1.3.12
Manuel García: Poder de síntesis
No es un aparecido, ni uno de esos típicos jurados que actúan como relleno. Manuel García pertenece al tristemente corto listado de músicos chilenos que pueden jactarse de llenar el Teatro Caupolicán y vender discos todavía. Mezcla de poeta rockero y trovador sensible, el nortino ha labrado prestigio de la mejor forma: lento, pero seguro. Ya sobrepasa los 40 años de edad, así que tiene dominada la ansiedad que suele corroer a los artistas que recién cosechan éxito. Tranquilo, el solista se vale de su guitarra acústica al comienzo de su acotada, pero intensa, intervención festivalera. Lo acompaña su banda, que espera la finalización de "Témpera" y "Tu ventana" para empezar a tocar "Vida mía". Por ahí, un pequeño acople amenaza con aguar la pulcritud del sonido, pero el percance no pasa a mayores.
La letra de "Alfil", que menciona las marchas estudiantiles, consigue la primera reacción fervorosa del público. Como ningún otro artista del certamen, a excepción de Los Bunkers, Manuel García tiene los pies bien puestos sobre la tierra. Pese a llevar días inmerso en la vorágine del evento viñamarino y su circo de vanidades, el solista tiene el gesto de leer una carta dirigida a Piñera, recordándole sus deudas con la educación y también los problemas en Cabildo, Dichato, Aysén y Temuco.
Encomiable, el poder de síntesis del ariqueño dejó ver en pocos minutos el porqué de su exponencial popularidad. De un momento a otro, pasa de la guitarra acústica a la eléctrica con la misma facilidad que recita un poema ("La danza de los manueles"), canta sobre los provincianos que llegan a Santiago ("La gran capital") y, en un arranque de genial chilenismo, imita el ya famoso paso de la muerte de Dinamita Show y declama el discurso de la victoria electoral de Allende durante la misma canción ("El reloj"). En apenas nueve temas y medio, contando el extracto a cappella de "Los colores" que hizo luego de llenarse las manos de galardones, Manuel García amarró uno de los triunfos más contundentes y merecidos de Viña 2012. La próxima vez, de seguro, no será tan breve.
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