7.1.12
Justin Bieber: En tiempo real
Como hijo ilustre de la era de la inmediatez, Justin Bieber llegó a Chile más rápido de lo que, por lo general, arriban las estrellas del pop, que suelen venir cuando ya ha pasado el momento más estelar de sus carreras. Los fanáticos del canadiense no tuvieron que esperar hasta la adolescencia o la adultez para expresar su adoración con el fervor que corresponde al fenómeno del momento.
Lo vivido anoche, en un Estadio Nacional a tablero vuelto, fue un rito de histeria en tiempo real. Si hace tres años nadie conocía al solista, hoy decenas de miles de niñas y algunos niños celebran su presencia mediante gritos que desafían la capacidad de tolerancia de cualquier tímpano.
Con absoluta convicción, los seguidores del cantante lo acogen como uno más de la tribu, porque Bieber es efectivamente parte de sus vidas. Está en todos sitios, pero especialmente en sus computadores, así que tenerlo en Santiago es, en cierta medida, parecido a conocer a un ciber amigo que viene de lejos.
Después de ejecutar versiones acústicas de canciones como "Favorite girl" o "Never let you go", y de subir al escenario a una fan para dedicarle "One less lonely girl", la estrella pop deja corriendo un video en la pantalla, que lo muestra en imágenes de su más tierna infancia. Cuando llega el turno de "One time", tema que abre su disco debut, "My world", Justin Bieber tiene a su séquito de admiradores repitiendo la consigna del coro: "Tu mundo es mi mundo y mi lucha es tu lucha". Una clase maestra de empatía y complicidad con su público; Bieber consigue que cada niña sienta que él está presentándose sólo para ella.
"Wanna be startin' somethin'", una reverencia a Michael Jackson, y "Walk this way", de Aerosmith, aderezan el repertorio del solista. Dos lecciones fundamentales para comprender que el pop se basa en la reiteración, tal como el cantante lo aplica en sus propias "Eenie meenie" y, especialmente, al cierre, con ese hit generacional (gústele a quien le guste) llamado "Baby". Es la clausura obligatoria para un show redondo, que cumple a cabalidad con su intención inicial: desatar la fiebre Bieber por doquier.
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