16.9.10
Gepe: Memoria colectiva
Recién llegado de China, donde se presentó en la Expo Universal de Shanghái, Gepe declaró la muerte de la movida folk y afirmó que no se siente rockero bajo ninguna circunstancia. Nada personal.
Con “Audiovisión”, su tercer álbum, Gepe ha recibido el fervoroso beneplácito del escenario criollo. La prensa lo saluda con reverencia, mientras que el público ha dado muestras fehacientes de que el lanzamiento es uno de sus favoritos, al convertirlo en el disco chileno más descargado –de forma legal y pagada- en la historia. Daniel Riveros asume sus credenciales con moderación, consciente de que el éxito en este reducido terruño se diagnostica bajo escalas diminutas y también de la fragilidad que es inherente a los buenos momentos. Pasajes de los que nunca se ha distanciado, desde que debutó como solista (con el EP “5x5”) en un 2004 que ya parece lejano, cuando hablar de folk todavía era sinónimo de culto a la tradición anglosajona.
“En general, la sociedad tiende a girar en espiral. Me parece que en el arte se da especialmente. Pasamos por el mismo momento espiritual o artístico, no sé si para mejor o peor, que nuestros padres cuando tenían nuestra edad y estaban en este lugar. Ponte tú, nosotros, si pudiéramos retroceder, estaríamos en 1970; la época en que Los Jaivas grabaron “La Vorágine”, que para mí es el mejor disco chileno de todos los tiempos y me enorgullece demasiado. Es la tendencia mundial, con nosotros en este rincón un poco a la cola, pero menos que antes. La humanidad necesitaba música más orgánica, por eso aparecieron Sufjan Stevens, Devendra Banhart y Joanna Newsom. Con Manu Chao o Jim O’Rourke se dio el primer impulso de hacer las cosas con raíz folklórica, para oírla y pensar. Lo que no te dan las fiestas rave, por ejemplo. La idea es andar lúcido, con los ojos y la mente abiertos. No es la solución óptima, pero suple la necesidad de algo más íntimo, de escuchar solo”, explica.
“En todo caso, creo que esa onda ya murió. ¿La pura guitarra y la voz? Chao, pa’ la casa. Lo que prolifera y lo que se asoma, como pasó en el grunge, es lo que conlleva ese estilo: imagen, sonido, forma de hacer las canciones, pero no artistas en particular. Es más famosa la etiqueta que todos nosotros juntos. En un comienzo, mi rol fue hacerlo llegar a los periodistas, que fueron los primeros en pescar. Sirvió de esa manera, pero en este minuto estoy en otra, se acabó. Yo fui parte de eso, que ya quedó para la historia, como casi todo. Los procesos musicales, según creo, terminan siempre en cinco años. Esto ya decantó, entregó la información necesaria y ahora estamos en una fase intermedia. Manuel García lo abandonó, Camila Moreno lo hará y Chinoy el otro día me dijo que hiciéramos una canción bailable. Imagínate”, asegura.
Con su carrera eternamente ligada a definiciones sonoras, Gepe no duda en poner en tela de juicio a los rótulos con los que se habla de su propuesta y la de sus contemporáneos. Y tampoco lo piensa dos veces antes de intentar desmarcarse de corrientes que no lo identifican. “En ningún caso me siento rockero, me gustan muchos géneros, pero lo relacionado a esa clasificación es lo que menos me agrada. Los únicos grupos con harto riff de los que soy fan son Sonic Youth, Faith No More (en la época de “King For a Day… Fool For a Lifetime”) y Smashing Pumpkins. Bandas que justo me alucinan porque superan la raíz de la que vienen”, explica el cantautor. Sus palabras pueden incomodar a los fundamentalistas, pero sus argumentos provienen de una matriz de pensamiento en la que los moldes se difuminan y las líneas se cruzan.
“Existen lenguajes más interesantes que no se pueden ni siquiera catalogar. No por ese rollo de buscar ser difícil de explicar, sino porque son muy personales y nacen desde un punto al que nunca hay que darle la espalda. Juegan en el exterior de lo que se proyecta. No es que encuentre que el rock es una lata, si se llamase electrónica, yo tampoco estaría ni ahí. Lo mismo me pasaría si la palabra fuese pop. Lo encuentro fome, no es como que me den ganas de matar al que lo diga, pero encuentro necesario explorar otra sensibilidad. Que no todo sea los Beatles ni Iron Maiden; nada más que eso. De hecho, hay un grupo de acá que me fascina, Electrozombies, y trabajan a partir del death metal. O Perrosky, que también vienen de esas denominaciones más puristas”, plantea Riveros.
La postura de Gepe atenta contra paradigmas y mitos fundacionales en la forma de abordar la música por promotores, periodistas, público y –claro está- los propios ejecutantes. Un discurso que se olvida de la supremacía implícita de una tendencia sobre otra, dejando entrever una neutralidad que opta por yuxtaponer piezas en vez de disociarlas y que prefiere elegir los elementos disponibles que mejor calcen en su engranaje. La clase de metodología que “Audiovisión” encarna al pie de la letra. Producida por Cristián Heyne (Shogún, Pánico, Malcorazón, Javiera Mena), la placa es una evidencia del desprejuicio con el que el santiaguino encara su labor creativa, sin temor a usar beats noventeros, sampleos raperos o voces robotizadas.
Ante esos datos, no es de extrañar que el compositor observe con declarada perspicacia la situación del subcontinente. “En Latinoamérica hay algo así como la dictadura del rock, los grupos más grandes son de ese estilo, es hegemónico. Ahora pega más el reggaeton, pero no todas las bandas o solistas con actitud usan riffs, ahí está por ejemplo Javiera Mena, que es pop y su parada es increíble. La música debe llamarse chilena, argentina o colombiana, porque el rock es un estilo nomás. A los festivales de música chilena los llaman de “rock chileno” y colocan una guitarra en el logo. Me cargan estas comparaciones, pero en Estados Unidos, Europa o Asia, el sonido predominante es cualquiera, hay cantantes que son íconos, pero vienen de diferentes tendencias. Como lo que pasa en España, donde Valencia es más electrónico, Madrid es de guitarras y Barcelona es más ondero”, explica.
“Es algo sutil, quiero abrir una alternativa y que vaya teniendo poder. De mis amigos que hacen música, la mayoría toca más fuerte que la cresta y son súper agresivos, aunque vengan desde el funk o la electrónica. Me gusta entrar en los espacios de otros géneros sin ser invasivo. Al final, la verdad siempre está a medias, es una postura honesta; cuando chico escuchaba ene a Carcass, no el típico disco de Led Zeppelin. Tiene que haber una variedad más amplia”, afirma Riveros. Con ese bullente brío explorador, en julio el capitalino emprendió rumbo hacia la Exposición Universal de Shanghái, invitado a presentarse en el pabellón nacional de la muestra. Un encuentro que reúne a 192 países y que en octubre tendrá a Manuel García cumpliendo la misma labor.
“Fue la raja y súper cansador. Es una ciudad rara, siempre está nublado, hace años, por culpa de la polución y el clima. Hay una nube encima todo el día, todos los días. Y ellos no tienen modales occidentales, se tiran flatos y pedos. ¡Hasta los números con la mano se dicen de otra manera! (gesticula para explicar). Tuve que comunicarme sólo con señas. En el público de las tocatas, que eran como los asistentes a una FISA gigante, algunos ni siquiera habían visto antes a gente que no tuviera los ojos rasgados. Da la impresión de que son fríos, pero en realidad son súper respetuosos, se anulan a sí mismos, son masa, en el mejor sentido de la palabra. Esperaban que se acabara la canción para irse y aplaudían como militares. Eran muy tiernos. Estuve 14 días y toqué 20 veces, con un calor de 45 grados y 90 por ciento de humedad”, contextualiza.
Es fácil intuir la satisfacción en los dichos de Daniel Riveros. Sus últimos movimientos no han tenido tropiezo alguno y contar con una de las placas mejor comentadas del año sólo ratifica las virtudes que posee. “”Audiovisión” es mi álbum favorito. Siempre digo eso de lo último que hago, pero éste sí puedo escucharlo de pies a cabeza, no me produce la sensación de que haya algo malo. Me parece súper bien trabajado, llevado hasta las últimas consecuencias, le sacamos el máximo jugo a todos los temas. Los temas transversales que tiene son la alegría, la amistad y los lazos. Entre medio hay cosas de la vida normal, dichas de forma práctica y sencilla, como ‘Por La Ventana’ que es súper prístina y más obvia o ‘Alfabeto’, que habla sobre el ritmo. Quiero hacer letras que no digan nada poético, que sean honestas y realistas de forma bonita”, afirma.
¿Qué pasará con Gepe, luego de quemar esta etapa intermedia? La respuesta no es cien por ciento clara, aunque los objetivos esbozados traslucen el afán del músico por perpetuarse en el imaginario común. “Ahora sólo deseo escribir sobre hechos objetivos, no apelar tanto a la metáfora, a menos de que sea palpable. Pretendo volver a tratar con cosas reales y no esquivarme tanto; antes me evadía mucho, yo lo encontraba lindo y a la gente le gustaba. Era más espiritual, hablaba sobre nunca dejarme estar ni sucumbir. No sabría decir estilísticamente en qué me veo a futuro, pero lo que anhelo es crear un lenguaje y tener una carrera larga, ahondar en aspectos que me vayan interesando en ese momento. La idea que más me gusta es la de establecerme, ir lento, quedándome de a poco. Pero, sobre todo, grabar buenos discos y buenas canciones, que creo que ya lo he hecho”.
Carlos Cabezas: Dulce espera
La paciencia da frutos dulces. Pasó una década entre Carreras de Éxitos, el último disco de la primera etapa de Electrodomésticos, y el debut solista de Carlos Cabezas. El Resplandor, editado en 1997, fue aplaudido a rabiar por la crítica y pasó directamente al salón de honor del rock chileno de los noventa. La inusitada impetuosidad de la placa auguraba una auspiciosa carrera, en la que veríamos cómo se desarrollaba la genialidad de su autor a lo largo de nuevas entregas. Material que demoró 13 años en aparecer. Una espera que fue aplacada, en cierta medida, por la aparición de música para películas y uno que otro experimento, ninguno de ellos asumido como secuela de aquella brillante ópera prima.
Pero la espera termina ahora, con la aparición de Desamanecer y Has Sabido Sufrir, dos álbumes de identidades distintas. El primero es la continuación oficial de la cronología del cantautor y el segundo es una colección de boleros. Ambos trabajos serán presentados con un par de meses de distancia, para evidenciar la emancipación entre sí que los caracteriza. “Siempre tuve la intención de continuar lo hecho en El Resplandor. Toda la vida estuve peleando para tener un estudio, y al final terminaba trabajando para otras cosas. Me dediqué mucho a hacer música de publicidades. Espero que, desde ahora, los tiempos sean menores. La vida se me ha ordenado, mis hijos están grandes y tengo más espacio mental”, comenta el compositor.
Cabezas no le teme a su edad y habla, con propiedad, desde el prisma de quien lleva 55 años en el mundo. Con serenidad, perspectiva y temple. “Hay un momento en que tienes que calmarte. Sabes que ciertas cosas deben ocurrir, que ciertos tiempos deben transcurrir. Yo ya quemé esas ansias. No tengo problemas de papel en blanco, ya sé que cuando me pongo en modo creativo funciona de una cierta manera, internamente. No es que se me ocurran ahí las canciones, pero sale toda mi experiencia vital en ese instante, por eso también sé que estos discos hablan sobre eso. Siento mayor facilidad para producir mi propio trabajo”.
