23.10.09

Prefuse 73 en Industria Cultural: Terrorista de Beats

Guillermo Scott Herren se ríe en la cara de la complacencia. Es un tipo que, después de haber puesto a la crítica a sus pies (con One World Extinguisher del 2003), jamás volvió a ocupar el mismo recetario para cocinar un disco. Seducido por la incertidumbre, optó por tantear nuevas superficies, en vez de regresar a terrenos previamente visitados. Con el cambio como única constante y un abanico de proyectos paralelos, la hoja de vida del norteamericano daba pistas sobre lo que su concierto sería: un formateo sensorial inyectado de convulsiones electrónicas.


La noche del jueves, Prefuse 73 desafió a todos los asistentes de Industria Cultural. El motivo del show era una celebración, pero –por lo visto- el desprecio del músico hacia lo obvio excede a su comportamiento artístico y también alcanza para torcer a la festividad. Una actitud que resume (y encarece) la quintaesencia de su casa discográfica, ese culto al rupturismo y aquel anhelo de vanguardia que Warp ha predicado por veinte años. No apto para tímpanos delicados, ni domesticados con canciones de estrofas y coros, el espectáculo del multicultural productor fue atravesado y enriquecido de punta a cabo por la paradoja de los recursos versus las consecuencias. MacBooks, micrófonos, perillas y botones por doquier; un despliegue tecnológico de respeto, pero que apelaba a la simpleza de los ruidos y la distorsión, dos formas básicas de masajear las percepciones de quienes se sometieron a su influjo.


Conceptualizar en etiquetas el vendaval de estímulos que Scott Herren y Ryan Rasheed, su secuaz, desataron sería anecdótico. Palabras como noise o glitch no le hacen justicia a lo que el estadounidense derramó en el galpón de Cueto, así como también resultaría inapropiado para cualquier género tener alguna clase de asociación con un agitador de semejante calaña, un terrorista de beats y secuencias corrosivas. Sin canciones recordables o un frontman carismático, lo ocurrido el 15 de octubre fue la antítesis de un recital, pero resumió cómo se debe atacar a la monotonía. Hasta que no respire.


Super 45 | Octubre 2009

Saifay - Desde Este Lado Del Cerrro

GuerrillerOkulto es uno de los pocos exponentes clásicos de un género que comparte, mano a mano, con la generación contemporánea de su escena. A su haber, tiene un abultado currículum de colaboraciones y la experiencia necesaria para saber distinguir entre buena o mala hierba. Por eso, ver su nombre en los créditos del disco de Saifay es un incentivo inmediato. Desde Este Lado del Cerro es el debut de este dúo, compuesto por MC Satul y MC Moder, quien también hace pistas. Junto a más de una decena de cómplices –entre los que destacan Cevladé y Sponer-, el tándem puentealtino pinta cuadros hiperrealistas de rap coyuntural, con líricas descarnadas y vivenciales.


De producción casera, pero aspiraciones profesionales, este álbum se constituye como un testimonio de la otra juventud. Ésa que vive en las poblaciones, incubando el descontento hacia la macabra realidad que el sistema les impone, mientras brama orgullosa su origen proletario. Saifay riman acerca de morder la pila del pendrive, para que funcione, con la misma espontaneidad con la que incitan a quemar La Moneda. Desde Este Lado del Cerro es un documento visceral y fehaciente, que expone con dolorosa verosimilitud lo que otros quieren ocultar. Un antídoto para la ceguera.


Super 45 | Octubre 2009

Despegue

Hot Pink Delorean - Agent Field

20.10.09

Downhearted

B.B. King - How Blue Can You Get?

17.10.09

¡Oh!

Edward Sharpe & The Magnetic Zeros - Home

16.10.09

Discovery - LP

Uno de los métodos más efectivos para conocer a una persona es revisar su colección de discos. Las preferencias hablan por sí solas, con la honestidad que ningún discurso posee, incluso en el caso de los propios músicos. Aunque Vampire Weekend enuncie interés en la aproximación de Paul Simon a los ritmos africanos y Ra Ra Riot delate inclinaciones al preciosismo, eso no implica que algunos de sus miembros le hagan la cruz al pop descarado, radial y amigable. Discovery, la unión creativa del tecladista Rostam Batmanglij y el cantante Wes Miles, pone las cosas en su lugar y establece una verdad inapelable: cuando se trata de hacer buenas canciones, los géneros son complementarios e inclusivos.

LP no es una reacción al inusitado éxito de las bandas que mantienen cada uno de los hemisferios del proyecto; el dúo ya existía antes de que el mundo se fijara en sus almas máter. La salvedad adquiere importancia al calibrar la validez de este debut, en el que conviven el Auto-Tune, destellos reggaetoneros (“Swing tree”), colaboraciones de lujo (Ezra Koenig de Vampire Weekend y Angel Deradoorian de Dirty Projectors) y veneración hacia el clan Jackson (“I want you back”). En vez de establecer pactos con la inercia para atraer adherentes, los neoyorquinos eligen quebrar las expectativas y dejar que sus gustos adquieran protagonismo. Los sintetizadores también pueden ser sinónimos de actitud.


Super 45 | Octubre 2009

14.10.09

Faith No More - The Real Thing (1989)


Faith No More contaba con dos álbumes y una respetable carrera en el circuito alternativo, pero el gran público desconocía a la banda, cuyo sonido parecía más apto para sudorosos conciertos que para las listas radiales. Pero, en 1990, la situación se revirtió, cuando MTV puso en su parrilla ‘Epic’ y el éxito comercial le sonrió por primera vez al quinteto. Ya en agosto del año anterior había sonado ‘From Out Of Nowhere’, pero fue el segundo single de The Real Thing el que puso al grupo en el mapa, con una canción que ayudaría a sentar las bases de lo que conocimos como rap-metal. Eran guitarras y fraseos incendiarios, pero con la mesura que se requiere en orden de satisfacer al mainstream. Un hit inmediato.


Con un nuevo cantante, Mike Patton (venido de ese universo paralelo llamado Mr. Bungle), los norteamericanos parecían dispuestos a comerse al mundo. Y lo hicieron. En su tercer disco, Faith No More aprendieron a edificar clásicos, una ciencia en la que adquirieron destreza con el paso de los años y que los situaría en el panteón del rock. Además de valerles frases hechas, The Real Thing los hizo acreedores de una credibilidad a toda prueba en su creciente culto de seguidores, fomentada por el salvajismo de un frontman carismático y entrañable, capaz de alentar hasta al más conspicuo de seguirle el amén. Mención aparte para las líneas de bajo de Billy Gould, otra piedra fundacional en la construcción de su ideario.


