17.2.11

The Whitest Boy Alive: Teatro Municipal de Valparaíso (sábado 12 de febrero)

La enorme fila en las afueras del Teatro Municipal de Valparaíso lo decía a viva voz: Erlend Øye podrá ser muy primermundista y pelirrojo, pero en Chile juega de local. Ya en sus anteriores presentaciones, siempre a tablero vuelto, el noruego había forjado una relación cercana con nuestro país, alimentada por un vínculo de mutua admiración con Javiera Mena.

Al igual que en la visita de 2009, en el Teatro Normandie, la solista abrió los fuegos de la tercera venida del europeo, la primera junto a The Whitest Boy Alive. Con un repertorio basado principalmente en “Mena”, su segundo disco, la princesa del pop criollo animó por cerca de media hora la velada, a través de un show sencillo que –pese a sus falencias- evidenció los progresos de la cantautora como maestra de ceremonias.

Luego de un breve intermedio, el cuarteto noruego-alemán subió tranquilamente a la tarima y comenzó el ritual. Unos relajadísimos Marcin Öz en bajo, Sebastian Maschat en batería y Daniel Nentwig en las teclas fueron recibidos con calidez, pero la presencia de Erlend Øye –indiscutido protagonista de la noche- acaparó los aplausos y el cariño del público que repletaba el teatro.

Menos neurótico de lo usual, respecto a los flashes de las cámaras y al humo de cigarrillo, el también parte de Kings of Convenience se vio desgarbado como de costumbre, pero también más animado al estar en compañía de una banda. La imagen del frontman hidratando la frente de su bajista, con una toalla que ya tenía su propio sudor mezclado con agua, resultaba tan entrañable como gráfica de la complicidad entre los músicos. De verdad estábamos en confianza.

The Whitest Boy Alive aprovechó sabiamente su repertorio, para distribuirlo de manera equilibrada y dedicarse a entretener a una audiencia que estaba en el bolsillo del cuarteto desde el camarín. Las canciones de los discos Dreams y Rules fueron ejecutadas con la prolijidad del que sabe que todo está bien calculado, aunque eso en ningún momento le quitó candor al ambiente, e incluso dio pie a cubrir un segmento de ‘Wicked Game’ de Chris Isaak y cantar en español.

Cuando las cartas ya estaban echadas, Erlend Øye hizo un llamado al baile, acogido de inmediato por todos los presentes. Para las últimas canciones, que incluyeron el coreado hit ‘Burning’ y un juguetón cover de ‘Show Me Love’ de Robin S., no quedaba nadie sentado en el Teatro Municipal de Valparaíso (ver video). Una vez más, el noruego se fue de Chile con la frente en alto, dejando a varios con la misma pregunta: ¿Y Kings of Convenience, cuándo? Es lo único que nos debe nuestro colorín favorito.

Prehistöricos - La Orquesta Ocúlta


Había una vez, hace tres años, un netlabel chileno llamado Pandakill. Además de Nueva Orleáns (el proyecto solista de Milton Mahan de Dënver), el sello incluía a Caramelitus, dúo formado por Camila Moreno -antes del disco solista- y Tomás Preuss. Y aunque la disquera nunca prosperó, alcanzó a compartir material de la pareja en su hoy inexistente sitio web oficial. Esas canciones, de atmósferas electrónicas y sobrecogedoras, fueron los primeros bocados de las facultades que ambos músicos, en caminos bifurcados, demostrarían en el tiempo.

Luego del fallido paso por la etiqueta digital, la contraparte masculina del tándem tomó el micrófono para editar en 2009 un casero EP como cantautor, titulado “Las llamas que incendiaron mi casa”. Secuenciado, aunque con menos énfasis etéreo, el material daba atisbos sobre la desenvoltura con la que el músico podía transmitir vulnerabilidad mediante sus composiciones y su voz frágil. A su vez, el minidisco sentó otro precedente sobre lo que vendría luego, especialmente con el tema ‘La Historia Violenta’, que ahora en una versión distinta (rebautizada ‘Una Nueva Historia Violenta’) es la carta de presentación Tomás Preuss y su último proyecto.

“La Orquesta Ocúlta”, el debut de Prehistöricos, nació de la asociación del compositor y cantante con Jessica Romo. Una vuelta de tuerca al esquema de su dúo anterior, Caramelitus, en la que ahora el protagonismo le pertenece a él y no a ella, y las máquinas quedan guardadas hasta próximo aviso para darle aire a la guitarra acústica. Liberado en octubre pasado, el disco ha sido vitoreado a rabiar por páginas que cubren indie latinoamericano; algunas lo encumbraron entre lo más granado de 2010 y otras compararon el trabajo de los nacionales con Sigur Rós, debido a la aflicción que inunda sus diez cortes.

Prehistöricos habla de amor en todas las canciones de su ópera prima. Nada especial, si no fuese por la rápida empatía que provocan las letras del álbum, siempre diáfanas y casi pueriles, al igual que la instrumentación sin aspavientos que las acompaña. “Me aburrí de ti, de tu dulce secreto, de tu truco de sonreír”, entona Tomás Preuss en “Ya no te espero”, como si fuese la primera vez que alguien dice eso en un tema y con una convicción tan profunda que resulta contagiosa. Un fenómeno que se repite sistemáticamente a lo largo de la placa, hasta empapar de turbadora melancolía el ambiente. Dejar fuera del alcance de hipersensibles.

Puedes bajar gratis “La Orquesta Ocúlta” de Prehistöricos desde este enlace

Mi disco del 2010


En Extravaganza!

GIL SCOTT-HERON – I’M NEW HERE (XL)

Gil Scott-Heron volvió después de 17 años inactivo, respaldado por un arsenal de ideas y asesores de alto calibre, presididos en la producción por el dueño del sello XL, Richard Russell. En I’m New Here el cantautor deambula por canciones de autoría propia y prestada (como el cover de Smog que titula al disco), musicalizadas por él mismo al piano, Damon Albarn a cargo de los teclados, samples de Kanye West o una simple guitarra acústica. Guiadas por la voz demacrada del norteamericano, las canciones del álbum ganaron como testimonio de primera mano sobre tocar fondo y vivir para contarlo.

En Super45

GIL SCOTT-HERON – I’M NEW HERE (XL)

Junto a The Last Poets y The Watts Prophets, Gil Scott-Heron escribió los primeros décalogos de rap a comienzos de los setenta y fue perdiendo continuidad en el camino, hasta desaparecer por completo después de 1994. Rumores de VIH y una constatada drogadicción fueron la tónica de sus últimos años, hasta que Richard Russell (dueño del sello XL) comenzó a trabajar, como productor, en el retorno del norteamericano. "I'm New Here" es el reflejo de grabaciones que comenzaron el 2007 e incluyeron a Damon Albarn como tecladista, covers de Smog y Robert Johnson, y sampleos de Kanye West (quien luego le devolvería la mano en "My Beautiful Dark Twisted Fantasy"). Carente de los falsos triunfalismos que abundan en regresos de viejos íconos, este disco muestra a un gato que está demacrado, pero sigue hambriento. Huyan, ratas.

Dadalú: La hora del té

Por fin Dadalú debutará en largaduración como solista. Período, su venidero disco, muestra a la cantautora desenvolviéndose en clave retro y revitalizando el ideario de las bandas con féminas en la voz.

Miembro de Colectivo Etéreo, World Music, Pat Smear, Iris y Julia Rose. Colaboradora de Sokio, Tonossepia y Gepe. La novela por entregas de Daniela Saldías (en adelante, Dadalú) comenzó a escribirse en los primeros años de la década pasada y ahora está a punto de publicar su volumen más importante: Período. Un disco solista anhelado por la cantautora y esperado por quienes la vienen conociendo hace más de un lustro. La placa será liberada para descarga a través de dos netlabels nacionales: Michita Rex, la casa de proyectos tan interesantes como Maifersoni y De Janeiros, y Ponk, el sello que cobija a Deplasticoverde, Francisco Pinto y los retornados Les Ondes Martenot.

Pese a lo auspicioso de los datos, la protagonista de la historia está nerviosa por dejar a merced del escrutinio público una batería de temas que considera parte suya y que no responde a cánones contemporáneos. “Andaba pegada con lo retro súper sesentero, onda Phil Spector y la muralla de sonido. También con orquestas así como la de Herb Alpert, Lalo Schifrin, Hugo Montenegro o los soundtracks de Hair de Galt MacDermot y Mad Monster Party de Maury Laws. Por eso grabé en el estudio de Pancho Straub (ingeniero de Guiso, Los Prisioneros y Yajaira, entre decenas más) en una sola toma. Quería lograr algo tipo Tapestry de Carole King”, asegura.

“Yo hice esas canciones porque siempre compongo, pero nunca pensé que terminarían en un disco. Fakuta me incentivó ene, ella es ordenada, no como yo. Es que soy súper dispersa, siempre ando en hartas cosas, pero me cuesta concretizar. Tenía la inquietud de las bandas, cuando chica me gustaba el punk y apenas entré a estudiar música, más me enamoré de los grupos. La primera vez que hice una tarea así para la carrera, me sentí la raja. Me puse a ensayar con amigos, con mi hermano chico, con mi pololo (Jorge “Coco” Cabargas, ex batero de Tobías Alcayota y actual Bongo Bongo). Entró en mi mente la idea de capturar todo al mismo tiempo, porque encontré muy esparcido grabar uno por uno, yo quería que fuera en vivo. Lo que tocábamos era lo mismo que tenía guardado en demos”, cuenta la cantautora.