La doble apuesta del músico, anómala en tiempos en que la industria va en caída libre, se justifica en la motivación existente para llevarla a cabo. Así de simple. “Hay gente que dice que eso se puede ver positivamente. Son dos obras muy distintos, pero se puede adivinar un cuerpo de trabajo entre los dos y se nota mi eje. Lo que estoy haciendo no sé si dará el mercado para realizarlo, tengo que manejarme con eso, trato de que sea horizontal la toma de decisiones, pero al final tengo que cortar el queque yo. Le he preguntado a todos los gurús que se me han cruzado, como Fonseca o Sanfeliú, para saber cuál es la mejor opción. Hay más personas opinando de las que uno se imagina. Trato de no cortarle las alas a ninguno de los dos lanzamientos, quiero que estén separados en el tiempo. Puede que resulte un lío, estoy feliz con todo lo que está pasando con ambos discos, aunque a la gente del sello no le pase lo mismo”, bromea.
La referencia es hacia Oveja Negra. La compañía de la SCD que, en este momento, es el refugio de los artistas chilenos mientras las transnacionales sólo priorizan a extranjeros. La experiencia previa de Cabezas en esas lides tampoco resultó alentadora, su debut está descontinuado y es imposible de conseguir por métodos tradicionales. “El Resplandor era de la EMI y le pasó lo mismo que a muchos lanzamientos de ese sello. Me propusieron reeditarlo, no sé si puedo, aunque pretendo averiguarlo. Desapareció porque en las disquerías lo que encuentras es la oferta de la semana. Mi relación con los álbumes es medio autista, la sensación que a uno le deja el contacto con las compañías en el cuerpo es algo que te inhibe. Ir a meterte, encontrar una cantidad de funcionarios, todos distintos a la última vez que fuiste, toparte con una burocracia legal enorme para que te publiquen. A mí me putean por no tener copias de mi propio trabajo, el vinilo de ¡Viva Chile! lo presté y me cagaron, lo mismo me pasó con El Resplandor”, confiesa.
EL INTERLUDIO
Pese a los larguísimos 13 años de hiato en su catálogo, hablar sobre un regreso no sería honrar a la verdad, porque el oriundo de Ovalle se mantuvo de manera subrepticia en constante actividad. Varias películas nacionales fueron musicalizadas por el Electrodomésticos, como El Chacotero Sentimental de Cristián Galaz, El Desquite y La Fiebre del Loco, ambas de Andrés Wood, entre otras. “Las bandas sonoras las hago pensando en las películas nomás, no tienen que ver con mi material”, cuenta. Además se dedicó a la producción, ayudando a preparar los últimos elepés de Los Tres, una ocupación que ha dejado en segundo plano últimamente (su última labor la realizó en Lo Que Ahora Brilla Putrefacto Quedará, la segunda entrega de Tío Lucho, aparecida en 2008).
Otro sustento laboral de Cabezas ha sido su faena en spots, en la que mantiene su ojo crítico. “El mundo de la publicidad se supone que es innovador, en términos de ideas. Pero, cuando una agencia le muestra una idea a un cliente, las referencias que manejan son sólo cosas que ya están hechas. Ahora más que nunca, como ha habido problemas con los derechos de autor por el tema de hacer canciones demasiado parecidas, les sale más fácil comprar los derechos. Lo de Todos Juntos de Los Jaivas es un ejemplo. Yo creo que me llaman porque saben que el resultado será distinto. Hace rato se desmanteló el temor de que trabajar en eso te podía contaminar, era un miedo de varios años atrás, así que yo trabajo súper relajado y trato de pasarlo bien”, explica.
En el extenso prontuario del cantante y guitarrista, destaca la presencia de un registro de 2007, en el que aprovechó su cavernosa impronta para realizar cantos espirituales. “Mantras lo hice por el encuentro con un amigo instructor de yoga, que se quejaba de que en el circuito no había nada bueno para escuchar porque la oferta estaba manoseada. Hicimos unos ejercicios y nos acomodó mucho, apareció una veta que ni yo sabía, parecida a lo que ocurrió con los boleros. Son seis frases sagradas, tuvo una muy buena apreciación, todos juran que soy un ser elevado, cosa que me hace parecer más inteligente y yo agradezco eso”, se ríe. “Me gusta mucho el trabajo vocal, alcanzar un lenguaje propio en lo artístico es lo que hay que buscar, lo encuentro delicioso. Esa grabación tiene cincuenta pistas de voces, está al máximo”.
Y mientras todo esto sucede, Cabezas se asoma y se esconde junto a la banda donde se forjó, mientras un viejo conocido de grupo también está presentando un proyecto en solitario. “Electrodomésticos es una circunstancia que se da cuando está Silvio Paredes. Con él nos vemos cada vez más, también está editando su debut (Kau, también lanzado vía Oveja Negra). Tocamos un set de canciones cargadas a nuestro antiguo repertorio, como ‘Ligerezza’, ‘Señores Pasajeros’ o ‘El Frío Misterio’. La cara de felicidad del Silvio tocando bajo eléctrico se nota mucho, él ha sido abducido por el stick, pero todavía le gusta rockear. Ambas cosas se refrescan. Lo pasamos bien, queremos juntarnos de nuevo y ver qué podemos hacer más adelante. Componer es el pie forzado para reunirnos”, adelanta sobre los pasos que podría dar el grupo que, además, integran la baterista Edita Rojas y el multiinstrumentista Cuti Aste.
HASTA LA MUERTE
A fines de este mes, verá la luz Desamanecer y las expectativas pasarán a la historia para darle espacio a un producto tangible, que encapsula horas de composición que datan desde el 2006, dos años después de que apareciera La Nueva Canción Chilena. “No es un disco alegre, es medio reflexivo, melancólico. Quería que estuviera bien producido, aunque tiene pedazos lo-fi también. Es una mezcla entre los mantras y un Resplandor más sofisticado. Las canciones son bien distintas una de otra, es nuevo lo que tiene en términos de sonido, algo que no es fácil. Hay mezclas de sones nortinos, mixturas promiscuas, no sé si será rockero, pero sí es muy intenso. Yo lo pasé bien grabándolo. Si publicas algo es porque vas a mostrarte y es necesario ser sólido para eso. Este trabajo me sirve en ese sentido también”, comenta.
Explicar el venidero material es una tarea que pone en aprietos al cantautor, al punto de llevarlo a reflexionar sobre el autobombo y lo dificultoso que le resulta promoverse a sí mismo. “Uno, como músico, quisiera estar refugiado en lo que desea hacer, que en mi caso es componer, generar ideas y ambientes que ayuden a que las canciones aparezcan. Y también estar sobre el escenario, esa catarsis que se da en vivo. Gente como Macha o Rodrigo Santis me parece admirable, a mí no me resulta desdoblarme tanto. Es complicado describir un trabajo sin agotarlo, sin cortarle las alas. Hay una necesidad de comunicar, pero es muy difícil hacerlo. Muchas veces me parece absurdo conversarlo. La otra vez escuché a un tipo que me dio un consejo muy sabio: habla siempre sobre la idea, después acerca del proyecto y en tercer lugar, sobre ti mismo, pero sólo si te ponen la pistola en la cabeza”.
“Has Sabido Sufrir empezó a hacerle brillar los ojos a mucha gente. Cuando ordenamos los temas nuevos, en forma semiinconsciente dejamos los boleros para otra situación, pero esa situación estaba agachada ahí, esperando”, declara Cabezas sobre el segundo lanzamiento que se avecina. La placa, grabada en vivo, recopila diversos momentos de su carrera en clave AM (parte de la banda sonora de Grado 3, una versión de ‘El Resplandor’ y la pieza que da nombre al disco, nacida en el seno de Electrodomésticos). También contiene clásicos del género, como ‘Réntame Un Cuartito’, ‘Nuestro Juramento’ y ‘Amor Gitano’. Repertorio popularizado por ilustres como Daniel Santos y Lucho Barrios.
La sesión, registrada en el Bar Liguria el 22 de mayo pasado, fue una gala a tablero vuelto, como todas sus últimas presentaciones. Una constante que tiene al cantautor satisfecho y deseoso de seguir conectando con el público que lo sigue, conformado por acólitos de antaño a los que se suma cada vez más audiencia joven. El ovallino tiene claro su status de libro de consulta para muchos de ellos, tanto oyentes como ejecutores. “Siento que la generación actual viene con más humor, menos grave, y que tiene a la música incorporada como algo cotidiano. Todavía el estilismo-leninismo sigue mandando, mucha gente se sube a una corriente y cuesta que se desdoblen de eso para sacar su voz propia. Eso debe ocurrir más temprano que tarde. Me da la impresión de que la formación académica se preocupa mucho de los procedimientos, en vez de la creatividad. Al final, corren el riesgo de quedar demasiado formateados”, opina.
“Con Electrodomésticos no conocíamos los cuatro cuartos, poníamos los bombos en cualquier lado y los loops que se armaban eran un desorden”, confiesa. Con la perspectiva que dan los años de distancia, asume la idealización de la década en que se dio a conocer. “La historia adquieren características de leyenda. La foto de los ochenta está en sólo dimensiones, nosotros vivimos otra cosa, menos bonita de lo que parece. El contexto fue fundamental en lo que hicimos, quizás sin él yo no estaría acá, había una necesidad básica e instintiva de sobrevivir. Cero estrategias, todo se hacía en defensa propia, era más visceral. Estoy agradecido de que haya ocurrido eso, de haber desarrollado mi sensibilidad así”, afirma.
Retomar la senda solista era una necesidad imperiosa, un pensamiento que nunca lo dejó libre en 13 años de trabajos en los que su firma no fue protagonista. Carlos Cabezas asume que Desamanecer y Has Sabido Sufrir, más que dos discos, son eventos inevitables en su cronología. Pese a que la impresión de que la pausa era definitiva prevalecía en la retina general, para él jamás fue una opción emprender la retirada. “Nunca pensé en bajar el telón. Yo tengo claro que voy a seguir haciendo música hasta que me muera, no tengo otra posibilidad ni es algo que pueda decidir. Es mi camino, la única manera en la que puedo existir”.
Jiminelson: Sueño Americano
“La esperanza del punk está viva”. Aquella frase salió de la boca de Julien Temple, en diciembre del 2009, después de ver a Jiminelson en vivo. Luego de una noche de pocas palabras y mucho silencio, el director británico (parte indeleble del imaginario de Sex Pistols) terminó desayunando con Gustavo León, después de la clausura del festival In-Edit. Un encuentro que reforzó el sentido de la carrera del frontman y que ayuda a comprender su férrea convicción en el proyecto que fundó seis años atrás.
“Esta banda es 110% yo. He trabajado con gente por períodos largos para tocar en vivo, pero los discos se han hecho siempre de la misma forma, no cambió mucho. Creo que el concepto de pandilla es mejor, en la música, que el de solista. Yo pretendo que eso sea reconocido desde un principio. Esto es parte de algo colectivo porque es imposible llevarlo a cabo de otra manera. Hasta el día de hoy funciona así”, explica.
La alusión es clara. León se refiere a las últimas páginas del historial del grupo, que están marcadas por la abrupta salida de Andrés “Chino” Villarroel (batero fundador y eterno secuaz del cantante) justo antes de un nuevo lanzamiento. “Es una amistad que debería haberse acabado hace muchos años. Toda la buena onda se va a la mierda si lo laboral falla. Eso nos pasó. Hubo indultos y perdonazos todo el tiempo. Le enseñé a tocar y después me dijo que yo era un aprovechador. Soy su padre y me da lo mismo. El tema tiene que ver con que en su vida jamás se ha leído un libro, tuvo seis años para hacerlo y nunca lo hizo”.
“El tamaño del problema es de acuerdo a la importancia que uno le de. A él probablemente lo echo de menos por mil cosas aparte, pero en lo relacionado a la forma de trabajo no lo veo hace años, quiere grabar y en eso tiene ganas de concentrarse. Ahora colaboro con otras personas, más determinantes en el proceso actual que cualquier lagrimón. Yo voy por la música; al otro, la noche le pagará. No me interesa”, sentencia.
“Los malos entendidos son manejables hasta cierto punto, pero tarde o temprano queda la cagada. Y si eso es lo que te corresponde, ¿qué tanto? En Jiminelson pasó y ahora sonamos mejor que antes. Le puse esfuerzo a cosas que terminaron pésimo, aunque nunca las hice con mala intención. Cuando empecé con el “Chino”, en ningún momento pensé que se iba a ir hasta que se fue, así funciona nomás. Esas cosas ocurren y siguen ocurriendo, forman parte de un aspecto de la vida en general, hay otros miles, infinitamente interesantes, que son los que me llevan a tocar. Yo no canto sobre problemas, canto sobre soluciones”.
