Nadie iba a condenarlos si lanzaban un álbum de transición, pero Deftones optó por el camino difícil: superarse a sí mismos. Con un disco escondido y una historia trágica como antesala, lanzan “Diamond Eyes”, el cierre de un capítulo que sigue incompleto.
‘Video Killed the Radio Star’ cantaban los británicos The Buggles. Más de tres décadas después, otro cambio ha ocurrido: las redes sociales le han dado la estocada mortal a las estrellas de rock, tal como las conocíamos. Ahora son una especie en peligro de extinción porque el aura de misterio, uno de sus principales atractivos, casi no existe alrededor de los músicos más célebres. En cambio, tenemos un superávit de información que no distingue entre funcional o chatarra, y que permite saber qué hacen los artistas, a qué hora, dónde y cómo. La intriga fue devorada con zapatillas por la sobreexposición y la pelea por quién está más conectado es la consigna de las venideras camadas.
Por eso, una obra tan enigmática como “Diamond Eyes”, el nuevo álbum de los Deftones, resulta un fenómeno interesante y digno de análisis. Para las cronologías oficiales, la placa será considerada como la sexta en la historia del grupo, pero –en estricto rigor- el árbol genealógico de los norteamericanos tiene un hijo no reconocido e inmediatamente previo: el infame “Eros”. Un disco que estaba siendo incubado en el vientre de una banda tensa, que le había perdido el gusto a la magia de antaño y cuyo vocalista se encontraba en pleno quiebre amoroso y familiar. La clase de obra maldita que hace sudar sangre a sus responsables.
Corría el 2007 y los de Sacramento no estaban cien por ciento conformes con “Saturday Night Wrist”, su lanzamiento del año anterior, recibido con buenas críticas pese al notorio desgaste en la lozanía de su sonido y la ambiciosa propuesta planteada. Apenas terminaron de dar conciertos, regresaron al estudio. “Vivimos en un hotel con Stephen (Carpenter) por seis meses, escribiendo y grabando. Había buenas cosas, no puedo decir que fuera un mal disco, porque planeábamos sacarlo algún día, pero no parecía sobrecogernos. Muchas cosas estaban pasando, yo lidié con mi divorcio y toda esa mierda, con vender mi casa. No era una experiencia divertida estar ahí tratando de hacer ese material. Sólo quería terminar, volver y dar el próximo paso”, confesó Chino Moreno en Creep Show.
Con la música totalmente lista, las letras armadas y las voces a punto de registrarse, sólo faltaba que el cantante finalizara su labor. Pero todo fue interrumpido cuando -el 4 de noviembre del 2008- Chi Cheng, bajista del grupo y bastión fundador, sufrió un accidente automovilístico que lo dejó en un coma del que todavía no se recupera por completo. La tragedia provocó todas las consecuencias predecibles, como palabras de buena crianza y actos benéficos, y por ende también puso en duda la continuidad de la banda. Por un instante, Deftones vio su existencia en peligro, hasta que resolvieron seguir juntos, esperando la rehabilitación de su compañero.
Asimismo, estos hechos fueron un punto de inflexión creativa y una fractura en la línea de tiempo. “Los temas que grabamos para “Eros” son muy especiales para nosotros, son lo más reciente que hicimos con Chi (y ciertamente esperamos que no lo último); tienen historia y significado. Sin embargo, sentimos que ese disco no abarca ni representa lo que somos actualmente como personas y músicos. Esperamos lanzar ese material, pero tomamos de forma colectiva la decisión de cambiar de aproximación, teniendo el estado de nuestro amigo en nuestras mentes mientras lo hacemos”, explicó el grupo en su sitio web, tiempo después del grave infortunio.
Los restantes miembros aclararon que la medida de aplazar la salida del álbum, comunicada luego del accidente, no guardaba relación tan directa con el coma en el que cayó su compañero, sino más bien con una decisión estética y artística: falta de afinidad con el resultado. Tras el shock emocional que significó tener a un colega y amigo entrañable sumido en la inercia, la experimentación propuesta quedó obsoleta de forma automática y los cuatro compañeros restantes sintieron la necesidad de encontrar, en sus propias creaciones, un placebo para calmar el vendaval de negatividad desatado. Un proceso completo que empezó y terminó en el núcleo íntimo de Deftones, inyectándole intriga a la imagen que proyecta el grupo hacia el exterior.
DE VIDA O MUERTE
Con un puesto vacante, el único reemplazo posible era un personaje cercano a la banda, quien ya había trabajado previamente con ellos: Sergio Vega. El ex bajista de los neoyorquinos Quicksand entró a llenar el espacio de Chi Cheng, con toda la presión emotiva y profesional que implica semejante labor, pero apoyado en su experiencia anterior de 1999, cuando también cubrió al deteriorado instrumentista.
