17.4.12

Daniel Puente Encina: El retorno del cowboy espacial


La ex voz de Pinochet Boys debuta como solista con “Disparo” y se niega a ser considerada sólo una figura de la retrofarándula rockera nacional.

A simple vista, los nuevos colores de Daniel Puente Encina poco tienen que ver con su pasado en Pinochet Boys y su posterior paso por Parkinson, los dos proyectos con los que suele asociarse el nombre de este cantante y guitarrista afincado actualmente en España. Pero, aunque la cobertura cambie, el relleno continúa siendo sustancioso.

“Disparo”, el primer disco en solitario de este sobreviviente de los 80, se viste de soul para seguir la línea discursiva que antes se dibujó con bronca punk rock. Aprovechamos su visita por Chile para hablar sobre las nuevas y viejas canciones y proyectos (entre los que se cuentan las bandas Niños con Bombas y Polvorosa) que lo mantuvieron en Santiago durante las últimas semanas.

Volvamos a los 90. ¿Por qué se disolvió Niños con Bombas justo en su mejor momento?

Nos encontrábamos en la situación de dar un salto de gigante, de convertirnos en un major act, por lo que la única alternativa era crecer o morir. Estábamos en Los Angeles discutiendo con las grandes discográficas tratando de salir de nuestra discográfica independiente (Grita! Records)que obviamente quería sacar la mejor tajada posible y nosotros sin abogado ni manager. Las negociaciones se hicieron eternas y yo me sentía sencillamente puesto en la nevera. Norman (Jancowski) se fue a Brasil a casa de su actual mujer, Alex (Menck) se inscribió en la UCLA para estudiar cine y yo volví a Europa, cansado de haberme convertido en un juguete al que se le puede aparcar.

Luego formaste Polvorosa y con ese grupo hiciste “Radical Car Dance” (2004), pero el año pasado dejaron listo un disco (“Tres Cruces”) que permanece inédito. ¿Qué pasó?

Polvorosa es un proyecto que incluye a otro músicos profesionales de acuerdo a los requerimientos del concepto que yo quiera desarrollar. Los músicos son elegidos de acuerdo al sonido que producen y normalmente son de una calidad técnica tremenda. Lamentablemente estos músicos tienen sus propios proyectos y es difícil de coordinar, especialmente con las giras.

Has pasado por cuatro bandas. ¿Te costó mucho decidirte a ser solista?

Yo vengo de la música alternativa e independiente y  aunque he sido siempre el líder de mis proyectos, porque compongo y canto, me gusta la idea de ser parte de un grupo, de un proyecto o de un colectivo de arte. Hace tiempo que ya me preguntaba si no era tiempo de firmar con mi nombre sobre todo porque mi música se estaba volviendo cada vez más personal, más íntima, centrándose más y más en las canciones, en la forma que tengo de tocar la guitarra y en mi voz. Evidentemente resulta mucho más fácil producir y moverse cuando eres solista que si eres un grupo de rock progresivo.

¿Sucedió algo en especial antes de lanzarte solo?

Me he dedicado los últimos 2 años a tocar el dobro con una afinación abierta. Ha sido terrible  tener que olvidar todos los acordes para incorporar nuevos. Ha sido humillante y casi insoportable, especialmente para mi ego. Ha sido todo un ejercicio zen.

Hablando de reflexión, sueles poner mucho énfasis en reivindicar el nomadismo y ser vegetariano, entre varias otras ideas antisistémicas…

Aspiro a una civilización respetuosa y justa con todas las especies, pero evidentemente pasa primero por ser respetuosos y justos entre los de la nuestra. En Europa, el capitalismo colapsa por injusto, inmoral y por demostrarse sobre todo no funcional con las necesidades y problemas de nuestro tiempo. Aquí (atrasados en el espacio-tiempo aunque se nos quiera hacer creer que estamos en el futuro) todavía se celebra. He pasado de ser un ciudadano del mundo a uno fuera del mundo. No me gusta lo que veo y me invento una nueva realidad, otro paradigma.

UN DISPARO AL CENTRO

Consultado sobre la poco honrosa reunión de Parkinson en 2005, o por las novedades de Jorge González (su ex compañero en la Universidad de Chile), Puente Encina se reconoce desinformado. Lo mismo pasa cuando le preguntan acerca de grupos chilenos actuales. “El artista más joven que escucho es Tom Waits que tiene 62 años. Los demás ya están todos muertos”, afirma. Se hace más interesante, entonces, averiguar qué elementos se conjugaron en la factura de su debut solista.

Aunque suenas más reposado en “Disparo”, en las letras sigues con un discurso potente. Háblame sobre eso.

