“Antes de que apareciera “Funeral”, recuerdo que nuestro primer concierto como plato de fondo fue en Sala Rosa de Montreal. Es un local para cerca de 200 personas, pero a mí me hizo sentir realizado. Poder tocar ahí era un sueño y la primera vez que lo hicimos había una fila de personas alrededor de la cuadra, las entradas al show se agotaron por el boca a boca de nuestros recitales y del EP (homónimo del 2003). Siento que todo lo que nos ha ocurrido, desde entonces, ha sido una extensión del shock de esa noche. Versiones diferentes de la misma sensación”, dice Win Butler.
En las declaraciones del caudillo de Arcade Fire, en una entrevista para Rolling Stone, se devela que el frontman ya asumió la nueva realidad de su grupo, configurada por el status de rockstars con domicilio en coliseos. The Suburbs, el tercer disco del septeto, exuda grandeza por donde se le aprecie y constituye uno de los momentos álgidos del indie este 2010. El álbum debutó en el número uno de Estados Unidos, desplazando a “Nightmare” de Avenged Sevenfold, con más de 150 mil copias vendidas en su primera semana. Un avance respecto al estreno de “Neon Bible”, que obtuvo el segundo puesto al despachar 92 mil ejemplares en el mismo período de tiempo, en 2007.
Con la escena mainstream dominada por estrellas pop de laboratorio, apoyadas por gigantes como Disney -con el soporte mediático que implica-, la última placa de los de Montreal es el álbum independiente de mejores ventas en lo que va del año. Pese a que recibieron un amplio menú de ofrecimientos, de parte de multinacionales, optaron por continuar operando desde Merge, sello autónomo fundado por los eximios Superchunk y hogar de un catálogo rico en calidad (The Magnetic Fields, Teenage Fanclub, Spoon y American Music Club, entre otros). Los mayores logros, por concepto de ingresos, en la historia de esta casa matriz han llegado gracias a los canadienses y su explosivo éxito.
“Éramos una banda desconocida y siento que encontrarnos con Merge fue un golpe de suerte, me encanta que hayan lanzado grandes discos, como los de Neutral Milk Hotel. Ellos fueron uno de los mejores grupos de los noventas y ciertamente no trataron de ser famosos ni nada, pero creo que su música se destaca junto a la de The Beatles y otros célebres por el estilo, aunque no intentan ser nada más que lo que son. Lo que estamos haciendo ahora no es más que una extensión de lo que empezamos en Montreal, así que procuramos mantenernos fieles a eso, escribiendo canciones en nuestros propios términos. Lo que pase después es accidental. Tienes muy poco control sobre ese aspecto de las cosas”, afirmó Win Butler a comienzos de este año.
Arcade Fire es garantía de credibilidad. A su testaruda permanencia en la etiqueta que primero los acogió, añaden preocupación por contingencias ajenas a la plataforma y la infraestructura desde donde trabajan, y que los muestran con un grupo de vasta capacidad reflexiva sobre sí mismos. Como si tuvieran un motivo claro para cada uno de sus movimientos. No es gratuito que, en sus primeras entrevistas, comentaran que empezaron a tocar pop barroco en Montreal porque estaban aburridos, después de ver tanta apatía “shoegazer” en las bandas de su ciudad. Su primera misión fue convertirse en una respuesta a lo que estaba pasando y así se han quedado, vociferando sobre la muerte, los finales y la decadencia.
Sin hacer crítica social de manera explícita en sus letras, el septeto se transformó en musicalización ad-hoc para los años post 11-S y la atmósfera apocalíptica que, desde entonces, reina en buena parte del mundo. Además, conjugan lo que predican en sus álbumes con una serie de declaraciones, mediante prensa, en las que fortalecen el rasgo intelectual que los caracteriza. Cuando Wyclef Jean quiso ser presidente de Haití, un país para el que Arcade Fire ha recolectado dinero, Win Butler afirmó -en la emisora canadiense Sirius XMU- que el ex Fugees no era apto para el puesto y que, si de verdad le preocupaba ayudar, dejara el puesto para un verdadero residente de la isla. Hasta lo comparó con el caso hipotético de que Arnold Schwarzenegger se convirtiera en mandatario estadounidense.
