22.11.08

¿Y qué tanto con los Klaxons?

A estas alturas, hay que ser iluso para creer que el atractivo de una banda radica sólo en su propuesta artística. Muchos factores entran en juego para que un grupo gane terreno. En el caso de los Klaxons, las palabras nu-rave, hype y NME son las que más se usan para explicar su creciente fama. Pero, antes de su concierto este martes 21 en el Caupolicán, nos olvidamos de todo eso para aventurarnos en las cabezas de estos británicos. ¿Quién dijo que la música para bailar no tenía sustancia?.

La ciencia ficción y el futurismo siempre han sido una profunda fuente de inspiración, sobre todo en los setentas y ochentas. Discos grandiosos como Time (1981) de la ELO o Mothership Connection (1975) de Parliament son el reflejo de un tiempo en que mirar hacia el 2000 era sinónimo de fantasías tipo Supersónicos. En los noventas, cuando las ilusiones de autos voladores y robots por doquier se hicieron trizas, era irrisorio pensar en que un grupo de rock bailable obsesionado con el imaginario espacial (más encima con toques de esoterismo) se convirtiera en un estandarte juvenil. De haber nacido la década pasada, los Klaxons no serían más que el hazmerreír de los seguidores del grunge o el aggro y, de seguro, no estaríamos hablando de ellos.

¿Cómo es que, después de años de escepticismo generalizado, un grupo con letras sci fi y vocación de pista de baile se toma al mundo? La respuesta puede no ser muy simple, pero algo podemos ensayar (después de todo, cuando se habla de música hay muchas verdades posibles). Quizás, esa misma desilusión, que latía en el corazón de los noventas, dio paso a un ansia lúdica. Claro, porque lo de Klaxons no puede ser tomado totalmente en serio, a menos que tengas a mano un diluyente muy poderoso. Y es que, en un momento en que el mundo se convulsiona, resulta saludable tomarse las cosas menos en serio y lanzarse a bailar con desenfreno, sin pensar mucho en nada.

Ñoñerías bailables

Tampoco se trata de que estos británicos sean unos descerebrados. Todo lo contrario. En su música encontramos un mosaico impresionante de influencias que reflejan a un grupo de personas inquietas, creativas y, por qué no, un poco ñoñas. Una de las más llamativas es la del escritor J.G. Ballard, quien publicó en 1982 una colección de relatos breves llamada Myths Of The Near Future; de ahí, los Klaxons tomaron el nombre para su único disco hasta la fecha. El término ballardian se usa en inglés para describir un futuro donde el hombre vive alienado y en pésimas condiciones. Por muy buena onda que sean las canciones que sonarán el martes en el Caupolicán, hay muchos guiños a esas lapidarias ideas que también han sido inspiración para personajes como Ian Curtis o Thom Yorke.

Pero ése es es sólo un detalle entre muchos. Si nos pusiéramos a escarbar cada guiño que hacen, probablemente se nos irían más líneas de las que usted está dispuesto a leer, cada tema de Myths Of The Near Future tiene, al menos, un pequeño saludo a la bandera de los geeks. Sin repetir ni equivocarse, pueden ser encontradas referencias a Phillip K. Dick, Platón (la Atlantis de Atlantis to Interzone es una metáfora de uno de sus diálogos), el calendario maya (Four Horsemen of 2012), el guionista de cómics Grant Morrison y el ocultista Aleister Crowley (Magick) por nombrar sólo algunos.

Esto puede parecer contradictorio. Si la idea es gozar sin mucha preocupación, en plan hedonista, no tiene mucho sentido que lo hagamos mientras nos bombardean de info. Pero ahí está la cosa: los Klaxons no son tontos graves, así que se ocuparon de que nada sea tan profundo en sus letras. Más que análisis, hay revisión. El que quiera cabecearse, que lo haga; pero el punto principal es pasarlo bien. He ahí su plus. En un tiempo en el que ser nerd es considerado cool (a pesar de la tremenda dicotomía que supone) y muchos buscan manejar datos de trivia para quebrarse, escuchar a estos chicos resulta muy apropiado. Por algo, todo lo relacionado a la banda es grito y plata.

El factor suerte también es importante y no puede ser negado. Contar con el beneplácito de la NME hizo que muchos se fijaran en ellos: el semanario los empapeló de piropos en su momento, les inventó el término nu-rave e hizo que el hype respecto a ellos subiera como la espuma. Sin embargo, aunque a muchos les moleste, la industria siempre ha funcionado así. La NME está más cercana a lo chistoso que a lo macabro, nu-rave es sólo una etiqueta entre miles y el hype es un fenómeno más viejo que el hilo negro. Además, si no fuera por todo ese aparataje mediático, ¿tendríamos el gustazo de verlos tocar acá? No se moleste en responder, es sólo una pregunta retórica.

*Subido el 18 de octubre a Disorder.cl

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