Más de dos horas de concierto, sobre una treintena de canciones, seis cambios de vestuario y cuatro estilos musicales marcados (pop, rock, balada y dance). Impresionantes en el papel, los números del concierto que Laura Pausini trajo a Chile, en el marco de su "Inédito Tour", dan cuenta del status de la superventas italiana. Para no dejar dudas sobre su categoría, en esta gira la solista contrató al mismo diseñador de escenarios de U2, Roger Waters y The Rolling Stones (Mark Fisher), pero lo que se presentó anoche en el Movistar Arena fue una versión bastante reducida del montaje.
Con una estética similar a la de un viejo estelar televisivo, tipo Martes 13, el despliegue visual del show se convirtió automáticamente en el punto bajo de la noche. Los bailarines vestidos de robot a la usanza de Black Eyed Peas, que aparecieron en los temas de orientación electrónica, poco ayudaron al respecto. En cambio, Pausini no escatimó recursos para mostrar que, a sus 37 años, sigue en excelente forma como intérprete en vivo. Certera para subir y bajar las revoluciones, la cantante dominó a placer la situación durante la totalidad del espectáculo e incluso compartió recuerdos de sus primeras venidas a nuestro país, a mediados de los 90.
De esa época, las infalibles "Se fue" y "La soledad" justificaron en terreno su vigencia como estandartes románticos y despertaron las pasiones del entusiasta, aunque no abundante, público del Movistar Arena. Extraída del disco "Inédito", la última entrega de la europea, la canción "Bienvenido" abrió los fuegos y fue seguida inmediatamente por "Io canto" (original de Riccardo Cocciante), en una triple declaración de principios que definió el curso del concierto: Laura Pausini puede salir bien parada de semejante cover, forma parte de la realeza musical italiana y tiene voz para declamarlo a los cuatro vientos.
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