Aunque el carácter rotativo es una constante, las últimas presentaciones en vivo de la banda ven pisar el escenario a Daniel Pimentel (Canal Magdalena) en bajo, Simón Cox (de los disueltos Usuales y productor de la venidera placa) en teclados y Giovanni Colecchio (Silvestre) en la batería. Una formación de instrumentistas experimentados, a quienes Gustavo León declara su respeto y aprecio cada vez que puede; con ellos sobre la tarima, comenzará el ciclo de shows que apoyará la salida de Serendipity, el tercer álbum del grupo. “Ya estamos llenos y no hay vacantes”, señala.
“El título no sólo se refiere al encuentro con alguien, sino también a que te pasen cosas fortuitas con una persona cuando no lo esperabas. En español se dice chiripa, que no suena tan bien. A veces, la vida empieza a suceder de forma extraña y puedes tener muchas rachas negativas o lo que sea, pero tarde o temprano el mundo se tuerce y sale todo bien. Las probabilidades así lo indican porque a nadie le puede ir mal tanto rato y hay veces en que te va realmente increíble. En eso consiste la suerte, aunque en este caso se trata de tener los cojones para sortearla y pilotearla. Si la gente supiera enfrentar los momentos en que las cosas no salen como esperan y amaran lo que hacen, no habría tantos problemas”.
El sucesor de yo, Jiminelson (editado por CFA en 2005) y Amor del Rey (aparecido el 2008 a través de Oveja Negra) fue engendrado durante la estadía de Gustavo León en Argentina el año pasado. El cantante se fue a Buenos Aires a estudiar por una temporada, viviendo solo en el nortino barrio Núñez, cerca del Río de la Plata. En ese tiempo, el músico flirteó con el bajo mundo de la capital trasandina, a través de un grupo de taxistas cuya flota estacionaba en la bomba de bencina aledaña a su temporal residencia. “Ahí se concentraba toda la maldad, eran unos hijos de puta, pero también unos bacanes”, declara.
Aquella estela de peligrosidad se intuye en las canciones de Serendipity. Es la impronta que el compositor ha venido puliendo y que estalla por los parlantes, cuando pincha en su notebook algunos adelantos del futuro elepé. A gran escala, hay letras que hablan de amor, melodías trasnochadas, guitarreos sentidos, blues venenoso e incluso rock de arena. Todo lo que el grupo venía advirtiendo, ahora en versión maximizada y pulida a más no poder. “Yo creo que este álbum es la expresión concreta de una intención que viene desde hace un buen tiempo”, explica.
“El disco estará disponible desde septiembre, a fines de mes, no pretendemos hacer un tiraje muy explosivo. Ahora cuesta menos que, en primer término, lo escuche la gente a la que le interesa, los que han comprado yo, Jiminelson y Amor del Rey. Lo que ignoramos es hasta dónde se puede llegar. Con cada lanzamiento hemos tenido buena prensa. Y más que eso, con el último recibimos excelentes comentarios, que me parece un aspecto relevante porque pocas bandas pueden contar lo mismo. En todo caso, si los periodistas quieren decir que es malo, están en su derecho. Pero no lo van a hacer”.
En un medio que confunde al convencimiento con arrogancia gratuita, las declaraciones de Gustavo León podrían causar anticuerpos, si no fuera porque están sustentadas en una labor seria. “Aunque en Argentina sentí poca chispa para tocar y cantar, igual le eché para adelante en hacer las canciones. Con los arreglos de Emanuel González y el ingeniero Andrés Buchbinder, en Palermo, le empezamos a dar forma y lo alargamos más de la cuenta; exploramos todo lo que quisimos para quedar conformes. Acá seguí grabando hasta obtener el resultado que deseaba”, declara.
SIEMPRE LISTO
“Serendipity tiene ocho canciones, la misma cantidad de temas que Amor del Rey. Creo que la duración responde a que está lo mejor de lo mejor, simplemente, no necesito poner rellenos a estas alturas. Suena exactamente como corresponde y por algo se llama así, es
una obra. Cada álbum forma parte de una etapa de la vida, un período, una temporada. Es divertido porque se repiten los ciclos. Yo nunca imaginé terminar en esto. Me parece que ser músico y grabar es lo más vanidoso que hay, la mayoría de las veces es un acto superlativo de inseguridad. Pero también resulta algo bien especial, cuando le tomas el amor, lo encuentras la raja. No conozco a nadie que no sueñe con cantar, entonces, más te vale lanzar un trabajo bueno. Cuando saque uno malo, no pienso dar entrevistas”.
Durante toda la conversación, el frontman estuvo pinchando temas de su archivo y videos de YouTube; desde un primerizo Elton John hasta ‘Hot Lips’ de Pacifc. “Hago mis discos con el espíritu de quien escucha canciones sueltas. Tiene absoluta relación”, cuenta. Sobre la mesa, hay un vinilo y un libro de Chet Baker, de quien se confesa admirador con el mismo entusiasmo que empeña en hablar sobre La Onda; el proyecto paralelo que mantiene junto al bandoneonista
Daniel Villegas (su profesor de flamenco), en el que recrea rumbas, tangos y bulerías. Desde esa trinchera, León ha encontrado el perfecto campo de entrenamiento para practicar la interpretación desgarrada, que maneja con creciente experticia.
A falta de cenicero, el fundador de Jiminelson usa una copa que recibió como premio en un reciente torneo de singles. “Fui tenista desde siempre, viajé, viví solo en Estados Unidos a los 13 años. Jugué con Fernando González y estuve con Nicolás Mass cuando ganó el Orange Boal, son mis amigos, vamos al casino de repente”, dice al paso, mientras apaga un cigarro en el trofeo. Son rastros de un pasado que también incluyó tres años de Ciencias Políticas en la universidad, antes de embarcarse en el proyecto de ser músico y establecer Italia 90, la firma con la que trabaja codo a codo junto a Oveja Negra y Armónica.
“Ningún artista vende mucho, no hay que ser brujo ni ingeniero para saber que nadie está comprando discos, a los sellos no les queda otra que valorar la capacidad de trabajo que tenemos los músicos. Tienen que darse cuenta de que, confiando en nosotros, nunca se van a equivocar. Somos la nueva generación, los que vienen antes que yo, ya fueron. Tenemos que hacerla sí o sí. Puedo asegurar que no le debo nada a nadie. Lo que ves es lo que hay, esto se está desarrollando de la misma forma en que nació. No me interesa ser famoso ni multimillonario… bueno, multimillonario sí”, bromea.
Gustavo León mira con distancia el panorama nacional, especialmente a la decaída industria disquera y a quienes se acercan a él para ofrecerle tratos de uso de imagen. Jiminelson ha coqueteado con gerentes de ventas y figurando en campañas publicitarias de ropa, sin arriesgar su integridad artística en ningún momento ni canjear la mordacidad por conformismo. “Si hay una mala sensación respecto a cualquier propuesta, soy incapaz de llevarla a cabo, aunque me pongan mucha plata encima de la mesa”, asegura.
“La mayoría de nosotros, al principio, buscaba cómo hacer Lucas de la manera que fuera. Y el que terminó por aprender el truco mejor fui yo, probablemente. Siempre se trató de la música, pero el tema de los sponsors o de estar vinculado con marcas es muy gracioso, porque te pagan por hacer nada. Lo malo es que en Chile son contadas las cosas de buen gusto, por eso es más difícil elegir qué tomar, todo tiene doble fondo o doble filo. Puedes terminar aniquilado por cualquier decisión, todo está vinculado con asuntos medio oscuros. Yo todavía veo a los milicos en la calle. Este país quedó con la enfermedad de Pinochet hasta el día de hoy, convertido en lo que el viejo hijo de puta quería que fuera”.
Alejado del chovinismo de posturas nacionalistas y patriotas, Gustavo León no se complica en apuntar sus dardos hacia donde considere necesario, con tal de que ningún títere quede con cabeza. De hecho, su decisión de atravesar la cordillera también respondió a necesidades personales y no sólo a la grabación de Serendipity. “Es que hay que irse mientras se pueda. En Chile no te das cuenta y ya estás enterrado vivo. Tengo mis energías puestas en firmar un contrato afuera porque hacerlo acá es comprar un pasaje de ida al Parque del Recuerdo, que te chupen la sangre y tiren tu cadáver en cualquier lado. Yo voy por el sueño americano, por eso canto en inglés. En ese idioma sé lo que estoy diciendo, en español le achunto a veces nomás”, afirma.
“El pop y el rock lo tocan los cuicos, básicamente. Son ellos los que tienen los recursos. Hay personas, como los músicos, que se esfuerzan en tomar otra dirección, aunque no sea determinante ni signifique mucho. Acá sólo podemos quedarnos en el intento, es lo único que se puede hacer. La ilusión en este país no existe porque no hay forma de financiarla. Si te das cuenta de que naciste en una nación pobre, se terminan las complicaciones. Cuando me levanto en la mañana, no pienso en quiénes son los culpables, sino en la vida que puedo llevar y de la que me siento orgulloso. Disfruto de lo mismo que cuando tenía ocho años y cero noción de la realidad”.
A la espera de que Serendipity se transforme en un nuevo accidente afortunado, Gustavo León está listo para subirse a la primera buena ola que aparezca, mientras aguarda al acecho y atesora la satisfacción del trabajo bien realizado. “No resuelvo nada con canciones, tampoco creo que sea su propósito, siento que sirven para proponer imágenes y nada más. Uno vive tapado en problemas y todos poseen diferentes matices. Yo estoy preparado para cuando llega la buena suerte, jamás pierdo tiempo celebrándola, no me toma por sorpresa. A lo largo del camino, hay cien oportunidades para equivocarse hasta llegar donde uno quiere. Cada uno es el arquitecto de sus propias expectativas”.
Tío Lucho: Pronta entrega
Llueve en Francisco Bilbao, Providencia, como en todo Santiago. La casa tiene dos pisos, la vereda es muy estrecha y esperar en la puerta –que da a la calle- es un atentado a la sequedad. Los Tío Lucho apaciguan la situación preparando café turco en la cocina, desde donde emana un aroma que invita a la conversación. Mientras Pitufo revuelve la pequeña olla, habla con vehementes elogios sobre Mecánica Popular y Gepe. Francisco Matta, apoyado en el marco de la puerta, tose profusamente y comenta que su garganta no anda bien. Pero el grupo va tan en serio que la salud es secundaria.
Más de dos años han transcurrido desde que la banda lanzara Lo Que Ahora Brilla Putrefacto Quedará. Un segundo álbum con sabor a debut, que les abrió puertas inesperadas luego de su rústica ópera prima, Cabrón de Jungla del 2006, editada por Algo Records. Con un claro mensaje antiglobalización, la colorida placa puso a los santiaguinos en radios y TV, los llevó a Buenos Aires y mostró que gozaban de amplia aceptación cuando los hizo compartir escenario con Ana Tijoux y Solo Di Medina.
“Que pase eso es bacán, significa que tenemos algo de lo que la gente se da cuenta. Lo que deseamos entregar está llegando. Éramos fanáticos de la música desde pendejos, pero también nos gustó tener una idea y manifestarla. Somos partícipes de lo que nosotros mismos pensamos, no podríamos hacerlo trabajando en una empresa, armamos Tío Lucho para expresarnos. Las letras tienen que hablar de algo, no podríamos tocarlas si no creyéramos en su mensaje. Esperamos que se traduzca en que el resto encuentre el sentido y en que entiendan lo que decimos”, declaran.
Subimos al segundo piso de la casa, donde el grupo tiene su sala de ensayo y vive Pitufo, para conversar más detenidamente sobre el disco que se encuentran produciendo. Escuchamos versiones preliminares de algunas canciones y la primera de ellas, con el provisorio título de ‘Un Día Cualquiera’, parte con una batería que suena gigantesca y apela al éter del shoegaze. Un sonido espacioso e inédito en cualquiera de sus trabajos anteriores. La explicación está en una bodega que llenaron de micrófonos, ahí fue donde grabaron el tema, que conserva hasta los ecos del lugar.
