En los almanaques del rock, 1977 será siempre distinguido como el año del nacimiento del punk o, al menos, de su primera eclosión; no sólo musical, sino también como forma de encarar al mundo. Y claro, estaban los nombres más obvios (The Sex Pistols, Iggy Pop o The Clash) editando material y acaparando hasta el día de hoy la notoriedad, pero también había grupos cuyo nombre no quedó en todas las placas conmemorativas. Bandas a las que el registro oficial considera menos importantes y relega al segundo plano. Es ahí donde se encuentran The Vibrators, tildados por la prensa como los Ramones británicos y obviados groseramente por un inconsciente colectivo que todavía pierde tiempo pensando en Sid Vicious.
Pese a que estuvieron presentes desde la génesis del fenómeno, justo a tiempo para no parecer unos oportunistas, The Vibrators fueron punks casi por accidente, lo que le siempre disminuyó sus bonos de credibilidad frente a los fundamentalistas del género. Su primera tocata fue teloneando a The Stranglers en 1976, para culminar ese mismo año en el mítico 100 Club Punk Festival (compartiendo cartel con The Sex Pistols, Buzzcocks, The Clash, Siouxsie and the Banshees y The Damned) como soporte de Chris Spedding, avezado sesionista que grabó guitarras para Roxy Music y Tom Waits, entre muchísimos otros. Él mismo, conforme con lo presenciado, le consiguió un contrato disquero con el sello RAK a sus acompañantes.
Apenas editados, los singles del cuarteto londinense (‘We Vibrate’ y luego ‘Pogo Dancing’), dieron muestras de que lo suyo no era el purismo. Es que cualquier otra alternativa, en especial adaptarse, habría sido una traición a la escuela de Knox, el guitarrista, cantante y principal compositor del grupo. De nombre real Ian M. Cardochan, el también fundador del proyecto había sido forjado en las artes del rhythm and blues entre fines de los sesenta y mediados de la década siguiente, hasta que se juntó -para trabajar en temas de su autoría- con el guitarrista John Ellis, el bajista Pat Collier y el batero John “Eddie” Edwards.
En marzo de 1977, antes de partir a Epic Records, The Vibrators estrenó repertorio del venidero debut en largaduración a través del sello RAK en la forma del single Bad Time (que en la cara B contenía ‘No Heart’). Y recién instalados en nueva casa disquera, hicieron su primera gran jugada distintiva del resto de la camada punk, al editar como sencillo, ‘Baby, Baby’, una pegajosa canción de amor que daba cuenta de que “Pure Mania”, la ópera prima del conjunto, deparaba grandes sorpresas. Lejos de ser una pieza edulcorada, el corte escogido para anticipar el futuro elepé era una balada verdaderamente rocanrolera, de cariz desgarbado y bohemio, con un enamorado declarándose, un solo de guitarra, un coro adictivo y estelas de pop cincuentero por doquier.
Cuando “Pure Mania” vio la luz, en junio de 1977, el cuarteto ya había girado fuera de Londres y compartido escenario con Iggy Pop y David Bowie. Compuesto en su mayoría por temas escritos dos o tres años antes, el disco fue un ejercicio de anacronismo que parte de los interesados en el fenómeno punk no pudieron tolerar, apartándolo de otros lanzamientos más fieles al estilo. Pero los aspectos distintivos eran también vitales para la identidad del grupo, cuya postura impermeable a la moda respondía a una decisión conjunta que se manifestaba en las entrevistas de aquella época, en las que Knox insistía en que ellos daban conciertos mientras The Sex Pistols andaban de fiesta con The Clash.
A pesar de lo que sostuvieran la banda y los puristas, The Vibrators era tan punk como hoy lo podría ser Green Day. ¿Qué tienen en común? Ambos son ejemplos claros de que sí se puede nacer de un impulso artístico particular y permanecer adosado a él, aunque se orbite por otras expresiones durante el camino. En ese aspecto, resultó vital la producción del ingeniero de sonido Robin Mayhew, asesor de David Bowie en la etapa Ziggy Stardust, quien aportó a que la placa mantuviera un tono lo suficientemente tosco para que los pasajes más melódicos y elaborados, como ‘Sweet Sweet Heart’ o la mentada ‘Baby, Baby’, no se desperfilaran.
“Pure Mania” contiene tantos momentos memorables que parece un grandes éxitos. Los británicos destilan credibilidad y coros adhesivos hasta decir basta, ya sea pataleando por desamor (‘No Heart’, ‘You Broke My Heart’), celebrando la vida (‘Whips and Furs’) o demandando sexo lo más pronto posible (‘I Need a Slave’). Como antecedente de Ian MacKaye en Minor Threat tocando Straight Edge y declarándose enemigo de las drogas a comienzos de los ochenta, Knox entonó fuerte y claro ‘Keep It Clean’, un grito de guerra contra el consumo de cocaína, heroína y speed, y el uso de armas. Un debut poseedor de características ideales para constituir una obra inolvidable, y que justifica en sus canciones –más que en los datos duros- cualquier intento de reivindicación al que pueda ser sometido. Y es que a nadie se le debería olvidar que 1977 también fue el año en que emergió The Vibrators.
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