7.1.12

Octava edición de Creamfields hizo bailar a 20 mil fans de la electrónica


Con David Guetta a la cabeza, la versión criolla del festival internacional salió airosa en plena temporada alta de conciertos.

Imposible conocer al dedillo todas las subdivisiones de la música electrónica, pero instancias como Creamfields son una buena guía introductoria, al menos para probar diferentes pulsos de una sola vez. A eso de la medianoche, el festival llevaba cerca de cuatro horas de inaugurado, con la promesa de tener los parlantes encendidos hasta las 5 de la mañana. En el escenario llamado Alternative Arena, el francés Busy P (dueño del sello que descubrió a los taquilleros Justice) le servía el público en bandeja de plata al neerlandés Afrojack. Al mismo tiempo, en la tarima principal, el dúo alemán Booka Shade daba un progresivo show con tantas ejecuciones en vivo como trabajo de perillas, que partió frío y terminó con la gente pidiendo más.

Era la antesala de David Guetta, el plato fuerte de la noche. En su tercera aparición consecutiva en Creamfields, el francés convocó a más personas que cualquiera de sus colegas. El colaborador de Rihanna y Fergie todavía no conjuga sus papeles de DJ y estrella de pop: es frío, poco expresivo y no se mueve mucho, aunque baja el volumen de sus canciones para que los asistentes coreen (pocos lo hicieron, concentrados más en moverse que en recitar letras) y pide que apaguen las luces del escenario para mirar a sus acólitos. Los recursos creativos de Guetta son tan limitados como el tiempo de masividad que le va quedando, pero logran que la temperatura al aire libre aumente varios grados. Suficiente en el contexto de una fiesta.

El otro lado de la moneda lo vivió Pete Tong (parte de la BBC de Londres), en un espectáculo de bajo perfil, que al terminar dio pie al electrizante holandés Laidback Luke. A pocos metros, el vacío dejado por la imprevista ausencia de Miss Kittin era llenado por el veinteañero Seth Troxler, quien le cedió los equipos después al veterano Sven Väth y su propuesta más contemplativa. De experiencia también supo el escenario Cream, donde se presentaron el argentino Hernán Cattaneo (todo un habitué del certamen) y uno de los mejores números del cartel, el chileno Luciano. Afuera, Ferry Corsten bajaba el telón del tablado mayor, pasadas las 4 de la mañana, ya iniciado el éxodo de público. El octavo Creamfields trajo sabores del mundo y dejó satisfechos a los paladares de inclinación cosmopolita.

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