Sumergido en sí mismo, Peralta ha buceado hasta encontrar los conceptos claves, aquéllos que engloban lo que quiere decir en apenas una palabra. Por eso, todas las canciones tienen nombres tan someros –o enigmáticos- como ‘Frágil’, ‘Salir’ u ‘Olvido’. Las historias del veinteañero siguen siendo simples, pero están narradas de otra manera, con la estructura de un cortometraje romántico y onírico. El piano se ha instalado como un fiel compañero y la guitarra ya no es la única aliada del músico, quien sigue siendo el exclusivo ejecutor de los instrumentos que suenan. Eso sí, por primera vez, hay un invitado: Gastón Astorquiza (el calvo y andrógino ex vocalista de Fruto Prohibido) hace coros en ‘Olvido’. Su aparición es el único vestigio de la primigenia idea de tener colaboraciones en cada tema, iniciativa que terminó convertida en su propia antítesis: una placa sumamente íntima y confesional.
Nadar es un pasaporte a las primaveras más idílicas de la vida, donde todo se reduce a la conquista y al cortejo, en un acto de rebeldía ante el imperio de la compostura. En tan sólo una decena de cortes, su protagonista nos muestra que sabe bien cómo transformar sus melodías en celuloide y que su proceso de aprendizaje está encauzado en la senda más auspiciosa: la de dar resultados y no sólo prometerlos. En sus manos, hay un trozo de lo mejor que el pop chileno ha cosechado este año. Entregado por completo a la nobleza de lo acústico y al preciosismo más sensato, Diego Peralta ha salido a la superficie su mejor álbum bajo el brazo.
POTQ.cl | Agosto 2009
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