Después de que Will.i.am de los Black Eyed Peas matara el revival de los ’80, sampleando el tema de “Dirty Dancing” para su grupo y ‘Video Killed The Radio Star’ de The Buggles para Nicki Minaj, lo que se avecina en el panorama es la nostalgia por los ’90. Probablemente, cuando llegue el vigésimo aniversario de la muerte de Cobain (el año 2014), el fenómeno estará en su máximo apogeo. Sin embargo, ahora, lo que tenemos como advertencia es la reacción que causa Blind Melon en Chile.
Es cierto que el grupo estadounidense no llenó el Teatro Caupolicán, como tampoco lo consiguieron George Clinton y Public Enemy la semana pasada, pero apenas empezó su primer concierto en nuestro país (con media hora de atraso y la canción ‘2 X 4’ del disco “Soup” de 1995) la banda fue acogida como si el tiempo se hubiese congelado en la época en que el vocalista Shannon Hoon aún estaba vivo.
Hoy en el lugar del fallecido cantante está Travis Warren, un tipo carismático cuyo paso por la banda no ha estado exento de problemas: llegó hace un lustro a la banda y poco después de grabar el disco de retorno “For My Friends” (2008) fue expulsado. “Dios le metió un Stradivarius en la garganta, pero la realidad es que él lo trata como un violín roto de una casa de empeños. Es muy difícil mantener una rigurosa agenda de gira mientras fuma como una chimenea”, afirmaron los miembros originales en el comunicado oficial tras la ruptura.
La intermitente carrera de Blind Melon fue retomada el año pasado, otra vez con Warren a la cabeza, luego de que el resto de sus compañeros terminara de convencerse de que sólo él podía hacerle el peso a Hoon. ¿Lo consigue? La verdad es que no, pero se esfuerza y logra emocionar, como cuando dedica el tema ‘Change’ (uno de los clásicos de la banda) a la memoria del extinguido vocalista -muerto a escasos 28 años de edad-, guitarra acústica en mano y con una audiencia satisfecha tras escuchar lo que esperaba, amansada por un quinteto complaciente en la elección de su setlist.
Fogueado en recitales y con su reputación clara, en la primera media hora de concierto Blind Melon juega a ganador y despacha sólo hits de sus tres álbumes de estudio editados en los ’90: ‘Toes Across The Floor’, ‘Soup’, ‘Paper Scracher’, ‘Drive’, ‘Skinned’, ‘I Wonder’ y ‘Wilt’; todos reconocidos y coreados –unos más y otros menos- por el público que ocupaba la cancha y los palcos del teatro. Rogers Stevens y Christopher Thorn hacen gala de su experticia y complicidad como guitarristas, sentando la atmósfera de una velada frontalmente nostálgica.
Del álbum “For My Friends” solo suena el corte homónimo, el resto del material lleva al menos 15 años en circulación y al momento del himno generacional ‘No Rain’ (tocado primero en versión ‘Ripped Away’ como aparece en la placa póstuma “Nico” y luego en su primera y archiconocida encarnación de single) el recinto de San Diego está convertido en un karaoke gigante. Si de postales se trata, ésa fue la –obvia y anunciada- foto de la noche, aunque ni siquiera lo previsible de aquel instante pudo deslavar el brillo de presenciar en vivo una de las canciones infaltables de la era grunge (más que nada por asociación: el grupo siempre estuvo más cerca de la neo-sicodelia que del imaginario Seattle).
Al momento de realizar el bis, la banda está contenta y demuestra auténtica sorpresa ante la recepción que Chile brinda a su música; ante eso, queda la duda sobre qué hubiera pasado si el quinteto privilegiase el material más fresco, pero la certeza de las fórmulas probadas pesó más y el grupo ejecutó ‘The Pusher’, ‘Mouthful of Cavities’, ‘Galaxie’ y ‘Walk’ (más repertorio de los ’90) para cerrar la fiesta. Una hora y 20 minutos en que Blind Melon manejó a su antojo los ánimos de los que llegaron al Teatro Caupolicán desafiando la lluvia y el frío, a cimentar las bases del venidero revival. Grito y plata para las productoras durante los próximos años. Miel de abeja para la melancolía. Que pasen los siguientes.