Y así fue. En septiembre de 2009, Dadalú comandó dos días completos de sesiones en las que plasmó el grueso de las 10 canciones del disco, sin contar los scratches de DJ Vaskular (colega en Colectivo Etéreo), trompetas y el cello de Felicia Morales (frecuente colaboradora de Vapourboat y Gepe). Para conseguir el dinero restante, que le permitiera dejar listas las voces y el resto de la instrumentación, la novel solista pidió un Fondart con la ayuda de Sokio, quien finalmente la acogió en un cubículo casero en su departamento para terminar aquel menester, luego de que el proyecto no fuese aprobado. Entre un paso y otro, hubo un hiato de semanas a raíz del terremoto, culpable de que las paredes de adobe del recinto de Francisco Straub se cayeran.


Con un excedente de contratiempos, la opción de la cantante y compositora fue tomar el control y mezclar junto a su novio, pese a no saber cómo manejar Ableton Live, el software necesario para hacerlo. “No cachábamos nada, pero fuimos tan obsesivos que del primer single (‘Gracias’, disponible para descarga desde ya) hicimos 47 mixes. Nos demoramos porque yo no quería sonar como rock chileno, tipo Chancho en Piedra o Los Tetas, que me gustaban cuando chica, pero ya no. Mi música está en una delgada línea, si la dejo de cierta manera, puede quedar igual a las canciones de grupos así. Tenía ganas de que la batería sonara bajita, como las de la Nueva Ola, que no quedara encima de todo sino entre medio, con textura media porosa. Las trompetas también, yo deseaba que fueran finas y con honor, así como cuando te vas a tomar una tacita de té, que sonaran de porcelana. Las cosas no quedaron tan bien grabadas, eso nos trajo algunos problemas, pero los traté de resolver yo misma en vez de decir ‘papá, ¿me prestas caleta de plata?’ Ni cagando, con qué cara, si ya estoy vieja. Tengo 28 años, sigo estudiando después de haber sacado Traducción en la USACH, ahora estoy terminando Música en Projazz, que es lo que siempre quise”, confiesa.


Las canciones de Período distan de las facetas anteriormente mostradas por Dadalú, que pueden encontrarse en la red dentro de los recopilatorios del extinto sello Neurotyka o en bootlegs de los Pat Smear en vivo. El álbum denota el afán de su artífice por reivindicar la nobleza de las solistas de antaño, en vez de ahondar en experimentaciones rap o electrónicas, los géneros con los que primero se emparentó la artista. “Tengo miedo de que la gente no entienda nuestra mezcla, pero mi disco es muy significativo. Para mí es importante y también es un riesgo, algunos que lo han escuchado me preguntan por qué suena así, me expongo a esas cosas porque la música es pública. La gente que critica discos aplica la concepción de lo que encuentra bueno o de lo que les gusta, si de repente no entras en esos parámetros, cagaste. Después nadie te pesca mucho o te dicen ‘oye, la hueá mala’. Tengo ganas de que surja porque yo estudio esto, aunque tampoco pensé el álbum desde la técnica, en lo único que me influenció la escuela fue en sonar de verdad, con instrumentos. No hubo tanta conciencia detrás de la arquitectura musical”, afirma.


De ese arrojo -más hormonal que lógico- nació también el nombre de la placa, que da cuenta del tiempo de aprendizaje que supuso su factura, pero también juega con el doble sentido. “La regla siempre me ha llamado la atención como hecho simbólico, onda sangrar una vez al mes y estar biológicamente predeterminado a sentir más. Al menos a mí me afecta caleta el ánimo y las emociones. Encuentro que tiene ene potencial metafórico porque es una vida que no fue. Me llama la atención que no se hable tanto de la menstruación y que sea tan tabú. Por eso el disco se llama así”, explica. Aunque los problemas hayan empañado buena parte del proceso, Dadalú está orgullosa de su primer retoño y lo defiende con cariño. “Tiene canciones que a mí me gustaría escuchar, súper pop, de amor, más convencionales y pasa por hartos estados. A mí me gusta, es honesto y también original porque no sé qué otra banda haya hecho algo igual. Tiene un sello y una personalidad, para bien y para mal”.

2010: Cosecha Nacional

CARLOS CABEZAS – HAS SABIDO SUFRIR/DESAMANECER (Oveja Negra)

Para compensar la ausencia de más de una década, como solista, Carlos Cabezas volvió con un lanzamiento doble: disco de boleros en vivo junto a otro de canciones originales. El gran regreso nacional de 2010 fue el de un auténtico sobreviviente.

CAROLINA NISSEN - CAROLINA NISSEN (Autoedición)

Carolina Nissen debutó en abril de este año, poco antes de que el frío se aliara con ella y convirtiera sus canciones en nuestro abrigo. Acústicas, dulces y femeninas, las composiciones de esta valdiviana brillaron sin aspavientos y quedaron atesoradas en nuestra memoria.

CEVLADÉ – CORONACIÓN (Autoedición)

La muerte de Michael Jackson y la propia reinvención como letrista fueron las inspiraciones de Cevladé para escribir Coronación. El disco de rap más confesional y rabioso de la temporada 2010 es, también, el testimonio de un MC en el tope de sus capacidades.

DE JANEIROS – PLATEADO (Michita Rex)

Otro proyecto de Milton Mahan del dúo Dënver, también en formato de dupla, ahora junto a Pablo Muñoz de $990. El primer disco del 2010 (lanzado el 1 de enero) termina el año entre lo mejor de la cosecha nacional, a punta de sintetizadores análogos y electrónica que mira al cosmos.

DËNVER – MÚSICA, GRAMÁTICA, GIMNASIA (Cazador)

El segundo álbum del dúo sanfelipeño, a dos años del debut con Totoral, se comprometió fielmente a la excelencia y cerró la trilogía 2010 de Cristián Heyne. Dënver sentó parámetros de calidad mediante un disco liberado para descarga gratuita, amigo del buen gusto y lleno de referencias al historial pop.

DEVIL PRESLEY – RELÁMPAGO (Eje del Mal)

Devil Presley se pusieron al día en lo único que les faltaba: crear singles. Tampoco es que fuera una obligación hacerlo, pero Relámpago sorprendió por la claridad con que se esbozaron sus canciones, que en más de un caso –y no por mera coincidencia- resultan ser auténticos hits de rocanrol sucio.

EL SUEÑO DE LA CASA PROPIA – HISTORIAL DE CAÍDAS (Pueblo Nuevo)

José Manuel Cerda es El Sueño de la Casa Propia y el responsable exclusivo de Historial de Caídas. Un álbum realizado en una habitación de Valparaíso con un computador antiguo y la paciencia necesaria para recortar canciones ajenas, hasta poder ensamblar las propias y configurar una obra de artesanía electrónica.

GEPE – AUDIOVISIÓN (Quemasucabeza)

Con este disco a modo de credencial, Gepe reclamó su espacio en el podio del pop chileno, de la mano del productor Cristián Heyne. A base de nobleza y categoría, Audiovisión sólo se vale de sí mismo para explicar por qué Daniel Riveros es el cantautor nacional más influyente del último lustro.

JAVIERA MENA – MENA (Unión del Sur)

No podía ser de otra forma. El regreso de Javiera Mena, a cuatro años de Esquemas Juveniles, estaba destinado a ganar. Mena tuvo todo: pop al uso, colaboradores de ensueño, Cristián Heyne como productor, pero –especialmente- el encanto de una solista que cada vez flirtea más con la perfección.

LA REINA MORSA – ¿DÓNDE ESTÁN LAS JUGUETERÍAS? (Cazador)

Los tildaron de naif, pero no era cierto. La Reina Morsa protagonizó un debut cuya dulce cobertura, al derretirse, daba paso a otros sabores. ¿Dónde Están Las Jugueterías? capturó la esencia del sur de Chile para recrearlo en canciones de pop acústico, tan vívidas como pastoriles.

LOS NADIEH – DESDE EL ÚLTIMO LUGAR (Potoco)

Hijos ilustres de Potoco Discos, el sello de Cómo Asesinar a Felipes, Los Nadieh arribaron desde Valparaíso para torcerle la mano al hip-hop tradicional. Más rap del otro, ahora con toques extra de experimentación y sicodelia contemplativa.

MAIFERSONI – TELAR DESLIZANTE (Michita Rex)

Enrique Elgueta, auxiliado en la producción por Milton Mahan de Dënver, debutó con el seudónimo Maifersoni bajo el alero del netlabel Michita Rex. Concebido como una sola gran canción, Telar Deslizante puso una textura sobre otra hasta construir un laberinto sin salida.

MC MENDA – ENLAVARIEDASTALGUSTO (Autoedición)

De todo lo ofrecido -en calidad individual- por los miembros de Colectivo Etéreo, la propuesta de MC Menda es la que más se aproxima a la de su alma máter. Delirio y conciencia en rimas que nadan por sampleos tan dispersos como quien firma el disco.

PÁNICO – KICK (Quemasucabeza)

Afincados en Francia y distribuidos en Europa por Tigersushi y Chemikal Underground, Pánico retornaron con un quinto disco grabado en el estudio de Franz Ferdinand en Glasgow. Kick reescribió el post punk con tinta latina y la palabra “baile” en cada párrafo.

