24.11.10
The Smashing Pumpkins - Movistar Arena (23 de noviembre de 2010)
Caras nuevas, pero la misma fórmula: un descendiente de asiáticos (coreanos, específicamente) en las seis cuerdas, y la base rítmica a cargo de una chica guapa y un percusionista impetuoso hasta decir basta. La gran diferencia es que estas flamantes adquisiciones responden a un modelo menos comunitario, centrado de manera explícita en la figura de su protagonista; o sea, más subalternos que compañeros propiamente tal. Empleados de una franquicia cuyos créditos previos alcanzan para ocultar la mediocridad de sus últimas entregas y el bajón creativo experimentado por el dueño de la empresa. Un declive que podía ocurrir con o sin los originales a bordo.
A fin de cuentas, The Smashing Pumpkins es Billy Corgan y Billy Corgan es The Smashing Pumpkins. Recién cuando se asume esta verdad, que a muchos aún les duele aceptar, es posible acoger a las reformadas calabazas y adentrarse en lo que pueden dar. Pero cuesta, especialmente por el esmero y la testarudez del grupo en priorizar el material fresco en sus conciertos, como ocurrió en la apertura del show de anoche con ‘My Love is Winter’ y ‘Song For a Son’. Dos canciones que no lograron romper el hielo que sí fue destrozado y derretido por ‘Bullet With Butterfly Wings’, en una versión más apresurada que la de “Mellon Collie and the Infinite Sadness”. Ése fue el verdadero comienzo de fiesta.
Una cuota mínima de los asistentes, exceptuando a los fans más acérrimos, deseaba encontrarse con los temas de “Zeitgeist” y “Teargarden by Kaleidyscope”. El principal miedo de los mejor informados, aquéllos que revisaron los setlists de la actual gira, era que la banda no tuviera en consideración los años transcurridos desde su primera venida y se aprovechara de la coyuntura (“The Solstice Bare”, el segundo volumen del épico proyecto de 44 cortes que emprendió el cuarteto, era estrenado el día del recital) para mostrar únicamente novedades. ‘Tarantula’ hizo pasar susto a los que pensaban esto, aunque ‘Eye’ y ‘Today’ (la gran omisión de la visita de 1998) pusieron las cosas en su lugar: esta noche no sería egoísta en clásicos.
Con ‘Ava Adore’ empezó la revisión de “Adore”, el disco más controvertido del grupo. Y pese a que el single choqueó al mundo en el momento de su salida, hoy es prácticamente inamovible de sus shows y apreciada como la excelente canción que siempre fue. Efecto contrario al que produjo la reciente y poco conocida ‘Widow Make My Mind’, liberada para su descarga en enero y recibida con escepticismo por buena parte de la crítica especializada. Eso sí, antes de que el ambiente se enfriara, la interpretación de ‘Stand Inside Your Love’, el último single de alto vuelo lanzado por la banda, logró dejar los ánimos a favor de The Smashing Pumpkins, que incluso se dieron licencia para jugar con ‘Moby Dick’ de Led Zeppelin (clara influencia de ‘Song For a Son’) durante ‘United States’, en la que Mike Byrne reverenció a John Bonham con un solo de batería.
‘Spangled’, otra de “Teagarden by Kaleidyscope”, antecedió a una lectura de ‘To Sheila’ que abandonó el cariz acústico e íntimo de la original para reemplazarlo con electricidad, la tónica de la velada. Y si de ejemplificarlo se trata, nada más evidente que ‘Cherub Rock’ y ‘Zero’ -la mejor dupla del concierto- y las versiones distintas a las de estudio para ‘Shame’ y ‘Tonight Tonight’, coreada a rabiar por los asistentes a un Movistar Arena con su capacidad reducida para capear que la oferta superó a la demanda de tickets. ‘Freak’ y ‘A Stitch in Time’ fueron lo último que escuchamos en cuanto a material reciente del cuarteto, cuya segunda presentación en Chile entraba a los descuentos.
El telón comenzó a bajar con Billy Corgan y su guitarra acústica interpretando ‘Disarm’ junto al público. Pese a las pequeñas confusiones en el coreo de la letra, que fueron enmendadas hábilmente por el frontman, el clásico de “Siamese Dream” surtió el efecto deseado: conmover. Con ‘Heavy Metal Machine’, incluida en la gira latinoamericana tras dos años en el olvido, The Smashing Pumpkins finalizó su paso por Santiago y derrumbó el cincuenta por ciento del mito sobre su decadencia. Puede ser que en el estudio ya no brillen, que hayan perdido la capacidad de balancear entre calidad y cantidad, y que nunca vuelvan a entregarnos una obra maestra que marque a generaciones. Son posibilidades más que factibles. Pero, tras apreciar la contundencia que tienen sobre el escenario, aún hay razones para creer en su resurgimiento. Después de todo, el abolengo nunca se pierde.
Oddó: Piloto Automático
El estrés es una enfermedad social en expansión con la que todos estamos familiarizados. Ismael Oddó lo sabe mejor que nadie, luego de pasar un período de su vida sumergido en responsabilidades laborales, académicas y personales que lo convirtieron en un autómata. En un día normal, tenía que asistir a clases de Composición y Arreglos en la Arcis, ensayar con Francisca Valenzuela (en cuya banda toca bajo), grabar en el estudio su primer disco solista y llegar a casa para componer las canciones de ese álbum, preparar el siguiente día de universidad y la próxima sesión con el grupo de acompañamiento que integra. Una y otra vez hasta no dar más. Literalmente.
“Déjame Dormir” es el nombre del debut de este veinteañero, ex miembro de Alamedas, donde se integró luego de años de conocer a Alejandro Gómez, quien le enseñó a tocar guitarra y además fue el encargado de ampliar el libro de referentes del entonces colegial Oddó, que pasó de escuchar Blur, Oasis y Jamiroquai a descubrir XTC, Ramones y The Kinks. Un apadrinamiento que incluyó experiencias formativas como salir a ver tocatas (“no querían dejarme entrar a un show de Las Jonathan por ser menor de edad”, cuenta) o la oportunidad de presenciar el registro de “Sentido Común”, el último álbum de Solar.
Al retirarse de Alamedas, en 2008, con la inquietud de iniciarse como solista y enfocarse en los estudios, el precoz músico fue reclutado por Francisca Valenzuela para sumarse a su banda, justo en plena ebullición del disco “Muérdete La Lengua”. “Empecé a ganar plata y en vez de carreteármela o comérmela toda, invertí en grabar mis canciones”, explica con el mismo criterio práctico que caracteriza los pasos que dio después. “Cuando decidí hacer estos temas, dije ‘voy a grabar algo a ver qué pasa porque tengo 21 años y esto se demora, hay que empezar a hacer algo, generar un movimiento personal’. Funcionó tan bien que ahora existe un disco que ha tenido un recibimiento la raja”.
Recién editado, “Déjame Dormir” ha sido acogido con buenos comentarios hacia su propuesta pop rock de fina factura. Pero el resultado no salió gratis. “Hubo un momento en que llegué a un estado mental de insomnio continuo, estaba flotando todo el rato. Cuando canto que ‘sin pestañear, paso las horas viendo siluetas’ es porque eso de verdad me pasó, yo estaba con los ojos abiertos sin ver nada, con piloto automático. Fue algo que influenció a favor. Con la perspectiva del tiempo, estoy muy feliz de que haya sido así, en el momento lo sufrí mucho. Ahora, cuando estoy a las cinco de la mañana cagado de sueño, digo ‘filo con el 1 que me van a poner mañana, me voy a acostar’, en ese tiempo no podía hacerlo, me trasnochaba”, recuerda.
Los altos índices de estrés en la vida de Ismael Oddó marcaron la pauta del álbum, cuyas canciones hablan reiteradamente sobre agotamiento. “El disco es súper honesto y personal. No hay mucha invención de historias o situaciones. Es más que nada una descripción de lo que me estaba pasando”, cuenta. Con currículum acumulado como instrumentista, pero no en calidad de frontman, verbalizar su sentir y expresarlo frente a un micrófono se convirtieron en los nuevos retos que el músico debió encarar. “Siempre hice estructuras musicales, pero nunca escribía letras, eran ideas más libres. De repente me vi en la obligación de tener que hacer 10 y lo único que tenía eran melodías y frases. Grabábamos baterías, guitarras acústicas, guitarras eléctricas, los bajos y la voz quedaba al final”, confiesa.
“Durante el proceso, hubo mucho rato en que odié al disco, no me gustaba cómo sonaba ni lo que yo decía. A veces pensaba ‘¿en qué me metí?’ Cantar fue terrible. Todavía no está resuelto, al principio llegué dando jugo porque sólo había hecho coros antes, aunque trabajé y sigo trabajando en eso, por suerte encontré una profe que me ayudó. En cuanto a sonoridad, la cosa media Julian Casablancas me gusta, también hay asuntos que están controlados por falta de práctica, es algo más peludo que la mierda”, afirma. Para enfrentar esas complicaciones, el novel solista recurrió a Claudio Fierro (ex batero de Alamedas) y el guitarrista Carlo Colussi (Caja Negra), quienes fueron esenciales para el empalme de “Déjame Dormir” en los Estudios Pulsar, antes de la mezcla y masterización a cargo del ingeniero Gonzalo González (Los Tres, Los Prisioneros, Los Bunkers).
Oddó lanzará su debut este viernes 26 de noviembre en Sala Master, a las 21:00 horas, con un show que promete invitados como Francisca Valenzuela y Andrés Nusser de Astro, entre otros, y la reproducción íntegra de los 10 cortes de la placa. Una presentación en sociedad que se suma a la lista de buenas consecuencias que ha traído el camino solista. “Ha sido raro y nuevo hacerse cargo, trabajar en lo extramusical. Mi pega ha aumentado. Me dan un poco de vergüenza las entrevistas y siempre tengo la inquietud de saber cómo saldrán finalmente, en qué se enfocarán los periodistas porque los comentarios me ayudan a mí mismo a construir lo que yo hice y aprender. Es mejor recurrir a cómo te ven los otros para reconocerte, es difícil tomar decisiones al respecto. Pero hay un trabajo en general, el arte y la música están entretenidos, hemos trabajado en la globalidad del proyecto. Nadie pescaría el disco si hubiera sido malo”.
Perrosky - Tostado
En abril del 2009, Jon Spencer (Pussy Galore, Blues Explosion) vino a Chile junto a Matt Verta-Ray, con quien conforma el dúo Heavy Trash , tocó en el Teatro Novedades y conoció a otra dupla musical: Perrosky. Los norteamericanos siguieron su gira, pero el nexo quedó establecido con los hermanos Gómez, que no perdieron su tiempo y se dedicaron a trabajar a conciencia. De ese esfuerzo nació en marzo de este año el EP “Campante y Sonante”, seguido tres meses después por “Son del Montón”; ambos lanzamientos enmarcados en la antesala del octavo aniversario de su sello, Algo Records, al igual que la sureña gira Panamericana Rock con Philipina Bitch. Una celebración que ahora se corona con la salida de “Tostado”, la nueva entrega del tándem santiaguino.
