24.11.09

Ana Tijoux: Con temple de acero

Estaba agotada, exhausta de tantos problemas. Pero Ana Tijoux prefirió soportar la tormenta amparada en su música y hacerle cosquillas a una vida que le gruñía. Después de un debut solitario que no le gustó, reclama con 1977 -su segundo álbum- el sitial que le pertenece: la realeza del hip-hop chileno.

Chile es el país de los diminutivos. Son usuales en el hablar cotidiano y representan un trato cariñoso, pero también configuran una personalidad que todo lo reduce a su mínima expresión. Y eso no puede ocurrir con la reina madre del rap nacional, la única fémina MC que ha orbitado alrededor nuestro por más de una década: Ana Tijoux. Con la aparición de 1977, terminó la época en la que nos referíamos a ella como si fuera una niña pequeña y ahora la miramos de frente, porque su personalidad tampoco avala que la contemplemos como a una institución lejana. La ex Makiza es cercana, histriónica y empática. Sabe llevar una conversación de un lado a otro, con lucidez y perspicacia. Es que está contenta, no se cansa de proclamarlo. “Tengo muchos óvulos ovulando, ando muy pila. Físicamente, me siento similar a una época con Savia Nueva, colaborando con gente que me gusta. Ésa ha sido la tónica de estos días”, cuenta, aludiendo a su alma máter. El mismo conglomerado de amigos que la acompañó en la factura de su segundo elepé.

Después del sorpresivo Kaos, un álbum que consternó a los amantes del hip-hop (a la misma vez que cautivaba a la masa mainstream), esta hija del exilio volvió a escapar de los parámetros. Ahora, corona la década del reggaeton y el Auto-Tune exacerbado con un trabajo de impronta clásica y revivalista. Un atrevimiento, luego de haber incrementado su notoriedad tras firtear con el pop. “Cuando hice mi primer disco, estaba súper triste, tenía una depresión muy fuerte. En lo personal, no me gusta, pero también pienso que me dio de comer. Fue funcional. Ahora le tengo cariño, porque lo hice a pesar de estar bajoneada. No me escondí en el Cajón del Maipo a meditar con las estrellas. Lo nuevo no tiene nada que ver, antes me sentía súper insegura y ahora estoy la raja. Asumí la pena que llevaba, y toda la gente depresiva es súper egocéntrica, es la paradoja del asunto: sólo te preocupas de ti. Tenía que vivirlo de esa manera”, explica.

“Le tiraron mucha mierda a Kaos, pero era normal, no me extrañó que ocurriera. Había que pasar por eso. Muchos se sintieron traicionados, pero yo estaba con tantos problemas personales que ignoré esos comentarios. No me preocuparon”, asegura. La acumulación de confictos le sirvió como una coraza ante los detractores, estaba ensimismada en una burbuja de ahogos y dificultades existenciales. Una coyuntura que no le es ajena. “Me asumo como una persona muy enrollada, que ha tenido montones de tristezas, como mucha gente de Chile, que es un país bipolar. Escribir es mi descarga, es extrapolar, vomitar. Es el único momento en el que me libero y no pienso, sólo siento. Si no hiciera música, buscaría otra manera de sacar todo eso. Extirpar y transformar es sano, es una terapia que no me cuesta”, confiesa.

Ana Tijoux combatió a la malaventura con dos armas: pestañas y pluma. “Yo me di cuenta de que estaba mejor cuando soñé con una for. Representaba a mi personalidad, que yo sentía que se había borrado. Pero la vi, después me la tatué y todo mejoró. Yo era esos pétalos. Y me hice las preguntas básicas, como quién soy, por qué hago música, por qué la encontraba tan bacán y en qué momento perdí eso”, declara. “Tengo un cuaderno donde anoto mis sueños todos los días. Cuando estaba en el colegio, me pegué con el surrealismo y con un poeta que se llama Robert Desnos, que recitaba medio dormido. Y cuando partí en el freestyle, pensé que había que hacerlo en esas mismas condiciones. Es catarsis. Por ejemplo, cuando estaba en Makiza, antes era un tema para mí ser chilena o francesa. Pero hicimos ‘La Rosa de los Vientos’ y fue como ir al baño. El inconsciente es algo muy heavy, me llama mucho la atención”, manifiesta.

