29.10.10

The Smashing Pumpkins - Gish (1991)


A finales de 1990, cuatro músico veinteañeros de Chicago dieron con el nombre de Butch Vig, por sugerencia de su sello discográfico, mientras buscaban un productor barato. Eran The Smashing Pumpkins, quienes sólo contaban con el autogestionado single debut ‘I Am One’, editado por la pequeña etiqueta Limited Potential, y querían seguir obrando en estudio. La primera colaboración entre ambas partes se llamó ‘Tristessa’, el único sencillo de la banda para Sub Pop y el atisbo inicial de lo que sería “Gish”.

Editada en mayo de 1991, a través de la independiente Caroline (Bad Brains, White Zombie, Hole), la placa supuso cambios futuros en la vida de todos sus involucrados. La tensión que experimentaron grabando, por falta de presupuesto y la responsabilidad de seguir de día en sus empleos extramusicales, convirtió a los Smart Studios de Wisconsin en un lugar insufrible mientras registraban el álbum. Tales sesiones fueron la génesis de los ahora famosos delirios perfeccionistas y déspotas de Billy Corgan, quien -años después- declaró no conocer esa faceta suya sino hasta el mismo día en que empezaron a trabajar.

Antes de asesorar “Gish”, en diciembre del ’90, Butch Vig había trabajado con bandas como Die Kreuzen y Killdozer. Agrupaciones que se convirtieron en reconocidas influencias para los estandartes del grunge, pero que no gozaron de una estampa distintiva que los hiciera sobresalir y se perdían en raudales de baja definición. Muy por el contrario, The Smashing Pumpkins (conscientes de que probablemente ésta sería su única oportunidad) hurgaron en las posibilidades sónicas y profundizaron hasta encontrar su propia singularidad, con su líder y vocalista en el papel de co-productor.

La opción tomada fue perseguir la fastuosidad en el registro. Con influencias claras del heavy metal y el art-rock, el cuarteto debutó con un disco donde convivían a la perfección dos fuerzas opuestas: las procesadas paredes de guitarras de Billy Corgan y James Iha versus la batería de Jimmy Chamberlin, quien grabó sólo una o dos tomas por canción. Rasgos que alimentan el mito detrás de una placa que, además, se encargó de presentarnos a un grupo rebosante de ideas, pese a que los recursos –técnicos y estilísticos- con los que contaban no eran los óptimos para concretarlas.

Con este álbum, las puertas quedaron abiertas, no sólo para el éxito mundial de la banda, sino también para una metodología que marcaría los noventas. Hay un antes y un después de estos 10 cortes en la carrera de Butch Vig. La siguiente misión del productor fue grabar “Nevermind”, la segunda entrega de una banda de Seattle con la que expandió y mejoró lo aprendido aquí. El trío de Kurt Cobain le arrebató el protagonismo a The Smashing Pumpkins, que serán tildados como “los nuevos Nirvana” en 1993, cuando regresen con el multiventas “Siamese Dream”. Nadie dijo que la vida era justa.

The Smashing Pumpkins - Siamese Dream (1993)

Para pasar de promesa indie a sensación mundial, The Smashing Pumpkins recorrió uno de los caminos más tortuosos de los noventa y engendró un disco bajo condiciones de suma hostilidad. Billy Corgan experimentaba un severo bloqueo creativo, producto del quiebre con su novia y la pérdida del departamento en que vivía. Al unísono, también acabó la relación amorosa entre James Iha y D’arcy Wretzky, luego de la gira de “Gish”. Caso aparte era el de Jimmy Chamberlin, quien hacía todo lo contrario y afianzaba su idilio, haciendo de la heroína su fiel compañera.

¿Complicado? Todavía falta añadir la presión por superar al primer disco, que los catapultó a un sello grande (Virgin, parte del grupo EMI) y les dio la posibilidad de grabar su nuevo álbum con 250 mil dólares, más de 10 veces su presupuesto anterior. Butch Vig nuevamente asistió la producción, aunque en condiciones muy diferentes dado el prestigio obtenido por “Nevermind” y sus trabajos siguientes, entre los que destaca otro lanzamiento vital de la década: “Dirty” de Sonic Youth. Eso sí, de poco y nada servirían la abundancia de recursos y galardones para hacer llevaderas las sesiones de “Siamese Dream”.