Para facturar este mini disco de siete canciones (más un bonus track de 49 segundos), Perrosky viajó hacia Nueva York, donde los esperaba el estudio de Heavy Trash. Atendido por sus propios dueños, el N.Y. Hed es un lugar lleno de maquinaria antigua, que supo responder a las necesidades de Alejandro y Álvaro, eternamente interesados en las posibilidades del registro análogo e inspirados en buena parte por el imaginario sonoro que el mismo Spencer ha construido. Ese rock ruidoso que respeta a pie juntilla al blues como alma máter y tiene a la crudeza como premisa.
Pese a las credenciales de sus asesores y a la experiencia acumulada por el dúo, desde su fundación en 2001 como proyecto solitario de su vocalista, la grabación de “Tostado” debió sortear el obstáculo de tener el tiempo en contra. El dúo sólo contaba con 10 días en el Lower East Side de la Gran Manzana y había que exprimir todas las horas posibles para dar forma a los nuevos temas. El problema fue resuelto con la colaboración codo a codo entre estadounidenses y chilenos, quienes no sólo participaron en el proceso de grabar, mezclar y producir, sino que también ejercieron como músicos invitados en cinco de los cortes que presenta la placa. Nuevamente, los hermanos Gómez invocaron al espíritu de camaradería que ha caracterizado todo su prontuario.
En su séptimo trabajo, los santiaguinos se dan el gusto de compartir y estar en igualdad de condiciones con Heavy Trash. Jon Spencer y Matt Verta-Ray tocan solos de guitarra, así como bajo y teclado junto a la dupla nacional, cuyas canciones ganan en calidad con estas apariciones. El productor norteamericano y su secuaz no invaden la propuesta de los nacionales, más bien logran acoplarse a ella para expandirla sin que pierda su coherencia (algo que se aprecia en el slide de ‘Luz’ o en los toques de Ace Tone de ‘Todos Quieren Llegar’). “Tostado” no escatima en esfuerzos para anunciar los avances de Perrosky, que en sus letras ahonda sobre adaptarse al entorno, tener compañeros de ruta, la fe en el cambio (‘Sigo esperando’) y crear comunidad (‘Síguenos sin pensar’). El peregrinaje a La Meca hizo que estos devotos encontraran la mejor versión de sí mismos.
Massive Attack - Espacio Riesco (20 de noviembre de 2010)
Comparaciones aparte, anoche los bristolianos probaron, ante unas 8 mil personas, que no importa si disminuyen los aplausos y las ganancias cuando se persevera en un proyecto bien definido. Después de abrir con ‘United Snakes’, Martina Topley-Bird subió al escenario para cantar ‘Babel’, que fue seguida de ‘Risingson’ y ‘Girl I Love You’ con Horace Andy en la voz. En apenas cuatro canciones, desfilaron un lado B, la co-protagonista del clásico “Maxinquaye” de Tricky, un bocado del mejor disco de los ingleses y una leyenda del reggae jamaiquino. Y todo con sonido impecable.
El lujo continuó con 3D en el micrófono y ‘Future Proof’. A esa altura, la pantalla en la que Massive Attack proyecta datos ya es partícipe importante del espectáculo con mensajes que abarcan desde noticias de farándula hasta datos duros sobre la dictadura de Pinochet y menciones a Bielsa. Tras ‘Psyche’ y ‘Mezzanine’, una austera versión de ‘Teardrop’ invoca a los presentes al silencio, justo el efecto opuesto que logra ‘Angel’ cuando arranca los destellos más ruidosos de la noche, antes de que ‘Inertia Creeps’ invite al trance y ‘Safe From Harm’ de “Blue Lines” cierre el primer bloque de concierto.
Para el bis, el dúo retomó “Heligoland” y presentó ‘Splitting the Atom’. El primer single del último disco fue seguido por un tema estrenado este año, cuyo nombre todavía no se dilucida (se habla de ‘As You Were Leaving’ o ‘You Were Just Leaving’), y corresponde a material guardado desde las sesiones de “100th Window”. El plato fuerte, cómo no, fue Debbie Miller –la tercera vocalista a bordo- con una interpretación colosal del hit ‘Unfinished Sympathy’. Aunque parte de la audiencia esperaba escuchar algún corte de “Protection’, la velada concluyó con ‘Alas Air’ y la música envasada no dio pie a reclamos.
Fue un final abrupto y confuso el del segundo show de Massive Attack en Chile. La calidad mostrada en el transcurso del recital merecía coronarse de mejor manera, con algún detalle que diera a entender que el fin estaba por venir. Eso sí, el término no logró empañar un concierto llevado a cabo con precisión milimétrica, en el que los bristolianos volvieron a oscurecer Santiago y a dejar en claro que el trip-hop sólo fue un invento periodístico. Anoche la electrónica se encontró con el rock, a través de dos jugadores eclécticos a los que, pese a no brillar como antes, hay que seguirles la pista. Todavía es un buen ejercicio.
Setlist
United Snakes
Babel
Risingson
Girl I Love You Play
Future Proof
Psyche
Mezzanine
Teardrop
Angel Play
Inertia Creeps
Safe From Harm
Splitting The Atom
As You Were Leaving
Unfinished Sympathy
Atlas Air
Kinética - Kinética
Twin Shadow: Doble militancia
Nacido en República Dominicana, George Lewis Jr. fue transplantado en el distrito californiano de Venice a temprana edad y ahí pasó una infancia de la que no atesora muchos recuerdos. La falta de opciones lo llevó a valorar todo lo que tenía a mano, de boybands a grunge, hasta que se fue a vivir a Brooklyn, donde conoció a Chris Taylor de Grizzly Bear. El músico lo acogió en Terrible Records, su sello, y produjo su primer álbum: Forget. La placa ha sido celebrada por su aproximación revivalista al pop de los ’80, llevada a la práctica con sobriedad y sin aspavientos. Apadrinado por los medios que dictan el hype, Twin Shadow ha puesto su nombre y canciones en la red, al punto de ser fichado también por la disquera 4AD. Otro paso que lo deja a medio camino entre artículo novedoso y herramienta de la nostalgia.
Suena como: Morrissey, Echo & The Bunnymen, The Cult
19.11.10
13.11.10
The Smashing Pumpkins - Adore (1998)
Con la espalda cargada de expectativas ajenas, después del éxito de “Mellon Collie and the Infinite Sadness”, y el cansancio tras una gira de dos años, Billy Corgan se vio en la obligación de escribir la mejor obra de The Smashing Pumpkins. O intentarlo, al menos, aunque fuese siguiendo su propia lógica y esa metodología no resultara, como finalmente ocurrió. Porque “Adore” es, en retrospectiva, el principio del fin del grupo. La detonación de una bomba que siempre amenazó con explotar. También fue la manzana de la discordia para todos. Al mismo tiempo, los seguidores puristas esperaban un regreso al rock, como prometía el último single que editaron, ‘The End Is The Beginning Is The End’ (del soundtrack de “Batman y Robin” de 1997); mientras los acólitos adquiridos en su etapa más comercial querían algo similar a lo anterior.
El disco no le dio el gusto a ningún bando.
A su vez, una cuota de la prensa tampoco estaba conforme con lo que consideraba una mala vuelta de tuerca, y menos los ejecutivos del sello Virgin cuando vieron decaer las ganancias de uno de sus productos estrella. En la época en que las estadísticas todavía pesaban, pero la descarga de música en internet ya había tomado vuelo, Billy Corgan tomó a título personal el revés de ventas recién sufrido. Una y otra vez el frontman dio a entender que estaba desilusionado de su público e hizo varias declaraciones contra el tráfico digital de canciones, firmando sin querer el contrato de su propia crucifixión mediática como personaje. Donde antes hubo un “perfeccionista”, ahora había un “obsesivo; en el lugar del “talentoso”, estaría un “ególatra” y así. Del éxodo masivo de fans, ni hablar.
Aunque “Adore” no era un álbum doble, sus 74 minutos de duración hacían pensar que de esa manera había sido esbozado originalmente, como el grupo confesó durante la promoción del trabajo. Editado en junio de 1998, el cuarto elepé de The Smashing Pumpkins puso especial énfasis en la programación electrónica y las atmósferas, y abordó como tópicos al amor, las separaciones, la pérdida y la muerte. Nada muy ajeno para un grupo cuya unidad se desplomaba, sin el batero Jimmy Chamberlin y con el guitarrista James Iha resignado a su rol de ejecutor; las canciones propias y todo lo que dejó en el tintero con el entonces trío fueron a parar a “Let It Come Down”, su primer –y único a la fecha- intento solista, aparecido cuatro meses antes.
Si sólo dependiera de motivos extramusicales, “Adore” sería un perfecto candidato a la categoría de disco maldito. Uno para el olvido. Pero sus canciones argumentan otra teoría. La cuarta placa de los de Chicago pertenece a la misma cepa de “Rumours” de Fleetwood Mac o “For Emma, Forever Ago” de Bon Iver, la de aquellos brotes que sólo pueden nacer de emociones lacerantes, en este caso, el dolor que acarreaba Billy Corgan por el fallecimiento de su madre (sobre quien habla claramente en ‘Once Upon a Time’ y ‘For Martha’). Y de la misma forma que en los trabajos citados, el arquitecto del trío supo transmitir lo que ocurría transformando el sufrimiento en el máximo esfuerzo creativo de su vida: letras y melodías perfectas que expresan melancolía en primera persona. De cerca. Desde las entrañas.
Pese a no conseguir la reacción deseada, el concepto de “Adore” estaba clarísimo. The Smashing Pumpkins volvían vestidos de negro, después del festival de colorido que fue “Mellon Collie and the Infinite Sadness”, proponiendo renovación. La portada y todo el resto del arte de la nueva placa contenía fotografías en blanco y negro, a cargo de Yelena Yemchuk, la novia de Corgan en ese momento, mostrando coherencia estética con la idea. ‘Ava Adore’ tenía un notable video de una sola toma, dirigido por Dom and Nic (Supergrass, The Chemical Brothers) y el clip de ‘Perfect’ era la secuela de ‘1979’ a cargo de Jonathan Dayton y Valerie Faris (responsables del original y también de ‘Tonight Tonight’). El trabajo audiovisual para aquel single probaba que no querían disociarse por completo del pasado y, de paso, dejaba ver la realidad: ya no eran los veinteañeros de antes.
