1.3.12

Morrissey: Celebrar la diferencia


Años luz de distancia separan a Morrissey del resto de los artistas anglo que han venido al Festival de Viña últimamente. Sus credenciales aplastan categóricamente a las de números de segunda o tercera mano como Toto, Journey, Kansas o Simply Red; grupos que han llegado a Chile sin continuidad, pese a que lograron complacer al sector menos exigente del público, aquel que no se preocupa de que quienes pisan la Quinta Vergara sean gravitantes en la historia de la música pop. Pues bien, “Moz” (como le apodan cariñosamente sus fans) tiene argumentos de sobra para estar en el evento más mediático del verano y, a sus 52 años, llega a Chile convertido en una suerte de animal mitológico para su amplio espectro de seguidores.

El culto a Morrissey en nuestro país comenzó lentamente, afectado por el retraso con el que las modas del primer mundo aterrizaban en Sudamérica, en la era pre internet, pero se instaló con inusitada fuerza y hasta el día de hoy es común ver el rostro del británico protagonizando afiches de fiestas en discotecas santiaguinas. La imagen más habitual del cantante es la de su primera época en solitario, tras la disolución de su grupo, The Smiths, caracterizada por un altísimo jopo y una indescifrable expresión facial. Esas fotos, tomadas a fines de los 80 y comienzos de los 90, son fáciles de encontrar en poleras, chapitas, pósters y todo tipo de merchandising que se pueda imaginar. Son el paradigma de un tipo de belleza fuera de lo normal, en un mundo atestado de famosos arquetípicamente lindos, justamente la primera idea de la que “Moz” se declara defensor: el derecho a ser distinto al resto.

Steven Patrick Morrissey creció en el seno de una familia irlandesa y católica, afincada en los suburbios de la industrial ciudad de Manchester, pero nunca se sintió identificado con su entorno. A temprana edad, dio muestras de que sería un tipo especial y así empezó a manifestarse en su adolescencia, marcada por la depresión, constantes caminatas bajo la lluvia y largas horas de escritura. Cuando conoció al guitarrista Johnny Marr, a los 23 años, el futuro cantante ya era un sujeto excéntrico, y de la química entre ambos nació The Smiths, banda que en apenas un lustro dejó un rastro indeleble en el pop inglés gracias, en buena medida, a sus letras intensas y de un sentido del humor único. Características que propiciaron la leyenda sobre su personalidad, admirada en forma confesa por personajes de la talla de Noel Gallagher y Bono, quienes no dudan en citarlo como uno de sus principales inspiradores.

Luego de discos esenciales como “Meat is murder” y “The queen is dead”, el cuarteto se disolvió por decisión de Marr en 1987 y, a los pocos meses, Morrissey comenzó el periplo solista que lo trae a Viña del Mar en su tercera visita a Chile, luego de exitosos pasos en 2000 y 2004. Clásicos como “Suedehead”, “Everyday is like Sunday”, “The more you ignore me, the closer I get” y “Boxes” pavimentaron el éxito commercial y artístico del mancuniano, férreo defensor de los derechos animales (en julio pasado causó polémica al comparar el asesinato de 93 personas en Noruega con McDonald’s y Kentucky Fried Chicken) y crítico acérrimo de la Corona inglesa. Iconoclasta donde los hay, también ha apuntado sus dardos, por diversos motivos, en contra de Elton John, Tony Blair, David Bowie y Madonna; sin temor alguno a las represalias que sus dichos causen.

En Viña, “Moz” mostrará una retrospectiva de su trayectoria: temas de su autoría como solista,  y con The Smiths, en lo que promete ser una jornada inolvidable para sus fans, pero también muy reveladora para quienes todavía no lo suman a su discoteca personal. “The Very Best Tour” se llama la gira que el artista presentó durante el año pasado por Europa y Estados Unidos, tocando desde “There’s a light that never goes out” (revitalizada una y otra vez en series, películas y fiestas) hasta “When last I spoke to Carol” (de su aplaudida última entrega, “Years of refusal”), pasando por cortes del más alabado de sus trabajos, “Your Arsenal” de 1992. Instalado en Santiago hace algunos días, Morrissey ha dado a conocer su lado amable a los fans chilenos, consciente de que en nuestro país concentra uno de sus públicos más fieles en el mundo: miles de personas que lo ven como un ídolo misterioso, un mesías intelectual, homoerótico y autoexiliado del común de los mortales, pero sobre todo, un vocero de los que se niegan a ser del montón.

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