“Queríamos ese tipo de producción, a lo Jesus & Mary Chain o Love & Rockets, llena de impacto y con harto cuerpo”, explican. Lo que viene después dista de la muestra inicial, con variados tintes electrónicos que -a ratos- recuerdan al catálogo noventero de Underworld y después pueden asemejarse a ‘Radio Gaga’ de Queen tanto como a Corazones de Los Prisioneros. “En Lo Que Ahora Brilla Putrefacto Quedará, los arreglos estaban planteados desde la línea de cada instrumento. Ahora son todos en teclado, hasta los bajos los hicimos así. Prescindimos de la guitarra al momento de componer, queríamos lograr una capa sonora con sintetizadores. Nunca habíamos agregado tantas atmósferas, antes era más crudo el planteamiento. Tampoco hay invitados, como en el disco anterior. Acá la idea era tocarlo nosotros. Estamos usando el lenguaje electrónico y siendo más oscuros”, afirman.
“Con la mirada puesta en el vacío y la sonrisa mutilada. Salir solitario, borrado de noche, Salir solitario, borrado de noche”, versa una canción que sobresale del ramillete por su virulencia y autenticidad. Abundantes imágenes que se presentan como fotogramas dentro de una espesa cobertura maquinal. “El nuevo disco se enfoca en temáticas emocionales, todas las letras son un soporte para mostrar una sensación, a diferencia del disco anterior que era completamente contra el sistema. En el nuevo álbum, el hilo conductor es que el envoltorio pase por más estados: hay canciones tranquilas, tristes, exaltadas. Existe un vínculo entre la música y las palabras”, aseguran.
En la construcción de ese puente, uno de los arquitectos más importantes fue Cristián Heyne, quien asumió la producción de la placa. Su fino olfato pop, además de su excelente desempeño como administrador de recursos sonoros, aportó a que Tío Lucho pudiera acercarse aun más al producto final que busca. “Lo bueno que tiene él es que pesca la materia prima que hay, trabaja a partir de eso, no interviene en la matriz. Lo que hizo fue ordenar. Por ejemplo, una canción tenía una frase que nosotros decíamos una sola vez, pero para él era un coro obvio, entonces nosotros la repetíamos y le encontrábamos razón”, cuentan.
Pese a los resultados que están obteniendo, con casi la totalidad de la grabación completa y las tareas posteriores en el horizonte, el grupo no duda en expresar su preocupación. “Nos apremia demorarnos tanto. No somos como Carlos Cabezas, que se tarda 13 años en sacar su disco, lo maduró y ahora lanzará un álbum increíble. Ése es un tipo de plantemiento, nosotros ojalá tuviéramos una producción cada año, pero debemos ir paso a paso. Como no somos expertos, vamos haciendo escuela a medida que avanzamos. La idea es conseguirlo más rápido, hemos estado parados este año, en cuanto a tocar en vivo, y necesitamos terminar luego para volver a salir”, afirman.
Las ideas están claras. “Este disco vamos a tocarlo harto, siempre aspirando a más, no sabemos a qué, pero a más. Para nosotros ha sido una larga espera, por todo el tiempo que ha pasado, pero estamos seguros de que nuestro resultado será mejor que nunca. ¿Cómo reaccionará la gente? No se sabe, aunque esperamos cumplir, que nuestro disco sea como una zapatilla nueva que te queda perfecta. Apostamos a eso porque nos estamos moviendo siempre en la música, no en la cultura mainstream de Yingo, nuestra propuesta escarba un poco más allá. Sólo queremos sacar un buen álbum”.
OK Go: Un millón de formas
Damian Kulash, líder y vocalista de OK Go, todavía no despierta por completo. En Los Angeles son las 10 de la mañana y el músico pide unos minutos más, para poder desayunar antes de la entrevista. Con la cafeína en su cuerpo, se reactiva y saluda al otro lado de la línea.
Pese al agotamiento, debido al arduo trabajo de promoción, de lo primero que habla es sobre su alegría con Of The Blue Colour Of The Sky (2010). El último disco de la banda está dando frutos rápidamente, debido al éxito del espectacular video para ‘This Too Shall Pass’, el nuevo single del cuarteto. Pero los oriundos de Chicago ya saben de atención mediática, gracias a las creaciones audiovisuales de su segundo álbum, Oh No (2005), el sucesor de una desapercibida placa homónima.
Hace un lustro se dieron a conocer con el clip casero de ‘A Million Ways’, realizado en el patio del cantante, en donde el grupo aparecía bailando una coreografía planeada por Trish Sie, su hermana. “Lo grabamos sin permiso del sello, lo subimos a la red para mostrárselo a unos amigos y ahí comenzó la locura”, cuenta. Nueve millones de personas lo vieron y lo convirtieron en el más descargado de la historia, hasta ese momento.
Hijos bastardos de Weezer y del pop de Prince, OK Go se transformaron en un hit absoluto de YouTube y MTV, pese a la decadencia de los espacios musicales en televisión. El video de ‘Here It Goes Again’, en el que bailaban en trotadoras de gimnasio, les valió un Grammy, 50 millones de espectadores online y una aparición en los MTV Video Music Awards, donde emularon en vivo el complejo montaje original.
Sin embargo, para ellos, lo más gratificante de su notoriedad fue ser parodiados en un episodio de Los Simpsons. Un honor reservado para pocos. “Aparecer en esa serie es como que Dios baje del paraíso, te mire a los ojos y te diga ‘lo estás haciendo bien, hijo mío’, jajajaja”, bromea Kulash.
SEGUNDO AIRE
Como es de suponer, OK Go son acólitos de las redes sociales y han sabido aprovechar cada plataforma de la web; no sólo para dar a conocer su trabajo, sino también para acercarse a sus fanáticos. Han llegado a tal nivel de interacción, que incluso realizaron un concurso de remezclas para el clip de ‘WTF’, el single con el que presentaron su esperado regreso, tras un silencio que suscitó dudas sobre el tesón de la banda.
Y es que, después de tantos aplausos, llega el silencio. El tercer disco es la verdadera prueba de fuego, cuando las expectativas se vigorizan, pero el cuarteto la superó con creces y la frente en alto. “Of The Blue Colour Of The Sky es nuestro mejor álbum, el que más representa la música que escuchamos y deseamos hacer. Queríamos que las baterías fueran enormes, como las de Led Zeppelín. También tuvimos mucha influencia del soul tipo Roberta Flack o Al Green, aunque eso no se nota en el sonido, sino en la calidez del registro”, explica Damian.
Con más de ocho millones de vistas en YouTube, a dos semanas de su estreno, el video de ‘This Shall Too Pass’ le ha dado un segundo aire al grupo. Su factura duró seis meses (dos de planificación y cuatro de puesta en escena) y muestra, en una sola toma, una máquina gigante que se activa mediante el contacto en cadena de cada una de sus piezas. Al final, el mecanismo acaba provocando el disparo de pistolas de pintura, que dan de lleno en cada integrante. Un serio postulante a las listas de fin de año.
“Tuvimos a mi papá, un equipo de ingenieros y también algunos expertos que trabajaron para la NASA involucrados en el proyecto. Fue una idea que vimos en un programa japonés, donde hacían modelos a escala, pero nosotros quisimos construirlo en versión gigante”, cuenta Kulash.
FÁBRICA DE IDEAS
A estas alturas, OK Go ha dejado de ser un simple conjunto musical, para mutar en un concepto creativo global. Nada queda al azar en el imaginario de estos norteamericanos, que han sabido buscar un millón de formas para comunicar sus ideas.
¿Sienten la presión de superarse a sí mismos cada vez que producen algo nuevo?
Jamás. No lo vemos como un deporte en el que necesitemos romper récords. Me encantan los Beatles y también los discos que nadie conoce, sólo porque alguien goza de reconocimiento no significa que lo haga mejor. Deseamos mantenernos emocionados y hacer cosas que nos motiven. El único motivo de que nos vaya bien es porque le hacemos caso a nuestros corazones y a nuestros estómagos.
¿Qué piensan de la decadencia de la televisión musical?
Ha sido muy buena para nosotros, porque la gente ha empezado a pensar en los videos de otra manera. Antes sólo era MTV o nada, pero ya no necesitas una corporación que busque lucro para exponer tu trabajo. Las fronteras de la industria están derrumbándose, así que podemos hacer lo que queramos. Ya no tenemos que sobrepasar los límites de nada, porque la imaginación ya rompió todo, así que nos estamos aprovechando de eso. Y lo disfrutamos muchísimo.
¿Creen que internet ha cambiado la forma en que la gente los escucha?
Por supuesto, estamos seguros de que transformó hasta el significado de la palabra “música”, hasta en los formatos. Cuando se hablaba de un álbum, la gente imaginaba un CD, pero ahora se han dado cuenta de que eso es sólo un método de distribución y no el arte en sí. Los conceptos cambiaron para siempre. Antes, las personas alrededor del mundo te escuchaban cuando eras parte de una multinacional, hoy en día, lo hacen porque vieron tu sitio web.
¿Es verdad que planean hacer un video para cada canción de Of The Blue Colour Of The Sky?
Sí, es que se nos han ocurrido imágenes para todos los temas y cuando tenemos una buena idea, siempre la perseguimos. ¡Queremos filmar clips hasta quedarnos sin dinero para producirlos!
The Ganjas - Fuma y mira (2007)
El último sábado de abril del año 2004, la Radio Universidad de Chile inauguró el ciclo de sesiones Chile Música en Vivo, presentando a The Ganjas. Fue un día 24, en la Sala Master, con el entonces cuarteto en una etapa transitoria entre su debut homónimo y la preparación de un segundo álbum. La experiencia resultó tan positiva para la banda, que fue inmortalizada en Fuma y Mira, para su preservación como testimonio del momento que vivían. Son seis canciones que retratan a músicos enfrascados en la pesquisa de sí mismos, por separado y como ente global.
El registro, de cariz acústico, es un intenso recorrido por el mapa –en pleno proceso expansivo- de los santiaguinos. Una paleta sonora que contiene reggae y dub (‘Black Siren’, melódica à la Augustus Pablo incluida), lisergia retro (‘La Lluvia No Quiere Caer’), repeticiones de ritmo hipnótico (‘This Is The Time’, ‘Remix The Time) y pausados episodios en los que se luce el piano (‘Pelusón’, ‘Alondra’). Para vivificar el aura del material, las pocas copias físicas del EP -ilustradas por Sebastián Maquieira, hermano de Samuel- quedaron fuera de circulación tras agotarse. ¿Alguien dijo fetiche?
Guiso - Es difícil hacer cosas fáciles (2007)
El paso de la grabación análoga a la digital es el indicio número uno de cambio. La banda registró parte de las canciones del álbum en el estudio FRND, propiedad de Bernardita Martínez, quien -en esta etapa del grupo- acrecentó su protagonismo en el trabajo conjunto (pasó de la mera ejecución a encargarse también de las perillas). Como expresan las adhesivas ‘Siempre’ y ‘En El Camino’, ambas con la voz de la bajista, en este elepé los roles se repartieron de manera más equitativa, especialmente la composición.
Es Difícil Hacer Cosas Fáciles es el testimonio de los testigos presenciales y sobrevivientes de comienzos de la década, en un momento en que la efervescencia había amainado y la única opción era reinventarse aunque doliera. Que sea el primer disco de Guiso con invitados no es una casualidad, porque la salida del álbum coincidió con la disolución de buena parte del roster de Algo Records, y la presencia de Álvaro Castillo (ex Tío Lucho) o Goli de Tsunamis reafirma el aura pandillesca del cuarteto. Una constante contra viento y marea: el show debe continuar.