Cualquiera sea su afán, llámese marketing o preocupación auténtica (en el caso anterior, Régine Chassagne, fundadora del grupo, es descendiente de haitianos), las opiniones del grupo sobre contingencia logran captar la atención de una infinidad de publicaciones e invitan a reflexionar a sus seguidores. Conocida es la animosidad del público indie contra U2 y –especialmente- Bono Vox, pero a Win Butler no le importó alabar en el New Musical Express al irlandés, tras decidir apoyar a George W. Bush en su campaña contra el Sida, mientras el republicano todavía estaba en la Casa Blanca. Y con la misma actitud desafiante bromeó, tildando de “fascista” a la democracia británica, en un episodio de The Culture Show en la BBC.
La exposición ha abierto las posibilidades de que hagan estos comentarios, pero también la de que sean reporteados sus duelos de tenis de mesa contra Pavement, como ocurre en el número de octubre de la revista Spin. Por suerte, hasta ahora, el proceso de farandulización de Arcade Fire queda trunco al abrir sus discos. “The Suburbs”, al igual que sus antecesores, es un elepé demandante; requiere tiempo, paciencia y una predisposición especial para ser disfrutado a cabalidad. Bajo parámetros antiguos, con sus casi 64 minutos, sería una placa doble y el eje temático que posee lo haría caer en la etiqueta de opus conceptual, lo que –sumado al cariz barroco en la instrumentalización- configura un reto a los cánones del mainstream contemporáneo.
“Queremos que el shock estético venga del arte que producimos. Intentamos que la gente experimente lo que hacemos a través de los que nos interesa. Y lo que nos interesa es la música y los shows, preferimos que sea mediante eso que por cualquier cosa en la periferia, aunque pienso que lo externo es muy interesante y útil. Pero también te puede echar a perder la aproximación inicial. Si te cuentan que un autor es un imbécil y luego lees su libro, lo harás de manera diferente. Podrías pensar ‘Oh, es un muy bien libro… para ser de un imbécil’”, afirmó Will (el menor de los hermanos Butler) al sitio Pages Digital.
“Si aparece una película con la que estás motivado y el trailer te cuenta cada detalle sobre ella y el making off y el financiamiento y la pelea entre los actores principales… ése es el contexto que hace difícil disfrutar una pieza de arte. Son las cosas que ves con bajas expectativas las que usualmente vuelan tu cabeza. Es entretenido andar excitado con algo. No es como que todo el mundo necesite sentirse así respecto a nuestro álbum, pero es un pequeño momento especial para quienes sí lo están”, plantean.
La expectación en torno a “The Suburbs” careció del factor sorpresa, superado anteriormente en “Neon Bible”, pero los resultados del lanzamiento han sido los mejores en la historia del grupo. El debut con “Funeral” los dejó en tan buen pie, que el reto de un segundo álbum no les resultó tan difícil de sobrevivir como el mito propone. Sólo bastó ahondar en el mismo ideario, teñido de muerte y urgencia, con mayor rigurosidad para afianzar lo que proclamaban en su debut. Pero ocupar el truco por tercera vez no funcionaría, y sortear la situación en que su propio éxito los puso fue la verdadera prueba de fuego para Arcade Fire. Un examen del que salieron airosos.
“La gente tiende a mirar los discos relacionándolos entre ellos, pero en realidad son proyectos en sí mismos. Cada uno de ellos se siente como empezar un grupo nuevo”, confesó Win Butler al diario The Gazzette de Montreal. Aunque es imposible disociar los trabajos del septeto, asimilar que su más reciente largaduración es una pieza unitaria ayuda a comprenderla mejor y así valorarla en su propia dimensión, incluso para establecer una perspectiva justa respecto a los discos previos. Porque, si bien es cierto que exhibe diferencias y novedades, “The Suburbs” prosigue la exploración de Win Butler por el enorme inventario de referencias que maneja y ofrece continuismo en la carrera de los canadienses.
Cualquier intento de descripción del sonido de Arcade Fire, a estas alturas, es una enorme pérdida de tiempo. Los comparan con Depeche Mode, Bruce Springsteen, Neil Young y Ramones. Algunos defienden su reputación indie, mientras otros los sitúan en el mainstream, debido a la fama que han obtenido. Se rumorea que Win Butler tiene complejo mesiánico, al igual que Bono y Chris Martin; que su mandato en el grupo es absoluto y que la fachada coral es una farsa porque todo es de su autoría. Los críticos aventuran parangones entre las letras de sus tres álbumes, la ficción clasemediera de escritores tipo Douglas Coupland y las distopías de J.G. Ballard. Un mar de incertidumbre con una sola certeza: estamos asistiendo a la construcción, paso por paso, de una nueva leyenda.
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