Así, con la propia sobrevivencia entre ceja y ceja, el quinteto completó su formación y se reencontró en el estudio, con la misión de honrar su carrera. Fue la aparición de la epifanía: tenían que dar vida a una obra cumbre dentro de su catálogo y evitar los vicios adquiridos en la placa homónima del 2003, “Saturday Night Wrist” y el inédito “Eros”. Era momento de volver a las viejas andanzas, a compartir el tiempo encerrados e inmersos en la composición y ensayo de nuevas canciones. Todo debía salir del momento, menos premeditado y más visceral, para recuperar el exquisito sabor de sus primeros álbumes.
Mientras la mayor parte de la atención mediática estaba puesta en la recuperación de Chi Cheng, Deftones vivía un período de reajustes sustanciales para su espíritu y sonido. “Nos sentamos en el estudio, observamos los últimos 10 ó 15 años de nuestra vida y carrera, estando en esta banda. Tenemos algo que llevamos a cabo muy bien si nos enfocamos. No es sólo grabar música e irse: esto es sobre nosotros viviendo y creando un disco, cuando lo hacemos, las posibilidades son infinitas. Nuestra inspiración y unidad es más fuerte que nunca y necesitábamos canalizar esa energía en música, entregarle a nuestros fans lo que merecen: el mejor disco que pudiéramos hacer”, aseguraron.
Empecinados en lograr el objetivo planteado, no contemplaron a colaboradores previos en la nómina de productores. En repetidas ocasiones, Chino Moreno dio a entender su desazón con Bob Ezrin y Terry Date, a quienes consideraba demasiado involucrados en el aspecto técnico, en desmedro de factores artísticos. Una señal de que el estómago volvía a controlar la dirección de los de Sacramento y de que existía un deseo manifiesto de encauzar la energía en la conmoción de los sentidos. La última pieza escogida para hacer funcionar el engranaje fue Nick Raskulinecz, asesor de Foo Fighters, Rush, Marilyn Manson y Danzig, entre muchos otros.
“Él estuvo con nosotros en el proceso de composición y jamás habíamos trabajado con alguien así. Nos ayudó a esbozar la música, guiándonos, siendo una sexta voz. Pudimos concentrarnos en lo que hacemos, sin preocupaciones. Fue muy beneficioso, usualmente nos toma un año grabar, pero ahora lo hicimos en dos meses. Mi favorito nuestro es “Around the Fur” porque lo hicimos en cuatro meses, fue un disco concentrado, fácil y divertido para nosotros. No había sentido eso desde ese entonces y “Diamond Eyes” tiene esa misma aura, es más agresivo”, declaró el frontman del grupo a NoiseCreep.com. Las declaraciones no podían ser más tentadoras, especialmente para los primeros fans que los siguieron y extrañaban la cálida violencia de “Adrenaline” y “Around the Fur”.
Sin ProTools de por medio, Deftones tuvo que practicar cada segundo de su repertorio recién horneado para conseguir excelencia a la antigua, sin aderezos digitales ni excesiva post producción. “Diamond Eyes” fue escrito en su totalidad en una sala de ensayo y testeado de forma exhaustiva, antes de ser registrado en el estudio. Para beneficio de las canciones, todos los miembros del grupo interactuaron constantemente, intercambiando aportes en una dinámica similar a la de “White Pony”, donde el contrapunto de ideas resultó vital en la perfección del resultado.
Otra similitud con la tercera placa, considerada por varios su obra maestra, se encuentra en los versos de Chino Moreno. “No me gusta escuchar los problemas de la gente, me gusta escuchar música. Hablo muy poco sobre mí en esta placa. Amo las canciones donde puedo abstraerme completamente de que soy humano. Puedo describir realidades extrañas y no necesariamente deben pertenecerme. Es pintar un cuadro. Son la clase de letras con las que crecí, como The Cure. Imágenes sin contar historias”, afirmó el vocalista.
Con salida fechada para el 18 de mayo y filtrado semanas antes en internet, “Diamond Eyes” es un error en el sistema. El epílogo de un libro al que le faltan páginas y tiene otras por terminar. Hablar de un sexto elepé resulta inexacto en el caso de esta obra, hija en gran medida del guitarrista Stephen Carpenter, culpable número uno de la impronta con la que el quinteto ya es un clásico. Atípica, amarga y sobrecogedora, la experiencia enfrentada por la banda los llevó a subir peldaños en su propia pirámide. Sus nuevas canciones proclaman a los cuatro vientos la buena nueva: los Deftones han vuelto a ser asunto de vida o muerte.
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