Este no es un disco para amantes de lo inesperado. La crítica fácil sería encasillarlo como la cansina repetición de un chiste viejo y gastado, pero adoptar esa postura supone olvidar un rasgo sustancial: en un panorama infestado de clones, Antony and the Johnsons se erige como una apuesta genuina y dueña de un sello cada vez más característico. Una impronta que necesita ser depurada, en vista de los magníficos resultados que es capaz de obtener.
Eso explica que la espesa voz de Hegarty continúe cantando con doliente aflicción y que “Another world” tenga claros resabios de “Hope there’s someone”. No es autoplagio, es la convicción de quien cree hacer lo correcto y se mantiene firme en su postura. Hay tanta certidumbre en The Crying Light que los invitados se tornan prescindibles y sólo la colaboración de Nico Muhly (Björk, Bonnie “Prince” Billy) en los arreglos de cuerdas cobra verdadera relevancia. Su aporte intensifica el dramatismo que el extravagante protagonista de esta placa busca sin claudicar.
Por segunda vez consecutiva, la firma de Antony and the Johnsons figura en un álbum cuya calidad se condice con su exigencia. Canciones como “Aeon”, “Kiss my name” y “Everglade” pueden ser disfrutadas por separado, pero su abrumadora belleza demanda que sean degustadas en bloque, para no sucumbir ante la avalancha emocional que implican. Éste no es sólo un disco, es también la buena noticia de saber que hay un genio que camina en una calle asfaltada por él mismo. Y sin mirar hacia los lados.
Subido en Super45.net en mayo de 2009
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