Ruidosos y melódicos, rockeros y raperos, tributarios e innovadores; Faith No More versionaban a Black Sabbath (‘War Pigs’), mientras fraguaban gemas totalmente accesibles (‘Falling To Pieces’) y recibían la venia de una audiencia cuya masividad iba en aumento. Antes de que el mundo se tiñera de grunge, The Real Thing ya daba atisbos de que lo alternativo se venía con fuerza, dejando atrás al anquilosamiento de los ochentas. Con música compuesta antes de la llegada de Patton y líricas escritas por el cantante en poco menos de un mes, los californianos moldearon una placa en la que hablaron –honestidad brutal mediante- de obsesiones, amor, pérdida y confusión. ¿Cómo no sentirse identificado con ellos? La ruta estaba clara hace tiempo, pero ahora sumaban un séquito a sus espaldas. El mito había germinado.


POTQ.cl | Octubre de 2009

10.10.09

Trancemission - 5


El cinco es una de las cifras predilectas de los numerólogos. La mayoría de sus significados apuntan al balance (es la mitad de 10, que representa a la perfección) y a la materia, porque varios componentes de la naturaleza están dispuestos en esa cantidad (los sentidos, los dedos de la mano y los elementos, por ejemplo). Ocurre lo mismo en el ideario de Trancemission. Un quinteto cuya formación ha sabido encontrar el equilibrio, para que sus avezados miembros puedan desplegar sus destrezas individuales, en orden de acoplarse como una sola gran máquina.


Apenas una noche en Club Mist les tomó grabar este debut, en el que irradian psicodelia, shoegaze y tintes stoner a partes iguales. 5 es una bocanada de humo denso, expelido por instrumentistas de inagotable efervescencia y postura desafiante. Es más de lo mismo, como explicitan en ‘The Same’, pero no es idéntico al resto. Trancemission traducen la monotonía de sus canciones en símbolos sonoros, convirtiendo en mantras rockeros lo que otros transmutarían a vil tedio, e ignoran deliberadamente a la complacencia de los ganchos fáciles. Es el arte de saber jugar con fuego sin quemarse.


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POTQ.cl | Octubre 2009

7.10.09

Dizzee Rascal - Tongue N' Cheek

A Dylan Mills le quedó gustando el lado sonriente de la vida, y su prosa hiperkinética se acostumbró a hablar de éxito. Dizzee Rascal ya no es aquel rapero de grime duro y letras crudas. El paso del tiempo ha hecho que su sentido del humor aflore, inundando su carácter, hasta hacerlo más ligero y juerguista. Un cambio que ha decapitado carreras, pero que al MC londinense le sienta cual traje hecho a la medida. Como el mejor de los actores, el rimador transmuta su personalidad de una pista a otra. Habla de dinero con perspicacia en ‘Dirtee Cash’ y luego le declara su amor en ‘Money, Money’, sin perder un ápice de credibilidad e inteligencia. Ni siquiera cuando compara a su miembro viril con una banana en ‘Freaky Freaky’. Producido por un ejército de ases electrónicos, Tongue N’ Cheek es lo que sólo una minoría avistó a la distancia, pero lo que las grandes masas deseaban escuchar. Saluden a la primera megaestrella del rap británico.

Extravaganza! | Octubre 2009

The Stone Roses: El tiempo nunca se equivoca


Cualquiera que haya ido a una protesta, sabe que las frutas cítricas son excelentes aliadas a la hora de capear el efecto de las bombas lacrimógenas. Más que un capricho estético -o un mero adorno- los limones en la portada del debut de The Stone Roses representaban el hastío de una generación que había pasado su adolescencia bajo el yugo del thatcherismo, con su ímpetu juvenil ahogado en un mar de abulia. Pero los ‘80 se extinguían y, con ello, también el mandato de la Dama de Hierro. Aunque los conservadores seguirían en el poder, Inglaterra emanaba cierto hálito de cambio. La aparición de unos portavoces resultaba urgente; no se necesitaban revolucionarios, pero sí reformistas, capaces de deconstruir los códigos existentes y establecer símbolos propios.


Desde el primer impacto visual, el de su carátula, la ópera prima de los mancunianos declamaba la fundación de otro orden. Diseñado por John Squire, guitarrista del grupo, el frontis del álbum tenía una primera mano de pintura sicodélica, con un zarpazo de los colores de la bandera británica encima. Un mensaje directo al país, proveniente de una banda que -desde el momento de la grabación- confiaba tener las canciones que musicalizarían un segundo aire para el rock inglés. Todo calzaba a la perfección: su ciudad de origen, la variedad en la despensa de inspiraciones, el narcótico latido de sus canciones y hasta el peinado de sus integrantes. Cada objeto del conjunto configuraba la buena nueva de que nada volvería a ser igual, porque cuatro veinteañeros hicieron posesión de una exquisita herencia y la habían devuelto convertida en la última hazaña de una década que ansiaba reivindicarse.


¿Por qué ellos y no otros? En 1987, Primal Scream emergió con Sonic Flower Groove, una placa en la que se reconocían varios de los sortilegios con los que The Stone Roses hechizarían al planeta. Tenía ensoñaciones pop y sicodelia por doquier, además de una frescura incontestable, pero no logró posicionar a los escoceses en la historia. Los caprichos del tiempo les jugaron en contra. Dos años después, la eclosión del house y el fenómeno Madchester propiciaban el escenario perfecto para que Ian Brown, Mani, Reni y John Squire cambiaran a su antojo las reglas del juego. Su fortuna era merecida; durante sesiones de trasnoche (de siete de la tarde a siete de la mañana) y colosales ingestas de marihuana, habían dado a luz al disco perfecto en el lugar y la hora precisos.


El manoseado concepto de “banda sonora para una época” encontró su definición por antonomasia en el debut de este grupo que, para coronar sus ventajas, contaba con una formación rebosante de mística. Brown era un frontman dueño de la situación, arrogante, magnético y entrañable; Squire, un virtuoso de la guitarra cuya escuela fluctuaba entre Hendrix y Marr; Mani tenía tanto groove como un negro y siempre se caracterizó por su carácter amable (era el favorito de los periodistas); y Reni aportaba sus infinitos dotes rítmicos, que resultaron imprescindibles en la conjugación de rock con música de baile. Oro puro. “El pasado es tuyo, pero el futuro es mío”, clamaban en “She bangs the drums”. La celebrada frase no podía ser más profética. Aunque su esplendor fue breve, el legado del cuarteto sentó las bases del britpop y dictó las leyes sobre cómo debían comportarse las bandas inglesas.


