7.1.12

Fernando Milagros: Efecto dominó


Está en los lugares indicados, a la hora precisa y con la gente correcta. Tocó en Estados Unidos y España, grabó con Caravana y Christina Rosenvinge, musicalizó dos películas y convenció a Cristián Heyne de producir su nuevo disco. Bajo el sello Quemasucabeza y con edición en vinilo asegurada, Fernando Milagros alista la salida de San Sebastián.

Fernando Milagros tenía que tocar a las diez de la noche del pasado jueves 26 de mayo, en el festival Primavera Sound. Pero nueve horas antes el cantautor estaba recién llegado a Barcelona y aún no lograba encontrar su hotel. En la espera de la van que lo llevaría a la dirección correcta, unos estadounidenses en iguales circunstancias le dijeron que se relajara, le contaron que era la quinta vez que ellos tocaban en España y que el desorden era la tónica de todos sus viajes. Eran Of Montreal, fogueados donde el santiaguino era un novato y tranquilos, pese a que debían presentarse dos horas antes que él.

“No teníamos prueba de sonido y yo estaba nervioso porque era un concierto muy importante”, recuerda. “El show lo partimos con muy poca gente, unas cincuenta personas. Pero hay tránsito permanente y automáticamente empieza a llenarse, al tercer tema teníamos cien y al final terminamos con unas seiscientas. Pasaban y se quedaban mirando el concierto. Es como tocar en la calle, tratas de llamar la atención de gente que no te va a ver a ti. Pensaba que iba a ser peor y al final, todo bien”.

Pasar antes por otro festival prestigioso, el South by Southwest (SXSW) en Texas, ayudó a Milagros a comprender dónde estaba y cuál era su rol en el certamen ibérico. “Hay que tener expectativas aterrizadas para no devolverse achacado”, asegura, “finalmente el viaje estuvo muy positivo y ahora la idea es no romper el vínculo con ese público”. De paso en Madrid, el cantautor afianzó el nexo con España al compartir escenario con Christina Rosenvinge y Nacho Vegas, para tocar el clásico ‘Death Is Not the End’ en un tributo a Bob Dylan a propósito de su cumpleaños número 70.

“Después de eso, nos fuimos a ver a Bill Callahan”, cuenta Fernando Milagros. La amistad entre él y Rosenvinge floreció pocos días antes, en Santiago, gracias a la invitación que el músico recibió para telonearla. Ambos simpatizaron al punto de que el solista fue convocado a tocar dos temas suyos en el concierto de la madrileña en Amanda y luego a parchar a Charlie Bautista -miembro de la banda de apoyo que tuvo que dejar Chile antes que sus compañeros- en la guitarra.

“Antes de irse, ella misma me ofreció colaborar”, afirma el cantautor. “Le mostré todos los temas que tenía para el nuevo disco y se fijó especialmente en dos, entonces vino la idea de grabarlos y también de tocarlos en vivo juntos en su despedida. Quedó bastante interesante. Son dos canciones acústicas: en una ella sólo hace coros y en la otra, participa con todas las de la ley. Me gusta su último disco -La Joven Dolores (Warner, 2011)-, lo tengo en mi iPod, pero antes también escuchaba sus singles taquilleros de los noventas. Son un poco nuestros, por una cosa generacional, yo tenía 14 años cuando estaban de moda.

Para alimentar la espera por su venidero tercer álbum, titulado San Sebastián, Fernando Milagros compartió en la red un video, a modo de sinopsis, en que él y Rosenvinge aparecen trabajando en el estudio mientras suena el fruto de esa labor, ‘Pedazos (Niño Bomba)’. Lo difuso del registro vocal y la quietud que imprime la guitarra acústica empañan, en cierta medida, la primera impresión sobre el nuevo material del santiaguino, que en sus propias palabras es “oscuro, religioso y raro”.

“Estoy pegado con las imágenes apocalípticas. Las fotos del Volcán Puyehue que publicó Times parecen sacadas en Marte, pero son de acá, del sur de Chile. Fantaseo con ese tipo de ideas, como la de que algo está cambiando. El disco es una visión en torno a eso. Casi todas las letras están escritas desde el lugar de alguien que está como el personaje de Viggo Mortensen en The Road (John Hillcoat, 2009), buscando algo para comer”.

El productor de San Sebastián es Cristián Heyne, arquitecto de los discos chilenos que gustan en España, es decir, los últimos de Gepe, Dënver y Javiera Mena. “Yo sabía que me faltaba una visión externa. Podía perfectamente hacerme cargo yo, pero era más interesante ponerme en conflicto con otra mirada”, apunta Milagros, “quise que chocara lo que yo hago, que es algo austero, contra lo que hace Cristián. Llegué con veinte maquetas a su oficina y ahora sólo quedan diez. Hay una tensión interesante, las guitarras están tratadas de una manera distinta, pero no será un disco de pop”.

“Con quién trabajar fue un tema que pensé mucho, hasta que junto a Heyne llegamos a la conclusión de que yo tenía que hacer la mayor cantidad de cosas posibles –detalla-. Aunque no me guste reconocerlo, estoy cada vez más quisquilloso con las canciones, si puedo resolver un arreglo, prefiero encargarme que explicarle a otra persona. Además, es la mejor opción para un disco como éste, que es bien íntimo y autobiográfico. Sólo aparece Gepe en batería y algunos aportes de Felipe Ruz y Sebastián Orellana de Philipina Bitch”.

Tras lanzar su debut por el desaparecido sello Neurotyka en 2007 y dos años después su sucesor por Oveja Negra, Fernando Milagros recaló en Quemasucabeza, donde el año pasado presentó -en lo que él mismo denomina “una edición de batalla”- el registro en vivo En Estudio Elefante. Y así como los últimos trabajos de la etiqueta -llámese Gepe, Pedropiedra y Caravana-, San Sebastián será editado en vinilo. “No hay que pensar en el disco como única vía para escuchar música, sino como merchandising. Es un fetiche que puede tener varios formatos”, sentencia. “Igual rezo por la gente que pelea contra esa tendencia, pero creo que su forma de ver las cosas no va más”.

“El 2011 ha estado muy movido. No sé cómo me alcanza el tiempo. Compuse la música para el documental Hija de María Paz González y con Cristóbal Carvajal grabamos los incidentales de la película Mi Último Round de Julio Jorquera. Eso sí, hay que tener cuidado de no acabronarse ni repetirse porque la gente se aburre. Por eso ahora estoy probando otro sonido, casi había olvidado que mi idea como Fernando Milagros era tener una onda medio desarmada y opuesta a la de las bandas que tocan rock de cuatro cuartos, porque ese esquema ya lo encuentro un poco fome. La gracia de ser solista es reinventarse todo el rato”.

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