9.8.11
George Clinton & Parliament-Funkadelic: La medicina
El sábado 23 de julio fue una jornada triste para la música de raíz negra, tras conocerse la noticia de la muerte de Amy Winehouse. Pero, el día anterior en Brasil, tuvo lugar la celebración de una fiesta: el cumpleaños número 70 de George Clinton. Todavía impregnado de ese ánimo festivo, el músico llegó a Chile por segunda vez junto a su multitudinaria banda, Parliament-Funkadelic, para colorear una fecha marcada por el luto y tocar, ahora sí, en las condiciones que un histórico del cancionero popular se merece.
Y es que el debut de Clinton en Santiago, ocurrido en mayo de 2009 en el galpón Industria Cultural, dejó un sabor agridulce por culpa del mal sonido y de una organización tan deficiente, que terminó con Carabineros aguando la noche al ingresar al local. Nada de eso pasó en esta ocasión, aunque si es por buscar puntos bajos, la escasa presencia de público evidenció el creciente problema de sobreoferta de espectáculos en vivo –y de alto precio- en nuestra capital.
Sin embargo, cuando partió la música en el Teatro Caupolicán, las complicaciones se fueron a buena parte. Como de costumbre, Clinton dejó que su experimentado grupo amenizara cerca de media hora antes de asomarse al escenario, así que en el momento de su llegada, la cancha del recinto de San Diego estaba servida en bandeja de plata para él. Aunque, a estas alturas, ladra y se desgarra la garganta más de lo que canta, el frontman estadounidense se sabe amo y señor de la velada, y así también lo hace sentir la cálida recepción que le brindan los asistentes apenas aparece.
Parliament-Funkadelic, en su calidad de colectivo musical y creativo más que de grupo establecido, hace despliegue de una libertad que podría resultar casi caótica para los menos iniciados: constantemente entran y salen personas, una corista puede ser también bailarina, un batero se transforma en guitarrista, el otro (hay dos) pasa a ser una suerte de animador que salta y va de un lado a otro de la tarima, mientras Sativa Clinton (la nieta de don George) sube a rapear y Sir Nose se contorsiona, para luego invitar a unas fanáticas a bailar con él.
Una a una, empiezan a sonar las imperecederas canciones de la banda, siempre a la antigua: en versiones larguísimas que son, a estas alturas, un ejercicio anacrónico entre tanta inmediatez, así como los disfraces, capas, colores y detalles usados por los miembros del grupo (el guitarrista Michael Hampton usa un casco parecido al de los clones de Star Wars, Sir Nose recrea el imaginario de los proxenetas con un abrigo de piel y una de las coristas usa patines, por ejemplo). Son ejecutadas ‘Flash Light’, ‘Free Your Mind and Your Ass Will Follow’, ‘One Nation Under A Groove’ (con la excepcional voz de Steve Boyd), ‘Undisco Kidd’, ‘Not Just Knee Deep’, ‘Atomic Dog’, ‘Give Up The Funk (Tear the Roof off the Sucker)’ (la más celebrada, por supuesto) y cómo no, la siempre impactante ‘Maggot Brain’. Podrán pasar los años, las modas y hasta las vidas de los músicos –porque así como resultaba inevitable pensar en Amy Winehouse, también lo era acordarse del fallecido guitarrista del grupo, Garry Shider-, pero George Clinton y Parliament-Funkadelic tienen la receta para hacer que nada sea más importante que el jolgorio funk que representan. Ellos son los auténticos dueños de la medicina.
Y es que el debut de Clinton en Santiago, ocurrido en mayo de 2009 en el galpón Industria Cultural, dejó un sabor agridulce por culpa del mal sonido y de una organización tan deficiente, que terminó con Carabineros aguando la noche al ingresar al local. Nada de eso pasó en esta ocasión, aunque si es por buscar puntos bajos, la escasa presencia de público evidenció el creciente problema de sobreoferta de espectáculos en vivo –y de alto precio- en nuestra capital.
Sin embargo, cuando partió la música en el Teatro Caupolicán, las complicaciones se fueron a buena parte. Como de costumbre, Clinton dejó que su experimentado grupo amenizara cerca de media hora antes de asomarse al escenario, así que en el momento de su llegada, la cancha del recinto de San Diego estaba servida en bandeja de plata para él. Aunque, a estas alturas, ladra y se desgarra la garganta más de lo que canta, el frontman estadounidense se sabe amo y señor de la velada, y así también lo hace sentir la cálida recepción que le brindan los asistentes apenas aparece.