La efervescencia post adolescente se había esfumado, acompañada de las guitarras eléctricas punzantes, y fue reemplazada por la sombra de la propia finitud. Nada es es eterno, en especial las personas y las bandas. El abrupto término de ‘17’ (un instrumental de apenas 17 segundos en los que se escucha un piano) bien podría ser una analogía sobre lo rápido que se puede esfumar la vida. Las líneas que la carátula dedica a este corte, con frases como “17 segundos para olvidar tu dolor ” o “para recordar que el amor es la energía por la que todo es creado”, refuerzan tal impresión. Es el espíritu de The Smashing Pumpkins exprimiendo la belleza de lo triste. La existencia de “Adore” es el recordario de un acto de coraje. Representa el diario de vida de un genio que bajó la guardia porque se sintió viejo y cansado antes de tiempo, pero que nunca se rindió por completo y eligió ganarle a sus demonios. Valía la pena morir en el intento.
10.11.10
Grinderman - Grinderman 2
Pero, ¿qué venía después? La respuesta a priori: seguir con la humorada. Ante los espléndidos resultados del trabajo previo, no sería descabellado continuar apelando a la concupiscencia y las guitarras distorsionadas. Una idea que, en la antesala de la placa, fue descartada en entrevistas donde el frontman de la banda declaraba sus intenciones de imprimirle más peso y seriedad al nuevo largaduración. Con el mismo núcleo de trabajo de la ópera prima, Grinderman retornó al estudio en 2008 y se tomó un año –con varios intervalos- para terminar el anunciado segundo álbum.
Lo que dejaron en nuestras manos se llama “Grinderman 2”, una evidencia de que las palabras de Nick Cave no fueron en vano. Salvo ‘Mickey Mouse and the Goodbye Man’, la canción que abre el disco (y en cierto sentido, despide al pasado elepé), el cuarteto cambia de folio y da pasos en terrenos antes inexplorados. La renovación no es radical, sino más bien representa el testimonio más fehaciente de la validez del grupo, cuyo dinamismo habla sobre un ente con autonomía absoluta. Podrán ser veteranos y conocerse hace años, pero las sorpresas entre ellos –y para nosotros- siguen estando a la orden del día, sin supeditarse a lo realizado previamente.
Donde antes sólo se mezclaban suciedad, libido y testosterona, ahora se añaden nuevas especias que sazonan el plato, como el dramatismo de ‘What I Know’ y la progresividad de ‘When My Baby Comes’. La combinación de aderezos complace a los paladares que buscan nuevos sabores, aunque también convence a quienes deseaban otro bocado de lo que probaron en el homónimo debut. La banda aviva sus aires picarescos con las confesiones impúdicas de Nick Cave en ‘Worm Tamer’ (en las que habla de la intimidad sexual con su chica) o ‘Kitchenette’ (el discurso que le dirige a una mujer casada a quien intenta seducir, criticando a su esposo por aburrido).
Los australianos escriben su regreso con ingenio, en un nuevo tomo que abandona parcialmente la crudeza mostrada en el primer volumen y despliega los argumentos necesarios para afirmar que, cuando se trata de lascivia, son todos unos expertos. Grinderman es un ser lujurioso en cuya mente habitan imágenes retorcidas (‘Palaces of Montezuma’), mientras su cuerpo se infecta de groove (‘Evil’). Sí, la humorada continúa, y con más vehemencia que nunca ahora que sus autores la han llevado al extremo, a punta de socarronería. Los rufianes jamás cambian.
9.11.10
Dënver - Música, Gramática, Gimnasia
Hoy, se nota que ambos hemisferios de este proyecto (Milton Mahan y Mariana Montenegro) han ganado experiencia, pero hablar de madurez para referirse a su nuevo disco sería engañoso. La mera palabra evoca pérdida de frescura o tonos opacos. Y nada podría estar más en contra de lo que esta pareja representa. En Música, gramática, gimnasia, el tercer trabajo del dúo –contando el EP Solenoide–, los sanfelipeños amplían el rango de acción original sin olvidarse de sus ideas fundacionales. Entonces, lo que tenemos es un álbum de pop hecho por y para los amantes del género, producido por un Cristián Heyne alzado en calidad de Rey Midas después de trabajar con Gepe y Javiera Mena.
Con la estética de un texto escolar antiguo, el arte del elepé adelanta lo que la inaugural "Mi primer oro" confirma: Dënver le puso aumento a su espejo retrovisor. Añadieron soul a una paleta de recursos que ya contaba con varias citas retro (también se nota en "Diane Keaton", muy reminiscente de La Casa Azul), tanto cinematográficas como literarias y musicales. La inclusión de cencerros, bronces y cuerdas refresca el cariz vívido del álbum, que también asoma en las electrónicas "Olas gigantes" y "Litoral central". Liberado para su descarga gratuita por el Sello Cazador, Música, gramática, gimnasia le da razón a los vaticinios de hace dos años. El potencial ya está desarrollado.
Temas: 1. Mi primer oro 2. Olas gigantes 3. Lo que quieras 4. Diane Keaton 5. Los adolescentes 6. Los bikers 7. Feedback 8. Cartagena 9. Segundas destrezas 10. Litoral central 11. En medio de una fiesta.
Músicos: Milton Mahan (voz, bajo, guitarra), Mariana Montenegro (voz, teclado, piano), Fakuta & The Laura Palmers (coros), Mauricio Galleguillos (batería acústica), Conjunto Egmont (cuerdas), Ignacio Muñoz (trompeta), Matías Varela (trombón) y Óscar Montenegro (saxofón).
8.11.10
Mentewo - Reservado
Entre otras virtudes, un MC que se precie debe profesar un respeto irrestricto por el arte de la rima. Mentewo cumple a cabalidad ese mandamiento. En Reservado, su quinto disco, el puentealtino casi elimina los errores no forzados. Las pocas veces en que tropieza lo hace con el honor de estar persiguiendo ideas, en vez de sólo estar calzando finales de palabras. Las letras del álbum pasean por tópicos que configuran un mapa de la vida periférica en Santiago, sin caer en los clichés del resentimiento barato, y exaltan el valor de la materia gris como herramienta de sobrevivencia.
En “Algo de mi parte” el rapero se explaya sobre sí mismo y devela su personalidad en dos afirmaciones: “Yo no canto, sólo hablo con un poco de estilo” y “me gusta ir suave con ritmos ásperos”. Las mentadas pistas del álbum estuvieron a cargo de personajes como DJ Cydtronick de Salvaje Decibel (con quien editó el maxi “Mi lenguaje”, el año pasado), Frainstrumentos y Ariel Soza de El Volcán Records (Guerrillerokulto, Teoritáctica). Un puñado de beatmakers proactivos, encargados de musicalizar los soliloquios existenciales que recorren este largaduración.
El eje temático de Reservado es el propio hip-hop, al que Mentewo declara su amor incondicional; el género, asumido como estilo de vida, es el principal inspirador del MC. Aunque también hay espacio para contar historias lineales, como la de un cliente que se enamora de una prostituta en “Coloquio de una noche”, y para flirtear con el reggae junto a Taner en “Terapia”. Dentro de los 13 cortes del álbum el más plausible es “La alcantarilla”, una cuasi carta de suicidio en la que cuenta que “por aquí, después de las 12, se ven maracas baratas como Luly con peluca haciéndote por luca un lolly”. No apto para amigos de los eufemismos.
4.11.10
Massive Attack - Protection (1994)
¿Se acuerdan de ‘Missing’ de Everything But The Girl? Una canción que sonó hasta el cansancio a mediados de los noventa, especialmente en su versión electrónica. Aquel remix, hecho por el productor Todd Terry, revitalizó la carrera del dúo e impulsó la promoción de un disco acústico llamado “Amplified Heart”. Lanzado en junio del 94, el álbum no ganó mucho terreno sino hasta el año siguiente, cuando el mentado single fue reeditado en clave discotequera. Esa efectiva decisión fue tomada por el tándem después de darse cuenta de que Tracey Thorn era altamente compatible con los beats. Y eso se lo deben a “Protection”, el segundo largaduración de Massive Attack.
El entonces trío de Bristol buscó a la vocalista para escribir y grabar juntos, después de que Shara Nelson (la colaboradora clave en “Blue Lines”, su trabajo previo) los dejara para perseguir una carrera en solitario. Mientras una ascendía en popularidad, la otra estaba estancada en un proyecto que parecía nunca despegar, pese a su elevado nivel cualitativo. La solución no pudo haber resultado mejor. Si en el debut de los británicos la pieza angular fue ‘Unfinished Sympathy’, su nuevo disco tendría al tema homónimo en el mismo rol, sentando un tono menos efervescente que el anterior, pero igual de magnético gracias a la interpretación de la cantautora.
Al igual que en “Blue Lines” (cuyo adelanto fue ‘Daydreaming’), Massive Attack guardó la carta bajo la manga y presentó ‘Sly’ como primer single. Con la voz de Nicolette y los arreglos de Craig Armstrong, el grupo daba un mensaje claro: “Protection” no sería un autoplagio, aunque eso les costara perder la chispa. Dicho y hecho, el disco fue presentado a fines de septiembre de 1994 y de inmediato recibió opiniones encontradas: se habló de desilusión y de proeza electrónica con la misma vehemencia. Eso sí, nadie podía evitarlos, estaban en todas partes. Tras el obvio lanzamiento de ‘Protection’ como promocional (con un clip dirigido por Michel Gondry), vendría el segundo hito del elepé, de la mano de ‘Karmacoma’.
Un ritmo hipnótico, 3D con Tricky rapeando líricas sobre alienación y un video de Jonathan Glazer (Radiohead, Blur) que llamaba a la controversia. Tenían todas las de ganar y así lo hicieron con el tercer y último corte de difusión del álbum. Aunque no del todo representativa, por la naturaleza dispersa del trío, la canción encapsulaba en sí la esencia del trabajo que la contenía y los tópicos transversales a él: soledad, decadencia, perturbación y cuestionamiento. Asuntos también abordados en highlights como ‘Spying Glass’(una más con Horace Andy), ‘Better Things’ (la otra co-autoría de Tracey Thorn) y ‘Eurochild’ (también con el diablillo de Bristol).
Mientras la mayor porción de la electrónica se ensimismaba- concentrada en experimentar con nuevas tecnologías- y se hacía más gélida, Massive Attack abogó por lo tangible en un ejercicio casi sinestésico. Con samples y programaciones, supieron hacer que “Protection” recreara tonos lúgubres, aromas y texturas con inusitada eficacia. Y lo consiguieron sin perder un ápice de su aura vanguardista (¿qué es, si no, la destrucción de un tótem como ‘Light My Fire’ de The Doors al final del disco?), y resolviendo con más destreza que en “Blue Lines” la problemática de amalgamar influencias. ¿Trip hop? No. Que nos perdone Soda: esto es comfort y música para volar.