La interacción entre los miembros del grupo resultó desastrosa, por decir lo menos, durante los cuatro meses que estuvieron grabando en Atlanta. Las constantes desapariciones de Jimmy Chamberlin indicaban que había logrado contactar a traficantes en la ciudad, mientras que James Iha y D’arcy Wretzky peleaban todos los días, provocando que su habilidad como instrumentistas se debilitara. Billy Corgan decidió registrar él mismo las partes que les correspondían al guitarrista y la bajista, a la vez que reprendía al batero por su conducta y lo hacía repetir las tomas de su instrumento decenas de veces.

“Siamese Dream” nació del conflicto y sus canciones también. La letra de ‘Cherub Rock”, el primer single del disco, era una diatriba lanzada contra el mundillo indie al que detestaban. Aunque Virgin distribuyera el sencillo mediante Hut -una filial de fachada autónoma- y que intentara promocionarlos como “los nuevos Nirvana”, The Smashing Pumpkins pertenecían a otra estirpe rockera. Una casta que no vestía camisas leñadoras y que apelaba a una paleta más amplia de referentes estéticos (glam, sicodelia, new wave, pop), pese a concentrar sus esfuerzos en llegar a los mismos corazones de los adolescentes que escuchaban grunge.

En julio de 1993, el disco fue editado y debutó en el décimo lugar de ventas en Estados Unidos. Los resultados comerciales se condecían con los artísticos, premiando a un disco ambicioso y confesional hasta decir basta, lleno de relatos que exponen los problemas personales de su compositor. Algunos ejemplos: ‘Disarm’ habla de la relación con sus padres, ‘Spaceboy’ está dedicada a Jesse (su medio hermano discapacitado) y ‘Today’ lidia con los sentimientos suicidas que experimentó durante la mentada crisis amorosa. La catarsis fue musicalizada con esmero obsesivo y capas de sonido que yuxtaponían decenas de tomas de guitarra. Expresionismo en carne viva.

El impacto comercial del álbum, que agotó más de cuatro millones de copias, congregó a nuevos acólitos para el grupo. De paso, agotó el tiraje de “Gish” y lo convirtió en el lanzamiento independiente más exitoso de la historia, hasta ese momento. Por fin se hacía justicia con The Smashing Pumpkins, aunque fuese temporal porque la prensa no resistiría la tentación de demonizar al líder del grupo y edificar un mito en torno a su personalidad autoritaria. Eso sí, los detractores quedaban con pocos o nulos argumentos para atacar a la banda por motivos artísticos. El melodrama de James Iha y D’arcy Wretzky, la drogadicción de Jimmy Chamberlin y el ego de Billy Corgan serán condimento en futuros anecdotarios; pero “Siamese Dream” pasará a la historia como una obra maestra.

20.10.10

Mis consejos para aspirantes a críticos musicales. Por Everett True*

Traducción por Andrés Panes y Patricio Urzúa

1. Nunca intentes disculparte por sostener una opinión.

2. 400 palabras, bien. 800 palabras, una mierda.

3. La mayoría de los músicos son unos imbéciles.

4. La industria musical no es tu amiga. A menos que elijas convertirla en ello.

5. No olvides darle valor a lo que haces. Si no, ¿por qué alguien más habría de dárselo?

6. Tener la habilidad de poner al máximo los parlantes no te convierte automáticamente en una persona interesante.

7. Tema para debate: The Rolling Stones arruinaron la música para todas las generaciones.

8. No te excedas con los adjetivos. Por lo general, uno es más que suficiente.

9. No confundas investigar con la habilidad de recitar de memoria comunicados de prensa.

10. A nadie le importa un carajo lo que piensas. Supéralo.

11. Tus principios no significan nada si no tenías alguno para comenzar.

12. 10 palabras, bien. 50 palabras, no tiene sentido.

13. Nunca intentes describir la música.

14. Si tienes que hacer una lista para demostrar un punto, probablemente no deberías dedicarte a escribir.

15. Nada debería importarte. No en público, al menos.

16. Las compañías disqueras y los comunicados de prensa no siempre dicen la verdad.

17. No escribas para revistas o sitios web que no leas.

18. A nadie le importa un carajo por qué no llegaste al concierto hasta que los teloneros llevaban media hora tocando.

19. A nadie le importan los nombres completos de cada miembro de la banda.

20. Escribe porque tienes la necesidad de hacerlo, no para armarte un currículum. No preguntes a quién mandarle lo que haces. Escribe. No se requiere permiso de nadie.

21. Si no tienes puta idea de por qué lo estás haciendo, no lo hagas.

22. Este oficio no es sexy, no es glamoroso y de seguro no te hará conseguir sexo.

23. Palabras para evitar: “Realmente”, “totalmente”, “seminal”, “increíble”, “trascendente”, “yo creo”, “parece”.

24. No se ha terminado. Nunca se termina.

25. A la mierda dónde se cortan correctamente las palabras. Y a la mierda los pronombres, también. Ya que estamos en esto, escribe directo, entretenido, informativo.

26. ¿Piensas que una banda suena como otra? Probablemente tengas razón. ¿Y qué?

27. La plataforma es mucho más importante que el crítico.

28. Nunca confíes en un escritor sin una agenda.

29. Tu editor siempre valorará más tu capacidad para cumplir un horario que tu capacidad para escribir prosa llamativa.

30. ¿Es agradable que te envíen cosas gratis, no? Supéralo AHORA MISMO.

31. Una repetición telefónica de 10 minutos del comunicado de prensa no constituye, ni por si acaso, una entrevista.

32. No todas las bandas reposadas suenan como Young Marble Giants.

33. No todas las bandas ruidosas suenan como Sonic Youth.

34. A nadie le importa un carajo si alguna vez te agarraste a alguien mientras sonaba un lado B de los Smashing Pumpkins.

35. Tener la habilidad de usar un teclado no te hace automáticamente un escritor. Ver también el punto #6.

36. No te quedes pegado más allá del tiempo que eres bienvenido. Buenas noches.

37. La gente lee tus palabras para enterarse sobre la MÚSICA.

38. ¿Confundido con alguna de tus oraciones? No serás el único.

39. No confundas intoxicación alcohólica con una buena salida nocturna.

40. Radiohead ya no hace buenos discos. Supéralo.

41. ¿Te urge leer otra reseña del mismo disco antes de escribir la tuya? SÁLTATELA.

42. La era dorada de la crítica musical nunca existió. Supéralo.

43. Si te aburres a ti mismo, de seguro aburres a tus lectores.

44. Kurt Cobain está muerto. Supéralo.

45. Sé cándido. Sé tú mismo. Sé consciente. Sé tú mismo. Sé entretenido. Sé tú mismo.

46. ¿Cuántos críticos musicales se necesitan para cambiar el mundo? Exacto.

47. Nunca dudes que la persona cercana a ti está pasándolo mejor que tú.

48. NO PRESTES ATENCIÓN A GENTE QUE NO CONOCES.

49. A nadie le importa una mierda tu extraña colección de 12 pulgadas de Nick Cave.

50. No es una profesión para elegir. Confía en mí.

Mis consejos para aspirantes a lectores de críticos musicales.

1. Sólo es la opinión de una persona.

2. No hay manera correcta o incorrecta de escribir una reseña (así como de tocar guitarra).

3. Las calificaciones con estrellas valen mierda. ¿Por qué, exactamente, ser premiado es algo importante?

4. Puedes no estar de acuerdo con quien escribe.

5. ¿Qué parte de “crítico musical” no entendiste?

6. Sí, probablemente estuvieron en el mismo show que tú.

7. Confía en el crítico, no en la revista.

8. No tienes que leerlo.

9. La autoridad se gana, no se confiere.

10. Los bloggers no son críticos No automáticamente.

*Everett True es un crítico musical británico, nacido en 1961, amado y odiado a partes iguales. Ha publicado en New Musical Express, Melody Maker, Vox, Rolling Stone y Vice, entre muchos otros medios. También es músico -aunque no de forma constante- y su single debut (“73 in 83″, bajo el nombre de The Legend!) fue el primer material editado por Alan McGee, su amigo personal, en Creation Records. Además, es el culpable de haber juntado a Kurt Cobain con Courtney Love, luego de presentarlos en un show de Butthole Surfers. Su extenso historial avala estos consejos para aspirantes a críticos musicales, aparecidos en Collapse Board, sitio fundado recientemente por él.

12.10.10

Carlos Cabezas - Desamanecer / Has Sabido Sufrir












Dos lanzamientos al unísono. Hemisferios opuestos cuyo ecuador es el reencuentro con Carlos Cabezas, quien pasó los últimos 13 años en un mutismo discográfico casi absoluto. Desamanecer es la continuación lógica de El Resplandor, el debut noventero del músico; mientras que Has Sabido Sufrir registra dos veladas de boleros clásicos y originales en el Bar Liguria. La voz de Electrodomésticos transita por ambas placas, desatando las pasiones que provoca la espera y la concupiscencia del romanticismo AM. Ya sea con guitarra eléctrica en mano o en formato crooner, el ovallino ejercita el desdoblamiento y expande las fronteras de su territorio, para instalarse en el podio que le corresponde como figura elemental de la música popular chilena. Ídolos locales de antaño, ésta es la enseñanza del día: regresar no significa parodiarse a sí mismos. Acá tienen a su profesor.

Pituquitos - Sé que me voy a quemar

‘Yo La Quería’ de Electrodomésticos y ‘¡¿Qué Pachó?!’ de González y Los Asistentes son canciones que pertenecen a la misma casta. Clásicos chilenos a los que ahora podría sumarse ‘El Demonio y El Alcohol’, el corte más sobresaliente del debut de Pituquitos y una vuelta de tuerca a la historia contada desde la trinchera masculina. Ahora la protagonista es una mujer. Y no cualquiera, sino un auténtico peligro ambulante. Se llama Señorita Pésima y es la maestra de ceremonias de Sé que me voy a quemar. Con batería (Iván Molina) y bajo (Marcelo Godoy), este trío valdiviano transforma en crudeza las aventuras y desventuras de una deslenguada vividora. Episodios hiperrealistas que hablan sobre sexo, trabajo, drogas, viejos romances, desengaño y locura. Sólo imágenes sin editar pueden verse en este álbum, que convierte a la realidad en el vodevil más delirante de la temporada.

Rage Against The Machine – Estadio Bicentenario de La Florida (11.10.2010)


Cuando los colados desde atrás eran dos o tres, causaba gracia adelante. Pero las caras de susto e intranquilidad se propagaron por el VIP, desde el momento en que la separación con la cancha general comenzó su agonía, hasta que expiró. La escena podría haber sucedido en 1997, el año en que el primer show de Rage Against The Machine en Chile fue agendado y luego suspendido hasta nuevo aviso. Una época en que los más próximos al escenario eran los que llegaban temprano, quienes pagaban con fanatismo –y no con dinero- el derecho a estar cerca del grupo. La presencia policial en el estadio sólo engrosó el cariz anacrónico de la espera.

El show, los saltos, el sudor y los gritos comenzaron con ‘Testify’. Nada que hacer más que rendirse ante la banda, que tenía entre manos una velada de grandes éxitos, reforzada por un sonido impecable. Con ‘Bombtrack’, ‘People of the Sun’, ‘Know Your Enemy’ y ‘Bulls on Parade’, el Bicentenario de La Florida se vino abajo. La fecha en el calendario daba absolutamente lo mismo. Anoche el tiempo se congeló en 1999 (el setlist no contempla material de “Renegades”) y buena parte de los más de 20 mil asistentes sufrió una regresión a su etapa escolar.

No hubo descanso, uno tras otro los balazos de Rage Against The Machine fueron disparados a quemarropa. La clemencia estaba de más. ‘Down Rodeo’, ‘Township Rebellion’ y ‘Bullet in the Head’ pusieron la cancha a baño María, justo antes de que ‘Calm Like a Bomb’ llevara la caldera a su ebullición. Qué importa no respirar bien cuando una de las bandas más grandes del planeta está en la tarima. Qué más da ser pisoteado, empujado y recibir codazos a diestra y siniestra. Todo es parte de la fiesta de Rage Against The Machine, cuya parte central finalizó con una tríada de ensueño: ‘Sleep Now in the Fire, ‘Guerrilla Radio’ y ‘Wake Up’.

El primer y único bis de “The Battle of Santiago” trajo lo que muchos esperaban: a Zack de la Rocha enfocando su discurso en la coyuntura nacional. Y lo hizo a través de Víctor Jara y su ‘Canción del Minero’, para recordarnos que los 33 no son héroes, sino víctimas del maligno modelo dominante. ‘Freedom’ y ‘Killing in the Name’ fueron el punto final para 80 minutos que resarcieron 18 años de espera. La deuda histórica cumplió su mayoría de edad de la mejor forma: siendo pagada. Cualquier dolor muscular que aflore hoy está más que justificado.

8.10.10

La Reina Morsa - ¿Dónde están las jugueterías?

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Es fácil dejarse engañar por el envoltorio. Este verano tuvimos la primera impresión de La Reina Morsa, con el EP Fiesta Pequeña -que incluía el brillante single homónimo con el que conocimos al grupo- y los rótulos comenzaron a llover. En un flyer, promocionando un concierto en La Batuta, la impronta de la banda fue clasificada como “pop naif”. Una etiqueta que, además de ser un neologismo innecesario, no le hace justicia en lo más mínimo a esta importación sureña.

Claro. Están los nombres (del proyecto, del disco, de los temas), la edulcorada voz de Victoria Cordero, esa atmósfera bucólica en sus canciones y la estética de zoológico del digipack. Detalles que llevan a la configuración de una idea errónea sobre la identidad de este ente, cuya formación partió como dúo, siguió como trío y en vivo aumenta de forma dinámica. En el CD, la única foto de los integrantes está ambientada en una colorida mesa, con la indumentaria necesaria para una celebración infantil. Otra trampa.

La inocencia de ¿Dónde están las jugueterías? es un espejismo. En las letras de La Reina Morsa habitan los sinsabores del crecimiento y el dolor de la post-adolescencia. Debajo de esa cobertura pastoril, reposan vivencias que hablan sobre confusión (“Pero yo no sé leer”), tedio (“Navegar”) y nostalgia por momentos que todavía no llegan (“La estufa”, “Mandarinas y limones”). Es un disco de prisma veinteañero, con resabios de niñez y dobles y triples lecturas. Acá hay melodías felices con líricas tristes; más pop, imposible. No hay que caer en el juego de las apariencias.

Rage Against The Machine - Rage Against The Machine

Violeta Parra escribió ‘Y Arriba Quemando El Sol’ hace casi medio siglo y hoy la canción podría musicalizar, perfectamente, la tragedia de los 33 mineros atrapados y usados por el gobierno con fines proselitistas. Por ejemplos como aquél (y varios más), el catálogo de la cantautora es considerado clásico e inmortal. Pues bien, las letras del primer disco de Rage Against The Machine caen dentro de la misma categoría. A 18 años de su aparición, el discurso del cuarteto angelino conserva la validez y su talante mantiene la misma peligrosidad de comienzos de los ’90. Una situación de doble lectura: es reconfortante ver que una obra artística adquiera carácter de perenne, pero es una pena comprobar –a través de ella- que la sociedad va de mal en peor.

Por eso la visita del grupo a este país es tan urgente. Seguimos necesitando que Zack de la Rocha nos grite en la cara, que Tom Morello reviente nuestros tímpanos y que la base rítmica de Tim Commerford con Brad Wilk incite al desorden. Que este debut haya sido éxito de ventas en Chile sólo significa una cosa: esa juventud que creció en dictadura, y que experimentó el retorno a la “democracia” con temerosa mesura, también deseaba quemarlo todo. Los que nacieron en 1992 ya están en la mayoría de edad y el panorama no ha cambiado tanto, los medios siguen desinformando y los mismos nefastos personajes detentan el poder. Pero si Rage Against The Machine está de vuelta con este repertorio, todavía hay tiempo para enmendar. Nunca es tarde.