Aunque parezca lo contrario, nunca es un desperdicio establecer una carrera musical de bajo perfil mediático, grabar discos y dar conciertos para un nicho pequeño, hasta desaparecer en acción. Al menos queda el testimonio, los documentos que podrán ser desempolvados para su uso posterior. El problema, cuando se trata de rock chileno, es que los arqueólogos son pocos y todo registro histórico parece estar supeditado a la disposición de compartir que tenga esta elite.
Por eso la mera existencia de un compendio como “Antología 1994 – 2004” de Alpuritano es plausible. Porque soluciona un problema. Sólo por registrar la década que duró el cuarteto viñamarino, que hizo del punk rock su principal emblema, este disco aparecido el año pasado constituye un testimonio digno de cualquier biblioteca fonográfica nacional. En 22 canciones, la retrospectiva condensa los tres lanzamientos oficiales del grupo (Gritando en Vano, Vecinos EP y Póstumo) en versiones remasterizadas.
Pero eso es en términos fríos, datos duros, hechos. En realidad, lo que esta colección comprende va más allá de lo que se puede capturar en palabras de afán enciclopédico. Quienes no tuvieron la suerte de conocer a la banda van a encontrarse con algo inolvidable: la clase de animal mitológico que despierta, arrasa con todo a su paso y se esfuma para dar paso al culto, al enviciamiento en torno a su figura.
El magnetismo que emana Alpuritano tiene vida propia; una suerte de autonomía que supera el encanto propio de los hallazgos melómanos, con los que se suele empatizar –hasta considerarlas venerables, en algunos casos- sólo por su carácter oscurantista de curiosidad. “Antología 1994 – 2004” aprueba con creces el escrutinio más estricto y desquerido, a través de argumentos de peso, es decir, netamente musicales. Cada nota ejecutada, cada palabra dicha, se defienden solas.
Por supuesto, el disco también cumple con la función de una clase de historia, lección más que necesaria en tiempos en que se opina de forma compulsiva y ligera sobre música, ya sea chilena o extranjera. Y claro que ese factor aumenta el encanto de sus canciones (un tema como ‘Al servicio ni cagando’ gana puntos cuando sabes que lo tocaron cuatro adolescentes que, sin reparos, podrían haber sido tus amigos del barrio), pero de ninguna manera es necesaria tanta investigación para darse cuenta de que ‘Jamás lo vi’, en un contexto radial, es la pegada perfecta con algún single célebre de Fiskales Ad-Hok. Es que Alpuritano estaba a la par con cualquier tótem.
Para una banda de este calibre, las reivindicaciones siempre están a la vuelta de la esquina. Ya hubo una, en su reunión para dar un show único el año pasado, pero “Antología 1994 – 2004” (y el resto de su discografía, liberada gratuitamente en Facebook) augura y facilita todavía otros pequeños grandes triunfos, los inconmesurables. Esos que ocurren cuando alguien descubre en la intimidad de sus audífonos que, durante una década completa, Chile albergó a una de las bandas más entrañables del punk rock en español.
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