El nuevo material de Tío Lucho está en camino y la banda corre detrás del disco que anhela alcanzar. Un álbum producido por Cristián Heyne y con letras enfocadas en la introspección emocional. Ya comienza el fin de la espera.
Llueve en Francisco Bilbao, Providencia, como en todo Santiago. La casa tiene dos pisos, la vereda es muy estrecha y esperar en la puerta –que da a la calle- es un atentado a la sequedad. Los Tío Lucho apaciguan la situación preparando café turco en la cocina, desde donde emana un aroma que invita a la conversación. Mientras Pitufo revuelve la pequeña olla, habla con vehementes elogios sobre Mecánica Popular y Gepe. Francisco Matta, apoyado en el marco de la puerta, tose profusamente y comenta que su garganta no anda bien. Pero el grupo va tan en serio que la salud es secundaria.
Más de dos años han transcurrido desde que la banda lanzara Lo Que Ahora Brilla Putrefacto Quedará. Un segundo álbum con sabor a debut, que les abrió puertas inesperadas luego de su rústica ópera prima, Cabrón de Jungla del 2006, editada por Algo Records. Con un claro mensaje antiglobalización, la colorida placa puso a los santiaguinos en radios y TV, los llevó a Buenos Aires y mostró que gozaban de amplia aceptación cuando los hizo compartir escenario con Ana Tijoux y Solo Di Medina.
“Que pase eso es bacán, significa que tenemos algo de lo que la gente se da cuenta. Lo que deseamos entregar está llegando. Éramos fanáticos de la música desde pendejos, pero también nos gustó tener una idea y manifestarla. Somos partícipes de lo que nosotros mismos pensamos, no podríamos hacerlo trabajando en una empresa, armamos Tío Lucho para expresarnos. Las letras tienen que hablar de algo, no podríamos tocarlas si no creyéramos en su mensaje. Esperamos que se traduzca en que el resto encuentre el sentido y en que entiendan lo que decimos”, declaran.
Subimos al segundo piso de la casa, donde el grupo tiene su sala de ensayo y vive Pitufo, para conversar más detenidamente sobre el disco que se encuentran produciendo. Escuchamos versiones preliminares de algunas canciones y la primera de ellas, con el provisorio título de ‘Un Día Cualquiera’, parte con una batería que suena gigantesca y apela al éter del shoegaze. Un sonido espacioso e inédito en cualquiera de sus trabajos anteriores. La explicación está en una bodega que llenaron de micrófonos, ahí fue donde grabaron el tema, que conserva hasta los ecos del lugar.
“Queríamos ese tipo de producción, a lo Jesus & Mary Chain o Love & Rockets, llena de impacto y con harto cuerpo”, explican. Lo que viene después dista de la muestra inicial, con variados tintes electrónicos que -a ratos- recuerdan al catálogo noventero de Underworld y después pueden asemejarse a ‘Radio Gaga’ de Queen tanto como a Corazones de Los Prisioneros. “En Lo Que Ahora Brilla Putrefacto Quedará, los arreglos estaban planteados desde la línea de cada instrumento. Ahora son todos en teclado, hasta los bajos los hicimos así. Prescindimos de la guitarra al momento de componer, queríamos lograr una capa sonora con sintetizadores. Nunca habíamos agregado tantas atmósferas, antes era más crudo el planteamiento. Tampoco hay invitados, como en el disco anterior. Acá la idea era tocarlo nosotros. Estamos usando el lenguaje electrónico y siendo más oscuros”, afirman.
“Con la mirada puesta en el vacío y la sonrisa mutilada. Salir solitario, borrado de noche, Salir solitario, borrado de noche”, versa una canción que sobresale del ramillete por su virulencia y autenticidad. Abundantes imágenes que se presentan como fotogramas dentro de una espesa cobertura maquinal. “El nuevo disco se enfoca en temáticas emocionales, todas las letras son un soporte para mostrar una sensación, a diferencia del disco anterior que era completamente contra el sistema. En el nuevo álbum, el hilo conductor es que el envoltorio pase por más estados: hay canciones tranquilas, tristes, exaltadas. Existe un vínculo entre la música y las palabras”, aseguran.
En la construcción de ese puente, uno de los arquitectos más importantes fue Cristián Heyne, quien asumió la producción de la placa. Su fino olfato pop, además de su excelente desempeño como administrador de recursos sonoros, aportó a que Tío Lucho pudiera acercarse aun más al producto final que busca. “Lo bueno que tiene él es que pesca la materia prima que hay, trabaja a partir de eso, no interviene en la matriz. Lo que hizo fue ordenar. Por ejemplo, una canción tenía una frase que nosotros decíamos una sola vez, pero para él era un coro obvio, entonces nosotros la repetíamos y le encontrábamos razón”, cuentan.
Pese a los resultados que están obteniendo, con casi la totalidad de la grabación completa y las tareas posteriores en el horizonte, el grupo no duda en expresar su preocupación. “Nos apremia demorarnos tanto. No somos como Carlos Cabezas, que se tarda 13 años en sacar su disco, lo maduró y ahora lanzará un álbum increíble. Ése es un tipo de plantemiento, nosotros ojalá tuviéramos una producción cada año, pero debemos ir paso a paso. Como no somos expertos, vamos haciendo escuela a medida que avanzamos. La idea es conseguirlo más rápido, hemos estado parados este año, en cuanto a tocar en vivo, y necesitamos terminar luego para volver a salir”, afirman.
Las ideas están claras. “Este disco vamos a tocarlo harto, siempre aspirando a más, no sabemos a qué, pero a más. Para nosotros ha sido una larga espera, por todo el tiempo que ha pasado, pero estamos seguros de que nuestro resultado será mejor que nunca. ¿Cómo reaccionará la gente? No se sabe, aunque esperamos cumplir, que nuestro disco sea como una zapatilla nueva que te queda perfecta. Apostamos a eso porque nos estamos moviendo siempre en la música, no en la cultura mainstream de Yingo, nuestra propuesta escarba un poco más allá. Sólo queremos sacar un buen álbum”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario