Pierde las proporciones el que piense que Roxette es un grupo irrelevante. Que ahora los ignoren en Estados Unidos, donde los artistas son desechados con suma facilidad, para nada afecta la convocatoria del dúo en Chile. Acá los suecos llenan el Movistar Arena y, apenas un año después, repiten la hazaña y se quedan cortos de espacio en el Teatro Caupolicán. Básicamente es el mismo concierto anterior, pero en el papel esta venida se justifica con "Travelling", disco editado a fines de marzo que contiene material nuevo mezclado con refritos, y que fue concebido como la segunda parte del álbum "Tourism", aparecido hace dos décadas.
"¿Ya tienen nuestro último disco? Yo no", dice Per Gessle. Es broma, pero no tanto. En la práctica, el recital se trató de un grandes éxitos actualizado a cuentagotas. De su lanzamiento reciente, sólo un tema (el single "It's possible") fue rescatado en vivo, e igual suerte corrió su penúltima entrega, "Charm school" (de la que tocan "She's got nothing on (but the radio)"). El resto es artesanía pop conocida por todos, banda sonora de la vida para muchos. Un set en que el uso de onomatopeyas y pequeños detalles se torna vital. Ahí está la fortaleza de sus éxitos: en el "nanana" de "The look", el "yeah yeah yeah" de "Dressed for success", la forma en que Gessle dice "baby" en "Sleeping in my car"y en los silbidos de "Joyride". Ovaciones seguras para el tándem, liderado por una Marie Fredriksson revitalizada tras ganarle una batalla al cáncer, y que con las flexiones de su voz compensa su rigidez escénica. Roxette no vino a reclamar vigencia, sino a complacer, y lo plantean con absoluta sensatez, bien escaso en el pop actual. Su honestidad se agradece en un país donde, todavía, su nombre es una palabra mágica a la hora de vender entradas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario