Violeta Parra escribió ‘Y Arriba Quemando El Sol’ hace casi medio siglo y hoy la canción podría musicalizar, perfectamente, la tragedia de los 33 mineros atrapados y usados por el gobierno con fines proselitistas. Por ejemplos como aquél (y varios más), el catálogo de la cantautora es considerado clásico e inmortal. Pues bien, las letras del primer disco de Rage Against The Machine caen dentro de la misma categoría. A 18 años de su aparición, el discurso del cuarteto angelino conserva la validez y su talante mantiene la misma peligrosidad de comienzos de los ’90. Una situación de doble lectura: es reconfortante ver que una obra artística adquiera carácter de perenne, pero es una pena comprobar –a través de ella- que la sociedad va de mal en peor.
Por eso la visita del grupo a este país es tan urgente. Seguimos necesitando que Zack de la Rocha nos grite en la cara, que Tom Morello reviente nuestros tímpanos y que la base rítmica de Tim Commerford con Brad Wilk incite al desorden. Que este debut haya sido éxito de ventas en Chile sólo significa una cosa: esa juventud que creció en dictadura, y que experimentó el retorno a la “democracia” con temerosa mesura, también deseaba quemarlo todo. Los que nacieron en 1992 ya están en la mayoría de edad y el panorama no ha cambiado tanto, los medios siguen desinformando y los mismos nefastos personajes detentan el poder. Pero si Rage Against The Machine está de vuelta con este repertorio, todavía hay tiempo para enmendar. Nunca es tarde.
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