Guiso - El Sonido (2004)
El Sonido representa avances que escapan del estricto ámbito musical, para instalar un discurso, una metodología de trabajo y una impronta que –finalmente- incidirán en lo auditivo. Uno de estos primeros atisbos es la canción homónima que abre el disco y que, pese a no ser un gran tema, funciona como un claro manifiesto. Saludan a sus correligionarios (The Ganjas, Día 14, Familea Miranda, Pendex, etc), mientras reverencian el legado de músicos más antiguos que ellos y reflejan en un solo corte su ánimo convocador. La intención de hacer puente.
Y sí. Es cierto que muchos de los grupos que mencionan ya no existen, que el factor novedad ya no está de su lado, que la falta de pulcritud causó -y sigue provocando- alarma entre los puristas de la alta definición y que Guiso nunca fue una banda de grandes ejecutores. ¿Pero qué más da? Estamos ante un álbum necesario para comprender lo que está ocurriendo ahora mismo en la capital y el resto del país, cada vez que un grupo de amigos se pone a tocar y piensa en profesionalizarse. Guste o no, una lectura obligatoria.
Nano Stern - En Casa
Grabaciones del músico en diversos parajes, una conversación con el periodista David Ponce, imágenes de la antesala del show y –por supuesto- el mentado concierto. De ese material consta este DVD, que constituye un documento de alto vuelo musical y emotivo, en que el santiaguino hace lo mismo de siempre: conmover con experticia.
www.myspace.com/nanostern
Devil Presley: Barra brava
1953. Johnny, un motociclista enfundado en su chaqueta de cuero, es increpado por una chica que le pregunta contra qué se rebela. “¿Qué tienes?”, le responde él, con gesto imperturbable y desafiante. Era Marlon Brando en la película The Wild One. Han pasado casi seis décadas y ese espíritu sigue vivo, respirando en todas partes del mundo. En Santiago, el cuarteto Devil Presley lo reivindica en cada uno de sus movimientos, especialmente ahora que el ímpetu de un nuevo lanzamiento los embarga.
“Relámpago” es el nombre de la cuarta placa de la banda. Un álbum registrado en estudios Sade con la asesoría de Juan Pablo Donoso, colaborador habitual del grupo, quien ya ha fue parte de los procesos correspondientes a “Lo Errázuriz Tornados” (2003) y “Round 3” (2007). “Claramente no suena distinto a lo que es Devil Presley, pero tampoco es un “Round 4”, está lejos de ser más de lo mismo. Queremos que a la gente le cargue o que lo ame, que nadie quede indiferente. Nos gustan los discos potentes, de línea dura, siempre hemos sido hardliners del rocanrol. Nos gusta ser bien puristas”, afirma el vocalista Rodro Presley.
El disco fue grabado en dos días, uno para baterías y otro para las cuerdas, en sesiones de 10 de la mañana a 2 de la tarde. El trabajo previo, eso sí, les costó un verano completo de sacrificar tocatas por ensayos. Sus únicas presentaciones en vivo durante enero y febrero fueron Osorno y Puerto Montt, con lleno total y excelente recepción. “Es bueno tener esa onda con la gente, ellos saben que somos igual de pelientos que ellos y tomamos los mismos copetes. La mitad del público que nos ve son nuestros amigos, algunos desde adolescentes y otros que se han integrado al piño, a la raza. Lo que tenemos fue conseguido a pulso y con esfuerzo”, aseguran.
La portada de “Relámpago” fue trabajada con Marcelo Leyton y muestra el capó de un auto, con un emblema a la usanza de Speed Racer, que apela a la imaginería recia que Devil Presley ha explotado desde su aparición en 1998. “El título fue porque yo quería ponerle ese título al álbum, a un tema suelto o a un hijo, menos mal que no fui papá (risas). Es que me gusta todo lo que incendia, lo eléctrico, los estruendos y golpes. Y en el sonido buscamos las cosas explosivas, punzantes y con sudor”, explica el cantante.
Rodro confiesa que, en el trabajo de las letras, siempre se ve influenciado por lo que está escuchando en el momento. Para este nuevo engendro, la mano estuvo cargada a los narcocorridos. “Me gusta todo lo ilegal, los que se paran contra la autoridad, desde chico tengo una fascinación por los malos de la película, no por los buenos. Siempre quise que el Guasón le cortara la cabeza a Batman y que a Robin le metieran una estaca por el culo. Detesto a la autoridad y una de las más visibles del mundo occidental en que vivimos es la carga religiosa, de los medios y de los miedos que se basan en esto. Son una mierda que huele muy mal. Siempre que hemos podido, hemos criticado eso, sobre todo el cristianismo y la hipocresía católica. Si fuera irakí, me cargarían los musulmanes”, afirma con vehemencia el fundador del grupo.
A Devil Presley les da lo mismo la diplomacia. Como bien lo transmiten sus canciones, todo en la banda nace de manera espontánea y visceral. Por ese motivo, rechazaron la invitación a ser teloneros de Vince Neil, luego de que les propusieran ir a mostrarse amables en televisión para promocionar el evento. “Entendemos que haya gente que mide la gloria de una banda por cuántos discos venden o cuántos comentarios generan. Pero, para nosotros, va por otro lado. Se trata de respetar tu musa inspiradora, más que al público o a uno mismo. Si te vendes a cosas que sabes que no están bien, la chispa te abandonará y te dejará bien solo, como le pasó a Metallica o a Maiden, que se han podrido después de ser bandas increíbles. Hay que ser siempre consecuentes”, sentencian.
“Somos cuatro tipos que, desde chicos, nos enfermamos con el rock y ya no tenemos vuelta. Si nos llega la gloria algún día con las reglas que nosotros queremos, que guste tal cual y punto, bienvenido sea. Lo importante es el viaje, no la llegada. No tenemos drama en morirnos pobres, tocando en lugares chicos, pero con gente que nos aprecie. No hay que tenerle miedo al lugar de donde uno viene, lo que uno sienta o piense. Se trata de tolerancia sincera, el único bien común que podemos tener. Los que nos van a ver no son millones, pero son satánicos y aperrados”, afirma el frontman, secundado por el bajista K.F. Presley.
“Relámpago” tiene una docena de canciones, que también funcionan como balas de francotirador, disparadas contra blancos tan disímiles como los sacerdotes pedófilos (‘Huérfano’) y las mujeres traicioneras (‘Puta’). Devil Presley tiene furia repartir. “Nos cargan los cínicos que hablan sobre poner la otra mejilla. El hombre es un animal con instintos y no puede gustarle a todo el mundo, por eso no nos preocupa agradar, para esto está Lucybell, Lucho Jara, Quique Neira, Sergio Lagos y el Coco Legrand. Desconfío de ellos. Ni siquiera me gustaría caerles mal, lo que quiero es no estar nunca en boca de esa gente, que mejor ni conozcan a mi banda. Por eso tampoco ando pidiendo que nos toquen en la radio o aparecer en revistas, prefiero que las cosas lleguen solas”, explica Rodro.
“Lo único que tenemos es la libertad de mirarle la cara a quien queramos, decirle ‘compadre, somos una banda de rocanrol original’, no nos colgamos de nadie como los grupos tributo, que deberían morir todos aplastadas por un dinosaurio gigante. Lo que vivo pelando de la música chilena es su fomedad. Yo no canto nada y, sin embargo, me la juego, me niego a tocar un riff que no sea entretenido”, asegura el vocalista. “Me moriría de pena fingiendo ser personas decentes y bajándonos los pantalones frente al establishment o dejando de decir garabatos en las canciones. Nuestra música es de hinchada, como un equipo de fútbol que no va primero, pero tiene toda la mística”.
Lucybell - Fénix
En nuestro país, el único capaz de arrebatarle el primer lugar de ventas al trío es Justin Bieber. Un cantante precedido del clásico aparataje promocional de un popstar anglo, cuyo álbum es sólo parte de todo el merchandising que gira en torno a él, apuntando al rentable segmento infantil y preadolescente. La maquinaria que apoya al cantante canadiense, versus la de los santiaguinos, es fácilmente comparable –sin hipérboles de por medio- a David contra Goliat. Pese a no contar con el respaldo de una transnacional, Claudio Valenzuela, Eduardo Caces y Cote Foncea siguen gozando de un alto status en la percepción del público.
‘Ave Fénix’, el sencillo inaugural del disco, ostenta el título de la canción chilena más rápidamente descargada en la historia. 30 mil personas la bajaron durante la semana de su estreno, luego de que el grupo la colgara de forma gratuita en su página web. Si bien, musicalmente, el adelanto no es representativo del conjunto, sí expresa con claridad la consigna de este elepé: ser el despertar luego de un profundo letargo. Aquella hibernación, eso sí, sucedió únicamente con el trabajo a nivel de estudio, porque Lucybell –como ente- sólo tomó pequeñas siestas durante los cuatro años que esta placa tardó en llegar.
Mientras se dilataba el arribo de este trabajo, las decenas de conciertos juntos y las experiencia vivida en México generaron la complicidad necesaria para lograr cohesión y complicidad. El notorio cambio entre “Lúmina” del 2004 y “Comiendo Fuego” del 2006 (el último disco del batero Francisco González y el debut de Cote Foncea, respectivamente) dejó de ser tema y pasó a la calidad de etapa superada. El trío suena otra vez como un organismo completo, contrario a la experiencia anterior, en la que la nueva presencia todavía no se acoplaba cien por ciento a los miembros restantes.
Y sí, es cierto que Lucybell ya no es lo mismo de antes, pero el cambio tampoco les sienta mal. El peor enemigo de “Fénix” es el catálogo anterior del grupo, entintado de influencias britpoperas y shoegazers que fueron decreciendo hasta llegar al día de hoy, en que poco y nada se intuye de ese pasado en estas once canciones. La producción de Gustavo Pinochet hace que incluso los momentos más airados del álbum (como ‘Nunca Será Fácil Amar Así’, ‘Te Mereces’ y ‘Abre Tus Ojos’) suenen accesibles y listos para servir, siempre fieles a la escuela de rock-pop para las masas. ¿Quién podría culpar al trío por satisfacer a su público?
Devo: Hablando sobre una de-evolución
Los optimistas no saben nada. Al menos, eso piensan los integrantes de Devo, quienes se niegan a creer que los humanos estemos avanzando como raza y proponen la idea contraria. A 38 años de su fundación, presentan “Something for everybody”, el primer álbum que editan después de dos décadas de silencio (el último fue “Smooth noodle maps” de 1990). Se trata de un reencuentro con sus principios fundacionales: la sociedad está de-evolucionando, retrocede en vez de progresar. Un mensaje contracultural que pega igual de duro en este siglo como en el anterior.
Hay pocos argumentos para negar la ocurrencia del fenómeno que describen los de Ohio. “El atontamiento de la cultura se ha exacerbado exponencialmente. Es la forma en que la gente recapacita o no recapacita. Menos y menos personas pueden formar un pensamiento analítico y crítico: no saben cómo procesar información y viven en un mundo de frases cortas y regurgitación de slogans”, afirma el bajista Jerry Casale en el website inglés MusicOMH.
Su balance: “La de-evolución es como el calentamiento global. Cuando comenzó, todos pensaron que era una farsa. Algunos la desacreditaban fervientemente, y ahora es una pieza fundamental de las cosas en las que creemos. Ya ocurrió y tendremos que vivir con eso. La evidencia es muchísima, no se trata de algo conversable”. Con esa certeza, Devo completó su tarea pendiente: un nuevo disco, proyecto atrasado una y otra vez por culpa de trabajos paralelos. Casale dirige videos para Silverchair y A Perfect Circle, entre otros clientes. Mark Mothersbaugh compone bandas sonoras para cine, televisión y videojuegos ("The royal Tenenbaums", "Rugrats").