El Sueño de la Casa Propia - Historial de Caídas
Dos años después, fue sindicado tardíamente como una revelación local, cuando la Zona lo destacó en el segundo volumen del recopilatorio De Atrás Pica el Indie, junto a bandas como Los Mil Jinetes y Rocket (el germen de Portugal). Con el beneplácito periodístico en su bolsillo, varios compilados y tocatas después, el porteño lanzó en junio –vía Pueblo Nuevo- Historial de Caídas. Un rompecabezas armado con paciencia de artesano, fabricado con piezas ajenas y de la colección personal.
La segunda entrega de El Sueño de la Casa Propia exhibe la experticia popera de su autor. Claro, es electrónica en cuanto a formato, pero la búsqueda de estructuras amigables es la columna vertebral de este álbum, como patentizan ‘A la velocidad del amor’ y ‘Voluntad de oro’ (los dos hits del disco). En todo caso, eso no excluye la presencia de experimentación y osadía, características que son la bandera de lucha de estas nueve canciones. Si te gusta indagar en los sampleos, acá tienes aseguradas horas de diversión.
29.10.10
The Smashing Pumpkins - Gish (1991)
A finales de 1990, cuatro músico veinteañeros de Chicago dieron con el nombre de Butch Vig, por sugerencia de su sello discográfico, mientras buscaban un productor barato. Eran The Smashing Pumpkins, quienes sólo contaban con el autogestionado single debut ‘I Am One’, editado por la pequeña etiqueta Limited Potential, y querían seguir obrando en estudio. La primera colaboración entre ambas partes se llamó ‘Tristessa’, el único sencillo de la banda para Sub Pop y el atisbo inicial de lo que sería “Gish”.
Editada en mayo de 1991, a través de la independiente Caroline (Bad Brains, White Zombie, Hole), la placa supuso cambios futuros en la vida de todos sus involucrados. La tensión que experimentaron grabando, por falta de presupuesto y la responsabilidad de seguir de día en sus empleos extramusicales, convirtió a los Smart Studios de Wisconsin en un lugar insufrible mientras registraban el álbum. Tales sesiones fueron la génesis de los ahora famosos delirios perfeccionistas y déspotas de Billy Corgan, quien -años después- declaró no conocer esa faceta suya sino hasta el mismo día en que empezaron a trabajar.
Antes de asesorar “Gish”, en diciembre del ’90, Butch Vig había trabajado con bandas como Die Kreuzen y Killdozer. Agrupaciones que se convirtieron en reconocidas influencias para los estandartes del grunge, pero que no gozaron de una estampa distintiva que los hiciera sobresalir y se perdían en raudales de baja definición. Muy por el contrario, The Smashing Pumpkins (conscientes de que probablemente ésta sería su única oportunidad) hurgaron en las posibilidades sónicas y profundizaron hasta encontrar su propia singularidad, con su líder y vocalista en el papel de co-productor.
La opción tomada fue perseguir la fastuosidad en el registro. Con influencias claras del heavy metal y el art-rock, el cuarteto debutó con un disco donde convivían a la perfección dos fuerzas opuestas: las procesadas paredes de guitarras de Billy Corgan y James Iha versus la batería de Jimmy Chamberlin, quien grabó sólo una o dos tomas por canción. Rasgos que alimentan el mito detrás de una placa que, además, se encargó de presentarnos a un grupo rebosante de ideas, pese a que los recursos –técnicos y estilísticos- con los que contaban no eran los óptimos para concretarlas.
Con este álbum, las puertas quedaron abiertas, no sólo para el éxito mundial de la banda, sino también para una metodología que marcaría los noventas. Hay un antes y un después de estos 10 cortes en la carrera de Butch Vig. La siguiente misión del productor fue grabar “Nevermind”, la segunda entrega de una banda de Seattle con la que expandió y mejoró lo aprendido aquí. El trío de Kurt Cobain le arrebató el protagonismo a The Smashing Pumpkins, que serán tildados como “los nuevos Nirvana” en 1993, cuando regresen con el multiventas “Siamese Dream”. Nadie dijo que la vida era justa.
The Smashing Pumpkins - Siamese Dream (1993)
Para pasar de promesa indie a sensación mundial, The Smashing Pumpkins recorrió uno de los caminos más tortuosos de los noventa y engendró un disco bajo condiciones de suma hostilidad. Billy Corgan experimentaba un severo bloqueo creativo, producto del quiebre con su novia y la pérdida del departamento en que vivía. Al unísono, también acabó la relación amorosa entre James Iha y D’arcy Wretzky, luego de la gira de “Gish”. Caso aparte era el de Jimmy Chamberlin, quien hacía todo lo contrario y afianzaba su idilio, haciendo de la heroína su fiel compañera.
¿Complicado? Todavía falta añadir la presión por superar al primer disco, que los catapultó a un sello grande (Virgin, parte del grupo EMI) y les dio la posibilidad de grabar su nuevo álbum con 250 mil dólares, más de 10 veces su presupuesto anterior. Butch Vig nuevamente asistió la producción, aunque en condiciones muy diferentes dado el prestigio obtenido por “Nevermind” y sus trabajos siguientes, entre los que destaca otro lanzamiento vital de la década: “Dirty” de Sonic Youth. Eso sí, de poco y nada servirían la abundancia de recursos y galardones para hacer llevaderas las sesiones de “Siamese Dream”.
La interacción entre los miembros del grupo resultó desastrosa, por decir lo menos, durante los cuatro meses que estuvieron grabando en Atlanta. Las constantes desapariciones de Jimmy Chamberlin indicaban que había logrado contactar a traficantes en la ciudad, mientras que James Iha y D’arcy Wretzky peleaban todos los días, provocando que su habilidad como instrumentistas se debilitara. Billy Corgan decidió registrar él mismo las partes que les correspondían al guitarrista y la bajista, a la vez que reprendía al batero por su conducta y lo hacía repetir las tomas de su instrumento decenas de veces.
“Siamese Dream” nació del conflicto y sus canciones también. La letra de ‘Cherub Rock”, el primer single del disco, era una diatriba lanzada contra el mundillo indie al que detestaban. Aunque Virgin distribuyera el sencillo mediante Hut -una filial de fachada autónoma- y que intentara promocionarlos como “los nuevos Nirvana”, The Smashing Pumpkins pertenecían a otra estirpe rockera. Una casta que no vestía camisas leñadoras y que apelaba a una paleta más amplia de referentes estéticos (glam, sicodelia, new wave, pop), pese a concentrar sus esfuerzos en llegar a los mismos corazones de los adolescentes que escuchaban grunge.
En julio de 1993, el disco fue editado y debutó en el décimo lugar de ventas en Estados Unidos. Los resultados comerciales se condecían con los artísticos, premiando a un disco ambicioso y confesional hasta decir basta, lleno de relatos que exponen los problemas personales de su compositor. Algunos ejemplos: ‘Disarm’ habla de la relación con sus padres, ‘Spaceboy’ está dedicada a Jesse (su medio hermano discapacitado) y ‘Today’ lidia con los sentimientos suicidas que experimentó durante la mentada crisis amorosa. La catarsis fue musicalizada con esmero obsesivo y capas de sonido que yuxtaponían decenas de tomas de guitarra. Expresionismo en carne viva.
El impacto comercial del álbum, que agotó más de cuatro millones de copias, congregó a nuevos acólitos para el grupo. De paso, agotó el tiraje de “Gish” y lo convirtió en el lanzamiento independiente más exitoso de la historia, hasta ese momento. Por fin se hacía justicia con The Smashing Pumpkins, aunque fuese temporal porque la prensa no resistiría la tentación de demonizar al líder del grupo y edificar un mito en torno a su personalidad autoritaria. Eso sí, los detractores quedaban con pocos o nulos argumentos para atacar a la banda por motivos artísticos. El melodrama de James Iha y D’arcy Wretzky, la drogadicción de Jimmy Chamberlin y el ego de Billy Corgan serán condimento en futuros anecdotarios; pero “Siamese Dream” pasará a la historia como una obra maestra.
20.10.10
Mis consejos para aspirantes a críticos musicales. Por Everett True*
Traducción por Andrés Panes y Patricio Urzúa
1. Nunca intentes disculparte por sostener una opinión.
2. 400 palabras, bien. 800 palabras, una mierda.
3. La mayoría de los músicos son unos imbéciles.
4. La industria musical no es tu amiga. A menos que elijas convertirla en ello.
5. No olvides darle valor a lo que haces. Si no, ¿por qué alguien más habría de dárselo?
6. Tener la habilidad de poner al máximo los parlantes no te convierte automáticamente en una persona interesante.
7. Tema para debate: The Rolling Stones arruinaron la música para todas las generaciones.
8. No te excedas con los adjetivos. Por lo general, uno es más que suficiente.
9. No confundas investigar con la habilidad de recitar de memoria comunicados de prensa.
10. A nadie le importa un carajo lo que piensas. Supéralo.
11. Tus principios no significan nada si no tenías alguno para comenzar.
12. 10 palabras, bien. 50 palabras, no tiene sentido.
13. Nunca intentes describir la música.
14. Si tienes que hacer una lista para demostrar un punto, probablemente no deberías dedicarte a escribir.
15. Nada debería importarte. No en público, al menos.
16. Las compañías disqueras y los comunicados de prensa no siempre dicen la verdad.
17. No escribas para revistas o sitios web que no leas.
18. A nadie le importa un carajo por qué no llegaste al concierto hasta que los teloneros llevaban media hora tocando.
19. A nadie le importan los nombres completos de cada miembro de la banda.
20. Escribe porque tienes la necesidad de hacerlo, no para armarte un currículum. No preguntes a quién mandarle lo que haces. Escribe. No se requiere permiso de nadie.
21. Si no tienes puta idea de por qué lo estás haciendo, no lo hagas.
22. Este oficio no es sexy, no es glamoroso y de seguro no te hará conseguir sexo.
23. Palabras para evitar: “Realmente”, “totalmente”, “seminal”, “increíble”, “trascendente”, “yo creo”, “parece”.
24. No se ha terminado. Nunca se termina.
25. A la mierda dónde se cortan correctamente las palabras. Y a la mierda los pronombres, también. Ya que estamos en esto, escribe directo, entretenido, informativo.
26. ¿Piensas que una banda suena como otra? Probablemente tengas razón. ¿Y qué?
27. La plataforma es mucho más importante que el crítico.
28. Nunca confíes en un escritor sin una agenda.
29. Tu editor siempre valorará más tu capacidad para cumplir un horario que tu capacidad para escribir prosa llamativa.
30. ¿Es agradable que te envíen cosas gratis, no? Supéralo AHORA MISMO.
31. Una repetición telefónica de 10 minutos del comunicado de prensa no constituye, ni por si acaso, una entrevista.
32. No todas las bandas reposadas suenan como Young Marble Giants.
33. No todas las bandas ruidosas suenan como Sonic Youth.
34. A nadie le importa un carajo si alguna vez te agarraste a alguien mientras sonaba un lado B de los Smashing Pumpkins.
