El alcoholismo nunca ha sido sinónimo de buenas nuevas para una banda. Cuando Ville Valo, líder y principal compositor de HIM, se dio cuenta de que ocupaba más energía en bares que en la música, comenzó el doloroso proceso de su rehabilitación. Un camino cuyas opciones son un ramillete de incertidumbres y calamidades potenciales. Cualquier fan capaz de escudriñar en la historia y reconocer las tendencias tendría que haberse preocupado, no sólo por la salud de su ídolo, sino también por la continuidad del grupo.
“Venus Doom” (2007), la sexta placa de los fineses, marcaba con oscuridad -y una rabia nunca antes expuesta- el fin de una cosecha exitosa, que ahora necesitaba revisarse a sí misma antes de seguir. Desde Helsinki, a comienzos de los noventa, hasta las apariciones junto al temerario Bam Bargera, la carrera de los inventores del término “love metal” jamás había sufrido una crisis semejante. Después de todo, la sobriedad de su cabecilla implicaría el fin (o, al menos, un cambio radical) del modus operandi que tantos réditos les entregó durante una década.
Como en la mejor de las historias de amor entre un músico y sus seguidores, Valo fue salvado por el bienestar que otorga la retroalimentación con el público. Su renacimiento como artista y hombre resultó un giro virtuoso hacia una nueva adicción: el trabajo creativo, con el perfeccionismo como religión y la perseverancia como bandera de lucha. El vocalista y rostro carismático de HIM volcaría, entonces, su recobrado aliento a la incubación de un séptimo elepé junto a sus colegas.
Conciente de poseer un prontuario abultado, rico en logros y reconocimiento, el quinteto dedicó todo su tesón a la factura de un álbum digno del politburó del rock. Sin falsas modestias, ni opresiones autoimpuestas, el combo finlandés se enfrascó en la persecución de sus anhelos de universalidad. Una meta ambiciosa, pero justificada gracias a la atención recibida por sus elepés anteriores, además de la creciente comunidad de fanáticos amasada desde la aparición del debut, “Greatest Love Songs Vol. 666” (1997).
MUDANZA Y ACARREO
Esta búsqueda implicó la salida de Tim Palmer, el productor cuya asesoría recibieron en “Love Metal” (2003), “Black Light” (2005) y “Venus Doom”. Los cambios no serían cosméticos, sino de fondo, en un afán por deconstruir metódicamente la estructura de su impronta y potenciarla en un rearmado aun más prolijo. La tarea cayó en manos del versátil Matt Squire, un estadounidense de nutrido currículum detrás de nombres como Saosin, Taking Back Sunday, The Used y hasta la mismísima Katy Perry.
“Con Tim Palmer nos conocíamos tanto, que llegó un punto en que estábamos repitiéndonos a nosotros mismos, así que decidimos arriesgarnos. Queríamos tener un sonido norteamericano, a nivel técnico, con baterías enormes como las de Foo Fighters. Pero lo más importante fue conocer a Squire y darnos cuenta de que es un buen tipo”, declaró Ville Valo a la emisora alemana Energy.
Sin embargo, la exclusión de su antiguo consultor se remite solamente al producto elaborado en estudio, porque el ingeniero inglés ahora es el encargado de mezclar su material en vivo. En otra entrevista, el rostro visible de HIM volvió a dar pistas sobre su conformidad con la elección realizada. “Matt nació en 1976, el mismo año que yo, así que tenemos exactamente los mismos puntos de referencia: Depeche Mode, Guns N’ Roses, Ratt, Poison y el heavy metal”, comentó el cantante al semanario británico NME.
Una vez más, el quinteto optó por grabar en Los Angeles, donde casi un lustro antes registraron Dark Light. Tenían motivos de sobra para instalarse ahí, partiendo por la residencia de su flamante productor, quien por esos días se encontraba esperando un hijo junto a su mujer. Además de la mantención de buenas relaciones con él, los fineses priorizaron la ventajosa logística de estar cerca de la filial de su sello (Sire Records, afincado en Burbank) y lejos del gélido invierno de su país originario.
Las sesiones de “Screamworks: Love in Theory and Practice” se llevaron a cabo entre agosto y octubre del 2009, pero el tiempo total de moldeado ascendió a nueve meses, en los que el grupo se desvivió por satisfacer la necesidad de sumarle una obra maestra a su catálogo. Fueron días de mucho esfuerzo e insomnio. “Deberían haberme visto trabajando las voces en medio de la noche, entre mis búhos disecados, gritando desde las entrañas y sin poder parar hasta la mañana. Luego me dormía en un sofá, por dos horas, antes de empezar de nuevo, así que todo el proceso del álbum se pareció mucho a una erección mental que no se quiere ir”, confesó Valo a Metal Hammer.