PERROSKY – TOSTADO (Algo Records)

Diez días en el Lower East Side de Nueva York, junto a John Spencer y Matt Verta-Ray, bastaron para dejar listo este mini disco. Es Perrosky con la ayuda de Heavy Trash, jugando a probar trucos análogos y equipos antiguos. En su propia salsa.

PIER BUCCI – AMIGO (Maruca)
Santiago, Berlín, Sudamérica, Europa, sonidos latinos y minimal tecno. Un amplio inventario de referentes que hicieron de Amigo, el segundo largaduración de Pier Bucci, un empalme electrónico de alto vuelo.

PITUQUITOS – SÉ QUE ME VOY A QUEMAR (Tue Tue)

En Valdivia hace frío. Una forma de pasarlo es emparejarse y la otra es bebiendo. Cuando ambas se combinan durante muchos años, nacen discos como Sé que me voy a quemar, el debut de Pituquitos y la presentación en sociedad de Srta. Pésima, la antiheroína que necesitábamos.

PORTUGAL – VIAJES DE MEMORIA (La Somba)

Desde San Antonio, la música de Portugal emergió como alumna destacada de la mejor escuela emo norteamericana. Viajes de Memoria supo dejar pieles de gallina, erizar cabellos y provocar escalofríos a través de canciones de rápida asimilación y fácil acceso a los sitios más recónditos de la emotividad.

PROTISTAS – NORTINAS WAR (Cazador)

En el mapa de Chile del Sello Cazador, si La Reina Morsa es el sur, Protistas son el norte. El debut del grupo es una invitación a recorrer parte del imaginario de aquella zona y a perderse en el tiempo entre canciones de claras influencias noventeras, que incluso dan espacio para un cover de Nirvana.

VAPOURBOAT – LOCHNESS LIGHTNESS (Autoedición)

Lo primero que supimos de Nicolás Carcavilla, alias Vapourboat, es que tenía 16 años, pero sonaba como un veterano de mil batallas. Y aunque así llamó la atención, Lochness Lightness tuvo el peso para superar al dato rosa y mantenerse como el hallazgo extraordinario que es.

Pánico: Libre de contaminación

Son la voz más autorizada de Chile para hablar sobre independencia. Con disco nuevo bajo el brazo, el internacional “Kick”, y un proyecto paralelo en camino, la banda dicta cátedra sobre autonomía artística y alimenta su anecdotario viajando por el mundo.

A Edi Pistolas no le interesa pontificar. Tampoco lo necesita. 17 años de actividad musical avalan la palabra del cantante y guitarrista de Pánico, además de fundador de la banda, junto a Carolina Tres Estrellas. Con la bajista llegaron desde Francia, labraron a pulso una reputación que hoy entra en la categoría de culto, y terminaron de vuelta en París sin haberlo planeado, tras dos fallidos tratos discográficos que sólo fomentaron su convicción en la gestión independiente. Así, han acumulado material repartido en epés y seis discos de estudio. El último de ellos, “Kick”, confirma el prestigio de la banda con distribución en Inglaterra, Francia y Chile, a través de los prestigiosos sellos Chemikal Underground, Tigersushi y Quemasucabeza.

“Seguimos haciendo música aún porque tenemos el apoyo de mucha gente en Chile. Eso nos da fuerza para seguir la dura vida de una banda independiente en Europa, porque si acá es difícil, allá lo es mucho más. Lo que es muy bueno es que nuestro publico no sólo se ha consolidado, sino que ha ido creciendo y no es solamente generacional, abarca muchas edades. Eso es muy satisfactorio, fue la savia que nos permitió seguir creyendo, ha sido más importante de lo que se pueda pensar. Cuando venimos, en realidad llegamos a consolidar y cuidar la esencia y la base de lo que hacemos porque allá no somos un grupo de compatriotas, somos invitados, inmigrantes”, afirma Pistolas.

“En Francia nos fue muy bien con “Subliminal Kill (su penúltima placa, editada el 2005), pero después siguen llegando gran cantidad de grupos y rápidamente desapareces, que es lo normal. Por suerte, siempre los EPs que editamos y el hype nos mantuvieron tocando, pero la fuerza y la solidez del background que teníamos de ser un grupo fuerte acá es lo más valorizado en Inglaterra. Cuando escriben acerca de nosotros, nos definen como “indie superstars” locales. Tenemos importancia para ellos, pese a no ser tan conocidos”, plantea el músico. A Pánico, nadie le regaló el beneplácito de su tierra natal. La mitificación a la que ha el grupo ha estado expuesto, dentro y fuera del país, se debe al carácter pionero de su emancipación discográfica en los noventa al fundar Combo Discos.

“Yo creo que quizás, aunque otra gente lo hizo antes que nosotros, fuimos los primeros en decir públicamente que nos daba lo mismo que nos dieran plata para hacer un disco y que hacíamos lo que queríamos sólo porque nos gustaba. “Canciones Para Aprender a Cantar” (su segundo elepé, de 1997, tras debutar dos años antes en la EMI con “Pornostar”) costó apenas 150 dólares”, asegura el frontman. Como acto de consecuencia, la banda editó “Kick” en Chile bajo etiqueta Quemasucabeza, el sello de Congelador, otro ícono de la potestad. “Es un gran placer. Con ellos hasta tuvimos una reunión en Combo Discos para ver si editábamos su primer álbum. Al final, decidieron armar su propia firma. Desde entonces, han hecho un muy buen trabajo y sacaron el disco más importante de la música chilena, “Gepinto” de Gepe, que quedará por lejos como lo mejor que se hizo la década pasada. Les tengo mucho respeto”, declara Edi Pistolas.

Además de la traducción latina del post punk que implica su flamante entrega, la reciente placa del grupo supone la entrada de Pánico a un circuito cuya membresía es impensable para la media nacional. Después de una tocata junto a Sal P. (líder de los míticos punkers neoyorquinos Liquid Liquid) en Londres, los chilenos acordaron con Alex Kapranos y Paul Thomson de Franz Ferdinand, miembros del público en aquella ocasión, abrir los conciertos de la banda escocesa. Fue ahí donde entablaron una amistad que derivó en que “Kick” se registrara en el estudio de los europeos, con asesorías de ensueño: fue grabado por Paul Savage (ex baterista de The Delgados y colaborador de Mogwai, Arab Strap y The Twilight Sad, entre otros) y mezclado por Gareth Jones, responsable de trabajos de Wire, Depeche Mode y Einstürzende Neubauten.

Mientras el grupo pasea su flamante largaduración, prepara la salida del documental “Del Rock a la Eternidad”, que registra un viaje del quinteto por el norte de nuestro país, donde aprovecharon para descuadrarse de los esquemas tradicionales del formato canción. “Fue una búsqueda sonora libre sin límite de género, con el mismo afán curioso que ha marcado nuestra historia”. Después de un lustro sin grandes lanzamientos, Pánico se pone al día. “Para nosotros fue poco tiempo porque no paramos de hacer cosas. Lo que pasa es que la sociedad últimamente desarrolló una cultura donde todo es efímero y va muy rápido, se profundiza poco y no hay excavaciones del trabajo artístico por falta de tiempo. Las generaciones más jóvenes están metidas en ese rollo. Desde la música hasta las relaciones humanas, de todo esperan una satisfacción inmediata o si no, creen que no vale la pena”, afirma Edi Pistolas.

De ese ánimo templado, que no se deja llevar por la prisa ajena, nace un retorno tan nutrido de ideas como el que plantea el tándem de “Kick” y “Del Rock a la Eternidad”. Polo Sur y Polo Norte de un planeta libre de contaminación comercial. “Ahora, todo el mundo puede hacer música y tener su fama a lo Andy Warhol, pero en internet. Eso sí, de toda esa enorme cantidad de grupos que surgen, los que pueden defender su música en vivo son una minoría y los que poseen una visión conjunta, todavía menos. Eso genera que muchos simplemente pierdan la paciencia, dejen su carrera de lado, y así es como desaparecen. La filosofía “hazlo tú mismo” ha cambiado, puedes tener un sello y capaz que te vaya bien, también está la opción de no tenerlo y que te resulten las cosas igual. Con nada, puedes hacer música y promocionarla; con suerte, puede funcionar la raja”.

Jiminelson - Serendipity Vol. 1

Gustavo León, el adalid de Jiminelson, se distingue entre los miembros de la generación rockera Sub 30 por un manejo de códigos vieja escuela que va más allá de sus años. El vocalista y cantante, único miembro del que fuera un dúo hasta 2009, presenta con nombres y apellidos la tercera obra de su autoría. En la carátula, de diseño simple y directo, se lee que esto es la Jiminelson Experiencia (un saludo a la bandera del inmortal Hendrix) y que el disco se llama “Serendipity Vol.1”. O sea, más que un proyecto musical y más que un álbum, éste es un organismo que resulta incomprensible si se intenta descomponer por partes.

Las siete canciones del primer tomo de “Serendipity”, además de una duración razonable para no perder el hilo, aseguran que hay un autor celoso de no exponer más de lo necesario. Y es que el desgarro, que abunda en la placa, se vale de sí mismo en la tarea de repasar el propio libro (hay una clara continuidad respecto al estupendo “Amor del Rey” del 2008) y explorar en el terreno del soul hasta que resulta lacerante. “Que viva la noche y se acabe el dolor”, canta Gustavo León en ‘Viva La Noche’, cada vez más blusero y afligido. Una impronta que alcanza su clímax en el cierre con ‘Nothing Compares’, original de Prince y popularizada por Sinnead O’Connor, pero nunca antes tan palpable como en el cover de Jiminelson. El resto es historia, y de la que apasiona.

