24.11.10

The Smashing Pumpkins - Movistar Arena (23 de noviembre de 2010)

El 19 de agosto de 1998, en la Estación Mapocho, Billy Corgan tomó su guitarra acústica, entonó en formato solitario ‘Tonight Tonight’ y ‘Disarm’, y le prometió a todos los asistentes que The Smashing Pumpkins volvería a Chile. Anoche, en el Movistar Arena, el frontman cumplió su palabra, aunque con varias salvedades. Parado al medio del escenario, al igual que la primera vez, ahora el líder indiscutido del grupo es el único miembro fundador restante. Ya no están D’Arcy ni James Iha acompañándolo, como hace 12 años, sino Jeff Schroeder en la guitarra y Nicole Fiorentino en bajo. En el sillín de baterista se encuentra Mike Byrne, el integrante más joven, nacido en 1990, cuando la banda ya había editado sus primeras canciones.

Caras nuevas, pero la misma fórmula: un descendiente de asiáticos (coreanos, específicamente) en las seis cuerdas, y la base rítmica a cargo de una chica guapa y un percusionista impetuoso hasta decir basta. La gran diferencia es que estas flamantes adquisiciones responden a un modelo menos comunitario, centrado de manera explícita en la figura de su protagonista; o sea, más subalternos que compañeros propiamente tal. Empleados de una franquicia cuyos créditos previos alcanzan para ocultar la mediocridad de sus últimas entregas y el bajón creativo experimentado por el dueño de la empresa. Un declive que podía ocurrir con o sin los originales a bordo.

A fin de cuentas, The Smashing Pumpkins es Billy Corgan y Billy Corgan es The Smashing Pumpkins. Recién cuando se asume esta verdad, que a muchos aún les duele aceptar, es posible acoger a las reformadas calabazas y adentrarse en lo que pueden dar. Pero cuesta, especialmente por el esmero y la testarudez del grupo en priorizar el material fresco en sus conciertos, como ocurrió en la apertura del show de anoche con ‘My Love is Winter’ y ‘Song For a Son’. Dos canciones que no lograron romper el hielo que sí fue destrozado y derretido por ‘Bullet With Butterfly Wings’, en una versión más apresurada que la de “Mellon Collie and the Infinite Sadness”. Ése fue el verdadero comienzo de fiesta.

Una cuota mínima de los asistentes, exceptuando a los fans más acérrimos, deseaba encontrarse con los temas de “Zeitgeist” y “Teargarden by Kaleidyscope”. El principal miedo de los mejor informados, aquéllos que revisaron los setlists de la actual gira, era que la banda no tuviera en consideración los años transcurridos desde su primera venida y se aprovechara de la coyuntura (“The Solstice Bare”, el segundo volumen del épico proyecto de 44 cortes que emprendió el cuarteto, era estrenado el día del recital) para mostrar únicamente novedades. ‘Tarantula’ hizo pasar susto a los que pensaban esto, aunque ‘Eye’ y ‘Today’ (la gran omisión de la visita de 1998) pusieron las cosas en su lugar: esta noche no sería egoísta en clásicos.

Con ‘Ava Adore’ empezó la revisión de “Adore”, el disco más controvertido del grupo. Y pese a que el single choqueó al mundo en el momento de su salida, hoy es prácticamente inamovible de sus shows y apreciada como la excelente canción que siempre fue. Efecto contrario al que produjo la reciente y poco conocida ‘Widow Make My Mind’, liberada para su descarga en enero y recibida con escepticismo por buena parte de la crítica especializada. Eso sí, antes de que el ambiente se enfriara, la interpretación de ‘Stand Inside Your Love’, el último single de alto vuelo lanzado por la banda, logró dejar los ánimos a favor de The Smashing Pumpkins, que incluso se dieron licencia para jugar con ‘Moby Dick’ de Led Zeppelin (clara influencia de ‘Song For a Son’) durante ‘United States’, en la que Mike Byrne reverenció a John Bonham con un solo de batería.

‘Spangled’, otra de “Teagarden by Kaleidyscope”, antecedió a una lectura de ‘To Sheila’ que abandonó el cariz acústico e íntimo de la original para reemplazarlo con electricidad, la tónica de la velada. Y si de ejemplificarlo se trata, nada más evidente que ‘Cherub Rock’ y ‘Zero’ -la mejor dupla del concierto- y las versiones distintas a las de estudio para ‘Shame’ y ‘Tonight Tonight’, coreada a rabiar por los asistentes a un Movistar Arena con su capacidad reducida para capear que la oferta superó a la demanda de tickets. ‘Freak’ y ‘A Stitch in Time’ fueron lo último que escuchamos en cuanto a material reciente del cuarteto, cuya segunda presentación en Chile entraba a los descuentos.