A MEDIO CAMINO
Con la titánica misión de superar sus éxitos anteriores, como las saludables ventas de “Razorblade Romance” (1999) y “Dark Light”, la banda dispuso toda su paleta de obsesiones al servicio de concebir piezas memorables y emotivas. “No tuvimos miedo de ser melódicos, pomposos e incluso pretenciosos en algunas ocasiones”, afirmaron con vehemencia al presentar el álbum a la prensa. Convencidos de su propuesta, jugaron con destreza a extremar cada uno de los rasgos que los caracterizan, y a mirar de frente a los grandes con la manifiesta intención de igualarlos.
Para exaltar los ánimos respecto al lanzamiento y describir su actual estado sonoro, el emblemático vocalista de HIM comenzó a disparar una serie de frases como que el nuevo elepé era “una mezcla entre Depeche Mode y Guns N’ Roses en un buen día” o que “es una cruza entre los sintetizadores de a-ha y las guitarras de Iggy & The Stooges”. Bromas aparte, las declaraciones emitidas por el cantautor dan señales acerca del aumento exponencial en las ambiciones de los fineses, quienes nunca han perdido oportunidad para referenciar y reverenciar a sus influencias.
Así como, en un momento, acuñaron el término “love metal” (para escapar de las garras de las etiquetas y del desconcierto periodístico ante su heterogéneo compendio de inspiraciones), ahora Ville Valo habla sobre “rock anti-chovinista”. Un vocablo que apela al disfrute generalizado, en el que las fronteras estilísticas –e incluso ideológicas- se difuminan por completo hasta fallecer. En lo estrictamente musical, una mixtura donde predomina la guitarra, pero también se rinde culto a géneros que los fundamentalistas consideran sospechosos, como el glam metal, el pop electrónico y las comerciales baladas lacrimógenas. “Estoy feliz de pertenecer a una banda donde podamos combinar todos esos elementos y estar orgullosos de hacerlo”, diría el espigado frontman.
Aunque el semblante del álbum se forje en lo instrumental, el aspecto lírico es el que termina de configurar su carácter definitivo y otra señal que los escandinavos entregaron fue explícita al respecto. “’Screamworks: Love in Theory and Practice’ es el álbum más sexual, el más caliente que hemos hecho. Tiene eso y además una sensación de inmediatez del tipo ‘lo quiero ahora, ahora ahora’. No se trata de ser poético sobre algo que está a punto de ocurrir, sino acerca de algo que está pasando en este preciso momento. Hay mucha información puesta en canciones muy cortas”, afirmaron.
EL PREMIO GORDO
En un guiño a The Factory de Andy Warhol y a la serie de “Selected Ambient Works” de Aphex Twin, el nombre de la séptima placa de HIM lleva como bajada “Chapters 1-13”, para generar la idea de estar frente a una colección de trabajos. Y es que no es un mero disco, también es el testimonio de un quinteto famélico de conquistas, con la moral en las nubes luego de reinventarse. El actual cariz de la agrupación escapa de las lecturas lineales, mientras le brinda significados múltiples a todo lo que toca, para avivar la atención en torno a su figura.
Como repetirían constantemente en sus entrevistas, el uso de la palabra “scream” en el título fue una alusión a los alaridos de agonía, de alegría y a la terapia del grito primario. Pese al luminoso momento que atraviesan, mantienen a salvo su aura de poetas románticos malditos, equilibristas sobre la delgada línea que divide lo dramático de lo absurdo. ‘Heartkiller’ (el primer single), ‘Like St. Valentine’ y ‘Shatter Me With Hope’ son cortes elocuentes al enunciar que los colmillos del grupo están afilados y listos para desgarrar la piel del mundo.
“Fue increíble la cantidad de detalles que pusimos, considerando que –al final del día- son canciones pop de tres minutos. Lo que deseaba era conseguir la misma vibración en el rock and roll que Depeche Mode tiene en el mundo de la electrónica. Tocar temas trágicos y tristes de una manera en que den ganas de bailar. Esa pena festiva es el código para mí”, explicó Ville Valo al sitio NoiseCreep.com. “Es el equivalente sónico de ‘Terciopelo Azul’ de David Lynch. Cuando fui a verla, encontré que estaba llena de sorpresas, pese a haber sido filmada de manera tradicional. Me hizo perder el balance como espectador. Este álbum hace lo mismo por el oyente, le da algo único y fácil de absorber”, agregó.
“Screamworks: Love in Theory and Practice” es HIM en el clímax de sus capacidades, dando lo mejor de sí mismos para dejar la vara alta y brindar un viaje sin retorno hacia las profundidades de su laberíntico imaginario. La melancolía de siempre continúa floreciendo, pero ahora los fineses van tras el rastro de un hálito optimista, que les permita ampliar el espectro de situaciones aptas para musicalizar. “Se trata de caminar por encima del agua, en vez de ahogarse en ella”, declararían proféticamente. Confiados en su versatilidad y en la disciplina alcanzada, los fineses tienen sus ojos puestos en el premio gordo. Una apuesta a ganador.
Rockaxis | Marzo 2010
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