EN PRIMERA PERSONA (DEL PLURAL)

El segundo aire de la MC se tradujo en un flamante elepé, donde el boom bap exige ecualizar dándole preferencia a los tonos graves. El regreso de la rimadora a la escuela más ortodoxa fue un movimiento visceral, sin dobles lecturas ni manifiestos ocultos. “Lo único que tenía claro es que quería grabar un disco de rap con un sonido clásico. No había tantas ideas preconcebidas, sólo tener baterías, samples y letras. Desde el año pasado estaban las ganas, porque nunca antes había podido encerrarme a escribir. Cuando estaba en Makiza, hacía ocho versos, repetíamos el coro mil veces y el trabajo (por cabeza) al final solía ser poco. Para Kaos, que era popero, tampoco pude llevar a cabo lo que ahora estoy haciendo”, grafca. El papel y lápiz reclamaban un espacio en su agenda, así que tuvo que obedecerles e inundarlos de autobiografía.

Pese a lo personal del proceso vivido en la previa del álbum, el esfuerzo que lo procreó fue realizado por una camarilla de renombre y abultado prontuario. Un comité encabezado por Foex y Hordatoj, que entrecruzó los esfuerzos de ambos productores, además de otro puñado de representantes de lo más granado que la fauna local ofrece. “Se piensa que una placa solista es la consagración de una persona, pero 1977 es la consagración de un colectivo. Todos trabajamos para todos. Ha sido intenso, pero bonito”, describe. “A menos de que te grabes, masterices, compongas, hagas tu foto y tu carátula, el disco solista no existe. Hay mucha gente involucrada, energéticamente hablando. Aunque tenga mi cara y mi nombre”, afirma Tijoux, con absoluto convencimiento en sus palabras.

“Estoy muy afiatada con Potoco Discos y Habitación del Pánico, somos un grupo de amigos que hace música juntos y tenemos planeado ver en qué seguiremos como equipo. Nos criticamos y apoyamos, siempre en forma constructiva”, asevera. La avalan los planes conjuntos y proyectos compartidos. “La mano, en cuanto a promoción, también tendrá que ver con ellos, para saber qué podemos hacer. Ando en la parada de colaborar con gente que admiro, porque siento que me hace crecer a mí y a ellos igual. He tenido una retroalimentación súper bonita. Somos como una mesa abierta de trabajo”, describe.

Contar con experiencia en labor comunitaria ha blindado a la francochilena contra cualquier imprevisto. Su paso por Makiza y Alüzinati, además de la participación en la banda sonora de Los Pulentos, le proporcionaron fuertes herramientas metodológicas para asumir la concepción de su último elepé. Aunque se deshace en elogios hacia quienes la respaldan, Ana también sabe poner los puntos sobre las íes. “La democracia no existe, las dictaduras en la música también funcionan. Eso me lo dijo Álvaro Henríquez, me costó entenderlo al principio, pero ahora sí. A la hora de tomar decisiones, si todos están pujando, se pone enrollado. Tiene que haber un líder”, explica. Son palabras donde se olfatea el aroma de la experiencia.

“En este momento, está mi álbum, pero se va a extrapolar a distintos personajes. Focalizamos la misma energía en lugares diferentes. Hordatoj sacará su disco el 2010, también el Epicentro, y el Dacel hará su mixtape. Es como un jardín donde todos cultivan. Ahí sí encaja”, adelanta sobre los próximas jugadas de una partida que toma vuelo y que la representa. En el caso de 1977, aquel espíritu cooperador se materializó en participaciones de Cómo Asesinar a Felipes, Solo Di Medina, Quique Neira, Bubaseta y Stailok, por citar algunos. Una aleación de nombres consagrados con otros cuyo futuro es altamente promisorio. Nada raro para una mujer que es sinónimo de hip-hop. Aunque sus pies puedan transitar por estilos dispares, la reacción primaria ante Tijoux es pensar que se trata de una maestra de ceremonias desdoblándose y mostrando otro cariz. Nunca al revés. La materia se transforma, pero siempre es una sola.