El telón comenzó a bajar con Billy Corgan y su guitarra acústica interpretando ‘Disarm’ junto al público. Pese a las pequeñas confusiones en el coreo de la letra, que fueron enmendadas hábilmente por el frontman, el clásico de “Siamese Dream” surtió el efecto deseado: conmover. Con ‘Heavy Metal Machine’, incluida en la gira latinoamericana tras dos años en el olvido, The Smashing Pumpkins finalizó su paso por Santiago y derrumbó el cincuenta por ciento del mito sobre su decadencia. Puede ser que en el estudio ya no brillen, que hayan perdido la capacidad de balancear entre calidad y cantidad, y que nunca vuelvan a entregarnos una obra maestra que marque a generaciones. Son posibilidades más que factibles. Pero, tras apreciar la contundencia que tienen sobre el escenario, aún hay razones para creer en su resurgimiento. Después de todo, el abolengo nunca se pierde.

Oddó: Piloto Automático

Oddó presenta “Déjame Dormir”, su primer disco solista, hijo del insomnio y el cansancio crónico que experimentó mientras lo facturaba. A continuación, un relato sobre las penurias del debutante y las recompensas del desvelo.

El estrés es una enfermedad social en expansión con la que todos estamos familiarizados. Ismael Oddó lo sabe mejor que nadie, luego de pasar un período de su vida sumergido en responsabilidades laborales, académicas y personales que lo convirtieron en un autómata. En un día normal, tenía que asistir a clases de Composición y Arreglos en la Arcis, ensayar con Francisca Valenzuela (en cuya banda toca bajo), grabar en el estudio su primer disco solista y llegar a casa para componer las canciones de ese álbum, preparar el siguiente día de universidad y la próxima sesión con el grupo de acompañamiento que integra. Una y otra vez hasta no dar más. Literalmente.

“Déjame Dormir” es el nombre del debut de este veinteañero, ex miembro de Alamedas, donde se integró luego de años de conocer a Alejandro Gómez, quien le enseñó a tocar guitarra y además fue el encargado de ampliar el libro de referentes del entonces colegial Oddó, que pasó de escuchar Blur, Oasis y Jamiroquai a descubrir XTC, Ramones y The Kinks. Un apadrinamiento que incluyó experiencias formativas como salir a ver tocatas (“no querían dejarme entrar a un show de Las Jonathan por ser menor de edad”, cuenta) o la oportunidad de presenciar el registro de “Sentido Común”, el último álbum de Solar.

Al retirarse de Alamedas, en 2008, con la inquietud de iniciarse como solista y enfocarse en los estudios, el precoz músico fue reclutado por Francisca Valenzuela para sumarse a su banda, justo en plena ebullición del disco “Muérdete La Lengua”. “Empecé a ganar plata y en vez de carreteármela o comérmela toda, invertí en grabar mis canciones”, explica con el mismo criterio práctico que caracteriza los pasos que dio después. “Cuando decidí hacer estos temas, dije ‘voy a grabar algo a ver qué pasa porque tengo 21 años y esto se demora, hay que empezar a hacer algo, generar un movimiento personal’. Funcionó tan bien que ahora existe un disco que ha tenido un recibimiento la raja”.

Recién editado, “Déjame Dormir” ha sido acogido con buenos comentarios hacia su propuesta pop rock de fina factura. Pero el resultado no salió gratis. “Hubo un momento en que llegué a un estado mental de insomnio continuo, estaba flotando todo el rato. Cuando canto que ‘sin pestañear, paso las horas viendo siluetas’ es porque eso de verdad me pasó, yo estaba con los ojos abiertos sin ver nada, con piloto automático. Fue algo que influenció a favor. Con la perspectiva del tiempo, estoy muy feliz de que haya sido así, en el momento lo sufrí mucho. Ahora, cuando estoy a las cinco de la mañana cagado de sueño, digo ‘filo con el 1 que me van a poner mañana, me voy a acostar’, en ese tiempo no podía hacerlo, me trasnochaba”, recuerda.

Los altos índices de estrés en la vida de Ismael Oddó marcaron la pauta del álbum, cuyas canciones hablan reiteradamente sobre agotamiento. “El disco es súper honesto y personal. No hay mucha invención de historias o situaciones. Es más que nada una descripción de lo que me estaba pasando”, cuenta. Con currículum acumulado como instrumentista, pero no en calidad de frontman, verbalizar su sentir y expresarlo frente a un micrófono se convirtieron en los nuevos retos que el músico debió encarar. “Siempre hice estructuras musicales, pero nunca escribía letras, eran ideas más libres. De repente me vi en la obligación de tener que hacer 10 y lo único que tenía eran melodías y frases. Grabábamos baterías, guitarras acústicas, guitarras eléctricas, los bajos y la voz quedaba al final”, confiesa.

