7.10.12

Marc Anthony y Chayanne: Cálido y frío


Vienen de escuelas distintas. Uno presume de su voz; el otro, de sus coreografías. Marc Anthony, el primero en salir, aborda con ortodoxia el oficio de cautivar multitudes cantando. Sus pulmones y su garganta bastan para dejar pasmado a cualquiera, y la banda que lo acompaña no sabe de errores. La vitalidad del repertorio que ofrece el neoyorquino, básicamente lo mismo que presentó en Viña este verano, hace olvidar la pobreza de la escenografía, cuya avaricia no debiera ser pasada por alto: "Gigante2" prometía espectacularidad visual y quedó al debe. Sin ir más lejos, los nacionales Américo y Luis Jara mostraron mayor preocupación al respecto en su show conjunto.

"Hasta ayer", "Valió la pena", "Vivir lo nuestro" y "Te conozco bien", entre otros hits archiconocidos, alteraron el termostato de la gélida noche santiaguina, y dejaron todo listo para que Chayanne se luciera. Pero el boricua dejó ver su talón de Aquiles de inmediato: la pista grabada en "Boom boom" era demasiado evidente. El reclamo podrá sonar añejo, pero lo mínimo que se le puede exigir a un ídolo como él es que no sea tan obvio y encubra mejor sus deficiencias. Ya no basta con tener bailarines guapos, estamos en 2012, y hablamos sobre un tipo que sobrepasa las tres décadas de experiencia en las tablas. Un súbito corte en el sonido terminó por arruinar los primeros minutos del solista, perdonado por fans que ni siquiera se inmutaron por la impresentable falla técnica.

En las baladas, Chayanne prueba que su ineptitud vocal se remite a lo bailable, como aclaró una digna interpretación de "Y tú te vas". El problema: Marc Anthony volvió para compartir "Un siglo sin ti", y sin querer, hacer que su colega pareciera un aprendiz. Inexplicable, el apagón -solucionado varios minutos después- de las tacañas pantallas dispuestas al lado del escenario empobreció lo que, desde un comienzo, se veía precario. "Gigante2", para los optimistas, permitió que dos talentos opuestos se complementaran. Una pequeña cuota de perspicacia cambia el diagnóstico: se trató de una cita desilusionante, en la que un virtuoso del canto tuvo que nivelar hacia abajo, mientras su contraparte nunca pudo hacerle el peso.

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