, partimos lento, ni siquiera sabíamos si hacer un lanzamiento o no, pero después de un par de ensayos recuperamos el fiato y eso nos tiene motivados”, cuenta la voz del grupo.

Eso sí, aclaran que no han compuesto nada nuevo todavía. Pese a eso, tampoco son categóricos en negar la posibilidad de hacerlo y dejan la puerta entreabierta. “Todos tenemos millones de ideas, es cosa de seguir tocando y que la magia siga fluyendo entre nosotros. Queremos seguir según la forma en que se den las cosas”, explica Julián Peña. “Esto no lo hacemos porque nos sintamos obligados, sino por gusto. Es como una relación de pareja”, explica.

Ojalá sea una eterna luna de miel.

*Subido a POTQ.cl, Noviembre 2008

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