Producido por John Leckie (quien había trabajado para Lennon y McCartney, -por separado- además de XTC y The Fall, entre otros), el debut de The Stone Roses fue una anomalía para el indie, que por primera vez tenía entre sus filas a un exponente tan deseoso de masividad. La obra era el encuentro con el desencuentro; la hija del desdén hacia la inventiva y de un exuberante perfeccionismo, el mismo que luego terminaría jugando un rol importante en su temprana disolución. En pocas palabras, el clímax de un estilo que llevaba cinco arduos años siendo pulido y de la vida creativa de quienes lo fraguaron. El homónimo elepé se convirtió en la clase de disco del que es imposible hablar sin caer en clichés, y lo hizo a través de un mensaje humanista, proletario y post-adolescente. Un repertorio que no sabía de limitaciones, en el que cualquier estado emocional se encontraba a su alcance. Con la misma facilidad, sonaban vulnerables en “I wanna be adored”, deslumbrados en “She bangs the drums” e invencibles en “I am the resurrection”. Canciones que jamás perdían un ápice de altura, ni siquiera reproducidas en reversa, como ocurría con “Don’t stop”, que usaba la pista instrumental invertida de “Waterfall” (un truco del manual de The Beatles, que utilizaban desde que Peter Hook les produjo “Elephant stone” y que luego repitieron en el single de la estremecedora “Made of stone”).


Dos agitadas décadas han transcurrido desde la edición de este álbum, considerado por muchos como el mejor de los ‘80 -e, incluso, el mejor debut de la historia-, y nadie ha podido superar al mito de The Stone Roses. Ian Brown es mencionado en las oraciones de miles de vocalistas, con su nombre reemplazando al de Dios en el Padrenuestro, mientras rezan para apegarse a su imagen y semejanza. Los cuatro de Manchester lo hicieron todo, sin temor a nada. Desafiaron al poder de la prensa musical británica, que sólo le brindó una tibia recepción al elepé, y mancomunaron los rasgos que debe tener una banda para convertirse en el paradigma de su época. Un hito generacional de infinitos efluvios, cuyas reminiscencias directas todavía no conocen equivalente, porque continúa siendo la última actualización del manual del pop clásico y los años le siguen dando la razón. El tiempo nunca se equivoca.


Super 45 | Septiembre 2009

Carta Abierta a Juan Sativo

Juanito, tú no me cachai, pero nosotros crecimos juntos. Cuando apareció el “Ser Humano”, yo tenía 11 años y quedé tan impresionado como toda mi generación. Tener ese cassette y escuchar ‘Nuestra Fiesta’ me daba ganas de carretear, aunque nunca antes había carreteado en mi vida y ni siquiera entendía por qué hacías esos ruidos al decir “noches completas bajo el techo más oscuro de la calle”. Cuando a mí me tocó hacer ese sonido, también lo hice al ritmo de tus canciones. Eran omnipresentes. Y es que no conocí a nadie que le hiciera asco porque, si decía que le cargaba, fijo que igual cantaba ‘Melaza’ en la radio o se vacilaba ‘El Juego Verdadero’ con los compañeros de curso.


Recuerdo con envidia malsana las veces que vi los CDs originales, que venían con un clavo, y lo mucho que tuve ganas de pelármelos, aunque los dueños fueran mis amigos. Ni te explico la cantidad de gente que se hizo una copia de mi cinta o los recuerdos que tengo de sus caras, al degustar ese disco por primera vez. Tú aparecías en los videos y todos querían parecerse un poco a ti, pero en el colegio no dejaban usar el pelo largo, así que varios se conformaron con dejarse los cachetes al aire, creando un ilusorio pantalón escolar de tiro largo. Si hasta casi lloré cuando compré el “Decisión” y me di cuenta de que era una reverenda mierda. Qué hueá más terrible, los dos primeros temas eran joya y después todo se venía abajo, puro Zaturno y nada de ti, que erai el más bacán de los tres. Aunque nunca guatearon tanto de nuevo, tampoco volvieron a ser lo mismo y, eventualmente, fuiste quedando solo. Pero no perseveraste.


Hace más de seis años que no sacas un disco y continúas profitando del nombre de tu banda, mientras haces carrera solista. Yo te aprecio harto, pero creo que ahí estamos teniendo problemas. Tú eres el Juan Sativo, no los Tiro de Gracia. La semana pasada fui a verte en la SCD de Bellavista y salí con un dolor en el pecho por tu culpa, por tus ganas de asegurarte el chancho viviendo del pasado. Estabai tú solo, con un guitarrista al lado y pistas grabadas con antiguos éxitos. Loco, yo creo que si no tienes -por lo menos- al Lengua Dura acompañándote, la cosa funciona mal. O sea, está bien evolucionar e interesarte en el ragga y el soul (te tengo cachaíto), pero hazlo firmando con tu propia gracia. Te repito: eres el Juan Sativo, o Pincel, o Chills, o como se te plazca. No un fulano de tal ni un NN, sino el MC más famoso de Chile. ¿Crees que te va a ir mal solo?


Piensa en la Anita o el Seo. Ninguno tuvo miedo de lanzarse a la piscina, porque contaban con un respaldo sólido. Hermano, tú tienes la mitad del camino recorrido, si todos te cachan, no me vengai con leseras. ¿Pensai que nadie va a querer escucharte si no usai la chapa vieja? Nada que ver. De partida, yo mismo recibiría con mejor disposición tu debut que un quinto disco del “grupo”. Pero no soy el único, lo que te estoy diciendo es un secreto a voces; desde los cabros de mi villa hasta el Vicente Sanfuentes (cuando dijo en la revista Extravaganza! que feliz te produciría), todos pensamos lo mismo. Por algo, en el show del que te hablo, se subió un pendejo al escenario y te pidió ‘Viaje Sin Rumbo’. Aunque, claro, te puso en aprietos porque ésa no la puedes hacer solo. ¿Y qué es un concierto de Tiro de Gracia sin esa canción? No hueís po.


