Si Lucybell escribiera un manual de sobrevivencia, sería lectura obligatoria para principiantes. La banda viene llegando del norte de Chile, donde se presentaron a tablero vuelto y gozaron de la efervescencia de sus fans, y ahora están administrando el enorme interés de la prensa en conversar con ellos sobre su nuevo álbum. “Fénix”, la séptima placa del grupo, los tiene atareados con entrevistas y apariciones en medios, alentados por la excelente respuesta del público ante un regreso discográfico que –por cuatro años- se hizo esperar. “Estamos un poco cansados físicamente, pero seguimos con ganas. Estuvo muy buena la partida, el primer día probamos el motor, al segundo lo tuvimos listo y al tercero fuimos un rollercoaster”, afirma Cote Foncea. La sonrisa en el rostro del baterista delata una satisfacción que también se intuye en sus compañeros.
De conversación fácil, en los minutos iniciales de este encuentro el trío se pone a divagar sobre el parecido entre Iquique (que los recibió como héroes y agotó el stock de CDs con el que viajaron) y Chile a fines de los ochenta, cuando recién comenzó la era de los megaconciertos. Fácilmente podríamos seguir ahondando en esos recuerdos, hasta que Claudio Valenzuela llama a la compostura y a optimizar el tiempo, porque deben partir a 40 Principales para continuar la difusión del flamante material. Una placa cuyo primer single, ‘Ave Fénix’, se transformó en el sencillo chileno más descargado de la historia, al sobrepasar las 30 mil descargas en apenas una semana de haber sido liberado. La autogestión les viene bien.
Sólo noticias positivas configuran el historial reciente de Lucybell, quienes -por primera vez- enfrentan el lanzamiento de un elepé sin estar cobijados en una transnacional. Como nunca, la banda depende de sí misma para seguir existiendo y funcionando a la altura de las circunstancias. Todavía están adaptándose al proceso, aunque cada vez nadan con mayor soltura en estas aguas, donde fueron sumergidos mientras promocionaban “Comiendo Fuego”, del 2006. “Nos dimos cuenta de que las cosas funcionan de una forma muy extraña, de que las compañías no venden discos, de que toda la música está a la mano y en ese momento creímos que había que tomar el toro por las astas, de alguna forma. En un principio es complicado cómo hacer esto, con qué personas armarlo, hay que tener un buen equipo de trabajo y uno mismo debe estar preocupado la mayor parte del tiempo. Ya no está el gran papá que te cuida y te paga las deudas con su dinero”, afirman.
“Las compañías dejaron de acompañar y ésa fue la punta de lanza para irnos; el significado de la palabra ahora difiere de la realidad. Ya no estaban apoyando a los músicos, sino sólo dejándose llevar por las tendencias, por algún revival de modas pasadas o apoyándose en nombres prioritarios para desarrollar estrategias sin pies ni cabeza. Al artista local lo pueden desarrollar un tiempo, pero si Madonna saca algo, lo dejan de lado por un buen rato, esperando sentado para saber cuándo lo tomarán en cuenta de nuevo”, declara Cote Foncea, a lo que Eduardo Caces y Claudio Valenzuela asienten de inmediato. Esa clase de trato fue la responsable del quiebre entre Warner México y el trío. Una historia que se ha repetido constantemente desde que comenzó la debacle en la industria y el efectismo se convirtió en la actitud predominante de quienes toman las decisiones presupuestarias.
“Nosotros estábamos con “Comiendo Fuego”, en diciembre del 2006, desarrollándose muy bien, había un video para ‘Fe’, etcétera. El sello nos mandó una linda carta diciendo que éramos prioridad zonal; cuando Luis Miguel sacó su álbum de villancicos, recibimos la primera señal rara. Como que algo no encajaba. Después, para elegir el single, nos bicicletearon ocho meses completos. De contestar nuestros llamados al tiro, pasaron a decirnos que nos responderían mañana, después en dos días más y así. Ya no les preocupa el arte, únicamente el negocio; entonces, mejor no mantener ninguna relación con ellos y bienvenido sea”, sentencia el bajista, provocando ademanes de aceptación en sus dos colegas. Son asuntos que han repasado varias veces, en conjunto, y que muestran la cohesión discursiva en Lucybell. Todos están de acuerdo al momento de enfrentar este tópico de conversación.