“Durante el proceso, hubo mucho rato en que odié al disco, no me gustaba cómo sonaba ni lo que yo decía. A veces pensaba ‘¿en qué me metí?’ Cantar fue terrible. Todavía no está resuelto, al principio llegué dando jugo porque sólo había hecho coros antes, aunque trabajé y sigo trabajando en eso, por suerte encontré una profe que me ayudó. En cuanto a sonoridad, la cosa media Julian Casablancas me gusta, también hay asuntos que están controlados por falta de práctica, es algo más peludo que la mierda”, afirma. Para enfrentar esas complicaciones, el novel solista recurrió a Claudio Fierro (ex batero de Alamedas) y el guitarrista Carlo Colussi (Caja Negra), quienes fueron esenciales para el empalme de “Déjame Dormir” en los Estudios Pulsar, antes de la mezcla y masterización a cargo del ingeniero Gonzalo González (Los Tres, Los Prisioneros, Los Bunkers).

Oddó lanzará su debut este viernes 26 de noviembre en Sala Master, a las 21:00 horas, con un show que promete invitados como Francisca Valenzuela y Andrés Nusser de Astro, entre otros, y la reproducción íntegra de los 10 cortes de la placa. Una presentación en sociedad que se suma a la lista de buenas consecuencias que ha traído el camino solista. “Ha sido raro y nuevo hacerse cargo, trabajar en lo extramusical. Mi pega ha aumentado. Me dan un poco de vergüenza las entrevistas y siempre tengo la inquietud de saber cómo saldrán finalmente, en qué se enfocarán los periodistas porque los comentarios me ayudan a mí mismo a construir lo que yo hice y aprender. Es mejor recurrir a cómo te ven los otros para reconocerte, es difícil tomar decisiones al respecto. Pero hay un trabajo en general, el arte y la música están entretenidos, hemos trabajado en la globalidad del proyecto. Nadie pescaría el disco si hubiera sido malo”.

Perrosky - Tostado


En abril del 2009, Jon Spencer (Pussy Galore, Blues Explosion) vino a Chile junto a Matt Verta-Ray, con quien conforma el dúo Heavy Trash , tocó en el Teatro Novedades y conoció a otra dupla musical: Perrosky. Los norteamericanos siguieron su gira, pero el nexo quedó establecido con los hermanos Gómez, que no perdieron su tiempo y se dedicaron a trabajar a conciencia. De ese esfuerzo nació en marzo de este año el EP “Campante y Sonante”, seguido tres meses después por “Son del Montón”; ambos lanzamientos enmarcados en la antesala del octavo aniversario de su sello, Algo Records, al igual que la sureña gira Panamericana Rock con Philipina Bitch. Una celebración que ahora se corona con la salida de “Tostado”, la nueva entrega del tándem santiaguino.

Para facturar este mini disco de siete canciones (más un bonus track de 49 segundos), Perrosky viajó hacia Nueva York, donde los esperaba el estudio de Heavy Trash. Atendido por sus propios dueños, el N.Y. Hed es un lugar lleno de maquinaria antigua, que supo responder a las necesidades de Alejandro y Álvaro, eternamente interesados en las posibilidades del registro análogo e inspirados en buena parte por el imaginario sonoro que el mismo Spencer ha construido. Ese rock ruidoso que respeta a pie juntilla al blues como alma máter y tiene a la crudeza como premisa.

Pese a las credenciales de sus asesores y a la experiencia acumulada por el dúo, desde su fundación en 2001 como proyecto solitario de su vocalista, la grabación de “Tostado” debió sortear el obstáculo de tener el tiempo en contra. El dúo sólo contaba con 10 días en el Lower East Side de la Gran Manzana y había que exprimir todas las horas posibles para dar forma a los nuevos temas. El problema fue resuelto con la colaboración codo a codo entre estadounidenses y chilenos, quienes no sólo participaron en el proceso de grabar, mezclar y producir, sino que también ejercieron como músicos invitados en cinco de los cortes que presenta la placa. Nuevamente, los hermanos Gómez invocaron al espíritu de camaradería que ha caracterizado todo su prontuario.

En su séptimo trabajo, los santiaguinos se dan el gusto de compartir y estar en igualdad de condiciones con Heavy Trash. Jon Spencer y Matt Verta-Ray tocan solos de guitarra, así como bajo y teclado junto a la dupla nacional, cuyas canciones ganan en calidad con estas apariciones. El productor norteamericano y su secuaz no invaden la propuesta de los nacionales, más bien logran acoplarse a ella para expandirla sin que pierda su coherencia (algo que se aprecia en el slide de ‘Luz’ o en los toques de Ace Tone de ‘Todos Quieren Llegar’). “Tostado” no escatima en esfuerzos para anunciar los avances de Perrosky, que en sus letras ahonda sobre adaptarse al entorno, tener compañeros de ruta, la fe en el cambio (‘Sigo esperando’) y crear comunidad (‘Síguenos sin pensar’). El peregrinaje a La Meca hizo que estos devotos encontraran la mejor versión de sí mismos.