35. Tener la habilidad de usar un teclado no te hace automáticamente un escritor. Ver también el punto #6.
36. No te quedes pegado más allá del tiempo que eres bienvenido. Buenas noches.
37. La gente lee tus palabras para enterarse sobre la MÚSICA.
38. ¿Confundido con alguna de tus oraciones? No serás el único.
39. No confundas intoxicación alcohólica con una buena salida nocturna.
40. Radiohead ya no hace buenos discos. Supéralo.
41. ¿Te urge leer otra reseña del mismo disco antes de escribir la tuya? SÁLTATELA.
42. La era dorada de la crítica musical nunca existió. Supéralo.
43. Si te aburres a ti mismo, de seguro aburres a tus lectores.
44. Kurt Cobain está muerto. Supéralo.
45. Sé cándido. Sé tú mismo. Sé consciente. Sé tú mismo. Sé entretenido. Sé tú mismo.
46. ¿Cuántos críticos musicales se necesitan para cambiar el mundo? Exacto.
47. Nunca dudes que la persona cercana a ti está pasándolo mejor que tú.
48. NO PRESTES ATENCIÓN A GENTE QUE NO CONOCES.
49. A nadie le importa una mierda tu extraña colección de 12 pulgadas de Nick Cave.
50. No es una profesión para elegir. Confía en mí.
Mis consejos para aspirantes a lectores de críticos musicales.
1. Sólo es la opinión de una persona.
2. No hay manera correcta o incorrecta de escribir una reseña (así como de tocar guitarra).
3. Las calificaciones con estrellas valen mierda. ¿Por qué, exactamente, ser premiado es algo importante?
4. Puedes no estar de acuerdo con quien escribe.
5. ¿Qué parte de “crítico musical” no entendiste?
6. Sí, probablemente estuvieron en el mismo show que tú.
7. Confía en el crítico, no en la revista.
8. No tienes que leerlo.
9. La autoridad se gana, no se confiere.
10. Los bloggers no son críticos No automáticamente.
*Everett True es un crítico musical británico, nacido en 1961, amado y odiado a partes iguales. Ha publicado en New Musical Express, Melody Maker, Vox, Rolling Stone y Vice, entre muchos otros medios. También es músico -aunque no de forma constante- y su single debut (“73 in 83″, bajo el nombre de The Legend!) fue el primer material editado por Alan McGee, su amigo personal, en Creation Records. Además, es el culpable de haber juntado a Kurt Cobain con Courtney Love, luego de presentarlos en un show de Butthole Surfers. Su extenso historial avala estos consejos para aspirantes a críticos musicales, aparecidos en Collapse Board, sitio fundado recientemente por él.
12.10.10
Carlos Cabezas - Desamanecer / Has Sabido Sufrir
Dos lanzamientos al unísono. Hemisferios opuestos cuyo ecuador es el reencuentro con Carlos Cabezas, quien pasó los últimos 13 años en un mutismo discográfico casi absoluto. Desamanecer es la continuación lógica de El Resplandor, el debut noventero del músico; mientras que Has Sabido Sufrir registra dos veladas de boleros clásicos y originales en el Bar Liguria. La voz de Electrodomésticos transita por ambas placas, desatando las pasiones que provoca la espera y la concupiscencia del romanticismo AM. Ya sea con guitarra eléctrica en mano o en formato crooner, el ovallino ejercita el desdoblamiento y expande las fronteras de su territorio, para instalarse en el podio que le corresponde como figura elemental de la música popular chilena. Ídolos locales de antaño, ésta es la enseñanza del día: regresar no significa parodiarse a sí mismos. Acá tienen a su profesor.
Pituquitos - Sé que me voy a quemar
Rage Against The Machine – Estadio Bicentenario de La Florida (11.10.2010)
Cuando los colados desde atrás eran dos o tres, causaba gracia adelante. Pero las caras de susto e intranquilidad se propagaron por el VIP, desde el momento en que la separación con la cancha general comenzó su agonía, hasta que expiró. La escena podría haber sucedido en 1997, el año en que el primer show de Rage Against The Machine en Chile fue agendado y luego suspendido hasta nuevo aviso. Una época en que los más próximos al escenario eran los que llegaban temprano, quienes pagaban con fanatismo –y no con dinero- el derecho a estar cerca del grupo. La presencia policial en el estadio sólo engrosó el cariz anacrónico de la espera.
El show, los saltos, el sudor y los gritos comenzaron con ‘Testify’. Nada que hacer más que rendirse ante la banda, que tenía entre manos una velada de grandes éxitos, reforzada por un sonido impecable. Con ‘Bombtrack’, ‘People of the Sun’, ‘Know Your Enemy’ y ‘Bulls on Parade’, el Bicentenario de La Florida se vino abajo. La fecha en el calendario daba absolutamente lo mismo. Anoche el tiempo se congeló en 1999 (el setlist no contempla material de “Renegades”) y buena parte de los más de 20 mil asistentes sufrió una regresión a su etapa escolar.
No hubo descanso, uno tras otro los balazos de Rage Against The Machine fueron disparados a quemarropa. La clemencia estaba de más. ‘Down Rodeo’, ‘Township Rebellion’ y ‘Bullet in the Head’ pusieron la cancha a baño María, justo antes de que ‘Calm Like a Bomb’ llevara la caldera a su ebullición. Qué importa no respirar bien cuando una de las bandas más grandes del planeta está en la tarima. Qué más da ser pisoteado, empujado y recibir codazos a diestra y siniestra. Todo es parte de la fiesta de Rage Against The Machine, cuya parte central finalizó con una tríada de ensueño: ‘Sleep Now in the Fire, ‘Guerrilla Radio’ y ‘Wake Up’.
El primer y único bis de “The Battle of Santiago” trajo lo que muchos esperaban: a Zack de la Rocha enfocando su discurso en la coyuntura nacional. Y lo hizo a través de Víctor Jara y su ‘Canción del Minero’, para recordarnos que los 33 no son héroes, sino víctimas del maligno modelo dominante. ‘Freedom’ y ‘Killing in the Name’ fueron el punto final para 80 minutos que resarcieron 18 años de espera. La deuda histórica cumplió su mayoría de edad de la mejor forma: siendo pagada. Cualquier dolor muscular que aflore hoy está más que justificado.
8.10.10
La Reina Morsa - ¿Dónde están las jugueterías?
Es fácil dejarse engañar por el envoltorio. Este verano tuvimos la primera impresión de La Reina Morsa, con el EP Fiesta Pequeña -que incluía el brillante single homónimo con el que conocimos al grupo- y los rótulos comenzaron a llover. En un flyer, promocionando un concierto en La Batuta, la impronta de la banda fue clasificada como “pop naif”. Una etiqueta que, además de ser un neologismo innecesario, no le hace justicia en lo más mínimo a esta importación sureña.
Claro. Están los nombres (del proyecto, del disco, de los temas), la edulcorada voz de Victoria Cordero, esa atmósfera bucólica en sus canciones y la estética de zoológico del digipack. Detalles que llevan a la configuración de una idea errónea sobre la identidad de este ente, cuya formación partió como dúo, siguió como trío y en vivo aumenta de forma dinámica. En el CD, la única foto de los integrantes está ambientada en una colorida mesa, con la indumentaria necesaria para una celebración infantil. Otra trampa.
La inocencia de ¿Dónde están las jugueterías? es un espejismo. En las letras de La Reina Morsa habitan los sinsabores del crecimiento y el dolor de la post-adolescencia. Debajo de esa cobertura pastoril, reposan vivencias que hablan sobre confusión (“Pero yo no sé leer”), tedio (“Navegar”) y nostalgia por momentos que todavía no llegan (“La estufa”, “Mandarinas y limones”). Es un disco de prisma veinteañero, con resabios de niñez y dobles y triples lecturas. Acá hay melodías felices con líricas tristes; más pop, imposible. No hay que caer en el juego de las apariencias.
Rage Against The Machine - Rage Against The Machine
Violeta Parra escribió ‘Y Arriba Quemando El Sol’ hace casi medio siglo y hoy la canción podría musicalizar, perfectamente, la tragedia de los 33 mineros atrapados y usados por el gobierno con fines proselitistas. Por ejemplos como aquél (y varios más), el catálogo de la cantautora es considerado clásico e inmortal. Pues bien, las letras del primer disco de Rage Against The Machine caen dentro de la misma categoría. A 18 años de su aparición, el discurso del cuarteto angelino conserva la validez y su talante mantiene la misma peligrosidad de comienzos de los ’90. Una situación de doble lectura: es reconfortante ver que una obra artística adquiera carácter de perenne, pero es una pena comprobar –a través de ella- que la sociedad va de mal en peor.
Por eso la visita del grupo a este país es tan urgente. Seguimos necesitando que Zack de la Rocha nos grite en la cara, que Tom Morello reviente nuestros tímpanos y que la base rítmica de Tim Commerford con Brad Wilk incite al desorden. Que este debut haya sido éxito de ventas en Chile sólo significa una cosa: esa juventud que creció en dictadura, y que experimentó el retorno a la “democracia” con temerosa mesura, también deseaba quemarlo todo. Los que nacieron en 1992 ya están en la mayoría de edad y el panorama no ha cambiado tanto, los medios siguen desinformando y los mismos nefastos personajes detentan el poder. Pero si Rage Against The Machine está de vuelta con este repertorio, todavía hay tiempo para enmendar. Nunca es tarde.
16.9.10
Gepe: Memoria colectiva
Recién llegado de China, donde se presentó en la Expo Universal de Shanghái, Gepe declaró la muerte de la movida folk y afirmó que no se siente rockero bajo ninguna circunstancia. Nada personal.
Con “Audiovisión”, su tercer álbum, Gepe ha recibido el fervoroso beneplácito del escenario criollo. La prensa lo saluda con reverencia, mientras que el público ha dado muestras fehacientes de que el lanzamiento es uno de sus favoritos, al convertirlo en el disco chileno más descargado –de forma legal y pagada- en la historia. Daniel Riveros asume sus credenciales con moderación, consciente de que el éxito en este reducido terruño se diagnostica bajo escalas diminutas y también de la fragilidad que es inherente a los buenos momentos. Pasajes de los que nunca se ha distanciado, desde que debutó como solista (con el EP “5x5”) en un 2004 que ya parece lejano, cuando hablar de folk todavía era sinónimo de culto a la tradición anglosajona.
“En general, la sociedad tiende a girar en espiral. Me parece que en el arte se da especialmente. Pasamos por el mismo momento espiritual o artístico, no sé si para mejor o peor, que nuestros padres cuando tenían nuestra edad y estaban en este lugar. Ponte tú, nosotros, si pudiéramos retroceder, estaríamos en 1970; la época en que Los Jaivas grabaron “La Vorágine”, que para mí es el mejor disco chileno de todos los tiempos y me enorgullece demasiado. Es la tendencia mundial, con nosotros en este rincón un poco a la cola, pero menos que antes. La humanidad necesitaba música más orgánica, por eso aparecieron Sufjan Stevens, Devendra Banhart y Joanna Newsom. Con Manu Chao o Jim O’Rourke se dio el primer impulso de hacer las cosas con raíz folklórica, para oírla y pensar. Lo que no te dan las fiestas rave, por ejemplo. La idea es andar lúcido, con los ojos y la mente abiertos. No es la solución óptima, pero suple la necesidad de algo más íntimo, de escuchar solo”, explica.