Así comenzó a asomarse la independencia. Hasta la agitación social del país norteamericano les daba pistas de que la autogestión era el camino a seguir. “Al final la sensación fue desagradable desde dos antes del término definitivo. Tuvimos diferencias con gerentes de allá, en una discusión con muchos argumentos, sobre Calderón y López Obrador (los candidatos a la presidencia que pelearon codo a codo la victoria electoral, que finalmente venció el primero por un margen de apenas 0,64%). Aparte, las diferencias entre las clases sociales en México eran demasiado grandes, mucho peores que en Chile. Es parte de su idiosincrasia y ellos estaban manejándonos. Nuestro mensaje no es político, pero sí social, y tener a gente así como filtro nos dejó despeinados”, confiesan.
Lucybell asume como un triunfo el diagnóstico que le dieron a la situación y que los llevó a finalizar el contrato firmado. “En el fondo, desde que tomamos la decisión estamos tranquilos. En algún momento fue un abismo porque era inesperado, teníamos contrato con una compañía que nos había dicho dos o tres meses atrás que celebráramos con las 10 champañas más caras del mundo. Estando allá, rotamos de lunes a domingo en radio y televisión, sacábamos discos, producción en grande, y de repente nos encontramos con la carta que leyeron, firmada por cada uno de ellos. Decía que las prioridades regionales para el año eran Miguel Bosé, Alejandro Sanz, Lucybell, Maná y Luis Miguel. Cuando preguntaron si estaban de acuerdo, todos dijeron ‘sí, sí, ¡salud!’”, cuenta Eduardo Caces.
“Ya somos tipos de 30 y 40 y tantos años, la trayectoria de la banda no se compra ni se transa, nuestras canciones tampoco. El mejor premio es ser dueño de tu material de aquí a la eternidad. Llevamos casi dos décadas tocando y sabemos que tenemos la posibilidad de hacerlo. Creamos un equipo de trabajo nuevo, otras instancias, una oficina o empresa funcionando alrededor de esta marca, que es sólida, tiene mucho arrastre y se puede asociar con otras. Por eso estamos con la gira HP Rocks, que es financiada por una empresa internacional que nos puede ayudar a tener posibles conexiones afuera. En resumen, y en buen chileno, nuestra actitud se basó en dos frases: “no me hueís” y “la pelota pasa a ser tuya”. El golpe viene desde tu impulso, si te equivocas es tu error y de nadie más. No te quedas esperando a que alguien haga por ti lo que deberías hacer tú”, sentencian.
Como dueños de la situación, Lucybell administran sus propios recursos, con el fin de echar a andar la maquinaria que requiere mantener su status en lo cualitativo y cuantitativo. “Nosotros sólo nos preocupamos de nuestra gente, de los que nos han visto en las buenas y en las malas. Afortunadamente, y es lejos lo más importante, a las personas que van caminando en la calle no les interesa de qué compañía seamos, les importa que Lucybell sea Lucybell. En Chile, por culpa del arribismo, pocos se dan cuenta de que acá hay un montón de músicos con un tremendo carácter y un peso artístico superior al de esos grupos que vienen desde afuera y la rompen porque están inyectados de billete y pagan para que se compren sus discos. Es lo que dice Calle 13 en su último single”, cuentan. El trío se refiere al controvertido sencillo ‘Calma Pueblo’, una colaboración de los boricuas junto a Omar Rodríguez-López de Mars Volta, en la que hablan abiertamente sobre la corrupción del negocio disquero. “La mafia más grande vive en el Vaticano”, canta Claudio Valenzuela, citando a los puertorriqueños.