Massive Attack - Espacio Riesco (20 de noviembre de 2010)

Massive Attack vino a Chile por primera vez en 2004, en el marco del festival SUE, para presentar “100th Window” en Espacio Riesco. Seis años después, el dúo volvió a nuestro país, al mismo certamen y recinto, pero en nuevas condiciones: con menos público e impacto. En un 2010 que ha sido prolífico en visitas, la presencia de los británicos ya no causa el revuelo de antes, así como su última placa, “Heligoland”, tampoco ha gozado del beneplácito –de prensa y audiencia- con el que sí contaba su discografía noventera y los resabios que dejó a comienzos de la década pasada.

Comparaciones aparte, anoche los bristolianos probaron, ante unas 8 mil personas, que no importa si disminuyen los aplausos y las ganancias cuando se persevera en un proyecto bien definido. Después de abrir con ‘United Snakes’, Martina Topley-Bird subió al escenario para cantar ‘Babel’, que fue seguida de ‘Risingson’ y ‘Girl I Love You’ con Horace Andy en la voz. En apenas cuatro canciones, desfilaron un lado B, la co-protagonista del clásico “Maxinquaye” de Tricky, un bocado del mejor disco de los ingleses y una leyenda del reggae jamaiquino. Y todo con sonido impecable.

El lujo continuó con 3D en el micrófono y ‘Future Proof’. A esa altura, la pantalla en la que Massive Attack proyecta datos ya es partícipe importante del espectáculo con mensajes que abarcan desde noticias de farándula hasta datos duros sobre la dictadura de Pinochet y menciones a Bielsa. Tras ‘Psyche’ y ‘Mezzanine’, una austera versión de ‘Teardrop’ invoca a los presentes al silencio, justo el efecto opuesto que logra ‘Angel’ cuando arranca los destellos más ruidosos de la noche, antes de que ‘Inertia Creeps’ invite al trance y ‘Safe From Harm’ de “Blue Lines” cierre el primer bloque de concierto.

Para el bis, el dúo retomó “Heligoland” y presentó ‘Splitting the Atom’. El primer single del último disco fue seguido por un tema estrenado este año, cuyo nombre todavía no se dilucida (se habla de ‘As You Were Leaving’ o ‘You Were Just Leaving’), y corresponde a material guardado desde las sesiones de “100th Window”. El plato fuerte, cómo no, fue Debbie Miller –la tercera vocalista a bordo- con una interpretación colosal del hit ‘Unfinished Sympathy’. Aunque parte de la audiencia esperaba escuchar algún corte de “Protection’, la velada concluyó con ‘Alas Air’ y la música envasada no dio pie a reclamos.

Fue un final abrupto y confuso el del segundo show de Massive Attack en Chile. La calidad mostrada en el transcurso del recital merecía coronarse de mejor manera, con algún detalle que diera a entender que el fin estaba por venir. Eso sí, el término no logró empañar un concierto llevado a cabo con precisión milimétrica, en el que los bristolianos volvieron a oscurecer Santiago y a dejar en claro que el trip-hop sólo fue un invento periodístico. Anoche la electrónica se encontró con el rock, a través de dos jugadores eclécticos a los que, pese a no brillar como antes, hay que seguirles la pista. Todavía es un buen ejercicio.

Setlist

United Snakes
Babel
Risingson
Girl I Love You Play
Future Proof
Psyche
Mezzanine
Teardrop
Angel Play
Inertia Creeps
Safe From Harm
Splitting The Atom
As You Were Leaving
Unfinished Sympathy
Atlas Air

Kinética - Kinética

Movimiento, equilibrio y postura. La kinestesia es lo que transmite el cuerpo, y lo que Kinética irradia a través de su música está conectado -de manera íntima- con la figura humana. Emiliana Araya, la responsable de este EP, entrega seis originales y dos remezclas en su primer trabajo. Una expedición a través de cortes broken beat y drum and bass, acompañados por letras que juegan entre lo confesional y el amoldamiento métrico a ritmos sincopados. Esa cadencia somática se acopla a la femineidad de la santiaguina, para anunciar un rasgo que, con el debido desarrollo, podría definir a futuro el carácter de esta solista. Además, los invitados a la placa hablan de una debutante que sabe rodearse de buenos colaboradores (Foex, Gen, Fat Pablo, Marcos Meza, DLA, Motivado). Dime con quién andas.

