10.10.13

Tercer acto



Si Pearl Jam se acabara hoy, con el civismo que R.E.M. mostró al disolverse, su historia se contaría en tres actos con un final feliz. Primero, la etapa de jóvenes superestrellas atormentadas por la fama y sin miedo al autoboicot. Luego, las errantes cavilaciones en el camino hacia la madurez. Y, para terminar, el florecimiento en adultos pletóricos de satisfacción, coronado por “Lightning bolt”, el disco que acaban de poner en órbita después de un silencio largo, pero confortable, de cuatro años.

Nunca habían demorado tanto en estrenar material. Usaron el tiempo en depurar sus vidas familiares, girar casi dos años celebrando el aniversario de “Ten” y darle espacio a Eddie Vedder para adentrarse en las bondades del ukelele. De su trabajo solista, “Ukulele songs”, el grupo toma la canción “Sleeping by myself” en uno de los intermitentes pasajes gratificantes de su regreso. “Lightning bolt”, al contrario de su homónimo –y aburrido- antecesor, no mantiene un nivel parejo, sino que fluctúa entre lo correcto y lo sobresaliente. En un alentador momento recupera el espesor del sombrío “Binaural” (“Pendulum”), y después tira por la borda lo conseguido con un rock sureño para bares (“Let the records play”).

Una advertencia basada en los singles del disco y dedicada a los rockeros que babeaban de emoción esperando su salida: la melódica y existencial “Sirens”, guiada por el bajo de Jeff Ament y un piano, representa mejor al conjunto de canciones que “Mind your manners” y su regresión a la época de “Spin the black circle”. Esta versión alegre de Pearl Jam luce cómoda cuando Eddie Vedder, cuyo cantar se ha vuelto menos cavernoso, canaliza al poeta surfista que lleva adentro (“Yellow moon”). Tan confortable está en esa faceta, contemplando la tierra en “Swallowed whole”, que hasta le guiña el ojo con descaro a Roger Daltrey de sus amados Who tartamudeando a propósito. El viejo rostro del grunge ahora es la nueva cara del rock clásico.

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