CAMBIO Y FUERA

La madurez, aquel lugar común al que recurren los periodistas que se enfrentan a artistas de trayectoria, es más que un repetido tópico en la vida de la MC. Es una realidad. Esa veinteañera que no sabía de qué nacionalidad declararse ya pasó a mejor vida, así como sus temores frente a la escena que la abrazó, pero cuyos miembros también la cuestionaron. “Al principio, con Makiza, estuve súper enrollada. Era parte de algo, pero no sabía qué tanto pertenecía a ese movimiento. Me encantaba, pero me sentía tan rara para el común denominador de un talibán. Era chica, no sabía si quería ser conocida y tampoco tenía mucha idea de lo que estaba pasando. Me alimentaba el ego, pero las expectativas se iban haciendo cada vez más grandes y yo terminaba preguntándome si quería llenarlas. Pero eso el tiempo lo arregla”, admite.

Los años dilucidaron su postura y la forma en que se aceptó a sí misma. “Yo soy un ser más extraño que la mierda, ni yo me entiendo mucho. Soy humana, soy mujer y soy chilena”, proclama. “Hay belleza en la paradoja de cuando te subes al escenario, con todo su brillo, te bajas, la gente está felicitándote, pero tú estás mal por dentro. Y no puedes explicarlo. Las personas te ven de una forma, esperan cosas, pero tú de repente no quieres cumplir con eso que te piden”, manifiesta. Un síntoma que se desató con su vuelta de tuerca al editar Kaos. Calificado por los puristas como una afrenta al hip-hop, en el balance de Tijoux la placa significó ampliar su espectro y obtener certezas. “A mí me conocía la gente que escuchaba rap. Tener otra exposición te da un reconocimiento distinto. Me parecía chistoso, porque yo sé que existo y no necesito a la sociedad para que me diga quién soy yo o que ahora que estoy en MTV soy importante”, decreta.

La veteranía de una década rimando convirtió a Anita en Ana y la erigió por sobre las compulsivas lenguas opinantes. Con el temple adquirido, la reina madre asumió la actitud más sana de todas: darle prioridad absoluta a la satisfacción de sus inquietudes, obviando a los miramientos. “No pensé en cumplir las expectativas de nadie, ni en demostrar nada. Antes tenía esa necesidad, pero la dejé. 1977 nació porque necesitaba hacerlo. Me pone feliz la libertad de trabajar con mis amigos, me hace crecer. Me siento libre, más integra, no tengo que dar mayores explicaciones al respecto. Estoy muy bien, ando tranquila. Hice un disco sencillo y poco pretencioso, con una carátula austera y sin mandarle saludos a nadie”, asegura complacida. Ni siquiera hay jactancia en sus declaraciones, sino el alivio de saberse emancipada y soberana de sus actos.

A esa misma autonomía recurrió al grabar, durante febrero pasado, un tributo a Violeta Parra. El homenaje fue registrado en su totalidad y ahora sólo espera una fecha de aparición. “No lo sacamos porque nos abocamos en el otro álbum, pero está listo. Grabaría mil discos de ella, tiene una cantidad de material esa mujer… la mina era muy hip-hop en sus composiciones. Recopilamos las décimas y las rapeamos, tomamos los instrumentales, que son las anticuecas, y las mezclamos con las letras. Hay tres temas conocidos, que son ‘Maldigo del Alto Cielo’, ‘Santiago Penando Estás’ y ‘La Carta’. Todavía no sabemos cómo saldrá, tengo que conseguir los permisos primero”, adelanta sobre el gusto que se concedió al registrar ese as bajo la manga.

Coherente con su discurso, la MC le dio luz verde a un arrebato de espontaneidad y se empapó de vigor para contagiar a sus secuaces. Más que un elepé, su nueva placa es el respiro después del agobio y el testimonio de la bonanza anímica que atraviesa. “Este disco se grabó en apenas tres meses. Yo dije ‘¡Ya, Droh, prodúceme! ¡¡Ya, Fo, el estudio! ¡Oye, ven a grabar!’. Estuvimos encerrados en Potoco escribiendo y armando las canciones. Todo fue sampleado directamente desde el vinilo, además, usamos unos instrumentales que existían desde antes. Fue como cocinar una torta, unos pusieron la miga, otros la cereza y quedó lista”, compara. Los platos están servidos y no se requiere invitación. Es hora de sentarse a comer.

Extravaganza! | Noviembre 2009

1 comentario:

  1. jajaja hoy un compañero de laboratorio me habló todo el rato de la tocata de anoche de anita a la que yo no fui porque pffff, como vivo en los suburbios.... en fin, yo igual le seguiré diciendo anita, la anita, ídola. El día que toque tambalea será bacán.
    saludos!

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