“Lo gracioso es que, mientras la gente nos llama pesimistas, nosotros creemos ser optimistas. Hablando sobre la de-evolución, estamos incentivando a la gente a que evite las cosas que nos ocurrieron. El mensaje continúa intacto, estamos a favor de la información y en contra de la estupidez. Nuestro fin es hacer que las personas se empoderen averiguando sus opciones", declara Mothersmaugh a Spinner. Perspicaces, los líderes del quinteto extrapolan su discurso a varios ámbitos del quehacer humano. Lo convierten en una postura multiuso para afrontar la decadencia de las instituciones. Especialmente, la industria discográfica tradicional. “Antes, ellos hacían mucho dinero, así que contrataban bandas y les daban una tajada de plata, pero terminaban ganando el 90% de la plata generada por el grupo y recuperando lo invertido del 10% restante. Básicamente era esclavización, aunque la gente compraba discos y así había billetes en el aire”, explica Jerry Casale.
Devo firmó con Warner, la misma transnacional dueña de su catálogo previo, que financió su regreso y lo comunicó en noviembre de 2009, cuando las sesiones de grabación cobraron legítima forma de álbum. A pesar del contrato, su ojo crítico nunca pestañea: “El poder y la influencia de las discográficas se han derrumbado. Ellos solían tener el control de todos los medios de distribución, cuando la gente efectivamente compraba música, lo que les daba mucha influencia. Ahora puedes conseguir tus canciones en el computador, en el celular o en un chip. Nadie cree necesario pagarlas".
En épocas como esta, de cambios vertiginosos y constantes, los de Ohio advierten que la lentitud de reacción es el peor de los males. Para ellos, la industria está en la misma curva descendente en la que se encuentra el capitalismo, sobre todo ahora que los mismos criterios mercantiles se apoderan del mundo. Notan la de-evolución del negocio disquero en la priorización de la inmediatez y la pérdida de visión a largo plazo. Califican como tóxicos los nuevos acuerdos en los que un sello exige parte de las ganancias de conciertos y merchandising.
“Todas esas ideas de que los artistas ya no necesitan apoyo de trasnacionales porque hay sponsors para respaldar los cheques de avance, apoyo de los propios fans… ninguna es cierta. Realmente queríamos hacerlo nosotros mismos con Facebook y todo eso, pero cuando no has lanzado nada en 20 años y no eres Radiohead o Trent Reznor con los Nine Inch Nails… No queremos hacer lo que no podemos”, asegura Jerry Casale en HitFix.
Aun así, internet ayudó. Cuando quedaron listos los demos de “Something for everybody”, los audios fueron subidos al sitio web de Devo y dispuestos en una votación para que los fans eligieran sus 12 canciones favoritas. Esa selección, hecha por más de 40 mil personas, conforma el álbum, ordenada según la cantidad de sufragios obtenidos. Para el quinteto, llevar a cabo este proceso responde a una necesidad efectiva (la de conocer los gustos de sus oyentes), pero también es un comentario sobre la situación actual de la música: someter las maquetas al escrutinio público fue como poner su obra al mismo nivel de cualquier otro producto que ofrezca el mercado.
“Lanzar un contenido creativo en una sociedad corporativa es un arte en sí mismo. Es todo lo que queda porque vivimos en un tiempo en que, literalmente, la música ha sido devaluada y el público no siente que deba pagar por ella. Y todo el mundo está sacando discos todo el tiempo, decenas de miles de cedés al mes o como sea. Hay un exceso de oferta, sobrecarga de información. El marketing es la única fuerza que determina lo que piensas, lo que sabes que te están ofreciendo o por qué algo debiera importarte. Así que estamos haciendo una observación y, a la vez, usando esa realidad”, explica Jerry Casale en una entrevista con The Quietus.
Puede que el panorama sea complejo, pero los hombres tras Devo lo contemplan con la tranquilidad que da el tiempo y la satisfacción de ser fieles a su inteligencia... hasta cierto punto. Tampoco son tipos tan cerebrales: siguen sacándose la ropa cuando tocan ‘Mongoloid’ en vivo. A Mark Mothersbaugh, el de las declaraciones intelectuales, todavía le gusta quedar en calzoncillos sobre el escenario.
Lucybell: Manual de sobrevivencia
Si Lucybell escribiera un manual de sobrevivencia, sería lectura obligatoria para principiantes. La banda viene llegando del norte de Chile, donde se presentaron a tablero vuelto y gozaron de la efervescencia de sus fans, y ahora están administrando el enorme interés de la prensa en conversar con ellos sobre su nuevo álbum. “Fénix”, la séptima placa del grupo, los tiene atareados con entrevistas y apariciones en medios, alentados por la excelente respuesta del público ante un regreso discográfico que –por cuatro años- se hizo esperar. “Estamos un poco cansados físicamente, pero seguimos con ganas. Estuvo muy buena la partida, el primer día probamos el motor, al segundo lo tuvimos listo y al tercero fuimos un rollercoaster”, afirma Cote Foncea. La sonrisa en el rostro del baterista delata una satisfacción que también se intuye en sus compañeros.
De conversación fácil, en los minutos iniciales de este encuentro el trío se pone a divagar sobre el parecido entre Iquique (que los recibió como héroes y agotó el stock de CDs con el que viajaron) y Chile a fines de los ochenta, cuando recién comenzó la era de los megaconciertos. Fácilmente podríamos seguir ahondando en esos recuerdos, hasta que Claudio Valenzuela llama a la compostura y a optimizar el tiempo, porque deben partir a 40 Principales para continuar la difusión del flamante material. Una placa cuyo primer single, ‘Ave Fénix’, se transformó en el sencillo chileno más descargado de la historia, al sobrepasar las 30 mil descargas en apenas una semana de haber sido liberado. La autogestión les viene bien.
Sólo noticias positivas configuran el historial reciente de Lucybell, quienes -por primera vez- enfrentan el lanzamiento de un elepé sin estar cobijados en una transnacional. Como nunca, la banda depende de sí misma para seguir existiendo y funcionando a la altura de las circunstancias. Todavía están adaptándose al proceso, aunque cada vez nadan con mayor soltura en estas aguas, donde fueron sumergidos mientras promocionaban “Comiendo Fuego”, del 2006. “Nos dimos cuenta de que las cosas funcionan de una forma muy extraña, de que las compañías no venden discos, de que toda la música está a la mano y en ese momento creímos que había que tomar el toro por las astas, de alguna forma. En un principio es complicado cómo hacer esto, con qué personas armarlo, hay que tener un buen equipo de trabajo y uno mismo debe estar preocupado la mayor parte del tiempo. Ya no está el gran papá que te cuida y te paga las deudas con su dinero”, afirman.
“Las compañías dejaron de acompañar y ésa fue la punta de lanza para irnos; el significado de la palabra ahora difiere de la realidad. Ya no estaban apoyando a los músicos, sino sólo dejándose llevar por las tendencias, por algún revival de modas pasadas o apoyándose en nombres prioritarios para desarrollar estrategias sin pies ni cabeza. Al artista local lo pueden desarrollar un tiempo, pero si Madonna saca algo, lo dejan de lado por un buen rato, esperando sentado para saber cuándo lo tomarán en cuenta de nuevo”, declara Cote Foncea, a lo que Eduardo Caces y Claudio Valenzuela asienten de inmediato. Esa clase de trato fue la responsable del quiebre entre Warner México y el trío. Una historia que se ha repetido constantemente desde que comenzó la debacle en la industria y el efectismo se convirtió en la actitud predominante de quienes toman las decisiones presupuestarias.
“Nosotros estábamos con “Comiendo Fuego”, en diciembre del 2006, desarrollándose muy bien, había un video para ‘Fe’, etcétera. El sello nos mandó una linda carta diciendo que éramos prioridad zonal; cuando Luis Miguel sacó su álbum de villancicos, recibimos la primera señal rara. Como que algo no encajaba. Después, para elegir el single, nos bicicletearon ocho meses completos. De contestar nuestros llamados al tiro, pasaron a decirnos que nos responderían mañana, después en dos días más y así. Ya no les preocupa el arte, únicamente el negocio; entonces, mejor no mantener ninguna relación con ellos y bienvenido sea”, sentencia el bajista, provocando ademanes de aceptación en sus dos colegas. Son asuntos que han repasado varias veces, en conjunto, y que muestran la cohesión discursiva en Lucybell. Todos están de acuerdo al momento de enfrentar este tópico de conversación.
Así comenzó a asomarse la independencia. Hasta la agitación social del país norteamericano les daba pistas de que la autogestión era el camino a seguir. “Al final la sensación fue desagradable desde dos antes del término definitivo. Tuvimos diferencias con gerentes de allá, en una discusión con muchos argumentos, sobre Calderón y López Obrador (los candidatos a la presidencia que pelearon codo a codo la victoria electoral, que finalmente venció el primero por un margen de apenas 0,64%). Aparte, las diferencias entre las clases sociales en México eran demasiado grandes, mucho peores que en Chile. Es parte de su idiosincrasia y ellos estaban manejándonos. Nuestro mensaje no es político, pero sí social, y tener a gente así como filtro nos dejó despeinados”, confiesan.
Lucybell asume como un triunfo el diagnóstico que le dieron a la situación y que los llevó a finalizar el contrato firmado. “En el fondo, desde que tomamos la decisión estamos tranquilos. En algún momento fue un abismo porque era inesperado, teníamos contrato con una compañía que nos había dicho dos o tres meses atrás que celebráramos con las 10 champañas más caras del mundo. Estando allá, rotamos de lunes a domingo en radio y televisión, sacábamos discos, producción en grande, y de repente nos encontramos con la carta que leyeron, firmada por cada uno de ellos. Decía que las prioridades regionales para el año eran Miguel Bosé, Alejandro Sanz, Lucybell, Maná y Luis Miguel. Cuando preguntaron si estaban de acuerdo, todos dijeron ‘sí, sí, ¡salud!’”, cuenta Eduardo Caces.
“Ya somos tipos de 30 y 40 y tantos años, la trayectoria de la banda no se compra ni se transa, nuestras canciones tampoco. El mejor premio es ser dueño de tu material de aquí a la eternidad. Llevamos casi dos décadas tocando y sabemos que tenemos la posibilidad de hacerlo. Creamos un equipo de trabajo nuevo, otras instancias, una oficina o empresa funcionando alrededor de esta marca, que es sólida, tiene mucho arrastre y se puede asociar con otras. Por eso estamos con la gira HP Rocks, que es financiada por una empresa internacional que nos puede ayudar a tener posibles conexiones afuera. En resumen, y en buen chileno, nuestra actitud se basó en dos frases: “no me hueís” y “la pelota pasa a ser tuya”. El golpe viene desde tu impulso, si te equivocas es tu error y de nadie más. No te quedas esperando a que alguien haga por ti lo que deberías hacer tú”, sentencian.
Como dueños de la situación, Lucybell administran sus propios recursos, con el fin de echar a andar la maquinaria que requiere mantener su status en lo cualitativo y cuantitativo. “Nosotros sólo nos preocupamos de nuestra gente, de los que nos han visto en las buenas y en las malas. Afortunadamente, y es lejos lo más importante, a las personas que van caminando en la calle no les interesa de qué compañía seamos, les importa que Lucybell sea Lucybell. En Chile, por culpa del arribismo, pocos se dan cuenta de que acá hay un montón de músicos con un tremendo carácter y un peso artístico superior al de esos grupos que vienen desde afuera y la rompen porque están inyectados de billete y pagan para que se compren sus discos. Es lo que dice Calle 13 en su último single”, cuentan. El trío se refiere al controvertido sencillo ‘Calma Pueblo’, una colaboración de los boricuas junto a Omar Rodríguez-López de Mars Volta, en la que hablan abiertamente sobre la corrupción del negocio disquero. “La mafia más grande vive en el Vaticano”, canta Claudio Valenzuela, citando a los puertorriqueños.
“De alguna forma lo vimos venir. Desde que empezó a haber acceso a música a través de internet, era sumamente obvio que tener un CD dejaría de ser una necesidad o un elemento coleccionable como antes, ahora son una opción. Eso implica una reestructuración completa de la industria, había que tener medio dedo de frente para darse cuenta de esto, que venía pasando hace diez años. Cuando empezó el No A La Piratería, se notaba que venía una ola que no íbamos a poder parar, aunque los músicos del país nos uniéramos, hiciéramos una huelga de hambre y nos muriéramos. Pero hay cosas que tienen más importancia en la vida. Quizás después salga un nuevo formato que obligue a reeditarlo todo, uno nunca puede saber”, aventuran.
