A mano alzada, el cantante y guitarrista Gustavo León ha trazado la ruta de Jiminelson con temple de acero. Solidez que “Serendipity Vol.1”, el tercer disco del proyecto, destila en sus medios tiempos de marcada inclinación soul.
Durante casi todo el 2010, Jiminelson estuvo avisando la salida del reciente “Serendipity”, su tercer disco y la continuación del aplaudido Amor del Rey. En todos los meses que transcurrieron, el que antes fuera dúo pasó a ser un solista, aunque uno que insiste en predicar el poder del trabajo colectivo y que, de vez en cuando, habla en primera persona plural. Es Gustavo León, cantante y guitarrista de impronta desgarbada sobre el escenario, dentro del estudio y en las entrevistas. Para efectos musicales, en los créditos del CD, su nombre figura como León Capdeville, un alter ego basado en la realidad porque usa el segundo apellido del músico.
Lanzada vía Italia 90, la última entrega de este proyecto es presentada como el primer volumen de dos tomos que responden, más que a la lógica musical, a un estado de ánimo en particular que dejó su sesgo en un listado de canciones nuevas. Esta placa inicial exhibe una introducción de lleno a la doctrina soul, un género del que León comenta que “no se llama así por nada, es mid tempo y desgarrado”. Y así es la batería de temas que compone el trabajo, producido por Simón Cox (miembro de los disueltos Usuales) y grabado en su gran mayoría en Buenos Aires.
El paso de Jiminelson por Argentina dejó impregnada una estela bohemia en el sonido del elepé, la misma tinta que tiñe el legado de bandas trasandinas como Pappo’s Blues o los semi-ibéricos Los Rodríguez. “Hay un ánimo que se terminó de extinguir cuando se fue el Chino, que era mi último bastión del buen humor, aunque yo intenté mantener esa actitud para que nada termine siendo tan grave, por más que las canciones no sean necesariamente dance”, comenta el vocalista sobre la situación interna del grupo. La salida del baterista terminó con la alianza fundadora, que nació en pleno apogeo del rock independiente nacional, a mediados de la década pasada.
“A mí me sorprende que a la gente le guste Jiminelson, cuando las cosas están afuera, ya no me agradan tanto, Vendimos la mitad de los discos el día de la presentación en el Teatro Huemul, no era una edición muy grande, pero el grueso del tiraje se fue. Otras personas lo han encargado por internet y ahora pretendo que esté en más partes. Venderlos no es tan complicado. Lo hice con “Turbo” (el primer EP, cuyo nombre completo es “Jiminelson Turbo Demo Player Special Edition”), y ahora que “Serendipity” es de Italia 90, se puso más entretenido todavía. Lanzar material es una experiencia más sensible que hacerlo con agentes externos, aunque requiere una gran disciplina sacarlo adelante porque es algo que se ido complicando también”, afirma Gustavo León.
Ya lo decía el músico en 2008, en una entrevista con el sitio POTQ.cl, mientras lanzaba su segundo disco, “Amor del Rey”: “Más allá de sostener el concepto de Do It Yourself (hazlo tu mismo), prefiero el Just Do It (sólo hazlo). Hay que darle y ver qué pasa, porque ya se sobreentiende que nadie lo hará por ti”. Toda la ruta que ha trazado este proyecto en sus seis años de vida, desde su aparición con un estilo más sucio y bajo el alero de la CFA (Corporación Fonográfica Autónoma, el sello fundado por Fiskales Ad-Hok), ha sido dibujada a mano alzada. Una metodología que, así como frutos, implica costos que pesan en el autocrítico balance de su protagonista. “Ahora tengo ganas de asociarme con un estudio, de tener un lugar de trabajo más parejo. Nunca me he sentido cómodo en ninguna de las partes donde he grabado, pero cuando logre estarlo, de ahí saldrá algo muy bueno”, vaticina.
Pese a la confesión del cantante, su catálogo ha ganado adeptos mediante una exponencial mejora álbum tras álbum, que dejó arriba a su anterior placa en varios recuentos nacionales de fin de año y que le augura un desarrollo promisorio a los dos volúmenes de “Serendipity”. Una fracción considerable de aquel avance está dada por la constante actividad en vivo que enfrenta Jiminelson. “Lo que más me gusta es tocar. Y no es que me salga fácil, me ha costado años de mi vida, no sólo de dedicación sino que de todo. Pero si las canciones fueran malas, no haría ningún esfuerzo. Veo los videos de los shows y no recuerdo cuándo fueron ni cómo pasaron porque siempre hay variaciones. En el escenario queda el despelote, tocamos ocho personas en un momento, pero hay una energía común y todos saben de qué se trata estar ahí, ponen su corazón. Es como dirigir una orquesta. Siento que es lo que mejor hago”, declara Gustavo León.
La devoción del frontman por los recitales provoca incluso que, obviando viejas rencillas internas, pueda compartir escenario con Andrés “Chino” Villarroel, su ex batero estable, meses después de que acordaran dividir caminos. “Nos juntamos el día antes del lanzamiento y tocamos juntos en el concierto. Con él puedo hablar de verdad sobre Jiminelson. Todo bien. Los dos sabíamos que a ninguno le importaba tanto, nos guardamos las cosas personales y nos quedamos con la música. La vida es demasiado corta como para estar empantanado. Lo que nos interesa son las canciones. Además, yo invito a quien se me da la gana”, zanja categórico. Últimamente, en los conciertos del grupo es común encontrarse con Daniel Pimentel (ex Canal Magdalena) en bajo, Simón Cox en teclados y Giovanni Colecchio (Silvestre) en la batería.
Sin preocuparse de los devaneos de las tendencias, ni de los dictámenes de la taquilla, Gustavo León mantiene incólumes sus convicciones e intenta permanecer a la altura de las circunstancias. “Jiminelson ha llegado a ser lo más cool y lo menos cool en un mismo mes. Esa historia me la conozco. Lo que de verdad me interesa es tener un trasfondo, que las personas inteligentes se puedan sentar conmigo y exista un vínculo. “Serendipity” lo hicimos lindo para que se venda y le pusimos nombre para que se entienda, para que implique belleza y no para regocijarnos entre nosotros. Yo creo que estamos del lado de la buena fortuna y la gente se da cuenta de eso. No sé hasta qué punto, pero hay una visión de qué papel ocupamos en la escena musical. No hay relevo de nada porque no llegamos a reemplazar a nadie. El espacio que tenemos nos pertenece”.
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