1.3.12

Morrissey, al debe


Aunque ya era la nota bizarra del festival, Morrissey avivó el cariz anómalo de su presencia en Viña 2012 durante su estadía en Santiago los días previos al show. Se mostró excesivamente cercano, sin el divismo que lo caracteriza, y confirmó que vestiría un diseño de Ricardo Oyarzún con motivos religiosos. Era la forma en que el solista inglés le anunciaba al público y la prensa que su tercera visita a Chile sería algo fuera de lo común. Los videos de Sparks y New York Dolls (dos de sus grupos favoritos, desconocidos por la gran masa), proyectados en la Quinta Vergara justo antes del concierto, presagiaban lo que finalmente ocurrió: el cantante impondría sus términos, en vez de seguir el conducto regular y la dinámica del certamen.

La cancelación de la competencia folclórica sólo fue un detalle entre tantos. Sin usar las pantallas gigantes más que para exhibir unas pocas visuales, Morrissey apareció en escena y de inmediato se dejó caer al suelo. Un tema de The Smiths, “I want the one I can’t have”, inició un repaso por el catálogo del excéntrico músico, quien priorizó las canciones de su última gira (“The Very Best Tour”), un compendio más dirigido a los iniciados, en detrimento de singles conocidos como “Suedehead”, “Boxers” o “Alma matters”. Del prometido show compuesto sólo de grandes éxitos, escogidos especialmente para la ocasión, ni luces. A cambio, el “monstruo” recibió la inédita “People are the same everywhere” o el poco bullado sencillo “Ouija board, ouija board”.

El deficiente sonido del comienzo, que opacó las ejecuciones de “First of the gang to die” y “You’re the one for me, fatty”, mejoró notablemente con el paso de los minutos, y llegado el primer clímax de la presentación, “There is a light that never goes out”, no era más que un mal recuerdo. Morrissey tenía en sus manos la posibilidad de armar un karaoke gigante, pero intercaló hits de la talla de “Everyday is like Sunday” con temas de más bajo perfil como “I will see you in far-off places”, tal vez en un intento de complacer a los fans acérrimos y a los novatos. Luego de bromear con la palabra “gaviota”, exigida unánimemente desde las gradas, y tras una lamentable intervención de Rafael Araneda (pese a el inglés exigió en su contrato no ser interrumpido), el solista abandonó el entarimado tras “How soon is now?” de The Smiths, pese a tener preparado un bis bajo la manga. Un final abrupto que dejó el ambiente enrarecido y un gusto a poco en el paladar de la consternada audiencia, que dejó la Quinta Vergara más temprano de lo que deseaba.

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