Parliament-Funkadelic, en su calidad de colectivo musical y creativo más que de grupo establecido, hace despliegue de una libertad que podría resultar casi caótica para los menos iniciados: constantemente entran y salen personas, una corista puede ser también bailarina, un batero se transforma en guitarrista, el otro (hay dos) pasa a ser una suerte de animador que salta y va de un lado a otro de la tarima, mientras Sativa Clinton (la nieta de don George) sube a rapear y Sir Nose se contorsiona, para luego invitar a unas fanáticas a bailar con él.
Una a una, empiezan a sonar las imperecederas canciones de la banda, siempre a la antigua: en versiones larguísimas que son, a estas alturas, un ejercicio anacrónico entre tanta inmediatez, así como los disfraces, capas, colores y detalles usados por los miembros del grupo (el guitarrista Michael Hampton usa un casco parecido al de los clones de Star Wars, Sir Nose recrea el imaginario de los proxenetas con un abrigo de piel y una de las coristas usa patines, por ejemplo). Son ejecutadas ‘Flash Light’, ‘Free Your Mind and Your Ass Will Follow’, ‘One Nation Under A Groove’ (con la excepcional voz de Steve Boyd), ‘Undisco Kidd’, ‘Not Just Knee Deep’, ‘Atomic Dog’, ‘Give Up The Funk (Tear the Roof off the Sucker)’ (la más celebrada, por supuesto) y cómo no, la siempre impactante ‘Maggot Brain’. Podrán pasar los años, las modas y hasta las vidas de los músicos –porque así como resultaba inevitable pensar en Amy Winehouse, también lo era acordarse del fallecido guitarrista del grupo, Garry Shider-, pero George Clinton y Parliament-Funkadelic tienen la receta para hacer que nada sea más importante que el jolgorio funk que representan. Ellos son los auténticos dueños de la medicina.
Manuel García: La coronación
Era la noche más importante en la carrera de Manuel García. Un concierto a tablero vuelto en el Teatro Caupolicán, la clase de triunfo de los que pocos artistas chilenos pueden jactarse y un logro que iba más allá de lo musical, porque el solista nortino ha gozado del apoyo irrestricto de personajes tan influyentes como Marcelo Aldunate (uno de los cabecillas del consorcio radial Iberoamerican) y de Carlos Fonseca, el manager de managers en nuestro país, el mismo tipo que hace un cuarto de siglo se hizo célebre como el manejador de Los Prisioneros.
Bajo el alero de semejantes nombres y del sello Oveja Negra, su casa discográfica después de un paso por la imprescindible etiqueta Alerce, Manuel García coronó el ciclo iniciado por “S/T”, un tercer álbum lanzado en 2010, que ha hecho del cantautor uno de los nombres imprescindibles del panorama nacional. El ex vocalista de Mecánica Popular pasó del circuito convencional a las grandes ligas, tras una suerte de lavado de imagen que lo hizo más accesible a la oreja y al ojo masivos que cualquiera de sus símiles. Un trabajo que se vio coronado con un lleno absoluto del recinto de San Diego, acondicionado con sillas en cancha para la ocasión, repleto de público expectante por presenciar la gran velada.
Fueron tres horas de show matizadas por numerosas menciones a la cultura pop, de la que García se nutre para generar identificación con su audiencia. El solista imita a Elvis y Chaplin, toca covers con sus autores originales presentes ('Yo pienso en ti', junto a Fernando Ubiergo y 'Por La Ventana' de Gepe) y ausentes ('La Locomotora' de Café Tacuba, 'El Necio' de Silvio Rodríguez -aunque basado en la versión de Los Bunkers-, ' Brevemente... Gente' de Florcita Motuda, 'La Tinta de tus Lágrimas' de Francis Cabrel). Además, cita dos veces a The Beatles (en la letra de 'La Terrible Canción N°1' y después cantando el clásico 'Hey Jude'), también a Salvador Allende (en 'Lentes de Allende' y luego declamando uno de sus discursos más emblemáticos) y a Los Tres (recitando 'La Torre de Babel' durante 'La Gran Capital', hacia el fin del recital).
