1.3.12
Camila: Pan y circo
Si la música de Camila fuera comida, los diabéticos no podrían probarla. Acaramelada hasta el absurdo, la impronta del grupo mexicano popularizado en televisión por Edmundo Varas se pasea entre el soft rock y el pop meloso, sin un atisbo de la peligrosidad que el look de sus integrantes insinúa. Los peinados y la ropa son la única característica de chicos rudos que los miembros del trío cultivan; el resto es amaneramiento y delicadeza mal entendida: vulgaridad no es ni será nunca sinónimo de romanticismo. De lo que sí es garantía es de éxito en Viña, en la noche más latina de las seis programadas en el festival, cuyo público se entrega de lleno a las canciones del poco prolífico grupo.
Dos discos en siete años de carrera ("Todo cambió" y "Dejarte de amar") lleva esta banda, dispuesta a sacarle el jugo a sus composiciones, que pese a estar al borde del autoplagio y figurar entre lo menos lúcido que el pop azteca de corte masivo nos ha entregado últimamente, consiguen establecer un clima de complicidad con la Quinta Vergara. Después de todo, estas son las canciones con las que se enamora un enorme sector de la generación que enciende celulares en vez de encendedores y que grita en vez de aplaudir, nuevos códigos que Camila maneja al revés y al derecho. En temas como "Mientes", "Abrázame" y "¿Dejarte de amar" hay auténtico dramatismo, aunque con la profundidad de una teleserie tropical para después del almuerzo.
Mario Domm, Samuel Parra y Pablo Hurtado montan un espectáculo basado en su capacidad para mostrarse como tres caudillos románticos. Un perfil bien estudiado, a lo largo de años aspirando a la fama y trabajando para otros. Aunque usan instrumentos, son prácticamente una boyband, demasiado dependientes de su imagen como para ser tomada en serio. Pero la sobreactuación del grupo, finalizada "Alejate de mí" (justo antes del ingreso de los animadores), los hace acreedores de las antorchas de oro y plata, exigidas a gritos por la enardecida galería. "Sólo para ti" les vale la Gaviota de Plata, celebrada con "Coleccionista de canciones". El resto fue un trámite: pan y circo, disfrazado de discursos pro igualdad y fe. Un punto a favor de los clichés y otro en contra del romanticismo con buen gusto.
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