"I'm not a perfect note hitter either but I'm not going to cover it up with auto tune. Everybody uses it, too. I once asked a studio guy in Toronto, "How many people don't use auto tune?" and he said, "You and Nelly Furtado are the only two people who've never used it in here." Even though I'm not into Nelly Furtado, it kind of made me respect her. It's cool that she has some integrity."
30.9.09
Respeto
"I'm not a perfect note hitter either but I'm not going to cover it up with auto tune. Everybody uses it, too. I once asked a studio guy in Toronto, "How many people don't use auto tune?" and he said, "You and Nelly Furtado are the only two people who've never used it in here." Even though I'm not into Nelly Furtado, it kind of made me respect her. It's cool that she has some integrity."
24.9.09
22.9.09
Cevladé: Para los arqueólogos del futuro
Si tu profe de castellano también te hizo leer a Edgar Allan Poe o si te gustan los poetas malditos, Cevladé está a punto de volarte la cabeza con sus adaptaciones raperas de clásicos literarios. Esto es sincretismo cultural en su máxima expresión.
La irrupción de discos de rap, hace diez años, daba para pensar en un movimiento que acumularía seguidores y, por ende, contaría con la atención de los medios. De esa época, sólo sobrevivieron algunos nombres (Seo2, DJ Raff, Zaturno), pero el fenómeno amainó y entró en receso; al menos, ante los ojos del gran público. La búsqueda de la nueva sensación hip-hop agotó a los sellos y a las vitrinas de exposición, porque apostar por las incipientes camadas del género (o por lo derechamente underground) no parecía una alternativa viable para quienes anhelaban generar un mercado lucrativo en torno a las rimas y los beats.
Pero hay buenas noticias. El rap está vivo más vivo que nunca, afincado en una trinchera donde crear singles para la radio no es la premisa y en la que lo más importante es mantenerse fiel a los principios básicos del estilo: honestidad, amor al sampleo y rimas que causen efectos telúricos en las conciencias de los receptores. En esa línea, la obra de Wladimir Espinosa (en adelante, Cevladé) se mueve con soltura y total naturalidad. Proveniente de Maipú, el MC ha sabido darle una vuelta de tuerca al trabajo lírico y en El Gato Negro EP ha plasmado toda su ambición expresiva.
La última producción de Cevladé es una de las más ingeniosas empresas jamás iniciadas por un hiphopero nacional. Se trata de la transmutación de las palabras de Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire y Arthur Rimbaud en canciones impregnadas de riqueza poética. Una pequeña placa conceptual, si se quiere, cuyo hilo narrativo es el legado de los trovadores malditos. Personajes con los que el santiaguino bien podría identificarse, debido a su carácter contrastante al del núcleo duro de la movida. Aunque creció escuchando a Wu-Tang Clan y Beastie Boys, el camino de este músico se ha dirigido hacia otra dirección, emparentada a propuestas como la de Cómo Asesinar A Felipes; un enfoque más cerebral y sesudo que el la mayoría de sus contemporáneos.
‘El Gato Negro’ (Edgar Allan Poe)
En este miniálbum, el maestro de ceremonias redobla sus esfuerzos por dar un paso al lado y desmarcarse del rebaño de rimadores locales. El resultado da cuenta del genio de sus inspiradores, pero también de que quien los reinterpreta es un buscador empedernido de atajos para encontrar un lenguaje propio. Los recursos no le faltan; para fortuna suya (y nuestra), Cevladé es un rapero de abundante labia e infinita sensibilidad literaria. Su épica adaptación de ‘El Gato Negro’ de Poe es un potencial objeto de culto para cualquier coleccionista de música chilena, el punto de quiebre en la trayectoria de su autor, quien –sin darse cuenta- moldeó una pieza cuya lucidez asombra y roza la genialidad.
Esta hazaña no es un hecho aislado. El Escritor Maldito, Lalala, NiñoMuerto y Demonio Maravilla son los antecesores del epé y dan cuenta de que la práctica hace al maestro. El cuerpo de trabajo del maipucino, a razón de una obra por año, es un compendio rebosante de méritos e inteligencia que ahora -a través de El Gato Negro- ve confirmado su valor. No importa si prefieres las guitarras o los grupos anglosajones, apreciar el talento arrollador de Cevladé es una tarea fácil, a menos de que los sesgos hayan corroído tu criterio. Éste es el momento de ponerte a prueba. A ver cómo te va.