Twin Shadow: Doble militancia


Nacido en República Dominicana, George Lewis Jr. fue transplantado en el distrito californiano de Venice a temprana edad y ahí pasó una infancia de la que no atesora muchos recuerdos. La falta de opciones lo llevó a valorar todo lo que tenía a mano, de boybands a grunge, hasta que se fue a vivir a Brooklyn, donde conoció a Chris Taylor de Grizzly Bear. El músico lo acogió en Terrible Records, su sello, y produjo su primer álbum: Forget. La placa ha sido celebrada por su aproximación revivalista al pop de los ’80, llevada a la práctica con sobriedad y sin aspavientos. Apadrinado por los medios que dictan el hype, Twin Shadow ha puesto su nombre y canciones en la red, al punto de ser fichado también por la disquera 4AD. Otro paso que lo deja a medio camino entre artículo novedoso y herramienta de la nostalgia.

Suena como: Morrissey, Echo & The Bunnymen, The Cult

13.11.10

The Smashing Pumpkins - Adore (1998)

Con la espalda cargada de expectativas ajenas, después del éxito de “Mellon Collie and the Infinite Sadness”, y el cansancio tras una gira de dos años, Billy Corgan se vio en la obligación de escribir la mejor obra de The Smashing Pumpkins. O intentarlo, al menos, aunque fuese siguiendo su propia lógica y esa metodología no resultara, como finalmente ocurrió. Porque “Adore” es, en retrospectiva, el principio del fin del grupo. La detonación de una bomba que siempre amenazó con explotar. También fue la manzana de la discordia para todos. Al mismo tiempo, los seguidores puristas esperaban un regreso al rock, como prometía el último single que editaron, ‘The End Is The Beginning Is The End’ (del soundtrack de “Batman y Robin” de 1997); mientras los acólitos adquiridos en su etapa más comercial querían algo similar a lo anterior.

El disco no le dio el gusto a ningún bando.

A su vez, una cuota de la prensa tampoco estaba conforme con lo que consideraba una mala vuelta de tuerca, y menos los ejecutivos del sello Virgin cuando vieron decaer las ganancias de uno de sus productos estrella. En la época en que las estadísticas todavía pesaban, pero la descarga de música en internet ya había tomado vuelo, Billy Corgan tomó a título personal el revés de ventas recién sufrido. Una y otra vez el frontman dio a entender que estaba desilusionado de su público e hizo varias declaraciones contra el tráfico digital de canciones, firmando sin querer el contrato de su propia crucifixión mediática como personaje. Donde antes hubo un “perfeccionista”, ahora había un “obsesivo; en el lugar del “talentoso”, estaría un “ególatra” y así. Del éxodo masivo de fans, ni hablar.

Aunque “Adore” no era un álbum doble, sus 74 minutos de duración hacían pensar que de esa manera había sido esbozado originalmente, como el grupo confesó durante la promoción del trabajo. Editado en junio de 1998, el cuarto elepé de The Smashing Pumpkins puso especial énfasis en la programación electrónica y las atmósferas, y abordó como tópicos al amor, las separaciones, la pérdida y la muerte. Nada muy ajeno para un grupo cuya unidad se desplomaba, sin el batero Jimmy Chamberlin y con el guitarrista James Iha resignado a su rol de ejecutor; las canciones propias y todo lo que dejó en el tintero con el entonces trío fueron a parar a “Let It Come Down”, su primer –y único a la fecha- intento solista, aparecido cuatro meses antes.

Si sólo dependiera de motivos extramusicales, “Adore” sería un perfecto candidato a la categoría de disco maldito. Uno para el olvido. Pero sus canciones argumentan otra teoría. La cuarta placa de los de Chicago pertenece a la misma cepa de “Rumours” de Fleetwood Mac o “For Emma, Forever Ago” de Bon Iver, la de aquellos brotes que sólo pueden nacer de emociones lacerantes, en este caso, el dolor que acarreaba Billy Corgan por el fallecimiento de su madre (sobre quien habla claramente en ‘Once Upon a Time’ y ‘For Martha’). Y de la misma forma que en los trabajos citados, el arquitecto del trío supo transmitir lo que ocurría transformando el sufrimiento en el máximo esfuerzo creativo de su vida: letras y melodías perfectas que expresan melancolía en primera persona. De cerca. Desde las entrañas.

Pese a no conseguir la reacción deseada, el concepto de “Adore” estaba clarísimo. The Smashing Pumpkins volvían vestidos de negro, después del festival de colorido que fue “Mellon Collie and the Infinite Sadness”, proponiendo renovación. La portada y todo el resto del arte de la nueva placa contenía fotografías en blanco y negro, a cargo de Yelena Yemchuk, la novia de Corgan en ese momento, mostrando coherencia estética con la idea. ‘Ava Adore’ tenía un notable video de una sola toma, dirigido por Dom and Nic (Supergrass, The Chemical Brothers) y el clip de ‘Perfect’ era la secuela de ‘1979’ a cargo de Jonathan Dayton y Valerie Faris (responsables del original y también de ‘Tonight Tonight’). El trabajo audiovisual para aquel single probaba que no querían disociarse por completo del pasado y, de paso, dejaba ver la realidad: ya no eran los veinteañeros de antes.