Por último, si no estai ni ahí con el corazón de tus fans, ni con mis mamonerías de post-adolescente nostálgico, hazlo por las monedas. Porque, ya, en el caso de que eso sea lo que más te importa (algo que temo, pero el cariño que te tengo me hace desear lo contrario) piensa en las jugosas cifras que podría generar una reunión en un tiempo más. Si volvieron Los Prisioneros, ¿por qué no los Tiro de Gracia? Total, tú no te comiste a la mina del Lengua ni del Zaturno, así que nada puede ser tan terrible. Imagínate, yo creo que llenarían el Nacional, porque todos los que vacilamos el Ser Humano el 97 ya tendremos más años y seremos, por ende, una audiencia conveniente y rentable a cagar. Sería maestro verlos juntos encima de una tarima, aunque en el backstage se sigan odiando y no se hablen. Esas hueás dan lo mismo. Aguántate un poco, hasta el 2012, cuando el disco cumpla 15 años, por ahí. Te prometo que te forramos los bolsillos de plata.


Disorder.cl | Septiembre 2009

Fink - Sort Of Revolution

En Sort of Revolution, Fin Greenhall vuelve a corroborar el acierto que significó el cambio drástico que hizo en su carrera, al abandonar la electrónica para enfocarse en lo acústico. Una decisión que respalda en este disco, el cuarto de su catálogo y el más intimista de todos; caracterizado por un selectivo uso de elementos, utilizados con pericia y pulcritud. De talante noctámbulo, el nuevo álbum de Fink pavimenta la misma ruta que Distance and Time asfaltó con canciones reposadas, donde la batuta es llevada por la guitarra y una voz que parece estirar los segundos que habita.

El camino de este proyecto (casi) solista parece transcurrir sin sobresaltos e imprevistos. Pero, debajo de la superficie de quietud, hay un cantautor bendecido con el don de atrapar a los más atentos. El bristoliano es un trovador engañoso, cuyo andar cansino es un arma de doble filo. Quien resista a la tentación de usar Sort of Revolution como mero acompañamiento, sabrá que cortes como “Maker” o “If I had a million” poseen más intensidad de la aparente, aunque su cobertura de chillout para el adulto joven contemporáneo diga lo contrario. El que busca, encuentra.


Super 45 | Octubre 2009

Imogen Heap - Ellipse

Bizarra. Así es Imogen Heap. Y responde a sus dos significados. Al original, que se refiere a la valentía, porque se atreve a no repetir fórmulas exitosas (los que esperaban una nueva “Hide and seek” pueden empezar a buscarla en otro lado); pero también ante el más conocido y reciente, aplicado al rango de peculiaridad. Su personalísima impronta es extremada hasta nuevos niveles en Ellipse, el sucesor del exitoso Speak For Yourself del 2005 que, Zach Braff y The OC mediante, logró ponerla en el radar del mainstream norteamericano con un par de singles.


El tercer álbum de la británica es una declaración de expresionismo puro, gracias al volcamiento del mundo interno de su autora en cada entrega vocal y al férreo vínculo que la une con su laptop. A través del vocoder y de sutiles destellos glitch, pasajes como “First train home”, “2-1” y “Earth” la acercan lentamente hacia el costado de Laurie Anderson, Kate Bush y Björk. Un rincón donde lo primordial es mantener arriba los decibeles emocionales y deslizarse por lo abstracto, manteniendo un respeto irrestricto hacia el formato canción. Está decorado de otra manera, pero sigue siendo pop.


Super 45 | Septiembre 2009

DJ Quik & Kurupt - BlaQKout


Los dedos acusadores apuntan al reggaeton y lo sindican como un género sexista, en el que la mujer se reduce a su mínima expresión, favoreciendo un imaginario en el que predomina el macho alfa convertido en rimador. Hace tres lustros, los mismos dardos se dirigían hacia las controvertidas líricas del rap (gangsta, en especial) y sus clásicos videos, que eran la fantasía de cualquier adolescente y un dolor de cabeza para sus padres. Así como hoy en día los villanos son boricuas enfundados en alhajas, en aquellos años los malos de la película eran personajes como Snoop Dogg y Dr. Dre. Pero había otros antihéroes aguardando su turno. Con la preocupación centrada en el perreo y los antiguos íconos convertidos en adultos bonachones, ese momento llegó.


DJ Quik y Kurupt suman tantas horas de vuelo que escalofría. Conocen al pie de la letra cada una de las artimañas que configuran al hip hop de Los Angeles, después de verlo germinar y ser partícipes subrepticios de su expansión. BlaQKout, su primer trabajo conjunto, da cuenta de que la veteranía no les dificulta conservar la insolencia y obtener sustanciosos réditos. Con precisión suiza, el dúo acopla sus habilidades en el arte de mover cuellos, despachando cortes certeros como “Ohh!”, “Hey playa (Moroccan blues)” y “Cream n ya panties”; canciones abundantes en coprolalia y estilo peligroso, como dictan los decálogos ancestrales del sonido West Coast. Fieles a la moral y las buenas costumbres, absténganse: el descaro vuelve a reinar.


Super 45 | Septiembre 2009

Cazuela de Cóndor - Pasión, Pánico, Locura y Muerte



Muchas horas de rock in opposition, literatura mística, hermandad y una que otra droga. A grandes rasgos, de eso se trata Cazuela de Cóndor, una banda cuya postura es la peor pesadilla de un programador radial y un deleite para los tímpanos deseosos de incitación. Pasión, Pánico, Locura y Muerte, su debut (sin contar un registro en vivo del 2005), es una caminata por lo más desconcertante que ha parido el puerto de Valparaíso. Un engendro que recoge la cosecha que, en cinco años de enfermiza sicodelia, ha acumulado este grupo de amigos y cómplices en el delirio. Cuatro compañeros que, junto a diversos invitados, montan una obra retorcida y cautivante en sus devaneos estilísticos.


Armados de metáforas y de una encomiable apatía hacia el formato canción, Cazuela de Cóndor se agazapa, se tensa, grita y salta como si la Tierra acabase en cualquier minuto. Dueños de una técnica fina, no reparan en esfuerzos para hacer que el disco active el sistema nervioso: locuciones, chiflidos y percusiones variopintas (entre un largo etcétera) concurren a la extraña cita que es Pasión, Pánico, Locura y Muerte. En un mundo que celebra los cables a tierra, el grupo ha ensamblado una conexión directa hacia el firmamento, donde hay estímulos suficientes como para terminar despidiéndose de la razón y de lo impoluto. Que no quede títere con cabeza.


