30.10.13
Su moral y la nuestra
Fuentes inagotables de música, las islas del Mar Caribe producen anualmente un abrumador número de discos en relación a su cantidad de habitantes. Nunca deja de asombrar la forma en que sus artistas abordan la coyuntura: canciones alegres como “Independent Bahamas”, de Biosis Now, e “Independent Jamaica”, de Lord Creator, celebraron los procesos independentistas de sus respectivos países tejiendo un mensaje social que se podía bailar. Esa tradición se ha ido perfeccionando, pasando de mano en mano, hasta llegar a los canadienses Arcade Fire.
El multitudinario grupo registró “Reflektor”, su cuarto disco, en un castillo jamaiquino abandonado después de visitar Haití, el país del que escaparon los padres de su vocalista, Régine Chassagne (y al que dedicaron un tema en su debut). Medio siglo de maestría en la conjugación de ritmos carnosos y comentarios políticos fue absorbida por Win Butler y su tropa, bajo la superlativa asesoría de James Murphy, el ex LCD Soundsystem que desde ahora debería probarse los trajes de superhéroe de Brian Eno: le lloverán los llamados para trabajar en las grandes ligas del rock.
“Reflektor” no es reggae, y tampoco se podría describir como caribeño, pero es evidente que Arcade Fire ha desarrollado un saludable interés en el dub (“Flashbulb eyes”, única alusión a su reciente fama), la polirritmia y las congas (“Reflektor”, con una espectral aparición de David Bowie) y la música de los carnavales callejeros de Haití (“Here comes the night time”). Aunque tiene sintetizadores ochenteros que recuerdan a Mike Oldfield, lo distingue su corpulencia. El bajo fue tratado con especial diligencia tal como dicta la tradición isleña, cuyos puristas consideran sus vibraciones como curativas.
Los de Montreal jamás habían sonado tan lúdicos, burlándose del rockismo en “Normal person” o titulando “Porno” una canción apta para todo espectador. Pero no viajaron al Tercer Mundo para divertirse. Win Butler, su líder, sigue igual de ansioso y atormentado que en el paranoico “Neon bible”: adopta una pose desvalida en la mayoría de las letras, escritas desde una trinchera en la que está solo contra el mundo. Habla de vida y muerte y vida después de la muerte. Cita la filosofía existencialista de Kierkegaard y el triste mito de Orfeo con Eurídice. Aligeró únicamente la fachada de su grupo; por dentro conserva las ambiciones mastodónticas que lo convertirán en una leyenda.
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