“Hoy por hoy vivimos esto y debemos sortearlo de la mejor manera posible, no hay que seguir terco, caminando en línea recta. Hay que ir jugando, eso lo hace interesante. Ha sido así históricamente, la gente siempre ha tenido que adaptarse a las situaciones. En los cincuenta, había diez bandas prioritarias en el planeta, que se llevaban la torta gigante del mundo y ahora se masificó al punto de que puedes tener un estudio de grabación en el baño de tu casa. Hace 10 años estábamos en un sello. Yo creo que vamos para adelante, ahora la pregunta es cómo hacer que la gente escuche la música, que depende de factores tan importantes como el hecho mismo de tocar. En la EMI, estuvimos en la flor y nata; después fue un honor más grande trabajar en Warner de Chile y luego México. Actualmente estamos en el desafío de ser independientes. Si nos sacamos la cresta, nos volvemos a parar”, aseguran con vehemencia.
Resulta plausible la facilidad de Lucybell para desdoblarse. El entusiasmo con el que se refieren a su labor artística choca de frente al pragmatismo con el que encaran a las transnacionales y a sus acciones. “Nada es tan bueno y nada es tan malo. Lo que no nos gusta es que se satanicen cosas como la descarga de música, ¿quién es el pirata y quién es el pirateado? ¿Cuánta plata hay en esas campañas publicitarias? Ellos mismos, las compañías, venden los CDs vírgenes y perjudican a artistas en los que han invertido lucas inimaginables, que podrían salvar al mundo de la pobreza y de la hecatombe de la incomunicación. Que hagan su negocio, pero que no nos hablen del romanticismo del elepé original, cuando en realidad lo que les preocupa es el dinero”, sentencian rotundamente.
“El punto en que se pierde la conversación y no llegas a puerto, donde está el verdadero jaque mate, es donde notas que esta banda no se basa en los sellos ni en la distribución. Claudio hizo música cuatro años sin siquiera empezar a pensar en un contrato, y Cote compuso ‘Hijo de Puta’ de Dracma también cuatro años antes de firmar con Universal y ganar el premio en MTV. Entonces, cuando tu arte se apoya en tener ciertas características o dimensiones de marketing, estás mirando el vaso medio vacío y te das cuenta de cómo las cosas van en decadencia. Las discográficas ya pasaron, nosotros tenemos el megáfono y miles de puntos de acceso para entrar donde sea. El otro día nos preguntaron por qué no regalábamos “Fénix”, como hacen Radiohead o Prince; la diferencia es que en Chile no se hacen shows por 600 mil dólares, los haces por 5 con suerte. Tienes que ir tanteando el terreno y siendo realista. Los músicos latinoamericanos somos gente de mucho rigor, como que nos creemos el cuento hasta por ahí nomás. Imagínate cómo nos afecta la crisis a nosotros versus lo que pasa en Estados Unidos, Japón o la India, donde sí existe un mercado fuerte”, inquieren.
“El panorama actual es un arma de doble filo porque abunda la oferta y hay tantos árboles que no se puede ver el bosque. En MySpace, encuentras a 20 mil grupos iguales; tiene que pasar otra cosa, musicalmente hablando. Aunque se hace todo más local, creemos que lo que viene ahora es una banda con una propuesta poderosa que la rompa mundialmente, con o sin el apoyo de las compañías”, vaticina el trío. El manual de sobrevivencia de Lucybell se basa en los principios esenciales del trabajo serio, el desprendimiento de los cánones rígidos y la certeza de que la incertidumbre siempre estará presente. De ahí nace el cuestionamiento constante del entorno y de sí mismos. “¿Hasta dónde eres independiente? Si agotas 500 copias, claro, ¿pero si vendes 500 mil? Nunca hay que dejarse engañar fácilmente”.
Melvins: Únicos en su especie
Son una institución que se revalida por sí misma. Los incombustibles Melvins vuelven a la carga con “The Bride Screamed Murder”, la pieza número 18 de un inventario vertiginoso e impredecible, pero siempre fiel al instinto.
Demasiadas ideas flotando en el aire, muchas ganas de aprehenderlas y poca memoria para almacenar. No queda otra que vivir anotándolas en papeles y hacer listas; decenas, cientos, miles. Según Buzz Osborne, su esposa está aburrida de encontrar hojas con apuntes en cada uno de los rincones de la casa. El fundador y líder de Melvins tiene un radar de ocurrencias que no lo dejan tranquilo hasta que las plasma en un disco. “The Bride Screamed Murder”, el nuevo trabajo en estudio del cuarteto norteamericano, fue el escenario perfecto para desahogar la imaginación.
Como es tradición, la banda trasvasijó un arsenal de obsesiones, manías e inquietudes en su música. La decimoctava placa de los de Washington acusa recibo de la frenética movilidad creativa del grupo, aunque sin dejar de lado la impronta clásica que han cultivado desde su formación, a comienzos de los ochenta. “Si tomas a Captain Beefheart, George Clinton con Funkadelic y Lenny Bruce, los pones en una batidora y haces que toquen heavy metal, saldríamos nosotros. Aunque en realidad no es nada de eso tampoco. Nunca nos preguntamos qué es lo cool, sólo consentimos lo que nos gusta y hacemos bien”, explicó el frontman al sitio ArtistDirect.com.
El hirsuto King Buzzo mantuvo las antenas alerta en la recolección de las piezas que usó para armar “The Bride Screamed Murder”. La placa arranca con ‘The Water Glass’, una canción de cadencia militar que replica los cantos de marcha; posee momentos jazzísticos en ‘Hospital Up’; versiona y recodifica ‘My Generation’ de The Who (reverenciados por Melvins, a lo largo de su historia, como una influencia vital) y cierra con ‘P.G. x 3’, haciendo referencia a la película “The Proposition”, cuya música y guión fueron escritos por Nick Cave.
Sin repetir ni equivocarse, Melvins han forjado a pulso el prestigio de impredecibles que los convirtió en banda de culto y al que siguen honrando con fervor. “No tenemos un guión que acatar ni tampoco grupos hermanos. No me siento cómodo en ningún genero. Hay que elegir lo que es bueno y lo que te habla, eso puede venir desde cualquiera. Si Mötley Crüe saca un disco la próxima semana con los elementos que encuentro increíbles, sería el primero en comprarlo porque nunca hay suficiente calidad como para ponerse tan selectivo. Si alguien hace algo que me gusta, no me importa quién es, aunque sea Justin Timberlake”, afirmó Osborne a MetalSucks.net
“Si lo que estás buscando son melodías pop luminosas y refrescantes, à la Green Day, no ocurrirá con nosotros. Si lo que deseas es heavy metal estricto o death metal al estilo Florida, no ocurrirá con nosotros. Si lo que quieres es stone rock de monedero con cadena y un montón de tipos con barba de chivo, no ocurrirá con nosotros. No cabemos en esos trajes”, advierte King Buzzo. “The Bride Screamed Murder” es el tercer disco del grupo junto a los miembros de Big Bussiness (Jared Warren y Coady Willis) y un nuevo trofeo en la vitrina del sello Ipecac. ¿Alguien habló de longevidad?
Avenged Sevenfold: En pie de guerra
Avenged Sevenfold presenta su nueva placa, siete meses después de la muerte de Jimmy “The Rev” Sullivan.. Y sus agallas están intactas. “Nightmare”, el quinto disco de la banda, los junta con Mike Portnoy de Dream Theater y el productor rapero Mike Elizondo.
No existe figura retórica digna de encapsular en palabras la consternación causada por el deceso de Jimmy “The Rev” Sullivan, el batero y fundador de Avenged Sevenfold, encontrado muerto en su hogar el 28 de diciembre pasado. El músico, de apenas 28 años, falleció por una sobredosis de sustanciales letales como etanol y Diazepam, entre otras. Las causas de la defunción recién fueron reveladas el 9 de junio, luego de meses de incertidumbre y especulaciones al respecto, pese a que el primer informe afirmaba que se había tratado de razones naturales.
Datos duros aparte, la vida del resto de los miembros del grupo se vio afectada profundamente luego del trágico hecho. Y es que el quinteto no sólo era un proyecto que involucraba las carreras profesionales de instrumentistas unidos en torno a un sonido; más que eso, la banda era un auténtico grupo de amigos que se conocían desde pequeños, que compartían su tiempo libre pasando horas y horas juntos, además de haber forjado una de las nuevas grandes instituciones del rock norteamericano.
Los medios documentaron exhaustivamente los sucesos relacionados a la muerte de The Rev, mientras los cuatro sobrevivientes se sumergían en un hermetismo comprensible, que dejaba en evidencia sus ánimos de pasar el luto a puertas cerradas. Un ciclo había terminado para ellos, de la peor manera: sin previo aviso. “Estábamos listos para renunciar. No había forma de que nos imagináramos seguir juntos. Pero, rápidamente, eso se fue porque la lógica volvió a nosotros. Empiezas a darte cuenta de que, de ser tú, te hubiera estremecido la idea de que el resto no continuara. Él dejó música increíble y su familia nos dijo ‘chicos, deben insistir’. Recibimos apoyo de todos, eso facilitó las cosas”, afirmó Synyster Gates a Kerrrang!
El guitarrista, junto al resto de los miembros de Avenged Sevenfold, pasó las primeras semanas tras la desaparición de Sullivan enclaustrado, pero siempre en compañía de su círculo íntimo, es decir, familiares y compañeros de grupo. Durante ese tiempo, analizaron la situación en la que estaban envueltos y se dieron cuenta de que no sólo tenían palabras de buena crianza acerca de perseverar o las nobles intenciones de hacerlo, sino de que había material cuya revisión estaba pendiente. Textos y partes de batería dadas a luz por su extinto amigo, quien pocos días antes de fallecer había entrado en una catarsis creativa.
“Hay una canción a la que llamamos ‘Fiction’. Jimmy la escribió en el piano y dejó un montón de letras que yo terminé desde su perspectiva. Es algo un poco espeluznante. Ahora se titula así, pero él la bautizó como ‘Death’. Y él murió tres días después de hacerla, compuso acerca de encontrar el camino cuando ya no estuviera acá. Hay una serie de locuras sobre las que The Rev estaba hablando, que me hacían sentir como si él lo hubiera sabido de alguna forma; como si su cuerpo hubiera sabido que no estaría mucho tiempo más con nosotros. Mantuvimos su voz en esos temas y realmente es angustiante y duro de escuchar. Es realmente triste”, declaró M. Shadows.
El testimonio del cantante refleja el espíritu impregnado durante la factura de “Nightmare”, la quinta entrega del grupo y la última con grabaciones e ideas originales de su difunto baterista. Contrario a los regresos de bandas que se plantean como renacidas luego de una tragedia, Avenged Sevenfold han sido transparentes al insistir en que este nuevo disco fue registrado con angustia en sus corazones y que ninguno de ellos se siente anímicamente bien todavía. Eso sí, la prontitud de la entrega, que será editada el 27 de julio, habla sobre la entereza de una banda que insinúa perpetuarse como una institución y una colectividad artística a prueba de balas.
Con las baquetas y el sillín vacantes, el ahora cuarteto debió buscar la forma de incorporar un nuevo elemento a su estructura, intentando con sumo cuidado que no se perdiera la esencia del sonido clásico de The Rev. Un puesto difícil de llenar, porque el extinto instrumentista destacaba sobre la media gracias a su personalísima impronta, en la que paradójicamente conseguía demostrar una técnica exquisita, pese a que su norte no era destacar como virtuoso de las percusiones. Con efigies del metal (como Lars Ulrich de Metallica o Dave Lombardo de Slayer) en su mente, a modo de espejo, Sullivan alcanzó a instalarse en el salón de honor de los mejores baterista del mundo, reconocimiento que gozó en vida de parte de fans, críticos y colegas que compartieron escena con él o tuvieron el gusto de gozar su desempeño en los cinco álbumes que alcanzó a grabar (contando “Unfortunate Snort”, el único disco del proyecto paralelo Pinkly Smooth, junto a Synyster Gates).