“De alguna forma lo vimos venir. Desde que empezó a haber acceso a música a través de internet, era sumamente obvio que tener un CD dejaría de ser una necesidad o un elemento coleccionable como antes, ahora son una opción. Eso implica una reestructuración completa de la industria, había que tener medio dedo de frente para darse cuenta de esto, que venía pasando hace diez años. Cuando empezó el No A La Piratería, se notaba que venía una ola que no íbamos a poder parar, aunque los músicos del país nos uniéramos, hiciéramos una huelga de hambre y nos muriéramos. Pero hay cosas que tienen más importancia en la vida. Quizás después salga un nuevo formato que obligue a reeditarlo todo, uno nunca puede saber”, aventuran.
“Hoy por hoy vivimos esto y debemos sortearlo de la mejor manera posible, no hay que seguir terco, caminando en línea recta. Hay que ir jugando, eso lo hace interesante. Ha sido así históricamente, la gente siempre ha tenido que adaptarse a las situaciones. En los cincuenta, había diez bandas prioritarias en el planeta, que se llevaban la torta gigante del mundo y ahora se masificó al punto de que puedes tener un estudio de grabación en el baño de tu casa. Hace 10 años estábamos en un sello. Yo creo que vamos para adelante, ahora la pregunta es cómo hacer que la gente escuche la música, que depende de factores tan importantes como el hecho mismo de tocar. En la EMI, estuvimos en la flor y nata; después fue un honor más grande trabajar en Warner de Chile y luego México. Actualmente estamos en el desafío de ser independientes. Si nos sacamos la cresta, nos volvemos a parar”, aseguran con vehemencia.
Resulta plausible la facilidad de Lucybell para desdoblarse. El entusiasmo con el que se refieren a su labor artística choca de frente al pragmatismo con el que encaran a las transnacionales y a sus acciones. “Nada es tan bueno y nada es tan malo. Lo que no nos gusta es que se satanicen cosas como la descarga de música, ¿quién es el pirata y quién es el pirateado? ¿Cuánta plata hay en esas campañas publicitarias? Ellos mismos, las compañías, venden los CDs vírgenes y perjudican a artistas en los que han invertido lucas inimaginables, que podrían salvar al mundo de la pobreza y de la hecatombe de la incomunicación. Que hagan su negocio, pero que no nos hablen del romanticismo del elepé original, cuando en realidad lo que les preocupa es el dinero”, sentencian rotundamente.
“El punto en que se pierde la conversación y no llegas a puerto, donde está el verdadero jaque mate, es donde notas que esta banda no se basa en los sellos ni en la distribución. Claudio hizo música cuatro años sin siquiera empezar a pensar en un contrato, y Cote compuso ‘Hijo de Puta’ de Dracma también cuatro años antes de firmar con Universal y ganar el premio en MTV. Entonces, cuando tu arte se apoya en tener ciertas características o dimensiones de marketing, estás mirando el vaso medio vacío y te das cuenta de cómo las cosas van en decadencia. Las discográficas ya pasaron, nosotros tenemos el megáfono y miles de puntos de acceso para entrar donde sea. El otro día nos preguntaron por qué no regalábamos “Fénix”, como hacen Radiohead o Prince; la diferencia es que en Chile no se hacen shows por 600 mil dólares, los haces por 5 con suerte. Tienes que ir tanteando el terreno y siendo realista. Los músicos latinoamericanos somos gente de mucho rigor, como que nos creemos el cuento hasta por ahí nomás. Imagínate cómo nos afecta la crisis a nosotros versus lo que pasa en Estados Unidos, Japón o la India, donde sí existe un mercado fuerte”, inquieren.
“El panorama actual es un arma de doble filo porque abunda la oferta y hay tantos árboles que no se puede ver el bosque. En MySpace, encuentras a 20 mil grupos iguales; tiene que pasar otra cosa, musicalmente hablando. Aunque se hace todo más local, creemos que lo que viene ahora es una banda con una propuesta poderosa que la rompa mundialmente, con o sin el apoyo de las compañías”, vaticina el trío. El manual de sobrevivencia de Lucybell se basa en los principios esenciales del trabajo serio, el desprendimiento de los cánones rígidos y la certeza de que la incertidumbre siempre estará presente. De ahí nace el cuestionamiento constante del entorno y de sí mismos. “¿Hasta dónde eres independiente? Si agotas 500 copias, claro, ¿pero si vendes 500 mil? Nunca hay que dejarse engañar fácilmente”.
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