Jiminelson: Buena Fortuna

A mano alzada, el cantante y guitarrista Gustavo León ha trazado la ruta de Jiminelson con temple de acero. Solidez que “Serendipity Vol.1”, el tercer disco del proyecto, destila en sus medios tiempos de marcada inclinación soul.

Durante casi todo el 2010, Jiminelson estuvo avisando la salida del reciente “Serendipity”, su tercer disco y la continuación del aplaudido Amor del Rey. En todos los meses que transcurrieron, el que antes fuera dúo pasó a ser un solista, aunque uno que insiste en predicar el poder del trabajo colectivo y que, de vez en cuando, habla en primera persona plural. Es Gustavo León, cantante y guitarrista de impronta desgarbada sobre el escenario, dentro del estudio y en las entrevistas. Para efectos musicales, en los créditos del CD, su nombre figura como León Capdeville, un alter ego basado en la realidad porque usa el segundo apellido del músico.

Lanzada vía Italia 90, la última entrega de este proyecto es presentada como el primer volumen de dos tomos que responden, más que a la lógica musical, a un estado de ánimo en particular que dejó su sesgo en un listado de canciones nuevas. Esta placa inicial exhibe una introducción de lleno a la doctrina soul, un género del que León comenta que “no se llama así por nada, es mid tempo y desgarrado”. Y así es la batería de temas que compone el trabajo, producido por Simón Cox (miembro de los disueltos Usuales) y grabado en su gran mayoría en Buenos Aires.

El paso de Jiminelson por Argentina dejó impregnada una estela bohemia en el sonido del elepé, la misma tinta que tiñe el legado de bandas trasandinas como Pappo’s Blues o los semi-ibéricos Los Rodríguez. “Hay un ánimo que se terminó de extinguir cuando se fue el Chino, que era mi último bastión del buen humor, aunque yo intenté mantener esa actitud para que nada termine siendo tan grave, por más que las canciones no sean necesariamente dance”, comenta el vocalista sobre la situación interna del grupo. La salida del baterista terminó con la alianza fundadora, que nació en pleno apogeo del rock independiente nacional, a mediados de la década pasada.

“A mí me sorprende que a la gente le guste Jiminelson, cuando las cosas están afuera, ya no me agradan tanto, Vendimos la mitad de los discos el día de la presentación en el Teatro Huemul, no era una edición muy grande, pero el grueso del tiraje se fue. Otras personas lo han encargado por internet y ahora pretendo que esté en más partes. Venderlos no es tan complicado. Lo hice con “Turbo” (el primer EP, cuyo nombre completo es “Jiminelson Turbo Demo Player Special Edition”), y ahora que “Serendipity” es de Italia 90, se puso más entretenido todavía. Lanzar material es una experiencia más sensible que hacerlo con agentes externos, aunque requiere una gran disciplina sacarlo adelante porque es algo que se ido complicando también”, afirma Gustavo León.

Ya lo decía el músico en 2008, en una entrevista con el sitio POTQ.cl, mientras lanzaba su segundo disco, “Amor del Rey”: “Más allá de sostener el concepto de Do It Yourself (hazlo tu mismo), prefiero el Just Do It (sólo hazlo). Hay que darle y ver qué pasa, porque ya se sobreentiende que nadie lo hará por ti”. Toda la ruta que ha trazado este proyecto en sus seis años de vida, desde su aparición con un estilo más sucio y bajo el alero de la CFA (Corporación Fonográfica Autónoma, el sello fundado por Fiskales Ad-Hok), ha sido dibujada a mano alzada. Una metodología que, así como frutos, implica costos que pesan en el autocrítico balance de su protagonista. “Ahora tengo ganas de asociarme con un estudio, de tener un lugar de trabajo más parejo. Nunca me he sentido cómodo en ninguna de las partes donde he grabado, pero cuando logre estarlo, de ahí saldrá algo muy bueno”, vaticina.

Pese a la confesión del cantante, su catálogo ha ganado adeptos mediante una exponencial mejora álbum tras álbum, que dejó arriba a su anterior placa en varios recuentos nacionales de fin de año y que le augura un desarrollo promisorio a los dos volúmenes de “Serendipity”. Una fracción considerable de aquel avance está dada por la constante actividad en vivo que enfrenta Jiminelson. “Lo que más me gusta es tocar. Y no es que me salga fácil, me ha costado años de mi vida, no sólo de dedicación sino que de todo. Pero si las canciones fueran malas, no haría ningún esfuerzo. Veo los videos de los shows y no recuerdo cuándo fueron ni cómo pasaron porque siempre hay variaciones. En el escenario queda el despelote, tocamos ocho personas en un momento, pero hay una energía común y todos saben de qué se trata estar ahí, ponen su corazón. Es como dirigir una orquesta. Siento que es lo que mejor hago”, declara Gustavo León.

La devoción del frontman por los recitales provoca incluso que, obviando viejas rencillas internas, pueda compartir escenario con Andrés “Chino” Villarroel, su ex batero estable, meses después de que acordaran dividir caminos. “Nos juntamos el día antes del lanzamiento y tocamos juntos en el concierto. Con él puedo hablar de verdad sobre Jiminelson. Todo bien. Los dos sabíamos que a ninguno le importaba tanto, nos guardamos las cosas personales y nos quedamos con la música. La vida es demasiado corta como para estar empantanado. Lo que nos interesa son las canciones. Además, yo invito a quien se me da la gana”, zanja categórico. Últimamente, en los conciertos del grupo es común encontrarse con Daniel Pimentel (ex Canal Magdalena) en bajo, Simón Cox en teclados y Giovanni Colecchio (Silvestre) en la batería.

Sin preocuparse de los devaneos de las tendencias, ni de los dictámenes de la taquilla, Gustavo León mantiene incólumes sus convicciones e intenta permanecer a la altura de las circunstancias. “Jiminelson ha llegado a ser lo más cool y lo menos cool en un mismo mes. Esa historia me la conozco. Lo que de verdad me interesa es tener un trasfondo, que las personas inteligentes se puedan sentar conmigo y exista un vínculo. “Serendipity” lo hicimos lindo para que se venda y le pusimos nombre para que se entienda, para que implique belleza y no para regocijarnos entre nosotros. Yo creo que estamos del lado de la buena fortuna y la gente se da cuenta de eso. No sé hasta qué punto, pero hay una visión de qué papel ocupamos en la escena musical. No hay relevo de nada porque no llegamos a reemplazar a nadie. El espacio que tenemos nos pertenece”.

Cómo Asesinar a Felipes: En una sola toma

El quinteto nacional regresa con “Colores y Cadáveres”, su tercer disco, para seguir mancomunando rock, jazz y rap. Una aleación cada vez más preciada, incluso por Billy Gould de Faith No More, quien editará el álbum en Estados Unidos a través de su propio sello.

No se necesitan guitarras para hacer rock. A lo largo de las décadas, nombres como Elton John, Morphine o Fulano han prescindido de las seis cuerdas para demostrarlo. Y tampoco es necesario obedecer ortodoxos manuales de estilo. Bien lo sabe Cómo Asesinar a Felipes, quinteto santiaguino formado por la asociación de tres músicos de jazz (en batería, bajo y teclados) con un rimador al micrófono y un DJ en las tornamesas. Resistido por cualquier fundamentalista que se precie, el grupo irrumpió hace tres años con un álbum homónimo y una propuesta atípica, que difumina la frontera entre géneros y los deja como habitantes exclusivos de un terreno virgen.

En su tercer largaduración, el reciente “Colores y Cadáveres”, la banda ha conseguido parecerse cada vez más a sí misma, al seguir una ética de trabajo que conjuga la autogestión con un alto estándar de calidad. Como antaño, el álbum fue grabado en apenas un día (el 17 de octubre del 2010) y en una sola toma, con todos los músicos presentes en los Estudios Master de la Radio Horizonte. “La concentración y la previa son lo más importante, se requiere ensayar durante un año. No inventamos ni llegamos a improvisar, ya sabemos cómo saldrá. El objetivo es que suene en vivo, con esa dinámica que no es tan cuadrada, sino que un poco dispareja. Que se entienda el concepto de la canción más que la estructura”, explican.

“Aunque parezcan referentes lejanos, queríamos acercarnos a John Coltrane o Led Zeppelin. Además, es muy agotador registrar un disco durante tres semanas porque a las canciones les sacas, les pones y las revuelves hasta que se pudren. Nuestra música tiene libertad interpretativa, es mejor así. Hemos ido evolucionando en la búsqueda de lo antiguo, de los ancianos, probando para lograrlo, pero fallamos por estar en condiciones precarias en el primer álbum, aunque lo registramos en cinta. La segunda vez (“Un Disparo al Centro” de 2009, junto a la Orquesta Sinfónica Juvenil) fue en un estudio bacán, pero digital. Ahora nos esforzamos en que hasta los micrófonos y los amplificadores fueran viejos, lo más vintage posible”, cuentan.

