19.4.12
Ricardo Arjona: Buenas intenciones
Subestimar a Ricardo Arjona y su público, una masa devota que le rinde pleitesía, es tan snob como holgazán. Sólo Luis Miguel ha vendido más discos en Chile que el guatemalteco, amo y señor del Movistar Arena desde anoche y por los próximos tres días. Acá no le tienen cariño, lo aman. Ya lleva cerca de 20 canciones, básicamente una recapitulación de éxitos matizada con temas de “Independiente”, su nuevo disco, y nadie parece cansado de vitorear. Se las saben todas; “Historia de taxi”, “Desnuda”, “Señora de las cuatro décadas” y la que venga. Salvo por un atraso de media hora, ha sido un concierto grandioso para los fans y también para el solista, que cantó correctamente, acompañado de una banda que nunca destiñó, y ahora se pavonea muy canchero. Cualquiera en sus zapatos haría lo mismo.
El encantó de Arjona radica en lo que dice, no en cómo lo dice. Cierto es que sus letras carecen de riqueza literaria, que a ratos olvida la rima (“Fuiste tú) y a veces pierde el sentido (“Hay amores”), pero su único pecado capital es la pereza, rozar el auto plagio. Cuando en la reciente “El amor” asegura que “el amor es dos en uno, que al final no son ninguno”, suena sospechosamente similar a la vieja “Me enseñaste”y la línea “me enseñaste a dividir que la suma de uno y uno siempre es uno”. Su valor como pluma, y lo que sus seguidores aprecian tanto, es la buena intención de un cantautor pedestre que quiere ser poeta de la rutina. Si le resulta excelente o pésimo -parece no haber punto medio respecto a él-, es harina de otro saco. Para gustos están los colores.
Ricardo Arjona habla de cosas que a cualquiera le pueden pasar, y lo hace despojado de recursos complejos, con pujanza motivada más en el estilo que en la técnica. Nadie podría acusarlo de parecer falso. Da la impresión de que a un tipo así le han ocurrido la mayor parte de las historias que cuenta, y la veracidad es bien escaso por estos días. El exitoso concierto de anoche fue el comienzo de cuatro jornadas que probablemente resulten idénticas. No sólo por el inmenso cariño de Chile hacia el solista, sino porque la virtud de Arjona es también su cruz. Esa simpleza que atrae multitudes encubre una sequía de ideas que se puede superar trabajando, o quedará al descubierto hasta del observador menos exigente. Acusan el descuido los temas de “Independiente” (disco llamado así porque ninguna gran discográfica intervino en su edición), demasiado parecidos a lo de siempre cuando justo era el momento de ampliar el espectro, aunque fuera un ápice. Lo
cotidiano puede ser inagotable si es descrito con esmero. Acá faltó dedicación. Es lo mínimo que merecen tantos fanáticos.
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