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POTQ.cl | Septiembre de 2009

The Germs - (GI) - 1979


Cuando llega el 8 de diciembre, el mundo llora por John Lennon, recuerda su leyenda y lo homenajea. El día en que Mark Chapman apretó el gatillo, mató al mejor de los Beatles y acabó de una vez con las ideas cada vez más revolucionarias que el británico incubaba. El hecho fue tan impactante que su sola ocurrencia sigue opacando a las sospechas que apuntan a la CIA como responsable del crimen y las teorías conspirativas al respecto siguen estando a la orden del día. Es más, el deceso de la celebridad de Liverpool detuvo al planeta entero e hizo que cualquier otra información pasara a segundo orden. Una de esas noticias era otra muerte trágica: la de Darby Crash por sobredosis de heroína, a los 22 años, un día antes.


Puede que su nombre no tenga la rimbombancia de otros mártires del rocanrol, pero es seguro que –de haber fallecido en otra fecha- el vocalista de The Germs habría sido alzado por la historia como el ícono maldito que fue y como uno de los primeros héroes del hardcore. Una suerte de Sid Vicious norteamericano. Jan Paul Beahm, su verdadero nombre, es el epítome del lema “vive rápido y muere joven”. Era un adolescente de pasado traumático que se fogueó en la música, formó un grupo, grabó apenas una placa, lo disolvió y falleció cinco días después de su concierto de reencuentro. El único testimonio en largaduración de su estancia en el mundo se llama (GI) y es el álbum que inaugura el Archivo POTQ, una sección en la que te llevaremos, en un tour guiado, por los rincones de nuestra discoteca.



Formados en Los Angeles el año ‘77, el mismo en que los Sex Pistols debutaron, The Germs eran la unión de Crash con el guitarrista Pat Smear, uno de sus amigos más cercanos. Los secundaban Lorna Doom en bajo y Don Bolles en batería, para completar la formación clásica de la banda. Con dos siete pulgadas bajo el brazo, y más ímpetu que conocimientos técnicos, se embarcaron en concretar su ópera prima, con el respaldo de dos años en el circuito punk rock local. Obviamente, Never Mind The Bollocks era el ejemplo a seguir para el cuarteto. Lo que sí resultó sorpresivo fue la elección de Joan Jett (que luego alcanzaría el status de estrella con su cover de ‘I Love Rock N’ Roll) como productora, tras desechar la idea de tener a Mark Lindsay de Paul Revere & the Raiders, por motivos presupuestarios.


La desprolijidad era la marca de fábrica. Varios clubes nocturnos les tenían prohibida la entrada, después de noches en las que el desenfreno terminaba en todo tipo de disturbios, especialmente por la actitud suicida del frontman (quien solía cortarse el pecho con vidrios), así que los veinteañeros debían tocar encubiertos. Por eso, el disco está titulado así, (GI) quiere decir Germs Incognito, el nombre que usaban para conseguir fechas en lugares que ya habían destrozado junto a sus fans. La misión del trabajo en estudio consistió en capturar y reflejar todo lo que entregaban arriba del escenario. Y lo consiguieron con creces. Como varios elepés seminales de su género, el primer esfuerzo de Darby Crash y compañía es una foto del momento, un instante de fiereza hecho canciones, gritos y actitud. Más que música depurada, lo de estos salvajes era conmoción e impacto, surco a surco. Pura suciedad.


Sin mucha resistencia al análisis, la arremetida de The Germs estaba distribuida en tres frentes. Primero, el magnetismo de su líder, un ser frágil y brillante que hizo de su vida una oda a la autodestrucción; entregado por completo a la promiscuidad que su bisexualidad le permitía y al consumo de la mayor cantidad de drogas que su cuerpo aguantara. Luego, la ferocidad de Pat Smear en las seis cuerdas; puede que no sea un virtuoso, pero el tipo siempre supo cómo producir sensaciones vertiginosas con su guitarra y jamás ha existido teoría que supere a lo visceral. Por último, la base rítmica formada por Doom y Bolles (es cosa de revisar pasajes como ‘Our Way’ o ‘Lexicon Devil’ para darse cuenta), quienes ponían la guinda a una torta tóxica, pero adictiva y altamente energizante. (GI) suscita al cuestionamiento de los ingenieros de sonido a cargo y, pese a esto, ha resistido a la prueba del tiempo como cualquier otro indispensable pulcro y cristalino. A treinta años de su edición, escucharlo sigue evocando deseos de quebrantar la ley, empujar a alguien y arrasar con todo lo que esté al frente. De eso se trata.


POTQ.cl | Septiembre 2009

Watch Out! - To Live and Leave



Mientras exista una dirección establecida, siempre habrá gente con ganas de caminar en sentido contrario. Hace 10 años, los que detestaban a las boybands y a la cumbia sound, usualmente recurrían al aggrometal para expresar su deseo de apartarse del ganado. Una década después, sus enemigos siguen siendo gringos (el pop Disney) y tropicales (el reggaeton), pero la aparición de internet propició que el abanico de respuestas en contra se ampliara. Una de ellas es radicalizar las guitarras y revitalizar su función primaria: lograr que el receptor vibre. En ese aspecto, el surgimiento de una banda tan incendiaria como Watch Out! –un cuarteto cuyos miembros apenas sobrepasan los 20 años- dice mucho acerca del momento que vive la diminuta escena capitalina. Con total desdén hacia la amabilidad melódica, el grupo exuda desfachatez y absoluta convicción en su trabajo, mostrando una actitud poco usual dentro de un medio en el que la irreverencia suele ser una quimera.


Hundidas en un pantano de sicodelia cruda, las canciones de To Live and Leave claman por atención, apelando al garage rock de la más pura estirpe. No es música para escuchar a la hora de almuerzo, porque le es inconcebible ser ignorada; tampoco sirve para amenizar una cena romántica, porque hiede a fiereza post-adolescente, sin delicadeza ni solemnidad. La tribal ópera prima de Watch Out! es otro escupitajo a la cara de lo bonito, como los que tira Cómo Asesinar a Felipes, pero desde una trinchera más narcótica y humeante. En este álbum, convive la efervescencia fugaz (‘Higher Freq’, ‘Speed’) con la lisergia abrasadora de pistas que exceden los 10 minutos (‘Blast’, ‘Neon Sun’) y, sin importar el tamaño de la dosis, la satisfacción está siempre garantizada. Desordenado, espontáneo, ruidoso y chispeante; este elepé es la quintaesencia de un debut adictivo, en el que cualquier error se perdona cuando es sopesado versus el producto final. Las nuevas generaciones de disidentes pueden respirar tranquilas.