“Después nos preguntamos, entre nosotros, cuál era el sonido que deseábamos. Nuestra referencia era el disco “Ege Bamyasi” de Can, nos embrujó ese estilo tan puro de los setenta y ahí llegamos a un acuerdo. Eso definió las cosas, igual que el álbum del año pasado de Lee Fields, que no parece del 2009 para nada”, comentan. La placa a la que se refieren es “My World”, con la que el prócer del soul (eternamente opacado por su similitud a James Brown) volvió tras décadas inactivo. Un elepé que, pese a su juventud, parece sacado de lo mejor del catálogo Motown gracias –en buena medida- a la masterización que recibió en los estudios Timeless, el lugar al que Cómo Asesinar a Felipes acudió. “Cobran menos que en Chile”, afirman. El proceso estuvo a cargo del ingeniero Adrian Morgan, quien posee un prontuario de larga data, que incluye colaboraciones con Jane’s Addiction y Moby, entre otros.

“Todo es un ensayo y error constante. “Colores y Cadáveres” también. En el primer disco, nos encerramos los cinco, luego hicimos absolutamente lo contrario y nos llenamos de gente, pero ahora volvimos a lo nuestro. Eso sí, aunque solemos ser bien solitarios, quisimos invitar a personas de cada uno de los mundos de la música con los que nos relacionamos: rock, jazz y hip-hop. Por eso aparece Álvaro España de Fiskales Ad-Hok. Encontramos que la canción ‘Síguela’ era medio punk y que pegaba preciso tenerlo a él, que lo conocimos cuando estaba de DJ en La Batuta. Ensayamos un día y listo”, aseguran. Las otras dos colaboraciones abarcan los espectros restantes: Epicentro, rapero del grupo Calambre de impresionante destreza rimadora, y el guitarrista Raimundo Santander, activo miembro de la camada de jazzistas nacionales jóvenes.

Pero, si de mencionar ayudantes se trata, la última incorporación al staff de admiradores de Cómo Asesinar a Felipes resultó ser lejos la más llamativa y comentada. Billy Gould, bajista de Faith No More, fichó al grupo en su sello (Koolarrow Records, ver recuadro) mientras estuvo en Chile, previo contacto vía mail. “Aprendimos del gordo de “Lost”, que en un episodio dijo que cada uno tenía que fabricar su propia suerte. Entonces mandamos CDs a varios sellos de Estados Unidos. A Billy Gould le enviamos nuestro primer disco a mitad de año, ¡pero no venía con ningún contacto! Él buscó nuestro correo en internet y nos escribió, lo que habla de alguien que de verdad está pendiente, hasta que cachamos que vendría y quedamos de juntarnos”, detallan.

“Nos reunimos en un local del subterráneo del metro Escuela Militar, cerca del hotel donde se estaba quedando. Hablamos sobre su sello, de lo que hacía con las bandas y nos dijo que era independiente cien por ciento, que le interesaba nuestra música porque era distinta y que todo funcionaba de a poco”, resumen. Los primeros frutos de esa alianza, basada en el interés del norteamericano por darlos a conocer, se notaron apenas la noticia se divulgó. “Hemos aparecido dos días seguidos en La Tercera, al lado de U2”, comentan hojeando el diario con cierta satisfacción, pese a que mantienen su postura escéptica frente a lo que ocurra a nivel local. “Tampoco vamos a salir en la tele o en las radios, porque están sometidos a la industria. No tenemos esperanzas acá más que en nosotros, en nuestro esfuerzo. Y por eso, vamos a seguir haciendo lo mismo de siempre”.

_________________________________________________________________

LA EXPERIENCIA BILLY GOULD

Con la ruptura de Faith No More, en 1997, el bajista Billy Gould se vio con el tiempo necesario para fundar su propia disquera independiente: Koolarrow Records. Una suerte de microempresa que no maneja grandes presupuestos, pero que sustenta su existencia en ideas tan potentes como aportar a la heterogeneidad de la oferta artística y quebrantar las normas de la industria. ¿El método? La edición de material que no vela por intereses comerciales. “Somos una compañía dirigida por músicos y para músicos”, afirma el fundador del sello en el manifiesto de su sitio web.


El catálogo de la firma es un cóctel de improntas y nacionalidades. Desde Brujería hasta Puya, pasando por los raperos 7 Notas 7 Colores y los punk rockers Don Cikuta. Bandas a las que el jefe se acerca personalmente con ofertas modestas, pero sensatas, para distribuirlos en Estados Unidos. “No nos engrupió tirándonos flores, ni diciéndonos que nos llevaría para allá o que nos conseguiría fechas. El tipo es súper real, confía en la música de verdad y quedó sorprendido por lo casero de cómo trabajamos. Le gustó mucho. Nos dijo que no era contador, que todo era por el arte y no firmamos ningún contrato”, confiesan Cómo Asesinar a Felipes.

Perrosky: Larga Vida

Tres lanzamientos desde marzo a la fecha, el octavo aniversario de Algo Records y una pasantía en Nueva York con Jon Spencer. Es el balance 2010 de Perrosky. Ya se lo querrían otros.

“Estai puro hueveando. Tu carátula tiene que ser un pan tostado”, le dijeron los miembros de The Ganjas a Alejandro Gómez, cuyas marraquetas eran responsables del característico olor de la cocina de Algo Records en invierno. Así fue como, antes de tener canciones, el dúo Perrosky ya sabía qué concepto darle a la portada de su nuevo trabajo. Un álbum que se gestó en partes, desde que Jon Spencer y Matt Verta-Ray visitaron Santiago, en abril del 2009, para tocar con su proyecto Heavy Trash en el Teatro Novedades. Ése fue el segundo acercamiento entre ambos dúos, luego de que el batero Álvaro Gómez mantuviera contacto por mail con Verta-Ray, para mostrarle la música que hacía junto a su hermano.

En el Bar Loreto, después del show de los neoyorquinos, vino el turno de conversar con Spencer, influencia directa de los nacionales por su labor en Pussy Galore y Blues Explosion. “Después empezamos a ilusionarnos, pensando en grabar con él algún día, y nos contactamos más formalmente. Dijeron que no había problema y en diciembre del año pasado nos preguntaron si podíamos ir en febrero, pero no teníamos plata, canciones ni nada. No podíamos, así que coordinamos otra fecha por correo electrónico. Conocernos bien y todo eso fue allá. Ellos estaban escuchando “El Ritmo y la Calle”, que se lo pasamos cuando los vimos y nosotros cachábamos que era difícil involucrarse con un grupo que ya tiene sus canciones grabadas. Se familiarizaron cuando les mandamos el demo y nos dijeron ‘esto está bien’”, cuentan.

En el intertanto, Perrosky permanecían activos a la espera de concretar el anhelado viaje, lanzando en marzo el EP en vivo “Campante y Sonante” (con tomas extraídas de una sesión para el sitio POTQ.cl) y a los tres meses otro mini disco, “Son del Montón”, compuesto de canciones sobrantes de “El Ritmo y la Calle” y “Doblando al Español”. Dos reciclajes de antiguo material, a modo de cambio de folio, para oxigenarse y preparar el próximo asalto. “Nos propusimos hacer otras canciones para grabarlas en otro lugar y con otras personas, aunque nunca las compusimos para gustarles a ellos. Fue como un experimento”, afirman.

Apenas llegaron a Nueva York, los hermanos Gómez se encontraron con unos amigos residentes en la Gran Manzana y salieron a conocer el Lower East Side, donde se encuentra N.Y. Hed, el estudio de Heavy Trash. “Al otro día, a las nueve de la mañana, estábamos ahí. En dos días registramos las bases y después empezamos a trabajar. Cuando ellos preguntaban cuál era nuestra idea, nosotros les respondíamos que queríamos que ellos se involucraran lo más posible. Si alguien tenía una idea, como el tiempo era poco, llegábamos y la hacíamos. Todo al toque. En la mañana dejábamos listo un tema entero, concentrados desde temprano, y en la tarde lo terminábamos. Era bien didáctico y en la jornada siguiente dábamos vuelta la hoja para continuar con otro más. De hecho, Jon Spencer nos propuso dedicarle mayor tiempo, mezclar solo y mandarlo a Chile, pero no queríamos eso en esta “clínica”. Puede que haya quedado mejor así como él sugería, pero nuestro fin era aprender”.

“El estudio era pequeño, nosotros grabamos en la misma sala de control, cabía la batería y la guitarra. Monitoreamos con audífonos, es completamente análogo, casi todos los discos de Heavy Trash han sido grabados ahí. Tenían técnicas innovadoras para nosotros, queríamos saber qué tan lejos estábamos de eso, pero nos dimos cuenta de que pertenecíamos a escuelas muy similares, probando con datos de amigos como poner un parlante enfrente del bombo. En vez de que el parlante expela sonido, lo absorbe. Trucos cincuenteros que para nosotros eran muy bacanes. A nosotros nos gusta ese estilo, aunque parezca antiguo o revival, igual tiene algo vanguardista”, aseguran.

De todas las maquetas y bosquejos que llevaron, en 10 días Perrosky sacaron en limpio nueve cortes en N.Y. Hed y dejaron siete en “Tostado” que, además de contar con la asesoría de Spencer y Verta-Ray, los tuvo en calidad de instrumentistas en la mayoría de las canciones. Tal cual esperaban los nacionales. “Tocaron, se involucraron, compartieron ideas. Pelamos el cable sobre música e historias triviales. Las canciones tienen harta vida, el disco es cortito y a la vez dinámico, cada tema tiene su color distinto. Es una innovación dentro de nosotros mismos. Suena más colorido que los álbumes anteriores, también uno va aprendiendo, sobre todo en lo que se refiere a los arreglos, a la fantasía del disco. Antes nos limitábamos a hacer lo que somos en vivo, para ser fieles a nuestra esencia, pero después te olvidas de eso cuando el resultado va quedando bien”, explican.