“En todo caso, creo que esa onda ya murió. ¿La pura guitarra y la voz? Chao, pa’ la casa. Lo que prolifera y lo que se asoma, como pasó en el grunge, es lo que conlleva ese estilo: imagen, sonido, forma de hacer las canciones, pero no artistas en particular. Es más famosa la etiqueta que todos nosotros juntos. En un comienzo, mi rol fue hacerlo llegar a los periodistas, que fueron los primeros en pescar. Sirvió de esa manera, pero en este minuto estoy en otra, se acabó. Yo fui parte de eso, que ya quedó para la historia, como casi todo. Los procesos musicales, según creo, terminan siempre en cinco años. Esto ya decantó, entregó la información necesaria y ahora estamos en una fase intermedia. Manuel García lo abandonó, Camila Moreno lo hará y Chinoy el otro día me dijo que hiciéramos una canción bailable. Imagínate”, asegura.
Con su carrera eternamente ligada a definiciones sonoras, Gepe no duda en poner en tela de juicio a los rótulos con los que se habla de su propuesta y la de sus contemporáneos. Y tampoco lo piensa dos veces antes de intentar desmarcarse de corrientes que no lo identifican. “En ningún caso me siento rockero, me gustan muchos géneros, pero lo relacionado a esa clasificación es lo que menos me agrada. Los únicos grupos con harto riff de los que soy fan son Sonic Youth, Faith No More (en la época de “King For a Day… Fool For a Lifetime”) y Smashing Pumpkins. Bandas que justo me alucinan porque superan la raíz de la que vienen”, explica el cantautor. Sus palabras pueden incomodar a los fundamentalistas, pero sus argumentos provienen de una matriz de pensamiento en la que los moldes se difuminan y las líneas se cruzan.
“Existen lenguajes más interesantes que no se pueden ni siquiera catalogar. No por ese rollo de buscar ser difícil de explicar, sino porque son muy personales y nacen desde un punto al que nunca hay que darle la espalda. Juegan en el exterior de lo que se proyecta. No es que encuentre que el rock es una lata, si se llamase electrónica, yo tampoco estaría ni ahí. Lo mismo me pasaría si la palabra fuese pop. Lo encuentro fome, no es como que me den ganas de matar al que lo diga, pero encuentro necesario explorar otra sensibilidad. Que no todo sea los Beatles ni Iron Maiden; nada más que eso. De hecho, hay un grupo de acá que me fascina, Electrozombies, y trabajan a partir del death metal. O Perrosky, que también vienen de esas denominaciones más puristas”, plantea Riveros.
La postura de Gepe atenta contra paradigmas y mitos fundacionales en la forma de abordar la música por promotores, periodistas, público y –claro está- los propios ejecutantes. Un discurso que se olvida de la supremacía implícita de una tendencia sobre otra, dejando entrever una neutralidad que opta por yuxtaponer piezas en vez de disociarlas y que prefiere elegir los elementos disponibles que mejor calcen en su engranaje. La clase de metodología que “Audiovisión” encarna al pie de la letra. Producida por Cristián Heyne (Shogún, Pánico, Malcorazón, Javiera Mena), la placa es una evidencia del desprejuicio con el que el santiaguino encara su labor creativa, sin temor a usar beats noventeros, sampleos raperos o voces robotizadas.
Ante esos datos, no es de extrañar que el compositor observe con declarada perspicacia la situación del subcontinente. “En Latinoamérica hay algo así como la dictadura del rock, los grupos más grandes son de ese estilo, es hegemónico. Ahora pega más el reggaeton, pero no todas las bandas o solistas con actitud usan riffs, ahí está por ejemplo Javiera Mena, que es pop y su parada es increíble. La música debe llamarse chilena, argentina o colombiana, porque el rock es un estilo nomás. A los festivales de música chilena los llaman de “rock chileno” y colocan una guitarra en el logo. Me cargan estas comparaciones, pero en Estados Unidos, Europa o Asia, el sonido predominante es cualquiera, hay cantantes que son íconos, pero vienen de diferentes tendencias. Como lo que pasa en España, donde Valencia es más electrónico, Madrid es de guitarras y Barcelona es más ondero”, explica.
“Es algo sutil, quiero abrir una alternativa y que vaya teniendo poder. De mis amigos que hacen música, la mayoría toca más fuerte que la cresta y son súper agresivos, aunque vengan desde el funk o la electrónica. Me gusta entrar en los espacios de otros géneros sin ser invasivo. Al final, la verdad siempre está a medias, es una postura honesta; cuando chico escuchaba ene a Carcass, no el típico disco de Led Zeppelin. Tiene que haber una variedad más amplia”, afirma Riveros. Con ese bullente brío explorador, en julio el capitalino emprendió rumbo hacia la Exposición Universal de Shanghái, invitado a presentarse en el pabellón nacional de la muestra. Un encuentro que reúne a 192 países y que en octubre tendrá a Manuel García cumpliendo la misma labor.
“Fue la raja y súper cansador. Es una ciudad rara, siempre está nublado, hace años, por culpa de la polución y el clima. Hay una nube encima todo el día, todos los días. Y ellos no tienen modales occidentales, se tiran flatos y pedos. ¡Hasta los números con la mano se dicen de otra manera! (gesticula para explicar). Tuve que comunicarme sólo con señas. En el público de las tocatas, que eran como los asistentes a una FISA gigante, algunos ni siquiera habían visto antes a gente que no tuviera los ojos rasgados. Da la impresión de que son fríos, pero en realidad son súper respetuosos, se anulan a sí mismos, son masa, en el mejor sentido de la palabra. Esperaban que se acabara la canción para irse y aplaudían como militares. Eran muy tiernos. Estuve 14 días y toqué 20 veces, con un calor de 45 grados y 90 por ciento de humedad”, contextualiza.
Es fácil intuir la satisfacción en los dichos de Daniel Riveros. Sus últimos movimientos no han tenido tropiezo alguno y contar con una de las placas mejor comentadas del año sólo ratifica las virtudes que posee. “”Audiovisión” es mi álbum favorito. Siempre digo eso de lo último que hago, pero éste sí puedo escucharlo de pies a cabeza, no me produce la sensación de que haya algo malo. Me parece súper bien trabajado, llevado hasta las últimas consecuencias, le sacamos el máximo jugo a todos los temas. Los temas transversales que tiene son la alegría, la amistad y los lazos. Entre medio hay cosas de la vida normal, dichas de forma práctica y sencilla, como ‘Por La Ventana’ que es súper prístina y más obvia o ‘Alfabeto’, que habla sobre el ritmo. Quiero hacer letras que no digan nada poético, que sean honestas y realistas de forma bonita”, afirma.
¿Qué pasará con Gepe, luego de quemar esta etapa intermedia? La respuesta no es cien por ciento clara, aunque los objetivos esbozados traslucen el afán del músico por perpetuarse en el imaginario común. “Ahora sólo deseo escribir sobre hechos objetivos, no apelar tanto a la metáfora, a menos de que sea palpable. Pretendo volver a tratar con cosas reales y no esquivarme tanto; antes me evadía mucho, yo lo encontraba lindo y a la gente le gustaba. Era más espiritual, hablaba sobre nunca dejarme estar ni sucumbir. No sabría decir estilísticamente en qué me veo a futuro, pero lo que anhelo es crear un lenguaje y tener una carrera larga, ahondar en aspectos que me vayan interesando en ese momento. La idea que más me gusta es la de establecerme, ir lento, quedándome de a poco. Pero, sobre todo, grabar buenos discos y buenas canciones, que creo que ya lo he hecho”.
Carlos Cabezas: Dulce espera
La paciencia da frutos dulces. Pasó una década entre Carreras de Éxitos, el último disco de la primera etapa de Electrodomésticos, y el debut solista de Carlos Cabezas. El Resplandor, editado en 1997, fue aplaudido a rabiar por la crítica y pasó directamente al salón de honor del rock chileno de los noventa. La inusitada impetuosidad de la placa auguraba una auspiciosa carrera, en la que veríamos cómo se desarrollaba la genialidad de su autor a lo largo de nuevas entregas. Material que demoró 13 años en aparecer. Una espera que fue aplacada, en cierta medida, por la aparición de música para películas y uno que otro experimento, ninguno de ellos asumido como secuela de aquella brillante ópera prima.
Pero la espera termina ahora, con la aparición de Desamanecer y Has Sabido Sufrir, dos álbumes de identidades distintas. El primero es la continuación oficial de la cronología del cantautor y el segundo es una colección de boleros. Ambos trabajos serán presentados con un par de meses de distancia, para evidenciar la emancipación entre sí que los caracteriza. “Siempre tuve la intención de continuar lo hecho en El Resplandor. Toda la vida estuve peleando para tener un estudio, y al final terminaba trabajando para otras cosas. Me dediqué mucho a hacer música de publicidades. Espero que, desde ahora, los tiempos sean menores. La vida se me ha ordenado, mis hijos están grandes y tengo más espacio mental”, comenta el compositor.
Cabezas no le teme a su edad y habla, con propiedad, desde el prisma de quien lleva 55 años en el mundo. Con serenidad, perspectiva y temple. “Hay un momento en que tienes que calmarte. Sabes que ciertas cosas deben ocurrir, que ciertos tiempos deben transcurrir. Yo ya quemé esas ansias. No tengo problemas de papel en blanco, ya sé que cuando me pongo en modo creativo funciona de una cierta manera, internamente. No es que se me ocurran ahí las canciones, pero sale toda mi experiencia vital en ese instante, por eso también sé que estos discos hablan sobre eso. Siento mayor facilidad para producir mi propio trabajo”.
La doble apuesta del músico, anómala en tiempos en que la industria va en caída libre, se justifica en la motivación existente para llevarla a cabo. Así de simple. “Hay gente que dice que eso se puede ver positivamente. Son dos obras muy distintos, pero se puede adivinar un cuerpo de trabajo entre los dos y se nota mi eje. Lo que estoy haciendo no sé si dará el mercado para realizarlo, tengo que manejarme con eso, trato de que sea horizontal la toma de decisiones, pero al final tengo que cortar el queque yo. Le he preguntado a todos los gurús que se me han cruzado, como Fonseca o Sanfeliú, para saber cuál es la mejor opción. Hay más personas opinando de las que uno se imagina. Trato de no cortarle las alas a ninguno de los dos lanzamientos, quiero que estén separados en el tiempo. Puede que resulte un lío, estoy feliz con todo lo que está pasando con ambos discos, aunque a la gente del sello no le pase lo mismo”, bromea.