La efervescencia post adolescente se había esfumado, acompañada de las guitarras eléctricas punzantes, y fue reemplazada por la sombra de la propia finitud. Nada es es eterno, en especial las personas y las bandas. El abrupto término de ‘17’ (un instrumental de apenas 17 segundos en los que se escucha un piano) bien podría ser una analogía sobre lo rápido que se puede esfumar la vida. Las líneas que la carátula dedica a este corte, con frases como “17 segundos para olvidar tu dolor ” o “para recordar que el amor es la energía por la que todo es creado”, refuerzan tal impresión. Es el espíritu de The Smashing Pumpkins exprimiendo la belleza de lo triste. La existencia de “Adore” es el recordario de un acto de coraje. Representa el diario de vida de un genio que bajó la guardia porque se sintió viejo y cansado antes de tiempo, pero que nunca se rindió por completo y eligió ganarle a sus demonios. Valía la pena morir en el intento.

10.11.10

Grinderman - Grinderman 2

El consenso en torno a Grinderman y su debut homónimo del 2007 fue que era un proyecto paralelo en que Nick Cave -crisis de los 50 mediante- desahogaba lo que no podía expresar con The Bad Seeds. El fruto, un disco de rock peligroso e hilarante en partes iguales, recibió el beneplácito generalizado de una prensa que se sorprendía con el australiano y la facción rebelde que formó con soldados de su propia banda (Warren Ellis, Martyn Casey y Jim Sclavunos). De la mano del productor Nick Launay (Arcade Fire, Gang of Four, Talking Heads), el cuarteto consiguió un álbum redondo, que incluso influenció al siguiente lanzamiento de su alma máter, “Dig, Lazarus, Dig!!!” del 2008.

Pero, ¿qué venía después? La respuesta a priori: seguir con la humorada. Ante los espléndidos resultados del trabajo previo, no sería descabellado continuar apelando a la concupiscencia y las guitarras distorsionadas. Una idea que, en la antesala de la placa, fue descartada en entrevistas donde el frontman de la banda declaraba sus intenciones de imprimirle más peso y seriedad al nuevo largaduración. Con el mismo núcleo de trabajo de la ópera prima, Grinderman retornó al estudio en 2008 y se tomó un año –con varios intervalos- para terminar el anunciado segundo álbum.

Lo que dejaron en nuestras manos se llama “Grinderman 2”, una evidencia de que las palabras de Nick Cave no fueron en vano. Salvo ‘Mickey Mouse and the Goodbye Man’, la canción que abre el disco (y en cierto sentido, despide al pasado elepé), el cuarteto cambia de folio y da pasos en terrenos antes inexplorados. La renovación no es radical, sino más bien representa el testimonio más fehaciente de la validez del grupo, cuyo dinamismo habla sobre un ente con autonomía absoluta. Podrán ser veteranos y conocerse hace años, pero las sorpresas entre ellos –y para nosotros- siguen estando a la orden del día, sin supeditarse a lo realizado previamente.

Donde antes sólo se mezclaban suciedad, libido y testosterona, ahora se añaden nuevas especias que sazonan el plato, como el dramatismo de ‘What I Know’ y la progresividad de ‘When My Baby Comes’. La combinación de aderezos complace a los paladares que buscan nuevos sabores, aunque también convence a quienes deseaban otro bocado de lo que probaron en el homónimo debut. La banda aviva sus aires picarescos con las confesiones impúdicas de Nick Cave en ‘Worm Tamer’ (en las que habla de la intimidad sexual con su chica) o ‘Kitchenette’ (el discurso que le dirige a una mujer casada a quien intenta seducir, criticando a su esposo por aburrido).

Los australianos escriben su regreso con ingenio, en un nuevo tomo que abandona parcialmente la crudeza mostrada en el primer volumen y despliega los argumentos necesarios para afirmar que, cuando se trata de lascivia, son todos unos expertos. Grinderman es un ser lujurioso en cuya mente habitan imágenes retorcidas (‘Palaces of Montezuma’), mientras su cuerpo se infecta de groove (‘Evil’). Sí, la humorada continúa, y con más vehemencia que nunca ahora que sus autores la han llevado al extremo, a punta de socarronería. Los rufianes jamás cambian.