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POTQ.cl | Septiembre de 2009

Sicotropa - El Club de los que Escuchan Mal


Cuando se abre el debate sobre qué es ser chileno, quedamos con el gusto amargo de constatar que la definición del temple nacional carece de unanimidad. Asignamos arrogancia al argentino o alegría al brasileño, pero, ¿qué hay de nosotros? Acercarse a la producción musical de nuestro país otorga buenas pistas al respecto. Juicios estilísticos aparte, proyectos como Cholomandinga, Chancho en Piedra, Los Tres y Sinergia han sabido encapsular rasgos esenciales en la configuración del difuso carácter patrio. Ciertos elementos, como la picardía o la mordacidad camuflada de humor, que son relacionados al imaginario de los habitantes de esta tierra. Con su debut, Sicotropa se proclama como un flamante eslabón de esa cadena.


El Club de los que Escuchan Mal pertenece a la misma calaña de títulos que el ‘Somos Tontos, No Pesados’ de Henríquez y compañía. Es la presentación de un grupo compuesto por ingenieros de sonido que se demoraron cuatro años en concretar el disco y que terminaron confiando en un ente externo (el experimentado Chalo González) para redondear su trabajo. Con trazos de ska y pinceladas de funk, Sicotropa dibuja y colorea un cuadro en el que cumplen con varios de los requisitos que una banda masiva debe tener en su currículum. Elaboran un coro inolvidable en ‘Batuco’, hacen una ácida sátira social en ‘Disneylandia’ y exhortan a la fiesta en otro puñado de cortes. Un repertorio que con facilidad resistiría a la prueba de fuego de un estadio y que, gracias a su distribución gratuita, bien podría lograrlo. El respetable tiene la última palabra.


Baja el álbum en este link.


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POTQ.cl | Octubre 2009

The XX: Trato Preferencial


La opción menos probable era la correcta. Los miembros de The XX no son letrados en new wave y post-punk, ni siquiera tienen veinte años y desconocen a la mitad de las bandas con las que se les compara. Ellos distribuyen sus influencias entre Rihanna, Beyoncé, The Cure y Pixies. En MySpace, confiesan haber basado una de sus canciones en ‘All N My Grill’ de Missy Elliott y la honestidad de su actitud les ha valido la devoción de los medios. Desde la NME hasta los blogs más recónditos, nadie es inmune a los infecciosos singles del nuevo cuarteto londinense de moda. Escépticos del hype, guárdense los prejuicios en el bolsillo: el trato preferencial está más que justificado. Lo avala un debut homónimo de cimientos instrumentales austeros, pero reforzados por las voces de Romy Madley Croft (una suerte de Tracey Thorn adolescente) y Oliver Sim. Entrañables, sinceros y lozanos; con ustedes, los auténticos herederos del letargo.

Suena como: Everything But The Girl, Young Marble Giants, Cocteau Twins

www.myspace.com/thexx

Extravaganza! | Septiembre 2009

Ebony Bones!: Piloto Automático


Ebony Thomas lo tenía todo para ser una estrella de la pantalla chica británica. Durante siete años, encarnó a uno de los personajes más populares de Family Affairs, una telenovela en la que destacó por su calidad actoral y por su sentido de la moda. Pero la caja idiota no era suficiente. El 2007, de forma anónima, comenzó a subir material autoproducido a una cuenta de MySpace y sólo eso bastó para desatar la locura. Dos años después, bajo el seudónimo de Ebony Bones!, se reinventa como la amenaza número uno para M.I.A. (quien se declara su fan). Abre los conciertos de Passion Pit, arma una banda de siete músicos y se da el lujo de invitar a Rat Scabbies, de The Damned, a ser su baterista. De paso, pinta las cejas de sus coristas para homenajear a Frida Kahlo y sobrevive a un mortal accidente en la carretera, luego de presentarse en Glastonbury. Nada la detiene. Con Bone Of My Bones, su aplastante debut, la morena activa el piloto automático y se dirige rauda hacia el ojo del huracán.


Suena como: ESG, Peaches, M.I.A.


www.myspace.com/ebonybones


Extravaganza! | Septiembre 2009

Koala Contreras: Campo de Batalla


En esta esquina del ring, proveniente de la fantasía y pesando toneladas de rimas, el rapero. En la otra, oriundo de la máquina y cargando el hastío contra el sistema, el garzón. Ambos son la misma persona. Koala Contreras y Enzo Miranda se enfrentan cuerpo a cuerpo, en una lucha donde sólo uno de los dos saldrá ileso. Sobrevivir es el premio.


Enzo Miranda es un buen anfitrión. El MC de Cómo Asesinar a Felipes improvisa una parrilla en su casa, para acompañar la conversación con un asado; mientras Simón, su hijo de apenas tres meses, regala sonrisas desde su coche. Es sábado, la hora de almuerzo se aproxima y es momento de que asome Koala Contreras, el alias bajo el que este padre primerizo dispara versos en su banda. Con un ambiente tan grato, sorprenden las primeras declaraciones del rimador. “Estoy en un momento anímico especial respecto a lo que hago. Sobre todo ahora, después de haber sido papá. Yo no vivo de la música, pero le dedico más tiempo a ella que al trabajo y es como sufrir un cólico permanente. Pero creo que el hombre se va cansando y yo estoy así, agotado. Tal vez tenga que bajar las revoluciones o aplicar otro enfoque, a no ser que ocurra un milagro y empiece a juntar un sueldo rapeando. Es que estoy revolucionado. Ya no puedo ser tan egoísta como para pensar todo el día en pasarlo bien tocando. Eso es una pequeña fantasía”, afirma de entrada. La charla no lleva ni siquiera cinco minutos y ya se avecina reveladora.