Uno de los músicos que ejerció mayor influencia en la formación de este prestigio estuvo Mike Portnoy, de Dream Theater, quien se convirtió –a su vez- en fan de Avenged Sevenfold y en amigo personal del grupo. Por eso él fue elegido, terminada la vorágine del funeral, para asumir el cupo desierto. Eso sí, la instrucción estaba clara: emular el estilo de su fallecido símil, mantenerse totalmente apegado a los demos con baterías programadas compuestos previos a su llegada y no intervenir, para mantener el tono tributario que empapa las canciones de “Nightmare”.
“En cuanto a mi responsabilidad de mantener vivo el espíritu de The Rev, estoy totalmente inmerso en eso. Tengo suficientes proyectos donde poner mi personalidad y estilo, así que no necesito la necesidad de incorporarlos dentro de la banda. Si quieren algo de mí en su música, estaré totalmente encantado de dárselo a ellos. El propósito de que yo esté con ellos es continuar el legado de Jimmy. Los fans lo amaban y siempre será así. Haré lo mejor que pueda para seguir con su herencia por él, por sus seguidores y por la agrupación. Se siente increíble tocar con estos tipos. A un nivel personal, son personas asombrosas, súper agradables. Tienen una camaradería familiar fantástica y una esencia maravillosa. Ser parte de eso es un honor”, afirmó Portnoy en una entrevista con Music Radar.
La amena convivencia entre el miembro de Dream Theater y Avenged Sevenfold, comprobable en un extenso intercambio de elogios vía prensa, ha servido para sanar -en parte- las heridas en su ánimo. El proceso de grabación de “Nightmare” también cuenta con anécdotas como la de que el cuarteto pensó darle a su invitado un apodo, en la misma usanza que adoptaron ellos desde la génesis del grupo. Una ocurrencia de un foro de fans, que bautizaron de “The Rabbi” al pasajero miembro, dio pie para que bromearan con sobrenombres del tipo “Mikey Fucking Powers!” o “Captain Bluebeard”.
Otra variante significativa para la banda fue la metodología de trabajo. Para variar la tendencia de su última placa, el excelente homónimo del 2007, buscaron a un productor. Después de una aguda revisión de material ajeno, en el que barajaron opciones que ellos mismos tildaron luego de “convencionales”, Mike Elizondo (Nelly Furtado, Pink, Fiona Apple, Dr. Dre, Eminem, 50 Cent) salió a colación y decidieron conocerlo en persona, considerándolo una alternativa viable. Un manifiesto de eclecticismo y valentía que fue coronado con la investidura del también bajista y compositor como parte del equipo.
“Nos encantan sus producciones y es un gran músico. Así que nos juntamos a conversar y nos topamos con que era nuestro mayor fan. Sabe todo sobre Metallica, Megadeth, Testament y thrash. Puede hablarte sobre progresiones de cuerdas y cambios de clave o acerca de lo que nosotros mismos hacíamos antes, es muy fanático. Casi dos meses antes de ir al estudio, escribíamos las canciones y nos reuníamos con él una vez por semana para ver qué pensaba. El tipo es increíble, así que acordamos seguir juntos”, declararon en una entrevista para la emisora norteamericana Will Rock. “Nightmare” -el primer single del homónimo disco- es un respiro para los suspicaces, tal como los elogiosos comentarios de quienes han podido escuchar el álbum completo: Avenged Sevenfold sigue en pie de guerra.
Buckcherry: Nobleza obliga
Bono lo sabe, Chris Martin también y por supuesto que lo mismo ocurre en la cabeza de Roger Waters. Cuando el poder de convocatoria crece de forma exponencial, la capacidad de impactar con un mensaje crece y crece, como lo hace el peso en los hombros. Ya no se trata sólo de pasarlo bien tocando o de hacer grandes canciones, sino de cambiar un mundo en el que, con un mínimo poder de análisis, se nota que no todo anda bien. Y aunque Buckcherry no se dedica a proclamar los males que afectan a la sociedad, porque suelen tener al hedonismo como bandera de lucha, acaban de sentir el llamado que pide a gritos mejorar el entorno donde viven.
Desde su regreso con “15”, editado el 2006 tras un hiato de cuatro años en la existencia del grupo, que los norteamericanos comenzaron a amasar un éxito que los ha llevado a vender más de tres millones de copias de su discografía. Confirmada la hazaña con un octavo lugar de ventas en el estreno de “Black Butterfly”, del 2008, el quinteto sintió el aroma de la fama y prefirió no aturdirse con él. La experiencia acumulada durante su primera etapa, que los llevó a cesar sus actividades, les enseñó que el camino era otro: la carretera. Ahí se foguearon, repletando su agenda de conciertos y continuando con el proceso creativo a flor de piel.
En el camino estuvo uno de los primeros atisbos de que Buckcherry no sólo era fiesta y vida fácil, de que había preocupaciones mayores en la cabeza de sus miembros. Dos canciones de “Black Butterfly” fueron escritas inspiradas en el libro “A Child Called ‘It’” (la que lleva el nombre del texto y el sencillo “Rescue Me”), que relata la historia de abusos que sufre un pequeño por parte de su madre alcohólica. La fuerte conexión del vocalista Josh Todd con la problemática lo hizo tomar la vía del activismo. Así se dio la colaboración entre la banda y la organización Childhelp. Un ente sin fines de lucro al que donaron 10 mil dólares, además de participar en sus campañas.
“Ocurre lo siguiente: hay tantas beneficencias y caridades ahí afuera, y muchas de ellas valen la pena totalmente. A medida que vamos envejeciendo y tenemos familia, hemos ido siendo capaces de apreciar el mérito de cada una de ellas. Es muy duro elegir. Podríamos estirarnos, hasta quedar como un hilo, intentando ayudarlas a todas. No podemos salvar al mundo, pero si encontramos algo que nos conmueva profundamente, pondremos nuestra energía en eso”, declararon en una entrevista con Examiner.
Buckcherry sumaron y siguieron, energizados por la satisfacción de realizar una buena obra y avalados por una aceptación cada vez mayor, que los llevó a cultivar un perfil más serio sin perder la impronta fiestera que los caracteriza. De a poco, arriba de los escenarios que pisaron, la confianza del grupo aumentó a niveles insospechados luego de su disolución. Uno de los principales hitos en este proceso fue compartir una gira con Kiss, observando sus movimientos y admirando la continuidad de los de Detroit, quienes llenan todos los estadios donde se presentan y dan cátedra sobre cómo desplegar rocanrol en directo. La lección resultó y el quinteto decidió seguir los pasos de sus ídolos, haciendo del público su alimento.
“Hay muchas bandas que salen a tocar y lo hacen con partes pregrabadas. Tienen voces de apoyo y otros instrumentos registrados previamente y podemos decir con orgullo que somos una de las pocas agrupaciones que se muestra cada noche tal como es. Lo que escuchas son cinco tipos sobre una tarima. Es una extravagancia sudorosa. Somos personas que aman lo que hacen, nos gusta estar juntos y de verdad nos llevamos bien, que es algo muy extraño en estos tiempos. Nos gusta ser los anfitriones de la fiesta, es tan simple como eso”, afirman con orgullo.
Con la intención de retratar fielmente en estudio esas noches, que fueron captadas en el DVD Live & Loud 2009, Buckcherry comenzó a trabajar en el sucesor de “Black Butterfly”, titulado “All Night Long”. Ya estaba claro: el nuevo disco sería un avance gigantesco para un repertorio que busca tener a los grandes recintos para recitales como hábitat natural y a la gloria de miles de voces coreando juntas sus canciones. Era momento de poner todo sobre la mesa, desde las influencias del hardcore de Minor Threat que escuchaban en su juventud, pasando por el glam al que nunca desconocieron, hasta las instituciones que los marcaron –como AC/DC y Kiss- y que tuvieron la suerte de telonear.
Para cumplir la tarea, el co-productor reclutado fue un hombre de extensa trayectoria y prestigio innegable: Marti Frederiksen. Un norteamericano que ha estado en las perillas de álbumes de Ozzy Osbourne, Mötley Crüe (otros cercanos a Nelson, Todd y compañía) y Def Leppard, entre otros monstruos. Y no sólo cuenta con experticia en el tablero de sonido, sino también como cantante de los ficticios Stillwater de la película “Almost Famous” de Cameron Crowe, así como compositor de temas para Scorpions, Meat Loaf y Richie Sambora, por nombrar algunos. Sin embargo, el trofeo más grande en su vitrina es la membresía como parte de los Boneyard Boys, el círculo íntimo de colaboradores de Aerosmith, con quienes ha trabajado desde mediados de los noventa.
“Cada uno de nuestros álbumes se trata sobre hacer que el registro sea lo más fiel posible al grupo. Esta vez nos demoramos. Llevó cerca de tres meses completar “All Night Long”, que es el período más extenso que hemos tardado. Usualmente lo hacemos en dos o tres semanas, pero creemos que ahora nos tomó un tiempo sobre lo común. No nos presionamos con problemas de tiempo y todo el drama que eso puede crear. Fuimos, escribimos y grabamos, después retomábamos cada parte por separado y así avanzamos. Fue un enfoque diferente, pero buscamos lo mismo de siempre: hacer un gran disco de principio a fin”, comentaron sobre las sesiones que llevaron a cabo en Bastard Ranch.
El primer single del venidero trabajo, cuya salida está pactada para el 3 de agosto, es la canción que da nombre a la placa. El corte fue liberado a través del sitio oficial de Buckcherry, como también mediante Facebook y Twitter. Esta última plataforma debió clausurar la descarga del tema, debido a un colapso en su sistema debido a la altísima demanda por bajarlo, que alcanzó decenas de miles de usuarios en cuestión de horas. Una semana antes de su lanzamiento oficial para radios, a mediados de mayo, ya había emisoras estadounidenses programando el mp3 que el grupo dejó en la red.
¿Y qué tal el sonido del sencillo? “Es sólo una simple canción de rocanrol de una banda simple. Nos fuimos de tour por tanto tiempo con agrupaciones de estadio que admiramos por años, que ahora éste parecía el paso lógico en nuestra evolución. ‘All Night Long’ nació muy rápido y creemos que representa lo que es estar en uno de nuestros shows. ¡Estar en la carretera es genial! Hemos estado en nuestras casas desde diciembre, cuando dimos el último show del tour de “Black Butterfly”. Después empezamos a trabajar en el nuevo lanzamiento y ahora nos pican las manos por tocar y salir a dar recitales. Somos animales de conciertos y necesitamos estar de gira llevándole música a la gente”, aseguraron en la radio estadounidense FMQB.
Buckcherry promete un quinto disco análogo, en el que se abandona por completo la sofisticación digital para reemplazarla con la nobleza de lo rústico. Keith Nelson declaró haber estado escuchando varios discos de James Brown y de blues antiguo mientras grababan, mientras que Josh Todd terminó convertido en fan de Slipknot. De seguro, uno que otro resquicio de esos nombres podrá ser desentrañado por las orejas más atentas y detallistas. En cuanto a las letras, el grupo adelantó que serán menos graves que las de la entrega anterior, aunque ‘Our World’ -el otro adelanto- dice lo contrario.
La canción, que habla sobre el daño que la humanidad le hace al planeta, fue lanzada en iTunes con el único fin de juntar fondos para Natural Resources Defense Council. Una organización medioambiental, con 40 años de historia, que se encuentra denunciando a los responsables del infame derrame de petróleo en el Golfo de México. “La escribimos antes de la tragedia. Queríamos hacer una canción que reflejara nuestras preocupaciones sociales, aunque no seamos un banda muy política, aunque sí hay un lugar para esos temas en nuestra música. Así que compusimos el tema y cuando ocurrió el desastre acordamos cambiar parte de la letra para hacerla más evidente. Hay muchas personas y vida animal afectados por esto y deseábamos llamar la atención al respecto. Intentamos enfocarnos en los que sufren”, comentó la banda. Nobleza obliga. Y pertenecer a la realeza del rock contemporáneo también.