16.9.10

Gepe: Memoria colectiva


Recién llegado de China, donde se presentó en la Expo Universal de Shanghái, Gepe declaró la muerte de la movida folk y afirmó que no se siente rockero bajo ninguna circunstancia. Nada personal.

Con “Audiovisión”, su tercer álbum, Gepe ha recibido el fervoroso beneplácito del escenario criollo. La prensa lo saluda con reverencia, mientras que el público ha dado muestras fehacientes de que el lanzamiento es uno de sus favoritos, al convertirlo en el disco chileno más descargado –de forma legal y pagada- en la historia. Daniel Riveros asume sus credenciales con moderación, consciente de que el éxito en este reducido terruño se diagnostica bajo escalas diminutas y también de la fragilidad que es inherente a los buenos momentos. Pasajes de los que nunca se ha distanciado, desde que debutó como solista (con el EP “5x5”) en un 2004 que ya parece lejano, cuando hablar de folk todavía era sinónimo de culto a la tradición anglosajona.

“En general, la sociedad tiende a girar en espiral. Me parece que en el arte se da especialmente. Pasamos por el mismo momento espiritual o artístico, no sé si para mejor o peor, que nuestros padres cuando tenían nuestra edad y estaban en este lugar. Ponte tú, nosotros, si pudiéramos retroceder, estaríamos en 1970; la época en que Los Jaivas grabaron “La Vorágine”, que para mí es el mejor disco chileno de todos los tiempos y me enorgullece demasiado. Es la tendencia mundial, con nosotros en este rincón un poco a la cola, pero menos que antes. La humanidad necesitaba música más orgánica, por eso aparecieron Sufjan Stevens, Devendra Banhart y Joanna Newsom. Con Manu Chao o Jim O’Rourke se dio el primer impulso de hacer las cosas con raíz folklórica, para oírla y pensar. Lo que no te dan las fiestas rave, por ejemplo. La idea es andar lúcido, con los ojos y la mente abiertos. No es la solución óptima, pero suple la necesidad de algo más íntimo, de escuchar solo”, explica.

“En todo caso, creo que esa onda ya murió. ¿La pura guitarra y la voz? Chao, pa’ la casa. Lo que prolifera y lo que se asoma, como pasó en el grunge, es lo que conlleva ese estilo: imagen, sonido, forma de hacer las canciones, pero no artistas en particular. Es más famosa la etiqueta que todos nosotros juntos. En un comienzo, mi rol fue hacerlo llegar a los periodistas, que fueron los primeros en pescar. Sirvió de esa manera, pero en este minuto estoy en otra, se acabó. Yo fui parte de eso, que ya quedó para la historia, como casi todo. Los procesos musicales, según creo, terminan siempre en cinco años. Esto ya decantó, entregó la información necesaria y ahora estamos en una fase intermedia. Manuel García lo abandonó, Camila Moreno lo hará y Chinoy el otro día me dijo que hiciéramos una canción bailable. Imagínate”, asegura.

Con su carrera eternamente ligada a definiciones sonoras, Gepe no duda en poner en tela de juicio a los rótulos con los que se habla de su propuesta y la de sus contemporáneos. Y tampoco lo piensa dos veces antes de intentar desmarcarse de corrientes que no lo identifican. “En ningún caso me siento rockero, me gustan muchos géneros, pero lo relacionado a esa clasificación es lo que menos me agrada. Los únicos grupos con harto riff de los que soy fan son Sonic Youth, Faith No More (en la época de “King For a Day… Fool For a Lifetime”) y Smashing Pumpkins. Bandas que justo me alucinan porque superan la raíz de la que vienen”, explica el cantautor. Sus palabras pueden incomodar a los fundamentalistas, pero sus argumentos provienen de una matriz de pensamiento en la que los moldes se difuminan y las líneas se cruzan.

“Existen lenguajes más interesantes que no se pueden ni siquiera catalogar. No por ese rollo de buscar ser difícil de explicar, sino porque son muy personales y nacen desde un punto al que nunca hay que darle la espalda. Juegan en el exterior de lo que se proyecta. No es que encuentre que el rock es una lata, si se llamase electrónica, yo tampoco estaría ni ahí. Lo mismo me pasaría si la palabra fuese pop. Lo encuentro fome, no es como que me den ganas de matar al que lo diga, pero encuentro necesario explorar otra sensibilidad. Que no todo sea los Beatles ni Iron Maiden; nada más que eso. De hecho, hay un grupo de acá que me fascina, Electrozombies, y trabajan a partir del death metal. O Perrosky, que también vienen de esas denominaciones más puristas”, plantea Riveros.