De vuelta en Chile, ya con el CD en la mano, los Gómez reflexionan sobre lo visto en Estados Unidos y lo aplican a su hoja de vida. Su etiqueta, Algo Records, celebra ocho años de independencia y la casona que la ampara (donde Álvaro y Alejandro solían vivir) estrena nuevas dependencias. “Nadie te enseña a hacer un sello o una banda o un estudio. No hay un decálogo. Nosotros, todo el tiempo que hemos estado con Guiso y Perrosky, hemos estado ideando maneras de grabación o promoción. Y viajando a otros lados te das cuenta de que en Argentina, Uruguay, Colombia o Estados Unidos se maneja todo de una forma muy parecida. Se ha logrado aunar de una manera global la manera en que trabajan los sellos independientes. Las necesidades de los músicos son parecidas. Las mismas ediciones en vinilo que tenían los Heavy Trash eran súper baratas, no estaban tan lejos a lo que uno mismo puede aspirar con toda la comunicación que hay ahora. Esto mismo, ir a grabar a Nueva York, era imposible hace algunos años. Nos pusimos esa meta para hacer cambios. Este año ha sido agitado y fructífero, tenemos ideas y ganas, el espíritu siempre es la idea de seguir adelante.”

Stone Temple Pilots: Nunca se sabe

La primera visita de los californianos a Chile sigue sin confirmarse, pese a que el grupo ya tiene fechas en Perú y Colombia, mientras que Scott Weiland ayuda a que el panorama en torno a la banda sea una nebulosa.

La información sobre Stone Temple Pilots no sigue una sola línea y habla sobre un grupo de paso errante, cuya continuidad está en permanente revisión. Ni siquiera el éxito de su último álbum logra calmar la incertidumbre en torno al grupo. La placa homónima, editada a fines de mayo, marcó el regreso discográfico del cuarteto después de nueve años y gozó un recibimiento fervoroso que los llevó al segundo lugar del Billboard 200, el mejor estreno que han tenido desde "Purple" de 1994. Pero nada basta para que los norteamericanos sienten cabeza y dejen de tener problemas.

El protagonista de los conflictos, claro está, es Scott Weiland. Como en los viejos tiempos, el frontman ha sido el foco de la preocupación de los fans y el morbo periodístico, porque ha dado indicios de recaída en sus adicciones. El debate en torno a los vicios del cantante volvió a la palestra a fines del año pasado, cuando Mary Forsberg Weiland (su ex esposa) publicó “Fall To Pieces”, un libro en el que cuenta todos los pormenores de la vida en la carretera junto al vocalista. Por supuesto, contiene escabrosos detalles acerca de la rutina autodestructiva practicada por el músico y los problemas que provocó en la disuelta pareja.

Era cosa de tiempo para que Stone Temple Pilots dieran un tropiezo y fueran apuntados con el dedo acusador de medios que no resistieron especular sobre los excesos de la cara visible del grupo. El 19 de septiembre, en Houston, la banda demoró más de media hora en salir al escenario y cuando lo hicieron, Weiland se encontraba en evidente estado de embriaguez. Con dificultad, artículo un discurso de baja coherencia sobre su divorcio, la muerte de su hermano y el caos que inunda su vida. Luego del incidente, el cuarteto anunció la suspensión de 12 fechas de su gira, hasta el día 8 de octubre.

Poco después, el 24 de septiembre, el Twitter oficial de los californianos confirmó un rumor, esta vez positivo: el grupo finalmente llegaría a Sudamérica. Los países citados fueron Brasil, Argentina y Chile. Sin embargo, a la fecha, en su página y en MySpace sólo aparecen la fecha en Perú el 16 de diciembre y Colombia, dos días después. Eso sí, hay un espacio de dos semanas entre estos shows y los que darán antes en México; de hecho, medios argentinos hablan sobre un concierto en el Orfeo Superdomo de Córdoba. Todo indica que la visita a Chile también ocurriría en este intervalo.

Pero, cuando se trata de Stone Temple Pilots, ninguna lógica funciona por completo. A comienzos de octubre, Scott Weiland dio una entrevista telefónica para la emisora 102.5 The Bone de Tampa, Florida, para promocionar su recital del 8 de ese mes en el St. Pete Times Forum. Una vez más, el frontman entregó motivos para sospechar de su sobriedad, respondiendo de manera trastabillada y con dificultad para hilar ideas. Incluso el entrevistador se tomó la libertad de preguntarle qué estaba bebiendo y –medio en broma, medio en serio- le apostó dinero al cantante, dudando sobre si arribarían o no al recinto del concierto. El día del evento, el vocalista siguió el juego y le espetó al público: “¿Ven? Les dije que llegaríamos”. La presentación fue un éxito absoluto.

Las pistas confusas y señales equívocas configuran la duda sobre la venida de los californianos a nuestro país. Todavía falta la confirmación de la fecha, aunque los reportes preliminares hablaban del día 7 de diciembre, en el Movistar Arena. Las fuentes oficiales aún no se pronuncian, mientras el tiempo sigue corriendo y la cartelera santiaguina continúa siendo inundada de visitas internacionales. Lo único que sabemos es que, en el fondo, no sabemos nada.

Arcade Fire: Cambio de hábito

Arcade Fire y “The Suburbs”, su tercer disco, son tema de conversación obligado para fans y detractores del grupo. Guste o no, el segundo semestre les pertenece por derecho propio.

“Antes de que apareciera “Funeral”, recuerdo que nuestro primer concierto como plato de fondo fue en Sala Rosa de Montreal. Es un local para cerca de 200 personas, pero a mí me hizo sentir realizado. Poder tocar ahí era un sueño y la primera vez que lo hicimos había una fila de personas alrededor de la cuadra, las entradas al show se agotaron por el boca a boca de nuestros recitales y del EP (homónimo del 2003). Siento que todo lo que nos ha ocurrido, desde entonces, ha sido una extensión del shock de esa noche. Versiones diferentes de la misma sensación”, dice Win Butler.

En las declaraciones del caudillo de Arcade Fire, en una entrevista para Rolling Stone, se devela que el frontman ya asumió la nueva realidad de su grupo, configurada por el status de rockstars con domicilio en coliseos. The Suburbs, el tercer disco del septeto, exuda grandeza por donde se le aprecie y constituye uno de los momentos álgidos del indie este 2010. El álbum debutó en el número uno de Estados Unidos, desplazando a “Nightmare” de Avenged Sevenfold, con más de 150 mil copias vendidas en su primera semana. Un avance respecto al estreno de “Neon Bible”, que obtuvo el segundo puesto al despachar 92 mil ejemplares en el mismo período de tiempo, en 2007.

Con la escena mainstream dominada por estrellas pop de laboratorio, apoyadas por gigantes como Disney -con el soporte mediático que implica-, la última placa de los de Montreal es el álbum independiente de mejores ventas en lo que va del año. Pese a que recibieron un amplio menú de ofrecimientos, de parte de multinacionales, optaron por continuar operando desde Merge, sello autónomo fundado por los eximios Superchunk y hogar de un catálogo rico en calidad (The Magnetic Fields, Teenage Fanclub, Spoon y American Music Club, entre otros). Los mayores logros, por concepto de ingresos, en la historia de esta casa matriz han llegado gracias a los canadienses y su explosivo éxito.

“Éramos una banda desconocida y siento que encontrarnos con Merge fue un golpe de suerte, me encanta que hayan lanzado grandes discos, como los de Neutral Milk Hotel. Ellos fueron uno de los mejores grupos de los noventas y ciertamente no trataron de ser famosos ni nada, pero creo que su música se destaca junto a la de The Beatles y otros célebres por el estilo, aunque no intentan ser nada más que lo que son. Lo que estamos haciendo ahora no es más que una extensión de lo que empezamos en Montreal, así que procuramos mantenernos fieles a eso, escribiendo canciones en nuestros propios términos. Lo que pase después es accidental. Tienes muy poco control sobre ese aspecto de las cosas”, afirmó Win Butler a comienzos de este año.

Arcade Fire es garantía de credibilidad. A su testaruda permanencia en la etiqueta que primero los acogió, añaden preocupación por contingencias ajenas a la plataforma y la infraestructura desde donde trabajan, y que los muestran con un grupo de vasta capacidad reflexiva sobre sí mismos. Como si tuvieran un motivo claro para cada uno de sus movimientos. No es gratuito que, en sus primeras entrevistas, comentaran que empezaron a tocar pop barroco en Montreal porque estaban aburridos, después de ver tanta apatía “shoegazer” en las bandas de su ciudad. Su primera misión fue convertirse en una respuesta a lo que estaba pasando y así se han quedado, vociferando sobre la muerte, los finales y la decadencia.

Sin hacer crítica social de manera explícita en sus letras, el septeto se transformó en musicalización ad-hoc para los años post 11-S y la atmósfera apocalíptica que, desde entonces, reina en buena parte del mundo. Además, conjugan lo que predican en sus álbumes con una serie de declaraciones, mediante prensa, en las que fortalecen el rasgo intelectual que los caracteriza. Cuando Wyclef Jean quiso ser presidente de Haití, un país para el que Arcade Fire ha recolectado dinero, Win Butler afirmó -en la emisora canadiense Sirius XMU- que el ex Fugees no era apto para el puesto y que, si de verdad le preocupaba ayudar, dejara el puesto para un verdadero residente de la isla. Hasta lo comparó con el caso hipotético de que Arnold Schwarzenegger se convirtiera en mandatario estadounidense.

