Casino, The Ganjas, Camión, Yajaira, Matorral, Santos Dumont, Wipala y Fangal. Fragmentos de lo más efervescente del rock chileno de las últimas dos décadas, juntos y revueltos en una apuesta que pretende ser más que la continuación del trabajo anterior. Trancemission condensa la energía de sus miembros y la redirecciona hacia un pasadizo delirante, lisérgico y humeante. “Partimos a comienzos del año pasado, porque teníamos ganas de tocar nomás. Yo estaba entrando recién a Casino, pero quería armar algo diferente y me junté con Martín de Watch Out! Alcanzamos a tocar una vez en vivo, con Aldo de The Ganjas en batería y los Pablos (Giadach y Rogers). Por equis razón, Aldo se fue y el Iván justo estaba ahí”. Rodrigo Astaburuaga hace memoria sobre la construcción de esta vía de escape para sus composiciones. “Justo yo andaba con el serrucho en la mano”, acota Iván Molina, sonriendo. Están contentos, con el brío de unos principiantes, pero la tranquilidad de que cada uno ya conoce las reglas del juego.
Con cada una de sus partes funcionando en otras bandas, Trancemission ha tenido que lidiar con la logística horaria para salir a flote y sobrevivir. Ahí radica una de las paradojas que convierten al grupo en un epítome de cómo las ganas y el esfuerzo vencen por paliza a las limitaciones. En vez de sucumbir a la falta de disponibilidad, optaron por lo sano: lanzarse sin pensarlo dos veces. “Generalmente, no alcanzamos a ensayar mucho, porque yo tengo mi casa en Valdivia. Así que las tocatas de verdad son muy en vivo, en todo el sentido de la palabra”, explica Molina. Samuel Maquieira explicita: “Algunas veces llegamos a poto pelado nomás. No queda otra. Si hubo algún problema antes, filo; su prueba de sonido regalona y listo”.
La grabación de su disco también estuvo impregnada de esa lógica. Las pistas instrumentales de 5 fueron grabadas en vivo, en el Club Mist, en apenas cuatro horas. Pero, lo que en una primera lectura podría malinterpretarse como una debilidad o amenaza (porque a varios les ha costado la carrera), es el condimento más sabroso de este plato. “Para nosotros, tocar es tirarnos a la piscina y confiar en lo mucho que nos conocemos. Conectamos demasiado bien y creo que eso se nota porque nos escuchamos tanto como el público. Somos expectantes de lo que hacemos”, cuenta Astaburuaga. “Ésa es la gracia. Acá podemos escaparnos de las estructuras, nadie va a salir deprimido si tocamos todo diferente a la vez anterior, aparte que eso es muy bueno porque puede salir un tema nuevo de ahí. O, de repente, uno que dura seis minutos puede terminar en 15”, prosigue.
“Que no se malentienda. Valoramos ensayar, pero la naturaleza de este proyecto es otra y le hemos sacado provecho a las circunstancias. Lo bueno es que ahora quedó un registro de esta etapa primigenia y bien espontánea”, saca en limpio Iván Molina. Uno de los adelantos del material es el sencillo ‘The Same’, cuyo estreno y disposición como descarga libre fue realizado en nuestro sitio a principios de julio. La canción es un manifiesto casi involuntario de lo que Trancemission representa. “Es una opinión existencialista de que las cosas no cambian demasiado. Por fuera, puede ser; pero, por dentro, siguen funcionando igual que siempre. También tiene una lectura respecto a nuestra parada. Nunca vamos a dejar de tocar y siempre vamos a seguir haciendo este estilo de música”, aventura Astaburuaga. Sam lo complementa y reafirma: “Cada tema sale de su pozo y cada pozo es diferente, las nuestras son súper repetitivas y es que van todas por ahí, tampoco hay tanta temática. Un poco más adelante, en el disco, hay otra que se llama ‘Again’. Es como decir ‘sigamos con esto’”.
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