9.11.10

Dënver - Música, Gramática, Gimnasia

"Tienen potencial para desarrollar". Eso se decía sobre Dënver, en enero de 2008, después de que telonearon al cantautor sueco-argentino José González en Santiago. Las canciones de Totoral, su debut editado ese mismo año por el difunto sello Neurotyka, también concitaron ese comentario que puede ser tan insípido como certero. En ese entonces, los factores más periféricos de la música (como su San Felipe natal o la deuda con el catálogo de Elefant Records) ayudaron a configurar la presentación en sociedad del dúo, mientras sus canciones cosechaban adjetivos relacionados con la ingenuidad y la adolescencia.

Hoy, se nota que ambos hemisferios de este proyecto (Milton Mahan y Mariana Montenegro) han ganado experiencia, pero hablar de madurez para referirse a su nuevo disco sería engañoso. La mera palabra evoca pérdida de frescura o tonos opacos. Y nada podría estar más en contra de lo que esta pareja representa. En Música, gramática, gimnasia, el tercer trabajo del dúo –contando el EP Solenoide–, los sanfelipeños amplían el rango de acción original sin olvidarse de sus ideas fundacionales. Entonces, lo que tenemos es un álbum de pop hecho por y para los amantes del género, producido por un Cristián Heyne alzado en calidad de Rey Midas después de trabajar con Gepe y Javiera Mena.

Con la estética de un texto escolar antiguo, el arte del elepé adelanta lo que la inaugural "Mi primer oro" confirma: Dënver le puso aumento a su espejo retrovisor. Añadieron soul a una paleta de recursos que ya contaba con varias citas retro (también se nota en "Diane Keaton", muy reminiscente de La Casa Azul), tanto cinematográficas como literarias y musicales. La inclusión de cencerros, bronces y cuerdas refresca el cariz vívido del álbum, que también asoma en las electrónicas "Olas gigantes" y "Litoral central". Liberado para su descarga gratuita por el Sello Cazador, Música, gramática, gimnasia le da razón a los vaticinios de hace dos años. El potencial ya está desarrollado.

Temas: 1. Mi primer oro 2. Olas gigantes 3. Lo que quieras 4. Diane Keaton 5. Los adolescentes 6. Los bikers 7. Feedback 8. Cartagena 9. Segundas destrezas 10. Litoral central 11. En medio de una fiesta.

Músicos: Milton Mahan (voz, bajo, guitarra), Mariana Montenegro (voz, teclado, piano), Fakuta & The Laura Palmers (coros), Mauricio Galleguillos (batería acústica), Conjunto Egmont (cuerdas), Ignacio Muñoz (trompeta), Matías Varela (trombón) y Óscar Montenegro (saxofón).

8.11.10

Mentewo - Reservado


Entre otras virtudes, un MC que se precie debe profesar un respeto irrestricto por el arte de la rima. Mentewo cumple a cabalidad ese mandamiento. En Reservado, su quinto disco, el puentealtino casi elimina los errores no forzados. Las pocas veces en que tropieza lo hace con el honor de estar persiguiendo ideas, en vez de sólo estar calzando finales de palabras. Las letras del álbum pasean por tópicos que configuran un mapa de la vida periférica en Santiago, sin caer en los clichés del resentimiento barato, y exaltan el valor de la materia gris como herramienta de sobrevivencia.

En “Algo de mi parte” el rapero se explaya sobre sí mismo y devela su personalidad en dos afirmaciones: “Yo no canto, sólo hablo con un poco de estilo” y “me gusta ir suave con ritmos ásperos”. Las mentadas pistas del álbum estuvieron a cargo de personajes como DJ Cydtronick de Salvaje Decibel (con quien editó el maxi “Mi lenguaje”, el año pasado), Frainstrumentos y Ariel Soza de El Volcán Records (Guerrillerokulto, Teoritáctica). Un puñado de beatmakers proactivos, encargados de musicalizar los soliloquios existenciales que recorren este largaduración.

El eje temático de Reservado es el propio hip-hop, al que Mentewo declara su amor incondicional; el género, asumido como estilo de vida, es el principal inspirador del MC. Aunque también hay espacio para contar historias lineales, como la de un cliente que se enamora de una prostituta en “Coloquio de una noche”, y para flirtear con el reggae junto a Taner en “Terapia”. Dentro de los 13 cortes del álbum el más plausible es “La alcantarilla”, una cuasi carta de suicidio en la que cuenta que “por aquí, después de las 12, se ven maracas baratas como Luly con peluca haciéndote por luca un lolly”. No apto para amigos de los eufemismos.

4.11.10

Massive Attack - Protection (1994)


¿Se acuerdan de ‘Missing’ de Everything But The Girl? Una canción que sonó hasta el cansancio a mediados de los noventa, especialmente en su versión electrónica. Aquel remix, hecho por el productor Todd Terry, revitalizó la carrera del dúo e impulsó la promoción de un disco acústico llamado “Amplified Heart”. Lanzado en junio del 94, el álbum no ganó mucho terreno sino hasta el año siguiente, cuando el mentado single fue reeditado en clave discotequera. Esa efectiva decisión fue tomada por el tándem después de darse cuenta de que Tracey Thorn era altamente compatible con los beats. Y eso se lo deben a “Protection”, el segundo largaduración de Massive Attack.