La referencia es hacia Oveja Negra. La compañía de la SCD que, en este momento, es el refugio de los artistas chilenos mientras las transnacionales sólo priorizan a extranjeros. La experiencia previa de Cabezas en esas lides tampoco resultó alentadora, su debut está descontinuado y es imposible de conseguir por métodos tradicionales. “El Resplandor era de la EMI y le pasó lo mismo que a muchos lanzamientos de ese sello. Me propusieron reeditarlo, no sé si puedo, aunque pretendo averiguarlo. Desapareció porque en las disquerías lo que encuentras es la oferta de la semana. Mi relación con los álbumes es medio autista, la sensación que a uno le deja el contacto con las compañías en el cuerpo es algo que te inhibe. Ir a meterte, encontrar una cantidad de funcionarios, todos distintos a la última vez que fuiste, toparte con una burocracia legal enorme para que te publiquen. A mí me putean por no tener copias de mi propio trabajo, el vinilo de ¡Viva Chile! lo presté y me cagaron, lo mismo me pasó con El Resplandor”, confiesa.
EL INTERLUDIO
Pese a los larguísimos 13 años de hiato en su catálogo, hablar sobre un regreso no sería honrar a la verdad, porque el oriundo de Ovalle se mantuvo de manera subrepticia en constante actividad. Varias películas nacionales fueron musicalizadas por el Electrodomésticos, como El Chacotero Sentimental de Cristián Galaz, El Desquite y La Fiebre del Loco, ambas de Andrés Wood, entre otras. “Las bandas sonoras las hago pensando en las películas nomás, no tienen que ver con mi material”, cuenta. Además se dedicó a la producción, ayudando a preparar los últimos elepés de Los Tres, una ocupación que ha dejado en segundo plano últimamente (su última labor la realizó en Lo Que Ahora Brilla Putrefacto Quedará, la segunda entrega de Tío Lucho, aparecida en 2008).
Otro sustento laboral de Cabezas ha sido su faena en spots, en la que mantiene su ojo crítico. “El mundo de la publicidad se supone que es innovador, en términos de ideas. Pero, cuando una agencia le muestra una idea a un cliente, las referencias que manejan son sólo cosas que ya están hechas. Ahora más que nunca, como ha habido problemas con los derechos de autor por el tema de hacer canciones demasiado parecidas, les sale más fácil comprar los derechos. Lo de Todos Juntos de Los Jaivas es un ejemplo. Yo creo que me llaman porque saben que el resultado será distinto. Hace rato se desmanteló el temor de que trabajar en eso te podía contaminar, era un miedo de varios años atrás, así que yo trabajo súper relajado y trato de pasarlo bien”, explica.
En el extenso prontuario del cantante y guitarrista, destaca la presencia de un registro de 2007, en el que aprovechó su cavernosa impronta para realizar cantos espirituales. “Mantras lo hice por el encuentro con un amigo instructor de yoga, que se quejaba de que en el circuito no había nada bueno para escuchar porque la oferta estaba manoseada. Hicimos unos ejercicios y nos acomodó mucho, apareció una veta que ni yo sabía, parecida a lo que ocurrió con los boleros. Son seis frases sagradas, tuvo una muy buena apreciación, todos juran que soy un ser elevado, cosa que me hace parecer más inteligente y yo agradezco eso”, se ríe. “Me gusta mucho el trabajo vocal, alcanzar un lenguaje propio en lo artístico es lo que hay que buscar, lo encuentro delicioso. Esa grabación tiene cincuenta pistas de voces, está al máximo”.
Y mientras todo esto sucede, Cabezas se asoma y se esconde junto a la banda donde se forjó, mientras un viejo conocido de grupo también está presentando un proyecto en solitario. “Electrodomésticos es una circunstancia que se da cuando está Silvio Paredes. Con él nos vemos cada vez más, también está editando su debut (Kau, también lanzado vía Oveja Negra). Tocamos un set de canciones cargadas a nuestro antiguo repertorio, como ‘Ligerezza’, ‘Señores Pasajeros’ o ‘El Frío Misterio’. La cara de felicidad del Silvio tocando bajo eléctrico se nota mucho, él ha sido abducido por el stick, pero todavía le gusta rockear. Ambas cosas se refrescan. Lo pasamos bien, queremos juntarnos de nuevo y ver qué podemos hacer más adelante. Componer es el pie forzado para reunirnos”, adelanta sobre los pasos que podría dar el grupo que, además, integran la baterista Edita Rojas y el multiinstrumentista Cuti Aste.
HASTA LA MUERTE
A fines de este mes, verá la luz Desamanecer y las expectativas pasarán a la historia para darle espacio a un producto tangible, que encapsula horas de composición que datan desde el 2006, dos años después de que apareciera La Nueva Canción Chilena. “No es un disco alegre, es medio reflexivo, melancólico. Quería que estuviera bien producido, aunque tiene pedazos lo-fi también. Es una mezcla entre los mantras y un Resplandor más sofisticado. Las canciones son bien distintas una de otra, es nuevo lo que tiene en términos de sonido, algo que no es fácil. Hay mezclas de sones nortinos, mixturas promiscuas, no sé si será rockero, pero sí es muy intenso. Yo lo pasé bien grabándolo. Si publicas algo es porque vas a mostrarte y es necesario ser sólido para eso. Este trabajo me sirve en ese sentido también”, comenta.
Explicar el venidero material es una tarea que pone en aprietos al cantautor, al punto de llevarlo a reflexionar sobre el autobombo y lo dificultoso que le resulta promoverse a sí mismo. “Uno, como músico, quisiera estar refugiado en lo que desea hacer, que en mi caso es componer, generar ideas y ambientes que ayuden a que las canciones aparezcan. Y también estar sobre el escenario, esa catarsis que se da en vivo. Gente como Macha o Rodrigo Santis me parece admirable, a mí no me resulta desdoblarme tanto. Es complicado describir un trabajo sin agotarlo, sin cortarle las alas. Hay una necesidad de comunicar, pero es muy difícil hacerlo. Muchas veces me parece absurdo conversarlo. La otra vez escuché a un tipo que me dio un consejo muy sabio: habla siempre sobre la idea, después acerca del proyecto y en tercer lugar, sobre ti mismo, pero sólo si te ponen la pistola en la cabeza”.
“Has Sabido Sufrir empezó a hacerle brillar los ojos a mucha gente. Cuando ordenamos los temas nuevos, en forma semiinconsciente dejamos los boleros para otra situación, pero esa situación estaba agachada ahí, esperando”, declara Cabezas sobre el segundo lanzamiento que se avecina. La placa, grabada en vivo, recopila diversos momentos de su carrera en clave AM (parte de la banda sonora de Grado 3, una versión de ‘El Resplandor’ y la pieza que da nombre al disco, nacida en el seno de Electrodomésticos). También contiene clásicos del género, como ‘Réntame Un Cuartito’, ‘Nuestro Juramento’ y ‘Amor Gitano’. Repertorio popularizado por ilustres como Daniel Santos y Lucho Barrios.
La sesión, registrada en el Bar Liguria el 22 de mayo pasado, fue una gala a tablero vuelto, como todas sus últimas presentaciones. Una constante que tiene al cantautor satisfecho y deseoso de seguir conectando con el público que lo sigue, conformado por acólitos de antaño a los que se suma cada vez más audiencia joven. El ovallino tiene claro su status de libro de consulta para muchos de ellos, tanto oyentes como ejecutores. “Siento que la generación actual viene con más humor, menos grave, y que tiene a la música incorporada como algo cotidiano. Todavía el estilismo-leninismo sigue mandando, mucha gente se sube a una corriente y cuesta que se desdoblen de eso para sacar su voz propia. Eso debe ocurrir más temprano que tarde. Me da la impresión de que la formación académica se preocupa mucho de los procedimientos, en vez de la creatividad. Al final, corren el riesgo de quedar demasiado formateados”, opina.
“Con Electrodomésticos no conocíamos los cuatro cuartos, poníamos los bombos en cualquier lado y los loops que se armaban eran un desorden”, confiesa. Con la perspectiva que dan los años de distancia, asume la idealización de la década en que se dio a conocer. “La historia adquieren características de leyenda. La foto de los ochenta está en sólo dimensiones, nosotros vivimos otra cosa, menos bonita de lo que parece. El contexto fue fundamental en lo que hicimos, quizás sin él yo no estaría acá, había una necesidad básica e instintiva de sobrevivir. Cero estrategias, todo se hacía en defensa propia, era más visceral. Estoy agradecido de que haya ocurrido eso, de haber desarrollado mi sensibilidad así”, afirma.
Retomar la senda solista era una necesidad imperiosa, un pensamiento que nunca lo dejó libre en 13 años de trabajos en los que su firma no fue protagonista. Carlos Cabezas asume que Desamanecer y Has Sabido Sufrir, más que dos discos, son eventos inevitables en su cronología. Pese a que la impresión de que la pausa era definitiva prevalecía en la retina general, para él jamás fue una opción emprender la retirada. “Nunca pensé en bajar el telón. Yo tengo claro que voy a seguir haciendo música hasta que me muera, no tengo otra posibilidad ni es algo que pueda decidir. Es mi camino, la única manera en la que puedo existir”.
Jiminelson: Sueño Americano
“La esperanza del punk está viva”. Aquella frase salió de la boca de Julien Temple, en diciembre del 2009, después de ver a Jiminelson en vivo. Luego de una noche de pocas palabras y mucho silencio, el director británico (parte indeleble del imaginario de Sex Pistols) terminó desayunando con Gustavo León, después de la clausura del festival In-Edit. Un encuentro que reforzó el sentido de la carrera del frontman y que ayuda a comprender su férrea convicción en el proyecto que fundó seis años atrás.
“Esta banda es 110% yo. He trabajado con gente por períodos largos para tocar en vivo, pero los discos se han hecho siempre de la misma forma, no cambió mucho. Creo que el concepto de pandilla es mejor, en la música, que el de solista. Yo pretendo que eso sea reconocido desde un principio. Esto es parte de algo colectivo porque es imposible llevarlo a cabo de otra manera. Hasta el día de hoy funciona así”, explica.
La alusión es clara. León se refiere a las últimas páginas del historial del grupo, que están marcadas por la abrupta salida de Andrés “Chino” Villarroel (batero fundador y eterno secuaz del cantante) justo antes de un nuevo lanzamiento. “Es una amistad que debería haberse acabado hace muchos años. Toda la buena onda se va a la mierda si lo laboral falla. Eso nos pasó. Hubo indultos y perdonazos todo el tiempo. Le enseñé a tocar y después me dijo que yo era un aprovechador. Soy su padre y me da lo mismo. El tema tiene que ver con que en su vida jamás se ha leído un libro, tuvo seis años para hacerlo y nunca lo hizo”.