La postura de Gepe atenta contra paradigmas y mitos fundacionales en la forma de abordar la música por promotores, periodistas, público y –claro está- los propios ejecutantes. Un discurso que se olvida de la supremacía implícita de una tendencia sobre otra, dejando entrever una neutralidad que opta por yuxtaponer piezas en vez de disociarlas y que prefiere elegir los elementos disponibles que mejor calcen en su engranaje. La clase de metodología que “Audiovisión” encarna al pie de la letra. Producida por Cristián Heyne (Shogún, Pánico, Malcorazón, Javiera Mena), la placa es una evidencia del desprejuicio con el que el santiaguino encara su labor creativa, sin temor a usar beats noventeros, sampleos raperos o voces robotizadas.

Ante esos datos, no es de extrañar que el compositor observe con declarada perspicacia la situación del subcontinente. “En Latinoamérica hay algo así como la dictadura del rock, los grupos más grandes son de ese estilo, es hegemónico. Ahora pega más el reggaeton, pero no todas las bandas o solistas con actitud usan riffs, ahí está por ejemplo Javiera Mena, que es pop y su parada es increíble. La música debe llamarse chilena, argentina o colombiana, porque el rock es un estilo nomás. A los festivales de música chilena los llaman de “rock chileno” y colocan una guitarra en el logo. Me cargan estas comparaciones, pero en Estados Unidos, Europa o Asia, el sonido predominante es cualquiera, hay cantantes que son íconos, pero vienen de diferentes tendencias. Como lo que pasa en España, donde Valencia es más electrónico, Madrid es de guitarras y Barcelona es más ondero”, explica.

“Es algo sutil, quiero abrir una alternativa y que vaya teniendo poder. De mis amigos que hacen música, la mayoría toca más fuerte que la cresta y son súper agresivos, aunque vengan desde el funk o la electrónica. Me gusta entrar en los espacios de otros géneros sin ser invasivo. Al final, la verdad siempre está a medias, es una postura honesta; cuando chico escuchaba ene a Carcass, no el típico disco de Led Zeppelin. Tiene que haber una variedad más amplia”, afirma Riveros. Con ese bullente brío explorador, en julio el capitalino emprendió rumbo hacia la Exposición Universal de Shanghái, invitado a presentarse en el pabellón nacional de la muestra. Un encuentro que reúne a 192 países y que en octubre tendrá a Manuel García cumpliendo la misma labor.

“Fue la raja y súper cansador. Es una ciudad rara, siempre está nublado, hace años, por culpa de la polución y el clima. Hay una nube encima todo el día, todos los días. Y ellos no tienen modales occidentales, se tiran flatos y pedos. ¡Hasta los números con la mano se dicen de otra manera! (gesticula para explicar). Tuve que comunicarme sólo con señas. En el público de las tocatas, que eran como los asistentes a una FISA gigante, algunos ni siquiera habían visto antes a gente que no tuviera los ojos rasgados. Da la impresión de que son fríos, pero en realidad son súper respetuosos, se anulan a sí mismos, son masa, en el mejor sentido de la palabra. Esperaban que se acabara la canción para irse y aplaudían como militares. Eran muy tiernos. Estuve 14 días y toqué 20 veces, con un calor de 45 grados y 90 por ciento de humedad”, contextualiza.

Es fácil intuir la satisfacción en los dichos de Daniel Riveros. Sus últimos movimientos no han tenido tropiezo alguno y contar con una de las placas mejor comentadas del año sólo ratifica las virtudes que posee. “”Audiovisión” es mi álbum favorito. Siempre digo eso de lo último que hago, pero éste sí puedo escucharlo de pies a cabeza, no me produce la sensación de que haya algo malo. Me parece súper bien trabajado, llevado hasta las últimas consecuencias, le sacamos el máximo jugo a todos los temas. Los temas transversales que tiene son la alegría, la amistad y los lazos. Entre medio hay cosas de la vida normal, dichas de forma práctica y sencilla, como ‘Por La Ventana’ que es súper prístina y más obvia o ‘Alfabeto’, que habla sobre el ritmo. Quiero hacer letras que no digan nada poético, que sean honestas y realistas de forma bonita”, afirma.

¿Qué pasará con Gepe, luego de quemar esta etapa intermedia? La respuesta no es cien por ciento clara, aunque los objetivos esbozados traslucen el afán del músico por perpetuarse en el imaginario común. “Ahora sólo deseo escribir sobre hechos objetivos, no apelar tanto a la metáfora, a menos de que sea palpable. Pretendo volver a tratar con cosas reales y no esquivarme tanto; antes me evadía mucho, yo lo encontraba lindo y a la gente le gustaba. Era más espiritual, hablaba sobre nunca dejarme estar ni sucumbir. No sabría decir estilísticamente en qué me veo a futuro, pero lo que anhelo es crear un lenguaje y tener una carrera larga, ahondar en aspectos que me vayan interesando en ese momento. La idea que más me gusta es la de establecerme, ir lento, quedándome de a poco. Pero, sobre todo, grabar buenos discos y buenas canciones, que creo que ya lo he hecho”.

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