Las conjeturas o juicios a priori no vienen a lugar. Para saber cómo uno de los personajes más alabados del hip-hop nacional atisba un decrecimiento en su actividad, hay que ir paso a paso, reconstruyendo su mapa personal. El primer destino del viaje es la villa Salvador Cruz Gana de Ñuñoa, donde un pequeño empezaba a interesarse en los grupos de moda de la época. “Me acuerdo de habernos conseguido entre mis amigos un especial de MC Hammer que dieron en la radio, yo usaba un corte de pelo a lo Vanilla Ice, pero me gustaban los Guns N’ Roses. Era fanático de ellos”, cuenta Miranda. Ya estaba presente el eclecticismo entre sus inquietudes, pero el golpe de gracia vendría en otra locación. “Después me fui a vivir a Gran Avenida, al pasaje Génova con el callejón Lo Ovalle, y ahí sonaban a cada rato los Kriss Kross. Ya había empezado a cachar lo que era el rap y alguien me mostró el tema de Public Enemy con Anthrax, para que conociera cómo sonaba mezclado con rock. Tenía como once años, sentía la necesidad de irme hacia alguna tendencia y lo que más me gustaba eran los punkies”, relata.


Como cualquier cachorro, el Koala necesitaba un nicho para instalarse y un entorno para relacionarse con sus pares. Fue así como, en la víspera de la enseñanza media, formó la Teocasta. Una crew de incipientes rimadores cuya consigna era su fe en Dios. Se juntaban en la Capilla Calvario, en el Teatro Providencia, y partían después a alguna casa a grabar maquetas o compartir bandas. Cypress Hill, Brand Nubian, Wu-Tang Clan y A Tribe Called Quest eran las favoritas del grupo que, sin querer, fue la cuna de FDA. “Ahí nos hicimos amigos con Freddy Olguín (Gen). Él escribía bacán, le gustaba leer y tenía montones de cassettes en una repisa grande, llena con cosas desde Lords Of The Underground hasta Boys II Men”, rememora.



PRIMER ROUND


Tomar un lápiz y una hoja para materializar lo abstracto fue un descubrimiento y, a la vez, el espaldarazo necesario para que Enzo desplegara sus habilidades. “Aprendí que podía escribir y llamarlo poesía. Fue una de mis motivaciones. No era un trovador como los grandes de la historia, los que juntan sílabas; apelaba a lo más simple, a representar las imágenes de la vida en un papel. Me hice rapero por consecuencia de la urbe. Si hubiera nacido en el campo, sería payador. Tenga lo que tenga al frente, voy a terminar diciendo algo”, asegura. Bajo el dictamen de la usanza, el nombre de pila debía ser cambiado por otro, más acorde a las circunstancias. “Mi primer alias fue Trastorno. Se refería a lo contradictorio que siempre he sido, a los cambios bruscos. Yo creo que uno tiene sus propias batallas mentales, porque uno es para afuera y es para adentro. Y el interior es más brígido que el exterior, porque las cosas sólo te pasan a ti, entonces queda la cagada y la realidad no encaja. Siempre me ha pasado eso, por ser tan imaginativo. Desde que jugaba en el jardín y me inventaba amigos con los que peleaba, en el periodo en que me creía Axl Rose o cuando me metía corriendo entre medio de las protestas”, explica Miranda.


Entre bases de Portishead y loops artesanales en cintas, Gen y Koala dieron forma a la primigenia encarnación de FDA. Faltaba un beatmaker y la pieza que hizo funcionar el engranaje fue Nicolás Carrasco, quien –bautizado como Foex- se sumó a la naciente agrupación. Con la idea de usar tempos fuera de lo común y samples jazzeros, registraron las maquetas que luego integrarían Subdemo, debut cuyo título hacía referencia a la precariedad en que se gestó y también a la subjetividad. “Lo hicimos el 2001 en la casa del papá de Nico, en Santa Rosa, mientras estaba a la venta. Teníamos una actitud profesional, pero ocupamos elementos bien básicos. Un micrófono Schultz y un computador ahí nomás, con un par de programas buenos para grabar. Cuando lo tuvimos listo fue bacán, era emocionante escucharse en una radio. Fue como poner el primer huevo”, ejemplifica el MC.


Las cartas estaban echadas y las críticas fueron positivas. Por defecto, Enzo Miranda adoptó el oficio de los ensayos y los escenarios, sin haberse cuestionado jamás lo que haría después del colegio. “Nunca me pregunté lo que quería ser, por eso tal vez ahora soy garzón. No tuve la intención de querer estudiar algo para ser alguien. Tal vez sea malo o tal vez sea bueno, yo creo que simplemente es. Terminé en esa pega porque era la única donde, sin tanta formación, podía ganar algo que escapara del sueldo mínimo. Vivo un poco al límite, porque a veces se acaba la plata y me pongo nervioso porque no sé de adónde va a salir, pero aparece igual. Es el cólico permanente del que te hablo”, reflexiona con la lucidez que otorga haberle dado vueltas al asunto. “Ser músico, tener inquietud por comunicar algo, te permite evadir el caminar de la máquina. Le pierdes el paso a veces. Lo malo es que, si no eres un rockstar, no puedes irte sólo por la fantasía. Igual quedas atrapado en la rutina de levantarte y cumplir horarios por plata que, a veces, es súper poca. Yo soy sencillo, no me caliento la cabeza con la materia, pero sí me gusta estar cómodo. Sin sobresaltos”, explica.


Homónimo, la segunda placa de FDA, se fraguó en mejores condiciones que su predecesora. De hecho, la optimización del aspecto técnico vino de la mano con una acogida aun más fervorosa de parte de la prensa, aunque las loas periodísticas sucumbieron en la batalla contra la contingencia monetaria. “El álbum fue lanzado en marzo y yo en agosto me fui a Arica, en búsqueda de un nuevo sueño. No quería rapear más, estaba en mi lucha de siempre y tenía que sobrevivir. Partí donde mi hermano, que es joyero, a trabajar como su ayudante”, recrea Koala. El round número uno estaba agotándose y el artista yacía en el suelo, perdiendo casi por nocaut contra el sistema y su guante de plomo. Antes de que sonara la campana, el rimador se levantó. “Terminé conociendo al hijo de un colega y resultó que él también hacía hip-hop. Le pasé mis discos, empezamos a ir a las tocatas de la ciudad, acabé arriba de un escenario y a los cuatro meses estaba de vuelta en Santiago. Necesitaba seguir”, confiesa.



