5.7.12

Manuel García - Acuario

Estimulante Natural La tenía fácil. Era cosa de repetir la fórmula de "S/T", su triunfador tercer disco, para seguir en el ruedo masivo (Teatro Caupolicán lleno, Festival de Viña y exposición mediática como hitos) al que se sumó hace un par de temporadas. Pero a Manuel García no le gusta copiarse a sí mismo. Ya lo estableció al abandonar el formato netamente acústico de sus dos trabajos iniciales, "Pánico" y "Témpera", y ahora repite la desmarcación con "Acuario". La nueva entrega del ariqueño propone un cambio paulatino, aunque muy notorio, en su forma de abordar las canciones dentro del estudio. Se explica a través de los referentes: si antes se notaban las horas de vuelo escuchando a Silvio Rodríguez y The Beatles, ahora también aparecen New Order ("Cáprica" es descendiente directa de "Bizarre love triangle") y Pink Floyd (la partida de "Miedo" es un homenaje a "Comfortably numb").

La transformación, en todo caso, se da en forma delicada. "Acuario" arranca en la senda que popularizó al solista: con la melancólica "Madera", que abre los fuegos y anuncia que la presencia de los hermanos Durán -los guitarristas Francisco y Mauricio- de Los Bunkers será determinante en el desarrollo del álbum. Así lo dicta el single "Carcelero", seguido de "Un rey y un diez", tema que es comandado por teclado y piano, y promete ser un momento solemne en futuros conciertos. Hasta ahí, la publicitada renovación del músico se nota sólo en sus letras, disociadas de la cotidianeidad mundana que solía caracterizarlo en las conocidas "El reloj" o "Tu ventana". Una Rickenbacker acompañada de secuencias, en el corte que da nombre al disco, cumple la promesa de renacer que hizo "Sueños", el otro adelanto del álbum y tema central de la serie "Vida por vida".

La simpleza de “Tan dulce, tan triste” es una regresión a la época de “Témpera”, y una de las dos intervenciones de Manuel García en las seis cuerdas. Un salto al pasado del nortino, quien mira al futuro en “Hombre al precipicio”, única composición de exclusiva autoría de los Durán. Con el sonido de su guitarra galopante, rasgada de abajo hacia arriba, recuerda fácilmente a Claudio Narea en Los Prisioneros de “Quieren dinero”; la diferencia está en las programaciones, que remiten inevitablemente a los trabajos de Andrés Bobe que el propio manager de García, Carlos Fonseca, ayudó a compilar en la excelente retrospectiva “AB” aparecida en 2010. Estilo reminiscente, además, de los primeros lanzamientos del sello español Elefant, como el recomendable grupo Family.

Dedicado al recién fallecido Ray Bradbury e inspirado en gran medida por su libro “Crónicas marcianas”, “Acuario” juega a guiñarle el ojo a la ciencia ficción, concebida como un género de anticipación, predictor de la inmoralidad humana que sus letras condenan. El ariqueño todavía demuestra descontento y capacidad crítica, pero la expresa con menos obviedades que nunca. “Para la hora nueve, todos se ponen sordos”, dice “La hora nueve” al cierre del disco en alusión a los noticiarios de las 21 horas; mientras que las líneas “dices que te cortaste el pelo, con eso cuántas cosas se acaban, con eso cuántas cosas comienzan”, de la canción “Acuario”, parecen una ironía acerca de la superficialidad. Soledad y desencuentro intermediados por la belleza de las formas. Como pocas veces, el disco chileno más esperado del año es también el más necesario.

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