El entonces trío de Bristol buscó a la vocalista para escribir y grabar juntos, después de que Shara Nelson (la colaboradora clave en “Blue Lines”, su trabajo previo) los dejara para perseguir una carrera en solitario. Mientras una ascendía en popularidad, la otra estaba estancada en un proyecto que parecía nunca despegar, pese a su elevado nivel cualitativo. La solución no pudo haber resultado mejor. Si en el debut de los británicos la pieza angular fue ‘Unfinished Sympathy’, su nuevo disco tendría al tema homónimo en el mismo rol, sentando un tono menos efervescente que el anterior, pero igual de magnético gracias a la interpretación de la cantautora.

Al igual que en “Blue Lines” (cuyo adelanto fue ‘Daydreaming’), Massive Attack guardó la carta bajo la manga y presentó ‘Sly’ como primer single. Con la voz de Nicolette y los arreglos de Craig Armstrong, el grupo daba un mensaje claro: “Protection” no sería un autoplagio, aunque eso les costara perder la chispa. Dicho y hecho, el disco fue presentado a fines de septiembre de 1994 y de inmediato recibió opiniones encontradas: se habló de desilusión y de proeza electrónica con la misma vehemencia. Eso sí, nadie podía evitarlos, estaban en todas partes. Tras el obvio lanzamiento de ‘Protection’ como promocional (con un clip dirigido por Michel Gondry), vendría el segundo hito del elepé, de la mano de ‘Karmacoma’.

Un ritmo hipnótico, 3D con Tricky rapeando líricas sobre alienación y un video de Jonathan Glazer (Radiohead, Blur) que llamaba a la controversia. Tenían todas las de ganar y así lo hicieron con el tercer y último corte de difusión del álbum. Aunque no del todo representativa, por la naturaleza dispersa del trío, la canción encapsulaba en sí la esencia del trabajo que la contenía y los tópicos transversales a él: soledad, decadencia, perturbación y cuestionamiento. Asuntos también abordados en highlights como ‘Spying Glass’(una más con Horace Andy), ‘Better Things’ (la otra co-autoría de Tracey Thorn) y ‘Eurochild’ (también con el diablillo de Bristol).

Mientras la mayor porción de la electrónica se ensimismaba- concentrada en experimentar con nuevas tecnologías- y se hacía más gélida, Massive Attack abogó por lo tangible en un ejercicio casi sinestésico. Con samples y programaciones, supieron hacer que “Protection” recreara tonos lúgubres, aromas y texturas con inusitada eficacia. Y lo consiguieron sin perder un ápice de su aura vanguardista (¿qué es, si no, la destrucción de un tótem como ‘Light My Fire’ de The Doors al final del disco?), y resolviendo con más destreza que en “Blue Lines” la problemática de amalgamar influencias. ¿Trip hop? No. Que nos perdone Soda: esto es comfort y música para volar.

El Sueño de la Casa Propia - Historial de Caídas

Cuando hay afán de perfeccionismo, encontrar la mejor fórmula de expresión puede convertirse en una tortura, o al menos en un viaje muy largo. José Manuel Cerda, alias El Sueño de la Casa Propia, demoró casi un lustro en hallar el traje a la medida que necesitaba. En 2006 editó Hogar, un debut del que ahora reniega, aunque sin altanería, sólo apelando a la falta de identificación con un sonido que él considera “un poquito postrockero” (ver esta esclarecedora entrevista).

Dos años después, fue sindicado tardíamente como una revelación local, cuando la Zona lo destacó en el segundo volumen del recopilatorio De Atrás Pica el Indie, junto a bandas como Los Mil Jinetes y Rocket (el germen de Portugal). Con el beneplácito periodístico en su bolsillo, varios compilados y tocatas después, el porteño lanzó en junio –vía Pueblo Nuevo- Historial de Caídas. Un rompecabezas armado con paciencia de artesano, fabricado con piezas ajenas y de la colección personal.

La segunda entrega de El Sueño de la Casa Propia exhibe la experticia popera de su autor. Claro, es electrónica en cuanto a formato, pero la búsqueda de estructuras amigables es la columna vertebral de este álbum, como patentizan ‘A la velocidad del amor’ y ‘Voluntad de oro’ (los dos hits del disco). En todo caso, eso no excluye la presencia de experimentación y osadía, características que son la bandera de lucha de estas nueve canciones. Si te gusta indagar en los sampleos, acá tienes aseguradas horas de diversión.