Apenas se supo que el cáncer había derrotado a Donna Summer, los usuarios de Twitter, esa tierra fértil para el error, convirtieron “I will survive” en trending topic. Más allá del bochorno, la equivocación sirvió de involuntaria reverencia a una figura anclada en la memoria colectiva como emblema de un género. A Gloria Gaynor le arrebataron el crédito de su único hit global, del mismo modo en que los más desinformados escuchan cualquier riff duro y piensan que se trata de Metallica. Por indeleble asociación, onda disco significa Donna Summer. Aunque al revés no es tan así.
La extinta solista jamás se casó con un estilo. Su coqueteo con otros sonidos fue constante, desde un breve paso por el grupo sicodélico Crow, influenciado por Janis Joplin, hasta ese corajudo acercamiento a la new wave en el elepé “The wanderer”, apenas comenzaron los 80. Pero si el mundo la llama reina de la música disco es por un motivo sencillo: era simplemente la mejor. Obras de fantasía como “Once upon a time”, “I remember yesterday” y “Bad girls” superaban con creces el sonido de sus contemporáneos, proponiendo complejidad e innovación, mientras el resto se quedaba en explotar –con mayor o menor gracia- fórmulas probadas.
Y todavía ocurre. Sólo escuchar “I feel love” de 1977 resulta mucho más sugerente que mirar los videos lascivos de Rihanna o los escotes de Katy Perry. Junto a los productores Giorgio Moroder y Pete Bellotte, Donna Summer, muy lúcida, echó mano a su sensualidad para engatusar al mundo y sumergirlo en una saga imbatible de álbumes perfectos. A diferencia de lo que ocurre hoy en día, la sustancia era igual de importante que el envoltorio. Esa concordancia mágica, la cruza de un sonido sin parangón y una imagen provocativa, en el momento y lugar correctos, sentaron las bases del prestigio de la cantante que hoy tiene enlutado al pop.
Ni siquiera consuela lo poco auspicioso de las últimas dos décadas, en que Summer sólo editó un disco de canciones originales (el discreto “Crayons” de 2008) y se levantaban sospechas sobre su salud. Que una muerte sea poco sorpresiva no la hace menos dolorosa. Esta pérdida no sólo entristece a los nostálgicos de los pantalones pata de elefante, sino que debiera afectar a cualquiera que reconozca la genialidad de un artista y los alcances que pueda tener. Mientras haya personas bailando “Hot stuff”, ratones de discoteca descubriendo “MacArthur Park” o raperos sampleando “Love to love you baby”, la historia de Donna Summer seguirá sumando capítulos.
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