Lo más importante para mí en el arte es conseguir tener una voz propia. Creo que yo la he tenido desde que comencé a escribir. Y es por eso que me sigo esforzando en hacer lo que hago y publicarlo. Si dudara de esto ya me habría dedicado a otra cosa. Mis letras son el motor para mi música y trato de ser original y verdadero. El arte es el grito ulterior del hombre común y no se subordina a la ideología o a la cultura dominante. Rompe fronteras, las más importantes las de la mente, los usos y las costumbres. Viene del inconsciente así que no se puede racionalizar, por lo tanto es verdadero y lo más importante, libre. Es el único espacio de libertad que yo veo en este sistema corporativo dictatorial capitalista y maligno.

Claro, y además de ser fuertes, tus letras están llenas de referencias cinematográficas y literarias…

Todos mis discos son para mí conceptuales como películas. “Disparo” en particular es la idea de un bluesman de los años 20 que se pierde de su ruta habitual por honki-tonks y aparece por razones inexplicables, como la vida misma, en Cuba. Soy un lector compulsivo y amo el cine. Todo lo que hago tiene referencias, pero son tantas que no cabrían en toda la revista. En el último tiempo (más de un par de años ya) he descubierto a Jim Dodge, la salsa hecha en África en los años 70, el canto de armónicos de Mongolia y la teoría conspirativa que responsabiliza de nuestro precario desarrollo y desarrollo negativo a los extraterrestres.

Viviendo en Europa, ¿cómo se ha dado tu acercamiento a los ritmos latinos? Cada proyecto tuyo los aborda de alguna u otra forma.

Siempre pensé que lo trascendente de mi aporte al tocar en Europa con músicos europeos y africanos eran mis raíces latinas. Lo que pasa es que siempre me he esforzado para que no se volviera un cliché manierista. Mi camino sigue una evolución natural y coherente. Las únicas diferencias son los materiales, en este caso porque es música, las texturas. En “Disparo” quise combinar mi pasión por el blues con la esencia y señal de identidad de la música latina, las congas.

¿Y qué hay con tu nueva imagen? Tu comunicado de prensa dice que eres “un cowboy del espacio”.

He girado por todo Estados Unidos y la verdad es que se parece mucho a Chile. No hablo de Sanhattan que en realidad no se parece nada a Manhattan, que tiene otra arquitectura y otro ritmo, mucho más pausado que todo esto y definitivamente mucho más cultivado en cultura y en humanidad. Me refiero especialmente a California, con su arquitectura victoriana (San Francisco y toda la costa oeste) sus eucaliptos, el Océano Pacífico salvaje y las montañas y que me recuerda a Valparaíso e Iquique. También el desierto en Texas o Baja California que, a la vez, se parece a Andalucía o Extremadura, o nuestra Atacama. Amo el desierto y cuando estoy en el desierto llevo sombrero, tengo una colección apreciable de ellos y la carátula es también un guiño a los spaghetti western de los 70, que fueron producidos y filmados en Almería.
Toda América son caballos y playas, sombreros y mantas. Injusticia y música.

¿Por qué en “Disparo” reversionaste ‘Botellas contra el pavimento’ de los Pinochet Boys?

Porque quise hacer hincapié en que los Pinochet Boys fue un grupo de rock. Se ha escrito mucho sobre ellos, también se han hecho documentales y hasta series de televisión, pero a mi parecer, evidentemente por falta de registros fonográficos, la música se ha quedado escondida, cubierta y era luminosa, explosiva y poética. De ahí este humilde homenaje a un grupo de música rebelde (porque era libre en una sociedad reprimida y maniatada), que existió pese a tener todo en contra, y también a los que participaron, nuestros amigos que conformaban nuestra tribu, que nos inspiraban y nos alimentaban de sueños de que otra realidad era posible en medio de esa oscuridad.

Fuera de esa observación, ¿qué te parecen todos los homenajes que ha recibido el grupo?

Me confirman el carisma y energía de la banda y la tribu de la que formamos parte. Es evidente que éramos más que un grupo de música, éramos toda esa generación de artistas y culos inquietos que la conformaron. Como dice el Karto (Claudio Romero, dibujante de cómics), no nos gustaba lo que veíamos y nos inventamos un país. Todos éramos los Pinochet Boys.

¿Causa algún efecto en tu carrera ser considerado una figura de culto en Chile o es algo que sólo sube la moral?

No puedo negar que se siente bien. Lamentablemente lleva asociado lo de ser un veterano del rock o, peor, un dinosaurio, y ya no me gusta tanto porque me considero todavía un niño que quiere seguir experimentando. Me quedan muchas cosas que probar y hacer.






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