Pese a tanto homenaje, la columna vertebral del espectáculo nunca dejó de ser la producción original de Manuel García, quien repasó material de sus tres discos de estudio y de Mecánica Popular, mientras en el Teatro Caupolicán reinaba la entrega absoluta hacia su persona. El público interactuó constantemente con el cantautor y nunca dejó de corear temas como 'Tu Ventana' (en una breve y enchufada versión, distinta a la del disco “Pánico”), 'Piedra Negra' (con mención especial a la coyuntura educacional del país), 'Tanto creo en ti' (con una graciosa partida en falso) y hasta prestó suficiente atención a las letras del músico como para manifestar su descontento social en pequeñas frases clave de 'Alfil' (“los estudiantes marchan junto a ti”) y 'Cangrejo Azul' (“lavando me quedé los platos de uno a cien de un gobierno al revés”). Emotiva, llena de complicidad, entretenida -como debe ser una buena presentación en vivo- e inolvidable. Así fue la noche del 22 de julio, la gran velada de Manuel García: su coronación como uno de los grandes de nuestro país.
Bajo el alero de semejantes nombres y del sello Oveja Negra, su casa discográfica después de un paso por la imprescindible etiqueta Alerce, Manuel García coronó el ciclo iniciado por “S/T”, un tercer álbum lanzado en 2010, que ha hecho del cantautor uno de los nombres imprescindibles del panorama nacional. El ex vocalista de Mecánica Popular pasó del circuito convencional a las grandes ligas, tras una suerte de lavado de imagen que lo hizo más accesible a la oreja y al ojo masivos que cualquiera de sus símiles. Un trabajo que se vio coronado con un lleno absoluto del recinto de San Diego, acondicionado con sillas en cancha para la ocasión, repleto de público expectante por presenciar la gran velada.
Fueron tres horas de show matizadas por numerosas menciones a la cultura pop, de la que García se nutre para generar identificación con su audiencia. El solista imita a Elvis y Chaplin, toca covers con sus autores originales presentes ('Yo pienso en ti', junto a Fernando Ubiergo y 'Por La Ventana' de Gepe) y ausentes ('La Locomotora' de Café Tacuba, 'El Necio' de Silvio Rodríguez -aunque basado en la versión de Los Bunkers-, ' Brevemente... Gente' de Florcita Motuda, 'La Tinta de tus Lágrimas' de Francis Cabrel). Además, cita dos veces a The Beatles (en la letra de 'La Terrible Canción N°1' y después cantando el clásico 'Hey Jude'), también a Salvador Allende (en 'Lentes de Allende' y luego declamando uno de sus discursos más emblemáticos) y a Los Tres (recitando 'La Torre de Babel' durante 'La Gran Capital', hacia el fin del recital).
Pese a tanto homenaje, la columna vertebral del espectáculo nunca dejó de ser la producción original de Manuel García, quien repasó material de sus tres discos de estudio y de Mecánica Popular, mientras en el Teatro Caupolicán reinaba la entrega absoluta hacia su persona. El público interactuó constantemente con el cantautor y nunca dejó de corear temas como 'Tu Ventana' (en una breve y enchufada versión, distinta a la del disco “Pánico”), 'Piedra Negra' (con mención especial a la coyuntura educacional del país), 'Tanto creo en ti' (con una graciosa partida en falso) y hasta prestó suficiente atención a las letras del músico como para manifestar su descontento social en pequeñas frases clave de 'Alfil' (“los estudiantes marchan junto a ti”) y 'Cangrejo Azul' (“lavando me quedé los platos de uno a cien de un gobierno al revés”). Emotiva, llena de complicidad, entretenida -como debe ser una buena presentación en vivo- e inolvidable. Así fue la noche del 22 de julio, la gran velada de Manuel García: su coronación como uno de los grandes de nuestro país.
Mr. Big: Científicamente comprobado
No es casual que I Believe In You de Frank Sinatra sea el tema que Mr. Big usa como introducción en sus conciertos. Eric Martin, el vocalista del cuarteto, aportó un cover para el reciente tributo metalero a La Voz (el disco Sin-Atra, en que también aparecen miembros de Cheap Trick, Anthrax y Twisted Sister, entre otros).
Pero la parsimonia inicial dura sólo segundos porque es rápidamente aniquilada por Daddy, Brother, Lover, Little Boy (The Electric Drill Song), la canción que también abre el álbum que cimentó la fama de los estadounidenses, Lean Into It de 1991.
Dos décadas después de ese álbum, los veteranos Mr. Big saldaron una deuda pendiente y debutaron en nuestro país con un show a tablero vuelto en el Teatro Teletón. Concierto histórico y marcado por buenas noticias: el regreso de la alineación original del cuarteto y un nuevo disco bajo el brazo: What If…, editado a comienzos de año y producido por Kevin Shirley, asesor de Iron Maiden y Rush, entre otros.