POTQ | Septiembre 2009
12.9.09
11.9.09
La revuelta es hoy
9.9.09
6.9.09
Nadie lo vio venir
5.9.09
Diego Peralta - Nadar
Sumergido en sí mismo, Peralta ha buceado hasta encontrar los conceptos claves, aquéllos que engloban lo que quiere decir en apenas una palabra. Por eso, todas las canciones tienen nombres tan someros –o enigmáticos- como ‘Frágil’, ‘Salir’ u ‘Olvido’. Las historias del veinteañero siguen siendo simples, pero están narradas de otra manera, con la estructura de un cortometraje romántico y onírico. El piano se ha instalado como un fiel compañero y la guitarra ya no es la única aliada del músico, quien sigue siendo el exclusivo ejecutor de los instrumentos que suenan. Eso sí, por primera vez, hay un invitado: Gastón Astorquiza (el calvo y andrógino ex vocalista de Fruto Prohibido) hace coros en ‘Olvido’. Su aparición es el único vestigio de la primigenia idea de tener colaboraciones en cada tema, iniciativa que terminó convertida en su propia antítesis: una placa sumamente íntima y confesional.
Nadar es un pasaporte a las primaveras más idílicas de la vida, donde todo se reduce a la conquista y al cortejo, en un acto de rebeldía ante el imperio de la compostura. En tan sólo una decena de cortes, su protagonista nos muestra que sabe bien cómo transformar sus melodías en celuloide y que su proceso de aprendizaje está encauzado en la senda más auspiciosa: la de dar resultados y no sólo prometerlos. En sus manos, hay un trozo de lo mejor que el pop chileno ha cosechado este año. Entregado por completo a la nobleza de lo acústico y al preciosismo más sensato, Diego Peralta ha salido a la superficie su mejor álbum bajo el brazo.
Lee Fields & The Expressions - My World
Nada puede salir mal cuando el romanticismo de amplitud modulada se encuentra con la picardía de este viejo zorro, un crooner a la antigua que se las sabe por libro. Llora por amor en ‘The Only One Loving You’ y grita de dolor en ‘Do You Love Me (Like You Say You Do)’, pero también galantea en ‘Ladies’ y hasta hace crítica social en ‘Money I$ King’. ¿Revivalismo? No, eso es para principiantes. Esto es soul de alta pureza.
Picnic Kibun - Fiebre Tagadá
Con especial énfasis en los placeres de la carne, retratados a la usanza de un filme de porno softcore, el primer disco de Harvey Jones y sus aliados se lee como un decálogo del desenfreno. Fiebre Tagadá es una fiesta trilingüe, de colores chillones y luces de implacable parpadeo. Es electrónica espolvoreada de hip-hop, letras lujuriosas, beats letales, pero –sobre todo- lluvias de testosterona. Una fórmula chispeante que, en las manos de Picnic Kibun, no resiste análisis alguno y clama ser asimilada sin cuestionamientos. Los chicos sólo quieren divertirse.
La Roux - La Roux
Con el público en su bolsillo, los británicos tenían la alternativa de hacer un disco de rellenos insípidos, pero optaron por sazonarlo con una pizca de retrofuturismo y un puñado de flúor. Aunque eso no es todo. Despojadas de su cobertura plástica, ‘Fascination’, ‘As If By Magic’ y ‘Armour Love’ elevan inusitadamente los decibeles emocionales del álbum. En La Roux, hay mucho más que hits para bailar con pantalones pitillo. Quién lo diría.
Harlem Shakes - Technicolor Health
Harlem Shakes no deambulan vendiendo la próxima gran fórmula para trastocar al planeta. Ni mucho menos. Lo suyo es más simple, en esencia, pero también implica mayor riesgo. Su apuesta es alegrar espíritus, tarea compleja y dificultada por tanto gris que se despliega como un virus en cada metro cuadrado. Technicolor Health, su debut, es un libro abierto de indie pop inmediato y digerible, listo para ser devorado por los ratones de discoteca; aunque también por las aurículas novatas. En la docilidad de ‘Strictly Game’ y ‘Natural Man’, además de la obvia invitación a esbozar una sonrisa, yace la pericia de un quinteto ansioso por encontrar la panacea a través de sus canciones. Una misión noble, transformada en música para las masas.