VERSUS


Los excelentes comentarios causados por Homónimo provocaron una diminuta efervescencia, que alcanzó para causar escepticismo en un músico de escuela jazzera, quien partió a comprarlo, para constatar el comentario de que evocaban a Radiohead. Era Felipe Salas. “Yo estaba cantando temas de Koala Contreras en el Cine Arte Alameda, cuando él llegó con unas maquetas, pidiéndome que las escuchara. Me gustaron todas las canciones que tenía y empezamos a usar una para ver qué salía. Nuestro primer ensayo fue con Marcos Meza y resultó muy extraño, estábamos los tres encerrados entre cuatro paredes, pensando en hacer música, sin saber exactamente qué”. Miranda narra la génesis de su travesía más ambiciosa y aplaudida: Cómo Asesinar a Felipes. Tiempo antes, el MC había participado de Noiono, un proyecto de sonido sucio y bizarro, influenciado por Cannibal Ox y Company Flow. Ahora, con nuevos compañeros, le correspondía seguir difuminando las fronteras estilísticas.


“Tocamos un par de veces en la Escuela Moderna, pero fue como experimentar en público más que nada. El verdadero estreno fue en el Mágiko Bar, para mi cumpleaños número 27. Esa noche me paré en el escenario tres veces: solo, con FDA y con el nuevo grupo. Cabrón. A todo el mundo le llamó la atención la banda, por su capacidad de escapar del círculo rap y de provocar sensaciones a través de ideas”, recapitula. Su camaleónica personalidad dio pie a otro álter ego, el implacable Simón Temato, quién extremó la métrica irregular para marchar junto a los compases de sus cómplices. DJ Sp@cio y tres teóricos del pentagrama que, sumados a las existencialistas letras del maestro de ceremonias, partieron con el pie derecho en su cruzada por aniquilar a los convencionalismos. Los aplausos acudieron de inmediato, magnetizados por un aplastante debut homónimo, aparecido vía Potoco Discos (la etiqueta de su amigo Foex). David Ponce los coronó como la revelación del 2008, mientras blogs como Zona y Disorder saludaban con reverencia al rupturista quinteto.


“Según lo que vemos, los comentarios positivos no van unidos a los resultados económicos. Por ahora, no hay pega como músico, aunque reflejemos calidad. No peco de ególatra al decirlo, pero yo escucho nuestros discos y los encuentro novedosos. Igual es una vitamina leer que dijeron algo bueno de ti, pero no va de la mano con lo que logras”, sostiene Miranda. El dueño del micrófono en la operación CAF agradece las alabanzas, aunque prefiere conservar la frialdad en su análisis. “Somos una banda independiente, pero no por opción. Nos autoeditamos porque, si no lo hacemos nosotros, nadie se arriesgaría a invertir las lucas. Sabemos que es así y ojalá un día cambie. Mientras tanto, seguimos adelante”, afirma. Esa porfía se concretó en Un Disparo Al Centro, la reciente secuela de una saga que crece en calidad y consistencia. Con la adición de la Orquesta Sinfónica Juvenil, la alquimia de matices que profesa el sanguinario combo adquiere un vigor inusitado y roza nuevas dimensiones. La rigurosidad de este trabajo fue premiada con un Fondart, que financiará los costos que implica montar un espectáculo tan demandante en mano de obra.


Aunque los estímulos existen, la frecuencia modulada ha hecho caso omiso de Cómo Asesinar a Felipes, una ley del hielo que –sin duda- afecta al MC. “La radio es una prostituta, que opera como cualquier otra, y todo trabajo es digno. Lo único que reclamamos es que esta putita pase una noche con nosotros. La industria busca algo liviano, fácil y rápido de digerir. Cuando digo eso, no quiero parecer un niño que se queja todo el rato. Yo creo que es bacán que exista el pop. Imagínate que todos hicieran hueás tediosas y reflexivas, sería una lata. Pero también pienso que debería haber un espacio para lo que no es comercial, lo que busca sensaciones y alimenta. Hay público para cosas diferentes. A mí me gusta escuchar discos que provoquen trance, que me hagan pensar, aunque otros lo encuentren fome”, defiende. Alimentado por esta coyuntura, el rimador acuñó una terminología que resume la esencia de la pugna entre innovación y continuismo: el rap del otro. “Es aquél que escapa de los parámetros normales, no es pandillero ni contestatario. Parte experimentando con los sonidos, cambiando la base sin deformarla. Lo que deformamos es la pauta”, puntualiza.


Antes de Un Disparo Al Centro, Potoco Discos editó la primera placa solista de Koala Contreras, Los Animales Deben Estar Locos. Un compendio de canciones acumuladas durante el arduo round que casi pierde. Pese a sus primeras declaraciones, reconoce tener miles de cartuchos por quemar. “Nunca dejaré la música de lado. Quizás no generar plata de ella me hace buscar ingresos en actividades aparte. Como fui papá recién, estoy cuestionándome qué hago. Pero no es nada del otro mundo, es común en este trabajo, lo que pasa es que otros no lo comentan. Para mí, nunca ha sido rentable. Yo sigo dividido en mi batalla mental, entre la fantasía y la máquina. Eso me hace escribir así, por eso mi estilo tiene características propias”, dilucida. “Si viviera de rapear, tal vez diría otras cosas. No acepto mi realidad como una tragedia, sino que como parte de mi vida. Una de las cosas que me motiva es la constante lucha, contra lo establecido y contra uno mismo, por estar creando. Cuando hablo sobre parar un poco, al final no es tan tajante. En el fondo, mientras tenga lo básico, seguiré estando tranquilo y dispuesto a tocar”, asegura con vehemencia.


“Cómo Asesinar a Felipes merece años de trayectoria. En un tiempo, capaz que seamos más comprendidos y aceptados que ahora, pero estoy contento con lo que hemos sembrado. Los entendidos han dado el visto bueno y eso, aunque no nos condiciona, es un incentivo a continuar. Pienso que estamos encaminados en lo correcto. Hay que crear la industria, espero que no quede mucho tiempo para lograrlo”, anhela Enzo Miranda. Su sobrecogedora convicción es admirable, especialmente en un país que habla del amor al arte en forma peyorativa y lo tilda como una utopía. Este francotirador de versos permanece incólume, encarando a los caprichos de la adversidad como el más diestro de los púgiles y, si la situación lo amerita, sacando las garras para degollar al pesimismo. La pelea no está ganada, pero el contraataque ha sido feroz. Ahora es el rival quien tambalea y está a punto de morder la lona. Hagan sus apuestas.


Extravaganza! | Septiembre 2009