Cualquiera sea su afán, llámese marketing o preocupación auténtica (en el caso anterior, Régine Chassagne, fundadora del grupo, es descendiente de haitianos), las opiniones del grupo sobre contingencia logran captar la atención de una infinidad de publicaciones e invitan a reflexionar a sus seguidores. Conocida es la animosidad del público indie contra U2 y –especialmente- Bono Vox, pero a Win Butler no le importó alabar en el New Musical Express al irlandés, tras decidir apoyar a George W. Bush en su campaña contra el Sida, mientras el republicano todavía estaba en la Casa Blanca. Y con la misma actitud desafiante bromeó, tildando de “fascista” a la democracia británica, en un episodio de The Culture Show en la BBC.

La exposición ha abierto las posibilidades de que hagan estos comentarios, pero también la de que sean reporteados sus duelos de tenis de mesa contra Pavement, como ocurre en el número de octubre de la revista Spin. Por suerte, hasta ahora, el proceso de farandulización de Arcade Fire queda trunco al abrir sus discos. “The Suburbs”, al igual que sus antecesores, es un elepé demandante; requiere tiempo, paciencia y una predisposición especial para ser disfrutado a cabalidad. Bajo parámetros antiguos, con sus casi 64 minutos, sería una placa doble y el eje temático que posee lo haría caer en la etiqueta de opus conceptual, lo que –sumado al cariz barroco en la instrumentalización- configura un reto a los cánones del mainstream contemporáneo.

“Queremos que el shock estético venga del arte que producimos. Intentamos que la gente experimente lo que hacemos a través de los que nos interesa. Y lo que nos interesa es la música y los shows, preferimos que sea mediante eso que por cualquier cosa en la periferia, aunque pienso que lo externo es muy interesante y útil. Pero también te puede echar a perder la aproximación inicial. Si te cuentan que un autor es un imbécil y luego lees su libro, lo harás de manera diferente. Podrías pensar ‘Oh, es un muy bien libro… para ser de un imbécil’”, afirmó Will (el menor de los hermanos Butler) al sitio Pages Digital.

Si aparece una película con la que estás motivado y el trailer te cuenta cada detalle sobre ella y el making off y el financiamiento y la pelea entre los actores principales… ése es el contexto que hace difícil disfrutar una pieza de arte. Son las cosas que ves con bajas expectativas las que usualmente vuelan tu cabeza. Es entretenido andar excitado con algo. No es como que todo el mundo necesite sentirse así respecto a nuestro álbum, pero es un pequeño momento especial para quienes sí lo están”, plantean.

La expectación en torno a “The Suburbs” careció del factor sorpresa, superado anteriormente en “Neon Bible”, pero los resultados del lanzamiento han sido los mejores en la historia del grupo. El debut con “Funeral” los dejó en tan buen pie, que el reto de un segundo álbum no les resultó tan difícil de sobrevivir como el mito propone. Sólo bastó ahondar en el mismo ideario, teñido de muerte y urgencia, con mayor rigurosidad para afianzar lo que proclamaban en su debut. Pero ocupar el truco por tercera vez no funcionaría, y sortear la situación en que su propio éxito los puso fue la verdadera prueba de fuego para Arcade Fire. Un examen del que salieron airosos.

“La gente tiende a mirar los discos relacionándolos entre ellos, pero en realidad son proyectos en sí mismos. Cada uno de ellos se siente como empezar un grupo nuevo”, confesó Win Butler al diario The Gazzette de Montreal. Aunque es imposible disociar los trabajos del septeto, asimilar que su más reciente largaduración es una pieza unitaria ayuda a comprenderla mejor y así valorarla en su propia dimensión, incluso para establecer una perspectiva justa respecto a los discos previos. Porque, si bien es cierto que exhibe diferencias y novedades, “The Suburbs” prosigue la exploración de Win Butler por el enorme inventario de referencias que maneja y ofrece continuismo en la carrera de los canadienses.

Cualquier intento de descripción del sonido de Arcade Fire, a estas alturas, es una enorme pérdida de tiempo. Los comparan con Depeche Mode, Bruce Springsteen, Neil Young y Ramones. Algunos defienden su reputación indie, mientras otros los sitúan en el mainstream, debido a la fama que han obtenido. Se rumorea que Win Butler tiene complejo mesiánico, al igual que Bono y Chris Martin; que su mandato en el grupo es absoluto y que la fachada coral es una farsa porque todo es de su autoría. Los críticos aventuran parangones entre las letras de sus tres álbumes, la ficción clasemediera de escritores tipo Douglas Coupland y las distopías de J.G. Ballard. Un mar de incertidumbre con una sola certeza: estamos asistiendo a la construcción, paso por paso, de una nueva leyenda.

10.2.11

Mi disco del verano

Porque The Streets merecía terminar así de bien.
Porque Mike Skinner volvió a los relatos mundanos.
Porque acá conviven todos los rasgos de sus álbumes anteriores.
Porque por hoy no me interesa escuchar nada más.
Porque me conecta con la adolescencia.
Porque, como dijo mi mejor amigo, "tiene de barriada y de reflexión de hombre chico".
Porque algunas pistas suenan a house francés.
Porque me identifica.
Porque al fin alguien habló con naturalidad sobre redes sociales en sus canciones.
Porque 'Without Thinking' es mi nuevo himno.
Porque es reconfortante que la ventana vibre por culpa de los parlantes.
Porque 'Those That Don't Know' y 'Trust Me' dan ganas de bailar
Porque Kanye West tiene que esforzarse el triple por hacer un álbum con un tercio de la calidad de éste.
Porque Mike Skinner recuperó el sentido del humor.
Porque cada canción tiene, al menos, una frase realmente memorable
Porque me conmueve hasta la médula.
Porque 'We Can Never Be Friends' resume el peor quiebre amoroso que he vivido.
Porque me duele que The Streets no siga, pero pienso que sólo un noble sabe retirarse.
Porque espero que su influencia crezca.
Porque quiero.
Porque sí.

4.2.11

Astro - Le Disc de Astrou


¿Qué hacemos comentando en el primer mes de 2011 un disco que apareció a finales de 2009? Pues bien, además de ponernos al día, estamos reseñando un álbum cuya edición física acaba de ser lanzada en Chile. Y es que “Le Disc de Astrou”, el EP debut de Astro, sólo estaba disponible en México en una versión de lujo que incluía stickers, con cada uno de los 2 mil cedés del tiraje numerados -para vigorizar sus aires de objeto de colección-, junto a tres bonus tracks a cargo de remezcladores aztecas (entre ellos, Bonzz del recomendable grupo Hello Seahorse!). Es decir, mientras los blogs musicales criollos todavía discutían el parecido del grupo con MGMT, el sello Terrícolas Imbéciles se anotaba un punto adhiriendo a los nacionales a su catálogo, donde también figuran El Guincho, Los Punsetes y Austin TV.

Como suele suceder, fue necesario el reconocimiento en el extranjero para que el cuarteto liderado por Andrés Nusser, el frontman y principal compositor, aumentara sus bonos en nuestro país. El ex dúo, formato en que grabaron las canciones de la placa, consiguió el beneplácito de sitios especializados en indie sudamericano, apariciones en listas de lo mejor del año (en 2009 y 2010 indistintamente) e incluso que Gepe y Pedropiedra cubrieran ‘Maestro Distorsión’, uno de los mejores temas de esta ópera prima, para el décimo volumen del recopilatorio “Fonogramáticos” de Club Fonograma. Después de aquel pequeño revuelo, la alianza entre Discos Tue Tue (Philipina Bitch, Trapezoide, Trancemission) y Discos Río Bueno, la misma que el año pasado nos entregó “Sé que me voy a quemar” de Pituquitos en vinilo, emergió para hacer justicia.

La edición en CD de “Le Disc de Astrou” contiene las mismas siete canciones que fueron liberadas, de manera digital, hace más de un año, pero tiene el valor agregado de la expectación por su salida (como cuentan en la entrevista que Sebastián Amado les realizó) y de ser más fiel al registro original. Hits automáticos como ‘Raifilter’ y ‘Ea Dem’, que aparece en la banda sonora de “Qué Pena Tu Vida”, aprueban como himnos veraniegos sin perder un ápice de su desparpajo hedonista inicial. Son singles que cualquier proyecto de pop envidiaría y que han madurado de buena forma con el paso de los meses, al igual que los propios Astro, cuyo primer largaduración aparecerá durante este 2011 y augura progreso respecto a este trabajo. Con este EP en la mano, y ya no sólo en el disco duro, se inicia la cosecha de las ilusiones sembradas por la banda. Y con justa razón.

Los 5: Motivos para escuchar "Angles" de The Strokes

La microinformación ya nos tiene mareados. Primero, el nombre del disco y su fecha de lanzamiento, luego la portada seguida de la primera foto promocional en cinco años y después el tracklist. “Angles”, el nuevo disco de The Strokes, todavía no aparece y ya pensamos en él todos los días. Mientras los neoyorquinos van revelando detalles con cuentagotas, esta nueva edición de Los 5 te presenta las razones por las que escucharemos el álbum (que se edita en Chile el 22 de marzo) apenas podamos.