Las últimas canciones del grupo -como Undertow o American Beauty- suenan muy bien, pero es mejor todavía lo que pasa cuando la banda despliega sus clásicos y alcanza el punto cúlmine de la complicidad con su público.
Ahí es cuando se suceden, una tras otra, las postales que este concierto dejará para el recuerdo; en pasajes como la balada Just Take My Heart, la siempre emocionante Take Cover o el incombustible clásico Merciless (incluido en su homónimo debut de 1989).
Después de esa canción, Paul Gilbert se luce con un solo de guitarra en que usa el viejo e infalible truco de tocar con los dientes, como el buen deudor de Jimi Hendrix que es.
En una época en que la prensa musical elogia evitar los alardes de virtuosismo, Mr. Big no le teme al lucimiento y está siempre exponiendo sus credenciales, como el bajista Billy Sheehan en su solo previo a Addicted to That Rush. Mención aparte para Eric Martin, quien causó tanta histeria cantando el hit To Be With You, que debió soportar la arremetida de un hiperventilado fan que logró burlar la seguridad del escenario.
Otra anécdota de la noche: en la antesala del show, pidieron por los parlantes que el público tomara asiento. Dijeron que era una exigencia de la banda (la que finalmente nunca mostró interés al respecto mientras tocaba) y que el espectáculo no comenzaría hasta que todos estuvieran sentados. Pocos hicieron caso. Obvio. Está científicamente comprobado que es imposible quedarse en la butaca mientras toca Mr. Big.
Pero la parsimonia inicial dura sólo segundos porque es rápidamente aniquilada por Daddy, Brother, Lover, Little Boy (The Electric Drill Song), la canción que también abre el álbum que cimentó la fama de los estadounidenses, Lean Into It de 1991.
Dos décadas después de ese álbum, los veteranos Mr. Big saldaron una deuda pendiente y debutaron en nuestro país con un show a tablero vuelto en el Teatro Teletón. Concierto histórico y marcado por buenas noticias: el regreso de la alineación original del cuarteto y un nuevo disco bajo el brazo: What If…, editado a comienzos de año y producido por Kevin Shirley, asesor de Iron Maiden y Rush, entre otros.
Las últimas canciones del grupo -como Undertow o American Beauty- suenan muy bien, pero es mejor todavía lo que pasa cuando la banda despliega sus clásicos y alcanza el punto cúlmine de la complicidad con su público.
Ahí es cuando se suceden, una tras otra, las postales que este concierto dejará para el recuerdo; en pasajes como la balada Just Take My Heart, la siempre emocionante Take Cover o el incombustible clásico Merciless (incluido en su homónimo debut de 1989).
Después de esa canción, Paul Gilbert se luce con un solo de guitarra en que usa el viejo e infalible truco de tocar con los dientes, como el buen deudor de Jimi Hendrix que es.
En una época en que la prensa musical elogia evitar los alardes de virtuosismo, Mr. Big no le teme al lucimiento y está siempre exponiendo sus credenciales, como el bajista Billy Sheehan en su solo previo a Addicted to That Rush. Mención aparte para Eric Martin, quien causó tanta histeria cantando el hit To Be With You, que debió soportar la arremetida de un hiperventilado fan que logró burlar la seguridad del escenario.
Otra anécdota de la noche: en la antesala del show, pidieron por los parlantes que el público tomara asiento. Dijeron que era una exigencia de la banda (la que finalmente nunca mostró interés al respecto mientras tocaba) y que el espectáculo no comenzaría hasta que todos estuvieran sentados. Pocos hicieron caso. Obvio. Está científicamente comprobado que es imposible quedarse en la butaca mientras toca Mr. Big.