Cómo Asesinar a Felipes - Un Disparo al Centro
Un Disparo al Centro es la secuela con la que Simón Temato y su combo regresan, embarcados en su misión de siempre: aniquilar a la música bonita, destrozándola con sanguinolencia y sin piedad alguna. Cuando irrumpieron, la dejaron agonizando; ahora, es el momento de darle el toque de gracia. Eso explica la brevedad de esta placa (que roza los 22 minutos), planteada como un pequeño largaduración y no como un EP. Paradójico, el quinteto se vale de siete pistas para hacer gala de su destreza, ornamentada por la Orquesta Sinfónica Juvenil. Escoltas de alta alcurnia; impensados, pero tan perniciosos como quienes llevan la batuta en este desfile macabro.
Cuando el abolengo de los instrumentos se acopla a la crudeza de las rimas de Koala Contreras y a las febriles atmósferas de DJ Sp@cio, las ondas sonoras se hacen tangibles y el ambiente se tensiona. Delirantes e incendiarios, amenazan con reventar nuestros tímpanos en ‘La Puerta No Se Abre Sola’, masacran al bop en la instrumental ‘Nunca Será Lo Mismo’ y extreman el filosofeo en ‘Cuando La Verdad No Encaja’. Cómo Asesinar a Felipes abandonaron la fabricación de canciones. Esto es pólvora.
Grand Puba - Retroactive
Omitiendo los vicios de sus colegas de generación, el neoyorquino apenas coquetea con Auto-Tune y no pierde tiempo invitando a figuras taquilleras. En cambio, se codea con nombres que lo equiparan en trayectoria, como Q-Tip en ‘Good To Go’, Large Professor en ‘Same Old Drama’ o Kid Capri en la fiestera ‘This Joint Right Here’. A los 43 años, Grand Puba firma el mejor de sus trabajos y da un paso al costado, hacia la fila de los hiphoperos que han sabido añejarse sin perder la lucidez. Como un buen vino.
Cuchufleta - Hoy, Joven y Vital
Mientras una buena porción de la fauna chilena persigue la vanguardia, enfocándose en escenas internacionales, Cuchufleta hace el ejercicio opuesto: ellos abrazan al legado patrio y de más larga data. Eduardo Parra (de Los Jaivas) y Rhino González (de Los Beat 4) son la influencia terrenal y espiritual, respectivamente, de esta placa. Uno en la producción y otro en la inspiración, ambos puntales asoman como hologramas en las canciones de Hoy, Joven y Vital. Su presencia es etérea y se funde con las búsquedas propias de los santiaguinos, hasta confluir en un solo ente, emancipado y autónomo.
En poco más de media hora, la banda consigue desmarcarse del resto, apostando todas sus fichas por una aventura anacrónica y disociada de los convencionalismos. La mesura de los arreglos de cuerdas y vientos, dispuestos como una ornamenta y no como el foco de la atención, habla sobre un grupo confiado en sus composiciones y que intenta con esmero dar forma a un cuerpo de trabajo de audición amable. Una tarea plausible y tributaria de quienes pisaron el mismo terreno antes que ellos. Con un pie en el pasado y otro en el presente, Cuchufleta establece que están listos para jugar en las grandes ligas, a través de un cuarto álbum que es un triunfo en sí mismo.
Esser - Braveface
Copia y pega de Damon Albarn tanto como de Mike Skinner, la prensa afirma que es la versión masculina de Lily Allen y él, tranquilo, sólo se preocupa de mantener en alto el impagable jopo que lo identifica. De paso, con asombrosa facilidad, desperdiga potencial en canciones como la brillante ‘Headlock’, la reposada ‘Bones’ o ese neo-tango llamado ‘Satisfied’. Qué importa que sea un ladrón. Robar es natural.