Es un hito generacional

El regreso de The Strokes causa expectación únicamente en la gente que ha disfrutado su música alguna vez. ¿Quiénes son esos seguidores? Sólo millones y millones de personas en todo el orbe. Los neoyorquinos fueron la introducción al rock y al espíritu indie para tantas personas, que ahora su fama es prácticamente generalizada. Lo que pase con “Angles”, bueno o malo, será recordado en la historia porque la banda ya goza del status de neoclásico.

En cinco años han pasado muchas cosas

The Strokes dejó de publicar discos antes de que Barack Obama llegara a La Casa Blanca; cuando Michael Jackson estaba vivo, Twitter era absolutamente desconocido y Justin Bieber aún no aprendía a limpiarse el trasero solo. “Angles” nos responderá qué espacio ocupa ahora el grupo, después de que la cultura de la satisfacción inmediata se apoderara del mundo, haciendo que el tiempo corriera cada vez más rápido.



Prometieron cambios

Salvo las excepciones naturales, porque en la música ninguna verdad es absoluta, las pausas en las bandas implican más transformaciones de lo común. Independiente de la reacción que puedan causar las nuevas canciones, o de qué tan cierto sea, The Strokes tituló “Angles” a su disco porque la placa intentará representar las perspectivas de todos los miembros del quinteto. Por ende, el nuevo álbum nos dirá cómo suenan los norteamericanos cuando prueban la jerarquía horizontal y quiebran la anterior fórmula de trabajo.

Están en deuda

Ben Gibbard dejó Death Cab For Cutie por un momento y nos regaló esa belleza llamada The Postal Service. Josh Homme hizo la transición de Kyuss a los grandiosos Queens of the Stone Age y ahora juega a la superbanda en Them Crooked Vultures. Damon Albarn creó a Gorillaz después de Blur. ¿Y los miembros de The Strokes por separado? Sin juzgar méritos artísticos, que los hay, sus proyectos individuales sólo califican como trabajos menores. Pan, pan; vino, vino.

Podría traerlos de vuelta

Imagínense. Disco nuevo es igual a promoción. Promoción es igual a tour. Tour es igual a muchos fans nacionales exigiendo un show del grupo, y eureka: The Strokes en Chile. Es altamente probable, ya hubo un intento –fallido lamentablemente- de traerlos en febrero, “Angles” será editado por Sony en nuestro país y la banda es protagonista en sitios de música como el nuestro. El anuncio de una segunda visita es una bomba de tiempo.

Taulis - Dos


Taulis es el nombre de fantasía de Sebastián Wallerstein, guitarrista, compositor y productor con un debut homónimo de 2007 a cuestas y experiencia como docente en UNIACC. En “Dos”, su segundo álbum, el músico repitió ciertas fórmulas del primer disco, a la vez que apostó por nuevas opciones en otros ámbitos. Vuelven a colaborar los prestigiosos Lautaro Quevedo (Jazzimodo, Ensamble Quintessence) en teclados y Christian Gálvez (solista y ex miembro de Pancho Molina y Los Titulares) en bajo y contrabajo, entre otros invitados: pero –como novedad- ahora la voz principal le pertenece a un favorito de la casa: Javier Barría.

Es él quien canta cinco de los ocho cortes de la placa, mientras que Wallerstein toma el micrófono en dos y la solista Javiera Bobadilla hace coros y protagoniza el tema restante. Sin embargo, cada palabra y fraseo fue escrito y grabado previamente por el propio adalid de Taulis, quien usó a los intérpretes como instrumentos para llevar a cabo sus propias ideas. En el papel, una obra con tales antecedentes podría despertar sospechas de ser un experimento demasiado premeditado, pero ciertas particularidades van advirtiendo que el carácter de este elepé no se rige por convencionalismos.

El digipack, de estricto fondo negro, en el que se presenta “Dos” contiene un lacado que simula humo. Al abrirlo, aparece una cita de Helmut Lachenmann, compositor alemán ligado a la música concreta, una corriente que postula el quiebre de varios paradigmas auditivos habituales. Desde la oscuridad, Sebastián Wallerstein orquesta un espectáculo de cariz bohemio, para dar pie a una lectura del pop llena de arreglos y detalles cuya complejidad pasa inadvertida ante la fluidez y elegancia de la ejecución. Cuando surten efecto, las canciones de Taulis -de infalible cadencia- son afrodisíacos naturales que apelan tanto a su propio garbo, como al más básico instinto rítmico de quien las escuche. Dejarse caer es un reflejo.

The Vibrators - Pure Mania

En los almanaques del rock, 1977 será siempre distinguido como el año del nacimiento del punk o, al menos, de su primera eclosión; no sólo musical, sino también como forma de encarar al mundo. Y claro, estaban los nombres más obvios (The Sex Pistols, Iggy Pop o The Clash) editando material y acaparando hasta el día de hoy la notoriedad, pero también había grupos cuyo nombre no quedó en todas las placas conmemorativas. Bandas a las que el registro oficial considera menos importantes y relega al segundo plano. Es ahí donde se encuentran The Vibrators, tildados por la prensa como los Ramones británicos y obviados groseramente por un inconsciente colectivo que todavía pierde tiempo pensando en Sid Vicious.

Pese a que estuvieron presentes desde la génesis del fenómeno, justo a tiempo para no parecer unos oportunistas, The Vibrators fueron punks casi por accidente, lo que le siempre disminuyó sus bonos de credibilidad frente a los fundamentalistas del género. Su primera tocata fue teloneando a The Stranglers en 1976, para culminar ese mismo año en el mítico 100 Club Punk Festival (compartiendo cartel con The Sex Pistols, Buzzcocks, The Clash, Siouxsie and the Banshees y The Damned) como soporte de Chris Spedding, avezado sesionista que grabó guitarras para Roxy Music y Tom Waits, entre muchísimos otros. Él mismo, conforme con lo presenciado, le consiguió un contrato disquero con el sello RAK a sus acompañantes.

Apenas editados, los singles del cuarteto londinense (‘We Vibrate’ y luego ‘Pogo Dancing’), dieron muestras de que lo suyo no era el purismo. Es que cualquier otra alternativa, en especial adaptarse, habría sido una traición a la escuela de Knox, el guitarrista, cantante y principal compositor del grupo. De nombre real Ian M. Cardochan, el también fundador del proyecto había sido forjado en las artes del rhythm and blues entre fines de los sesenta y mediados de la década siguiente, hasta que se juntó -para trabajar en temas de su autoría- con el guitarrista John Ellis, el bajista Pat Collier y el batero John “Eddie” Edwards.

En marzo de 1977, antes de partir a Epic Records, The Vibrators estrenó repertorio del venidero debut en largaduración a través del sello RAK en la forma del single Bad Time (que en la cara B contenía ‘No Heart’). Y recién instalados en nueva casa disquera, hicieron su primera gran jugada distintiva del resto de la camada punk, al editar como sencillo, ‘Baby, Baby’, una pegajosa canción de amor que daba cuenta de que “Pure Mania”, la ópera prima del conjunto, deparaba grandes sorpresas. Lejos de ser una pieza edulcorada, el corte escogido para anticipar el futuro elepé era una balada verdaderamente rocanrolera, de cariz desgarbado y bohemio, con un enamorado declarándose, un solo de guitarra, un coro adictivo y estelas de pop cincuentero por doquier.

Cuando “Pure Mania” vio la luz, en junio de 1977, el cuarteto ya había girado fuera de Londres y compartido escenario con Iggy Pop y David Bowie. Compuesto en su mayoría por temas escritos dos o tres años antes, el disco fue un ejercicio de anacronismo que parte de los interesados en el fenómeno punk no pudieron tolerar, apartándolo de otros lanzamientos más fieles al estilo. Pero los aspectos distintivos eran también vitales para la identidad del grupo, cuya postura impermeable a la moda respondía a una decisión conjunta que se manifestaba en las entrevistas de aquella época, en las que Knox insistía en que ellos daban conciertos mientras The Sex Pistols andaban de fiesta con The Clash.

A pesar de lo que sostuvieran la banda y los puristas, The Vibrators era tan punk como hoy lo podría ser Green Day. ¿Qué tienen en común? Ambos son ejemplos claros de que sí se puede nacer de un impulso artístico particular y permanecer adosado a él, aunque se orbite por otras expresiones durante el camino. En ese aspecto, resultó vital la producción del ingeniero de sonido Robin Mayhew, asesor de David Bowie en la etapa Ziggy Stardust, quien aportó a que la placa mantuviera un tono lo suficientemente tosco para que los pasajes más melódicos y elaborados, como ‘Sweet Sweet Heart’ o la mentada ‘Baby, Baby’, no se desperfilaran.

“Pure Mania” contiene tantos momentos memorables que parece un grandes éxitos. Los británicos destilan credibilidad y coros adhesivos hasta decir basta, ya sea pataleando por desamor (‘No Heart’, ‘You Broke My Heart’), celebrando la vida (‘Whips and Furs’) o demandando sexo lo más pronto posible (‘I Need a Slave’). Como antecedente de Ian MacKaye en Minor Threat tocando Straight Edge y declarándose enemigo de las drogas a comienzos de los ochenta, Knox entonó fuerte y claro ‘Keep It Clean’, un grito de guerra contra el consumo de cocaína, heroína y speed, y el uso de armas. Un debut poseedor de características ideales para constituir una obra inolvidable, y que justifica en sus canciones –más que en los datos duros- cualquier intento de reivindicación al que pueda ser sometido. Y es que a nadie se le debería olvidar que 1977 también fue el año en que emergió The Vibrators.