En Caravana, Santis se olvida del ruido eléctrico del post-rock de Congelador, para adentrarse donde han nacido todas sus composiciones: la guitarra de palo. Aquel volcamiento es otra de las características que hacen interesante la ópera prima de este proyecto semi-solista, que también es el tercer álbum del músico fuera de su alma máter (firmó con su nombre de pila “Campos de hielo” en 1999 y sacó otro elepé bajo el seudónimo Paranormal en 2001).
Datos duros aparte, “Caravana” es un disco trascendente por derecho propio, porque sus canciones dialogan con la emoción y apelan a lo más primitivo de la sensibilidad. Y si bien Santis se desenchufa en esta placa, su afán por construir murallas de sonido permanece, sólo que ahora se manifiesta a través de instrumentos acústicos. Donde sí hay un cambio sustancial es en el lenguaje de las nuevas letras del cantautor (quien antes podía ser críptico con tal de mantener la musicalidad de las palabras), como evidencia la hermosa ‘Cada vez’, que habla de modo candoroso, casi básico, sobre compartir álbumes y libros (“cada vez que regalo un disco, te cuento un montón de cosas más”).
Si es por buscar un referente para establecer comparaciones, el estadounidense Iron and Wine parece el nombre indicado, aunque lo más justo sería situar el debut de Caravana en el mismo estante que ocupan las recientes placas de J Mascis (otro solista escindido de una banda histórica, Dinosaur Jr.), su colaborador Kurt Vile y The Dodos (también amantes de las percusiones prehistóricas). De la mano del regreso más inspirado en lo que va del año, la temporada de lanzamientos otoño-invierno ya tiene su obra chilena insigne.
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