26.4.12

Norah Jones - Little Broken Hearts


El lado oscuro de la fuerza

Sentada al piano, sonriente y muy compuesta, Norah Jones se ganó el corazón del público adulto joven hace una década, gracias al multiplatino “Come away with me”. Millones de viajes a la playa, romances de oficina y cafés dominicales serían musicalizados con las inofensivas canciones de la solista, que apenas tenía 23 años y era demasiado joven para esos ritos. Vino entonces la crisis existencial que produce el éxito desmedido. Por un lado, sobrevivir a las expectativas del resto; por el otro, sobrevivir a las propias. Comenzó así una saga de discos de estudio apaciguados y cada vez más predecibles, paralela a una serie de colaboraciones muy distintas entre sí (desde Foo Fighters hasta Tony Bennett, pasando por los Beastie Boys) y proyectos paralelos de alta alcurnia como The Little Willies, o tan insólitos como la banda rockera El Madmo, en que Jones era guitarrista, lucía peluca rubia, usaba minifalda y se pintaba de negro la mitad de la cara como Michael Stipe.

Pese a que los réditos de su debut le aseguraron carta blanca vitalicia, tuvieron que pasar 10 años para que la cantante ejerciera el derecho a hacer y deshacer en un álbum firmado con su nombre y apellido. “Little broken hearts”, la quinta entrega de la neoyorquina, por fin oficializa todos sus coqueteos previos con la impronta indie de Feist, Sharon Van Etten o Cat Power (su co-protagonista en la película “My blueberry nights” de Wong Kar Wai). Se acabó la inocencia de “Sunrise” y la candidez de “Chasing pirates”; la nueva Norah Jones puede llegar al extremo de escribir líneas tan despiadadas como las de “Miriam”, donde le dice “sabes que me has hecho mal/sonreiré cuando te quite la vida” a la mujer culpable de sus penas de amor. Claro, el punto de inflexión en esta metamorfosis, además de la inquietud artística, es la soltería forzada por un engaño. Las secuelas de ese trauma alimentan el fuego de este disco.

El otro responsable de “Little broken hearts” es el productor Danger Mouse (Gorillaz, Beck, Gnarls Barkley), un diablillo inquieto que comprende a la perfección los usos y costumbres de la era iPod. Cada álbum que asesora está ideado para esa experiencia auditiva: las guitarras brumosas, las cuerdas y los sintetizadores son norma, lo que sirva para construir atmósferas envolventes es bienvenido. Como las letras del disco dejan poco a la imaginación (especialmente “She’s 22” y “Say goodbye”, dos diálogos directos con el ex), ambientarlas correctamente era un asunto sensible, que fue resuelto con soltura bajo la premisa de que menos es más, acorde también a la personalidad de su autora. Norah Jones podrá estar despechada, pero se mantiene siempre digna y jamás tiene arrebatos ni pataletas demasiado evidentes. Su furia está contenida. “Little broken hearts” homenajea en su portada a la película “Mudhoney”, cuyo póster estaba colgado en el estudio de Danger Mouse y se convirtió en una inspiración para la cantante, que confiesa haber pasado horas mirándolo. Una frase acompaña al logo de la cinta en el afiche: “la pasión envilecida con lujuria deja gusto a maldad”. Lo mismo pasó con Norah Jones. Conocer el lado oscuro de la fuerza es lo mejor que pudo haberle pasado.

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