3.8.11
Mixtape: Justo y Necesario
Porque sí. Porque subió el pasaje de la micro. Porque ya estamos en agosto y todavía no estudias para la PSU. Porque la cultura es cara, aunque quieran hacerte creer lo contrario. Porque MTV y Rock & Pop ahora son una mierda. Porque Chile es un país arribista. Porque el gobierno subestima a los estudiantes y ofrece soluciones parche. Porque la gente en la calle no sonríe. Porque te hacían tomar Ritalin cuando chico, en vez de ayudarte a encauzar tu energía. Porque el sueldo mínimo es un chiste de mal gusto. Porque muchos pasan frío y hambre. Porque el tabaquismo te está matando, pero no puedes dejar de fumar. Porque tus viejos no te entienden. Porque un personaje tan insulso como Nicolás Copano es considerado un “irreverente ícono juvenil”. Porque te diste cuenta de que el dinero mueve todo. Porque POTQ no cambia la entrevista del home hace más de un mes. Porque tus jefes te explotan. Porque te falta tiempo para ver a tu pareja todo lo que te gustaría. Porque no te alcanza la plata para el arriendo. Porque hay gente que conversa en los cines y en los conciertos. Porque Piñera es un hijo de puta y detrás suyo hay monstruos peores. Porque la publicidad quiere meterte el dedo en la boca y después la mano entera. Porque en la calle pasan cosas de las que nadie habla. Porque la desigualdad social es más violenta que cualquier protesta. Porque todavía Chile no se sobrepone de la dictadura. Porque te sientes culpable. Porque los carabineros abusan de la fuerza bruta. Porque ahora se dice “WTF” más que “conchetumare, ¿qué hueá?”. Porque la farándula es un negocio que mueve millones de pesos. Porque vas a tener un hijo sin haberlo planeado. Porque tu mascota se murió. Porque las noticias de las nueve están llenas de mentiras. Porque das jugo en mala cuando te emborrachas. Porque la clase política es una vergüenza. Porque no alcanzaste a llegar. Porque hay gente que sólo se acerca a ti por interés. Porque hay más fachos encubiertos de lo que te imaginabas. Porque tus amigos se van de Chile. Porque no puedes olvidar a tu ex. Porque sigues viviendo con tus viejos. Porque te echaste un ramo. Porque Los Tres no deberían haber vuelto. Porque Weezer debería disolverse ahora ya. Porque esta vez sí íbamos a ganar la Copa América. Porque te quedaste dormido, pero despertaste cansado igual. Porque tu mejor amigo se puso macabeo. Porque hay personas que creen que hacen la revolución desde Twitter. Porque bailas mal. Porque los pitos de luca están cada vez más chicos. Porque no pudiste cumplir tu promesa. Porque hablaste más de la cuenta. Porque te quedaste callado. Porque todavía no le cuentas a nadie que eres homosexual. Porque los apitutados son una plaga que debería ser exterminada. Porque tus vecinos reclaman si subes el volumen. Porque los discos, en todos los formatos, deberían ser más baratos. Porque no tiene sentido que haya tanta gente sola en este mundo tan grande. Porque está lleno de hijitos de papá y de mamá. Porque todavía importan los apellidos. Porque alguien en quien confiaste reveló uno de tus secretos. Porque se rayó tu CD favorito. Porque tu trabajo no te gusta. Porque te tropezaste al frente de todo el mundo. Porque pisaste caca en la calle. Porque la micro no pasa nunca. Porque te resfriaste. Porque hay demasiadas tocatas que empiezan tarde, suenan mal, duran poco y al final son el pretexto para alguna fiesta de pacotilla. Porque a veces te hace falta un abrazo. Porque quieres llorar, pero no puedes. Porque no todos los pesos pesados de Rock In Río bajarán a Chile. Porque Angie Alvarado gana más plata que Javiera Mena. Porque varios de los países que dicen ser desarrollados aún tienen reyes y reinas. Porque justo se acabó el gas. Porque tienes problemas alimenticios. Porque es imperioso que la educación sea gratuita y nadie debería tener cara para argumentar lo contrario. Porque esa persona que tanto te gustaba ahora te provoca vergüenza ajena. Porque las religiones son absurdas. Porque antes te emocionabas más. Porque manchaste la alfombra. Porque cada vez menos gente lee libros. Porque “comunista”, “peruano” y “gay” se usan como insultos. Porque tomaste una pésima decisión. Porque te aburres. Porque hay gente que consigue trabajo sólo por tener buen aspecto. Porque se te acabó la batería del celular. Porque casi todos los rostros de la televisión son unos idiotas. Porque falta información sobre música chilena en internet. Porque te prestaron algo y lo echaste a perder. Porque te equivocaste en el peor momento. Porque hay demasiadas cosas que te frustran y te deprimen. Porque nada tiene sentido. Porque a veces sientes y piensas que todo está mal.
Por eso, hermanos y hermanas, este mixtape de guitarras y rocanrol, hecho para exorcizar los demonios, es justo y necesario.
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