13.10.12

"Tempest" de Bob Dylan y "Born to Sing: No Plan B" de Van Morrison


Romances tardíos

En un episodio de "Friends", Ross le dice a Rachel y Phoebe que, para él, "Tupelo honey" de Van Morrison es la canción más romántica de la historia. Su elegida también es una de las favoritas de Bob Dylan, que llegó a declarar que ese tema siempre ha existido, y que el cantante irlandés fue meramente su canalizador terrenal cuando la grabó en 1971. Dos décadas después, la recíproca admiración entre superhéroes quedó plasmada con un dueto en vivo de "Tupelo honey". Y hubo más encuentros, como el capturado en el impagable documental de la BBC "One irish rover", en que la pareja de veteranos aparece tocando en la colina Filopapos de Atenas, Grecia.

Por estos días, y con pocas semanas de diferencia, Dylan y Morrison presentan sus nuevos discos. Con 71 y 67 años de edad, respectivamente, cada uno camina por su lado, aunque siguen teniendo mucho en común. Ambos, mañosos y con argumentos de sobra para confiar en su visión, asumieron el rol de productores para no recibir órdenes de nadie. Desde sus tribunas, miran de reojo a esta sociedad aquejada de déficit atencional y mala memoria, y que, sin embargo, cree que la panacea se encuentra en la inmediatez. Comparten, además, un aura de trascendencia y credibilidad que va cobrando vigor según aumenta el superávit de productos musicales desechables.

El trigésimo quinto álbum de Bob Dylan se titula "Tempest", y desde que su nombre fue anunciado, despertó voces de alerta: "The tempest" se llama la última obra que escribió Shakespeare, dato que muchos interpretaron como una posible despedida del cantautor. Difícil. Basta escucharlo en "Pay in blood" para convencerse de que un testamento está lejos todavía, pese a que el disco merodea por callejones oscuros en que la muerte (“Tin angel”), el rompimiento (“Long and wasted years”), la desilusión (“Narrow way”) y la soledad (“Soon after midnight”) se encuentran a la vuelta de la esquina. Si es por establecer un paralelo con Shakespeare, “Tempest” forma parte de los romances tardíos del solista más importante de la historia. Es narrativa pura y dura, llevada a su pináculo en el tema homónimo, casi 14 minutos sin coro que relatan el hundimiento del Titanic guiñándole el ojo a la tradicional “The Titanic”, grabada por sus ídolos Woody Guthrie y Lead Belly.

Van Morrison, a su vez, también apunta a los maestros en “Born to sing: No plan B”. John Lee Hooker, Fats Domino y Ray Charles son los guías del nacido en Belfast, otro que podría echar mano al piloto automático y a su condición de animal en extinción para salir airoso, pero que prefiere inyectarle sangre a sus nuevas canciones. Y vuelve a coincidir con Dylan, ahora en la rabia. Mientras el bluesero “Tempest” se refiere a los ejecutivos de Wall Street en “Early roman kings” (“compran y venden, destruyeron tu ciudad y te destruirán a ti”), el trigésimo cuarto disco de Morrison se apoya en cimientos jazzeros para hacer lo propio frente al orden económico mundial. Acompañado por un sexteto que registró todo en una toma, como dicta la vieja escuela, el ex cantante de Them destripa a las elites, el capitalismo y los medios masivos en “Open the door (to your heart)”, “If in money we trust” y “Educating Archie”, se mofa de la ilusión de movilidad social en “End of the rainbow” y hasta cita a Jean-Paul Sartre en “Goin’ down to Monte Carlo”. Enciclopedias andantes, pero con calle, tanto Van Morrison como Bob Dylan entienden que al final la consigna para ellos es una sola: ya es muy tarde para detenerse.

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