23.6.12

Leo Dan: Mensajes multimedia

La promesa de nostalgia quedó cumplida antes de que el número principal tomara el micrófono. Con una hora de clásicos, Lucho Muñoz, voz de Los Galos, fue el encargado de abrir los fuegos y pavimentar un caluroso recibimiento para Leo Dan. Aunque el favor no hacía falta. Una cortísima versión de "Te he prometido", a modo de entrada, le bastó al prolífico cantautor argentino para dominar la acción. De ahí en más, la velada fue suya. En pocos minutos, tenía a cuatro de sus fans sobre el escenario, en una especie de rutina humorística que incluyó menciones a su calvicie y a la recesión. "Antes tenía 10 coristas, ahora sólo traje tres", comentó.

Bonachón como tío en asado familiar, el trasandino continuó bromeando entre gemas del recuerdo del calibre de "Cómo poder saber si te amo", "Libre, solterito y sin nadie", "Estelita" y "Cómo te extraño mi amor". Ni siquiera Lugo se salvó de sus observaciones, entre las que incluyó una autocrítica a su frustrado intento político -apoyado por Menem-, cuando postuló a gobernador de Santiago del Estero, su tierra natal. Ese carácter provinciano, que ni los millones de discos vendidos pudieron borrar, es justamente lo que hace tan añorable a Leo Dan y sus composiciones, pedestres y de melodías simples.

Amparada en esa sencillez está el legado de uno de los primeros ídolos multimedia de Latinoamérica. Discos, películas, programas de radio y TV, e incluso libros de autoayuda (uno bajo el curioso título de "Las curaciones milagrosas de Leo Dan") componen parte de su enorme prontuario, influyente en una escala que aún resulta imposible mesurar. Leopoldo Dante Tévez, su nombre real, es el tipo al que Leonardo Favio imitaba poco antes de convertirse él mismo en una estrella; al que los mexicanos Café Tacuba tributan y hasta el dúo electrónico neoyorquino Ratatat aplaude. El exacerbado proselitismo religioso del solista, creciente en la medida que avanzaba el reloj, fue una de las pocas manchas en un concierto que jugó a ganador desde el comienzo, pero sobran argumentos para dejar pasar esa falta, así como el mediocre cometido de sus músicos acompañantes. Leo Dan se ganó la impunidad vitalicia hace décadas.

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