15.3.09

Javier Barría: Cantautor Wi-Fi


Letras de amor, aunque ni tan románticas; un homenaje a Blade Runner que no es música incidental y sampleos de dibujos animados de Hanna-Barbera. Datos que confunden a la primera, pero que cobran sentido en el universo de Javier Barría. Un lugar donde lo único que importa son las buenas canciones.

Si antes era el boca a oreja, ahora el messenger a messenger es el medio para difundir el trabajo de músicos como Javier Barría. Un vocalista y guitarrista, autodefinido como cantautor wi-fi en un intento de ahorrarles trabajo a los adictos a etiquetar todo (léase prensa especializada). Por supuesto, el apelativo también responde al espíritu de los tiempos que corren y a la generación MySpace, de la que se siente parte.

Desde que aprendió a escribir canciones, ha hecho tantas que ya perdió la cuenta. Hasta la cantidad de álbumes que ha grabado son inciertos. Tiene registros previos al 2002, pero ese año marcó el comienzo de una productividad frenética, cuyo impresionante resultado es una docena de discos. Sin embargo, Barría sólo considera oficiales a los últimos seis, relegando al anecdotario a las demás placas.

Pero eso ya no es tema. Lo hecho, hecho está. Reposa ahí, esperando ser encontrado alguna vez por coleccionistas curiosos de su obra. Claro que, para llegar a ese punto, necesita forjar un nombre que llame la atención. Y en eso se encuentra. Sin ser un buscafama, no reniega que su intención es simple: crear melodías fáciles de recordar y coros igualmente memorables. Una pretensión digna de un tipo que se declara fan de The Beatles y The Smiths.

Como graba en el estudio casero de su pieza, lo bautizó con el nombre de Yendo de la Cama al Living. Un guiño a Charly García que no es de extrañar. El rock argentino le ha tocado la fibra desde que tiene memoria. “Pelusón of Milk de Spinetta es uno de mis discos regalones, nunca he dejado de escucharlo”, cuenta. También se nota al revisar los demos de su próxima entrega. En una banca afuera de su casa -pendrive en mano- Barría comparte con audífonos las maquetas de lo que será su décimotercer álbum. “Para mí, el Travesti de Daniel Melero y el Colores Santos -del mismo Melero junto a Gustavo Cerati- son fundamentales. No es que quiera sonar igual a ellos, pero siempre son una buena inspiración”, explica.

Al igual que las de sus referentes, las letras de este cantautor pasean principalmente por temáticas amorosas, aunque caminan lejos del cánon del baladista. “Mi idea es darle una vuelta al concepto de lo romántico. Soy cliché, pero a mi manera”, reconoce con la sinceridad de quien está atento a sus propias ideas. Conciente también de lo que le inspira, presiona pausa antes de mostrar un nuevo track y pregunta: “¿Cachai la película Blade Runner? Es una de mis favoritas. La música de esta canción está basada en esa banda sonora”.

Las alusiones a la cultura pop no terminan ahí. “Encontré unos sonidos en internet, son de cartoons viejos onda Hanna-Barbera. Fíjate... bueno, igual no se nota mucho que son de ahí”, reconoce sonriendo y delatando su calidad de buscador empedernido. Lo de coleccionista queda claro al ver las montañas de cassettes, CD’s y libros sobre música que se agolpan en el estudio casero. A primera vista, destaca una biografía de Bruce Springsteen, de quien admira su primera etapa.

De vuelta a los flamantes demos, Barría sorprende por la cantidad de información que es capaz de procesar y convertir en aderezo de sus canciones. “Me preocupé harto de llenar los espacios sonoros con detalles. Para eso, usé algunos sintetizadores antiguos”, cuenta. El cambio es evidente y no es el único. “Siempre he trabajado con baterías programadas, pero antes intentaba imitar instrumentos reales. Ahora no. Quiero que se noten las secuencias, aunque sin llegar a ser electrónico”, explica. “Tampoco me interesa sonar rockero. De hecho, para este disco casi no usé la guitarra eléctrica, sino la acústica. Ella fue la columna vertebral de todos los temas”, enfatiza mientras la música corrobora sus palabras.

La génesis de esta placa estuvo motivada por dos premisas fundamentales. La primera, reinventar el estilo que lo caracteriza, pero sin cambiar radicalmente; la segunda, lograr un sonido que fuera mitad humano y mitad máquina. Una de las formas de conseguirlo fue reclutar al contrabajista Roberto López, con quien ha compartido escenario desde septiembre, para que tocara en varias canciones. Por ahora, las pistas del instrumento han sido simuladas en Reason, pero luego será ejecutado en forma real y le dará al disco la atmósfera orgánica que necesita.

“Los temas del álbum están hechos para ser tocados por mí en formato solitario, pero también puedo hacerlos a dúo con López o con una banda más grande”, adelanta Barría sobre las futuras presentaciones del nuevo material. Sin embargo, no hay que esperar tanto para verlo en vivo, porque tiene un itinerario de conciertos que lo confirma tan hiperactivo como su extenso currículum. Su nombre es recurrente en bares de Santa Isabel y Bellavista en los que, además, nunca repite el mismo repertorio.

Aunque la fecha es algo incierta, lo más probable es que el próximo elepé de este desgarbado personaje vea la luz en mayo. Podría aparecer antes, pero habrá una demora debido a las conversaciones entre el cantautor y un sello independiente que desea ayudarlo a distribuir su propuesta. Los años de incesante labor están comenzando a dar frutos. Parece que, después de todo, ser trabajólico no es tan malo.

*Publicado en Extravaganza! marzo 2009

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