“El tamaño del problema es de acuerdo a la importancia que uno le de. A él probablemente lo echo de menos por mil cosas aparte, pero en lo relacionado a la forma de trabajo no lo veo hace años, quiere grabar y en eso tiene ganas de concentrarse. Ahora colaboro con otras personas, más determinantes en el proceso actual que cualquier lagrimón. Yo voy por la música; al otro, la noche le pagará. No me interesa”, sentencia.
“Los malos entendidos son manejables hasta cierto punto, pero tarde o temprano queda la cagada. Y si eso es lo que te corresponde, ¿qué tanto? En Jiminelson pasó y ahora sonamos mejor que antes. Le puse esfuerzo a cosas que terminaron pésimo, aunque nunca las hice con mala intención. Cuando empecé con el “Chino”, en ningún momento pensé que se iba a ir hasta que se fue, así funciona nomás. Esas cosas ocurren y siguen ocurriendo, forman parte de un aspecto de la vida en general, hay otros miles, infinitamente interesantes, que son los que me llevan a tocar. Yo no canto sobre problemas, canto sobre soluciones”.
Aunque el carácter rotativo es una constante, las últimas presentaciones en vivo de la banda ven pisar el escenario a Daniel Pimentel (Canal Magdalena) en bajo, Simón Cox (de los disueltos Usuales y productor de la venidera placa) en teclados y Giovanni Colecchio (Silvestre) en la batería. Una formación de instrumentistas experimentados, a quienes Gustavo León declara su respeto y aprecio cada vez que puede; con ellos sobre la tarima, comenzará el ciclo de shows que apoyará la salida de Serendipity, el tercer álbum del grupo. “Ya estamos llenos y no hay vacantes”, señala.
“El título no sólo se refiere al encuentro con alguien, sino también a que te pasen cosas fortuitas con una persona cuando no lo esperabas. En español se dice chiripa, que no suena tan bien. A veces, la vida empieza a suceder de forma extraña y puedes tener muchas rachas negativas o lo que sea, pero tarde o temprano el mundo se tuerce y sale todo bien. Las probabilidades así lo indican porque a nadie le puede ir mal tanto rato y hay veces en que te va realmente increíble. En eso consiste la suerte, aunque en este caso se trata de tener los cojones para sortearla y pilotearla. Si la gente supiera enfrentar los momentos en que las cosas no salen como esperan y amaran lo que hacen, no habría tantos problemas”.
El sucesor de yo, Jiminelson (editado por CFA en 2005) y Amor del Rey (aparecido el 2008 a través de Oveja Negra) fue engendrado durante la estadía de Gustavo León en Argentina el año pasado. El cantante se fue a Buenos Aires a estudiar por una temporada, viviendo solo en el nortino barrio Núñez, cerca del Río de la Plata. En ese tiempo, el músico flirteó con el bajo mundo de la capital trasandina, a través de un grupo de taxistas cuya flota estacionaba en la bomba de bencina aledaña a su temporal residencia. “Ahí se concentraba toda la maldad, eran unos hijos de puta, pero también unos bacanes”, declara.
Aquella estela de peligrosidad se intuye en las canciones de Serendipity. Es la impronta que el compositor ha venido puliendo y que estalla por los parlantes, cuando pincha en su notebook algunos adelantos del futuro elepé. A gran escala, hay letras que hablan de amor, melodías trasnochadas, guitarreos sentidos, blues venenoso e incluso rock de arena. Todo lo que el grupo venía advirtiendo, ahora en versión maximizada y pulida a más no poder. “Yo creo que este álbum es la expresión concreta de una intención que viene desde hace un buen tiempo”, explica.
“El disco estará disponible desde septiembre, a fines de mes, no pretendemos hacer un tiraje muy explosivo. Ahora cuesta menos que, en primer término, lo escuche la gente a la que le interesa, los que han comprado yo, Jiminelson y Amor del Rey. Lo que ignoramos es hasta dónde se puede llegar. Con cada lanzamiento hemos tenido buena prensa. Y más que eso, con el último recibimos excelentes comentarios, que me parece un aspecto relevante porque pocas bandas pueden contar lo mismo. En todo caso, si los periodistas quieren decir que es malo, están en su derecho. Pero no lo van a hacer”.
En un medio que confunde al convencimiento con arrogancia gratuita, las declaraciones de Gustavo León podrían causar anticuerpos, si no fuera porque están sustentadas en una labor seria. “Aunque en Argentina sentí poca chispa para tocar y cantar, igual le eché para adelante en hacer las canciones. Con los arreglos de Emanuel González y el ingeniero Andrés Buchbinder, en Palermo, le empezamos a dar forma y lo alargamos más de la cuenta; exploramos todo lo que quisimos para quedar conformes. Acá seguí grabando hasta obtener el resultado que deseaba”, declara.
SIEMPRE LISTO
“Serendipity tiene ocho canciones, la misma cantidad de temas que Amor del Rey. Creo que la duración responde a que está lo mejor de lo mejor, simplemente, no necesito poner rellenos a estas alturas. Suena exactamente como corresponde y por algo se llama así, es
una obra. Cada álbum forma parte de una etapa de la vida, un período, una temporada. Es divertido porque se repiten los ciclos. Yo nunca imaginé terminar en esto. Me parece que ser músico y grabar es lo más vanidoso que hay, la mayoría de las veces es un acto superlativo de inseguridad. Pero también resulta algo bien especial, cuando le tomas el amor, lo encuentras la raja. No conozco a nadie que no sueñe con cantar, entonces, más te vale lanzar un trabajo bueno. Cuando saque uno malo, no pienso dar entrevistas”.
Durante toda la conversación, el frontman estuvo pinchando temas de su archivo y videos de YouTube; desde un primerizo Elton John hasta ‘Hot Lips’ de Pacifc. “Hago mis discos con el espíritu de quien escucha canciones sueltas. Tiene absoluta relación”, cuenta. Sobre la mesa, hay un vinilo y un libro de Chet Baker, de quien se confesa admirador con el mismo entusiasmo que empeña en hablar sobre La Onda; el proyecto paralelo que mantiene junto al bandoneonista
Daniel Villegas (su profesor de flamenco), en el que recrea rumbas, tangos y bulerías. Desde esa trinchera, León ha encontrado el perfecto campo de entrenamiento para practicar la interpretación desgarrada, que maneja con creciente experticia.
A falta de cenicero, el fundador de Jiminelson usa una copa que recibió como premio en un reciente torneo de singles. “Fui tenista desde siempre, viajé, viví solo en Estados Unidos a los 13 años. Jugué con Fernando González y estuve con Nicolás Mass cuando ganó el Orange Boal, son mis amigos, vamos al casino de repente”, dice al paso, mientras apaga un cigarro en el trofeo. Son rastros de un pasado que también incluyó tres años de Ciencias Políticas en la universidad, antes de embarcarse en el proyecto de ser músico y establecer Italia 90, la firma con la que trabaja codo a codo junto a Oveja Negra y Armónica.
“Ningún artista vende mucho, no hay que ser brujo ni ingeniero para saber que nadie está comprando discos, a los sellos no les queda otra que valorar la capacidad de trabajo que tenemos los músicos. Tienen que darse cuenta de que, confiando en nosotros, nunca se van a equivocar. Somos la nueva generación, los que vienen antes que yo, ya fueron. Tenemos que hacerla sí o sí. Puedo asegurar que no le debo nada a nadie. Lo que ves es lo que hay, esto se está desarrollando de la misma forma en que nació. No me interesa ser famoso ni multimillonario… bueno, multimillonario sí”, bromea.
Gustavo León mira con distancia el panorama nacional, especialmente a la decaída industria disquera y a quienes se acercan a él para ofrecerle tratos de uso de imagen. Jiminelson ha coqueteado con gerentes de ventas y figurando en campañas publicitarias de ropa, sin arriesgar su integridad artística en ningún momento ni canjear la mordacidad por conformismo. “Si hay una mala sensación respecto a cualquier propuesta, soy incapaz de llevarla a cabo, aunque me pongan mucha plata encima de la mesa”, asegura.
“La mayoría de nosotros, al principio, buscaba cómo hacer Lucas de la manera que fuera. Y el que terminó por aprender el truco mejor fui yo, probablemente. Siempre se trató de la música, pero el tema de los sponsors o de estar vinculado con marcas es muy gracioso, porque te pagan por hacer nada. Lo malo es que en Chile son contadas las cosas de buen gusto, por eso es más difícil elegir qué tomar, todo tiene doble fondo o doble filo. Puedes terminar aniquilado por cualquier decisión, todo está vinculado con asuntos medio oscuros. Yo todavía veo a los milicos en la calle. Este país quedó con la enfermedad de Pinochet hasta el día de hoy, convertido en lo que el viejo hijo de puta quería que fuera”.
Alejado del chovinismo de posturas nacionalistas y patriotas, Gustavo León no se complica en apuntar sus dardos hacia donde considere necesario, con tal de que ningún títere quede con cabeza. De hecho, su decisión de atravesar la cordillera también respondió a necesidades personales y no sólo a la grabación de Serendipity. “Es que hay que irse mientras se pueda. En Chile no te das cuenta y ya estás enterrado vivo. Tengo mis energías puestas en firmar un contrato afuera porque hacerlo acá es comprar un pasaje de ida al Parque del Recuerdo, que te chupen la sangre y tiren tu cadáver en cualquier lado. Yo voy por el sueño americano, por eso canto en inglés. En ese idioma sé lo que estoy diciendo, en español le achunto a veces nomás”, afirma.
“El pop y el rock lo tocan los cuicos, básicamente. Son ellos los que tienen los recursos. Hay personas, como los músicos, que se esfuerzan en tomar otra dirección, aunque no sea determinante ni signifique mucho. Acá sólo podemos quedarnos en el intento, es lo único que se puede hacer. La ilusión en este país no existe porque no hay forma de financiarla. Si te das cuenta de que naciste en una nación pobre, se terminan las complicaciones. Cuando me levanto en la mañana, no pienso en quiénes son los culpables, sino en la vida que puedo llevar y de la que me siento orgulloso. Disfruto de lo mismo que cuando tenía ocho años y cero noción de la realidad”.
A la espera de que Serendipity se transforme en un nuevo accidente afortunado, Gustavo León está listo para subirse a la primera buena ola que aparezca, mientras aguarda al acecho y atesora la satisfacción del trabajo bien realizado. “No resuelvo nada con canciones, tampoco creo que sea su propósito, siento que sirven para proponer imágenes y nada más. Uno vive tapado en problemas y todos poseen diferentes matices. Yo estoy preparado para cuando llega la buena suerte, jamás pierdo tiempo celebrándola, no me toma por sorpresa. A lo largo del camino, hay cien oportunidades para equivocarse hasta llegar donde uno quiere. Cada uno es el arquitecto de sus propias expectativas”.